El asesinato de la concejal brasileña Marielle Franco, ocurrido a una semana del paro mundial del 8M, confirma de modo sanguinario la validez de todas las denuncias, demandas y exigencias del movimiento de mujeres. Crimen político y femicidio a la vez, cuya víctima es negra, villera, de izquierda, feminista, luchadora popular, objetora acérrima a la militarización de Río de Janeiro.

La Policía militar lleva asesinadas alrededor de 2000 personas en un año. Según el portal NODAL, que dirige el periodista Pedro Brieger, más de 36 concejales brasileños fueron matados desde enero de 2016.

  El presidente sustituto, Michel Temer, es un adalid de la nueva derecha regional, desacreditado por donde se lo mire. Nula o viscosa su legitimidad de origen, paupérrima la de ejercicio, que lo excluye de la competencia electoral.

  El sistema político-mediático-judicial brasileño se degrada cotidianamente. Construye un esquema de proscripción para el ex presidente reelecto Lula da Silva, el favorito para las elecciones de fin de año. El programa económico es manifiestamente impopular.

La violencia institucional es un dato en los países más influidos por Estados Unidos, los seguidores fieles de las directivas de la DEA, el FBI y el Departamento de Estado en sus cruzadas contra el narcotráfico y el crimen organizado. Estos “flagelos” sobreviven y gozan. Mientras tanto, México acumula homicidios y desapariciones, decenas de miles en el lustro reciente. Los periodistas están entre los blancos predilectos. En Colombia, después del desarme de las FARC, fueron ultimados centenares de campesinos, dirigentes y militantes de izquierda.

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La Guerra Fría envenenada: Una reciente novela de John Le Carré (“El legado de los espías”) reencuentra a personajes entrañables del mundo del espionaje retirados, soportando presiones políticas y judiciales, inquiriéndose para qué lucharon toda su vida, con métodos reprobables en pos de objetivos inalcanzados.

Tal vez, ironicemos, esos protagonistas (incluyendo al memorable George Smiley) dispongan de una oportunidad para reengancharse y volver al laburo, en el revival de Guerra Fría estallada anacrónicamente. El envenenamiento de un ex espía ruso y su hija suscita un entredicho diplomático formidable entre el Reino Unido, Francia, Alemania y Estados Unidos versus Rusia.

Esta columna versa sobre política, no se interna en la pesquisa policial. Por las dudas, el cronista aclara que es enemigo de todo tipo de crimen estatal y que no toma partido entre las versiones antagónicas sobre los hechos.

Vale, sí, puntualizar que cobra especial gravedad cuando un estado asesina fuera de sus fronteras. Y resulta chocante que Estados Unidos, la potencia que ostenta el récord mundial en esa disciplina, se convierta en paladín del juego limpio y los derechos humanos. Lo descalifican las guerras jamás declaradas, los bombardeos a poblaciones civiles, los daños colaterales estratégicamente diseminados.

 Resalta dentro del conjunto la “ejecución” de Osama Bin Laden concretada en Pakistán, ordenada por el ex presidente Barack Obama y transmitida en vivo para él y su equipo de Gobierno. Obama recibió sin ruborizarse el premio Nobel de la Paz mientras Guantánamo y otras cárceles extraterritoriales encierran detenidos a quienes se han negado garantías primordiales del derecho penal de Occidente.

 Las potencias del centro del mundo se arrogan el monopolio de la violencia ilegítima. El único sostén de la exclusividad es la fuerza bruta.

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De derecha, a carta cabal: Theresa May en el Reino Unido, Donald Trump en Estados Unidos, Emmanuel Macron en Francia, Angela Merkel en Alemania, Mariano Rajoy en España. La derecha gobierna en Europa y la (contra) reforma a su imagen y semejanza. El progreso de un continente sin fronteras es cambiado por una fortaleza amurallada para rechazar inmigrantes. La discriminación apela a la barbarie, encerrando, expulsando o directamente contribuyendo al naufragio de las barcazas.

  Uno de los mejores picos de la prédica del Papa Francisco se produjo cuando viajó a Lampedusa para responsabilizar al capitalismo por la violencia contra quienes se juegan la vida en busca de paz, con la mínima esperanza de conseguir los trabajos más duros y peor remunerados.

 El derrumbe del muro de Berlín se contrapesa y contradice con la erección de murallas en el centro del mundo.

 “La muerte del prójimo”, un libro notable, fue escrito por el psicoanalista italiano Luigi Zoja. Describe: “hoy en día los inmigrantes llegan desde el mar en embarcaciones que son casi desechos. Cada vez (…) se los considera más como invasores. Con la nueva inmigración, Occidente –que temía caer en la apatía después del fin de las ideologías y de la caída del Muro de Berlín– descubre el centro emocional de una nueva política y una razón para elevar nuevas murallas”.   Zoja informa que en Italia los gastos para acoger a los inmigrantes son cuadruplicados por los costos para “rechazar ilegales”. En Estados Unidos la desproporción es más elevada.

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Derechas por doquier:  El chauvinismo, el racismo, la estigmatización, proliferan entre otros motivos porque funcionan como buen recurso proselitista, para ganar votos. Los líderes más concesivos “pagan costos” en el cuarto oscuro: hasta la perdurable Angela Merkel se ve forzada a remontar el rechazo reaccionario.  

Las recientes elecciones en Italia agregan un ejemplo: Cinco estrellas, un cualunquismo de derechas, es el partido más votado. La Coalición entre la Liga Norte y el partido del ex premier Silvio Berlusconi, la entente con más sufragios. Bajo ha caído la península: Berlusconi encabeza el ala menos derechosa de la entente. Todos cosecharon con un discurso expulsivo, racista a menudo, anti extranjero como piso.

