Llovió en el sur de Santa Fe. Llueve como nunca, uno está tentado a decir, pero no es cierto. Llueve como muchas veces, como un montón de veces desde que se fundaron desde la primera hasta la última ciudad de la provincia.

Es noticia, es tragedia, sale en los diarios, luego salimos a juntar colchones y ropa y lavandina. Ciudades enteras se inundaron, miles de personas se vieron afectadas y muchas de ellas vieron comprometidos sus medios de subsistencia. No nos importa ahora si son ricos chacareros en camionetas 4x4 o si son pobres carreros de "tracción a sangre" fórmula que borra las diferencias entre sangre animal y humana. Sangre, listo chau. Es cierto que las posibilidades de recuperarse de cada uno de ellos no serán las mismas, pero es también muy cierto que es ridículo instalar un escenario de tragedia cuando estos fenómenos ‑lluvias intensas y ciudades anegadas total o parcialmente‑ se repiten con gran periodicidad.

Porque todos sabemos además, que las causas de las inundaciones son siempre las mismas: Lluvias abundantes, malos drenajes rurales y urbanos, falta de obras públicas, construcción habilitada legalmente de barrios sobre lugares que no deberían habilitarse y ocupación espontánea de lugares anegables por parte de gente sin vivienda. Y no intenten homologar circunstancias: no es lo mismo que alguien que no tiene un lugar donde vivir decida ocupar un terreno que es inundable, al hecho de que un estado nacional‑provincial‑municipal que tiene una continuidad institucional de cientos o decenas de años conviviendo con las inundaciones y personal habilitado para efectuar informes y definir políticas decida habilitar y promover la ocupación de espacios que a la postre afectarán los drenajes de las cuencas afectando las condiciones de vida incluso de esos mismos ciudadanos.

¿Cuál es la actitud de muchos de los cientistas sociales de nuestra ciudad y zona?

Básicamente, incorporarse a los estudios post‑inundación que los gobiernos sí promueven. Visitar a los afectados y mientras los profesionales de la salud los asisten y contienen, rellenamos los "equipos interdisciplinarios" para realizar entrevistas para que la misma institución que demostró inhabilidad para manejar la situación produzca un informe ante los organismos nacionales e internacionales e incluso algunos de esos profesionales involucrados asistan a congresos para comentar esas experiencias, para luego regresar y seguir trabajando sobre sus temas habituales, entre los cuales difícilmente se encuentre la inundación, sus causas, sus efectos su historia.

Mientras tanto, es muy lamentable que desde las ciencias sociales y específicamente la historia (que es el que más cercano considero porque mal que mal, esto estudié), no hayamos sabido desarrollar una trayectoria de investigaciones, una serie continuada y continuable de conocimientos sobre las inundaciones en el sur de la provincia, que nos permita ser partícipes de los debates sociales que se generan cada vez que se generan estos repetidos acontecimientos.

No me digan que no se dieron cuenta que en estas ocasiones los entrevistados son los meteorólogos, los ingenieros agrónomos, los ingenieros hidráulicos, los médicos, los bomberos, defensa civil, el cura del pueblo, etc. Todos menos nosotros. ¿No creen que hay algo que no hemos hecho?

Aunque es cierto que para otros temas estamos siempre en la primera línea de los consultados y salimos en la tele: el 24 de marzo nos llaman; si hay elecciones en USA nos llaman; cuando bajan las importaciones y cuando suben y cuando hay desempleo y robos, también nos llaman. Y si se estrena una película sobre San Martín o Belgrano, también nos llaman. Pero cuando hay inundaciones, no. Y no es porque el fenómeno sea nuevo entre nosotros. Desde que aquella primera Cayastá debió mudarse, la inundación es una marca de nuestro espacio geográfico. Ocurre que nadie considera que sepamos algo sobre eso. Y es que como conjunto de profesionales, efectivamente no lo sabemos.

¿Qué tiene que pasar para que la historia de las inundaciones se convierta en un tema en la agenda de los historiadores locales?

a. esperar que vengan líneas de subsidios para estudiar inundaciones. Ja, bueneeesemo.

b. esperar a que haya suficientes historiadores inundados para que comiencen a desarrollar sus trabajos como motivación personal ‑algo que algunos profesionales de la historia aún conservan y que ha sido combustible de grandes trabajos‑. Pobre gente, che, no jodamos con la desgracia ajena.

c. esperar que alguien con rango académico ‑alguien así randomporquesí‑ considere la real dimensión histórica y social del problema e inaugure una línea de investigaciones orientada a construir un campo de interés, más allá de recibir apoyo oficial o no. Ah, mirá, no se me había ocurrido.

d. que suceda que un número crítico de historiadores lea el diario justo un día de inundaciones. Nunca descartemos el azar.

También nos queda otra opción...

Dicen que dijo el poeta Mario Trejo "el mejor modo de esperar, es ir al encuentro". Comencemos organizando la información que ya ha sido relevada. Consultando a nuestros colegas de Resistencia, Santa Fe y Buenos Aires que ya tienen un trabajo desarrollado al respecto; aunque priorizando los acontecimientos recientes, lo tienen.

Sigamos haciendo una red institucional o no, con apoyo oficial o no, en la cual dialoguemos, ampliemos y profundicemos esta problemática.

Construir una historia del agua para nuestra región es un desafío que la comunidad de historiadores debe afrontar y superar para convencerse que se puede retomar una historia comprometida con las vidas de nuestros contemporáneos yendo más allá de la crónica. Esto será posible solamente si se sustenta en una crítica enérgica contra la depredación del medio ambiente y contra los modelos de desarrollo que se tratan de implementar en nuestro país y región y que solo construyen nuevas y futuras (y no tan futuras) catástrofes ambientales y humanas. Si no estamos dispuestos a esa crítica, nos dedicaremos a decorar entrevistas ajenas con simpáticas notas de color (en general, sepia).

Decía Silvio Rodríguez: ?Absurdo suponer que el paraíso/ es sólo la igualdad, las buenas leyes./ El sueño se hace a mano y sin permiso, /arando el porvenir con viejos bueyes".

Si va a llover sobre mojado, no podemos esperar que escampe para empezar a trabajar.

*Licenciado en Historia de la UNR. Blog: www.ahguarosario.wordpress.com