En nuestro Sur, el chileno Sebastián Piñera reasume la presidencia, a cuatro años de haber sido desplazado. Como su colega argentino, Mauricio Macri, llegó merced al voto popular, en elecciones limpias. Con credenciales truchas, Temer es su pariente cercano.

En correlato con los modelos económicos y financieros, con la exaltación del individualismo y la apatía política la derecha occidental y sureña son excluyentes y violentas.

La sincronía obedece a tendencias de la época, las analogías son notables. Pero el color local también existe, analogía no equivale a homología.

La oleada es global, tanto como el contexto que la favorece pero las pugnas por el poder político se desarrollan en cada comarca.

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Cuando la muerte garpa: El macrismo capta cual es el clima cultural, lo exacerba. La violencia institucional, el encarcelamiento de políticos opositores o dirigentes sociales “garpan”. Pues a capitalizar las rentas….

La narrativa oficialista incita, aplaude o encubre a quienes abusan de la “mano dura”. El gatillo fácil, la brutalidad policial contra jóvenes por portación de aspecto distan de ser novedad pero en otras etapas existían contrapesos más firmes: funcionarios o “formadores de opinión” que las cuestionaban. Hoy en día, bajo el paraguas del discurso presidencial, policías de todas las jurisdicciones saben que están empoderados o santificados, abusan al máximo.

La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, aplaude cualquier asesinato por la espalda cometido por fuerzas de seguridad. Ante el de Facundo Ferreira, el pibe tucumano de 12 años, contaba con argumentos para no expedirse o desligarse.

Aducir, con razón, que la policía tucumana no depende del estado nacional, que el peronismo (y no Cambiemos) gobierna la provincia. O proponer, con prudencia, esperar las decisiones judiciales.

Escogió apurarse, asumir la vanguardia. Nula juridicidad, pura demagogia punitiva. Tomar como evidencia un rumor sobre una pericia no corroborada. Santificar de oficio la muerte de una criatura, a la que acusa de haber obrado como un criminal.

 Nadie lo dirá de ese modo pero es la exaltación de la violencia ilegítima... Jamás desde 1983 un gobierno dobló varias veces la apuesta a favor del gatillo fácil, solo el macrismo lo hizo. Si las encuestas dan bien,  todo vale.

Empero la “popularidad” no transforma los crímenes en legales ni endiosa a policías que actúan sin frenos inhibitorios.

Quienes objetan violaciones flagrantes de derechos humanos asumen un reto: quedar en minoría. Si eso sucede, no cabe otra opción porque hay cuestiones innegociables.

Disputar el sentido común, tomar razón de los cambios de época son obligaciones de la oposición pero hay límites infranqueables. Entre ellos, la abolición de la pena de muerte legal o fáctica, el control a los que reprimen con armas provistas por el Estado. Hablamos de valores que no dejan margen para regateos o tratativas.

De cualquier forma, hay muchos aspectos de la realidad para polemizar y muchas conciencias para conmover o recuperar.

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Algo se juega acá: La hegemonía mundial de la derecha inclina la cancha. La simultaneidad de procesos políticos en variadas latitudes da cuenta de condiciones objetivas favorables, amén del apoyo (caro y condicionado) de las potencias y los organismos internacionales de crédito a los mandatarios dóciles.

La tendencia es global pero, afortunadamente, las elecciones son locales.  Derrotar en las urnas al capítulo argentino del neoliberalismo mundial es, todavía, posible, aunque muy difícil.

Viene a cuento recomendar   un artículo del brasileño Emir Sader, publicado el viernes en   la contratapa de este diario (www.pagina12.com.ar/101828-todos-contra-el-neoliberalismo).

Sader explica que los frentes que apoyaron a los gobiernos del PT y del kirchnerismo en Brasil y Argentina se debilitaron porque las políticas perdieron “en la sociedad, su capacidad de convencimiento y de consenso”.

 Con nuestras palabras: repensar las causas endógenas de la derrota ilumina para pensar cómo revertirla. “Las alianzas –avanza Sader– no son tema de decisiones subjetivas –con quién sí, con quién no– sino de agrupar fuerzas alrededor de un programa de transformaciones de carácter nacional. El criterio de las alianzas es objetivo, político”.

 Varias fracciones del peronismo –aunque no todas– tejen encuentros para disipar enconos, huir del internismo e ir sentando las bases para una Primaria Abierta (PASO) amplia y masiva en 2019. El diseño electoral sirve, como condición necesaria pero no suficiente.

  Lo esencial sigue pendiente: recuperar el favor de amplios sectores sociales que acompañaron al kirchnerismo gobernante hasta 2011 y luego se fueron desgajando.

 La idea de una clase media incurablemente gorila e irrecuperable pierde de vista que acompañó durante muchos años a las gestiones kirchneristas y que sin ella no hay frente nacional posible ni coalición electoral con chances.

La dirigencia peronista acumula gestos valiosos, queda pendiente que amplíe su base, que genere una agenda, que interese a los no convencidos.

El gobierno atraviesa una coyuntura difícil que lo expone a desbordes variados: la deuda externa, la inflación, los despidos y la asfixia de la industria, en materia económica.

Las fuerzas de seguridad a las que se le da mano libre pueden desbocarse en cualquier momento.

El Poder Judicial, durante dos años un aliado de fierro, abandona la sumisión. Produce varios fallos adversos al Gobierno y con apego a derecho. La novedad sorprende, se ignora si hará tendencia.

Pero el frente contra la versión local de la derecha precisa mucho más que los fracasos oficiales. Le queda menos de un año y medio para las PASO y un lapso menor para interpelar, atraer y reconvocar a la gente común.

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