“Mi objetivo es hablar de que el capitalismo está basado en la explotación de los animales”, lanza Liliana Felipe, desde algún lugar de México. Desde cierto lugar, la cantora, pianista y compositora está exponiendo el fundamento de las canciones que mostrará en una nueva visita al país que la vio nacer (viernes 20 y 27, y sábados 21 y 28 de enero a las 21 en el Torcuato Tasso). Una de ellas, por caso, es calma, climática y se llama “Solita, solito”; otra, más “abierta”, rítmica y a tono con la frase inicial, “Yo no como conejo” y así varias más que no está mal mantener en modo enigma, mientras ella completa la idea: “El neoliberalismo es la fase más salvaje de un sistema depredador, injusto, decadente, inmoral, absurdo y mentiroso. Es un imperativo moral combatirlo y restituir a los animales y a la naturaleza lo que nos han brindado. Sobra con pensar de dónde viene lo que comemos, y también porqué los gobiernos siempre quieren hacer hospitales y carreteras y casas, muchas casas. Pero nunca quieren reconstruir los millones de casas abandonadas en el mundo, ni revisar los planes de salud, ni prohibir la venta de refrescos azucarados. La pinza es la industria alimentaria con sus ganaderos, la industria farmacéutica y los políticos que se arrodillan ante estas dos plagas”, prosigue ella, en clave político/combativo/ecológica, en los días previos a las presentaciones en la casa musical de Defensa al 1500, y poseída por un temple forjado a fuerza de dolor. 

Porque la Felipe es de las artistas argentinas que más sufrió en carne cercana la violencia de la dictadura, de ahi sus respuestas viscerales. En 1978, el gobierno militar secuestró y desapareció a su hermana Ester Felipe, y a su cuñado Luis Mónaco. Y de esa no se vuelve entera a no ser, como en su caso, que sublime el dolor en arte. No se lo extirpa si no es a través de nobles armas como una voz, un piano y una pluma creativa capaces de señalar con una ajustada alquimia de fuerza y belleza, las hipocresías religiosas, políticas, económicas, sexistas, racistas y mediáticas que reinan en el mundo de hoy. Así viene ocurriendo desde 1980, cuando publicó su primer disco –fuera del país, por supuesto– dedicado a la Comisión de Familiares de Desaparecidos por razones políticas en la Argentina, y siguió gambeteando angustias con trabajos como Materia de pescado (1989), Elotitos tiernos (1992); Tabaquería (1997); Trucho (2002) o el estupendo Tangos de Discépolo (2011), por nombrar un puñado de la veintena de discos que editó a la fecha.

“En estos tiempos estoy componiendo canciones para celebrar y agradecer a los animales no humanos que nos han soportado todos estos milenios sobre la tierra. Creo que es momento de dejarlos libres y felices, y replantearnos nuestra manera de vivir. Los humanos ya somos como la gonorrea para el planeta… una enfermedad vieja e incómoda”, sostiene la música, cuyo último disco salió en formato de Ep, bajo el nombre de La mujer que mató a los peces. El trabajo, publicado hace tres años, ancla sus ejes en las preocupaciones centrales de la música: los Derechos Humanos, los Derechos de los Animales no Humanos y los derechos de las plantas. “La verdad es que este disco ha ido muy bien. El sector de los conejos no deja de agradecerme la cancioncita llamada ‘Yo no como conejo’, lo noto en su manera de brincar y saltar en el campo donde vivo. Además, leer a –la escritora brasileña– Clarice Lispector siempre agranda las venas, y hace que la sangre fluya para que nos se acumule la maldita grasa. Respecto de lo que sigue no sé cómo va a ir, pero quizás les arruine su próximo asadito”, se ríe la cantora, mientras cita a otra de sus referencias: el novelista y músico francés Romain Rolland. 

“El le puso palabras a lo que yo sentía y no podía expresar: `Para aquellos cuya mente es libre, el sufrimiento de los animales representa incluso más intolerable que el sufrimiento de los humanos, porque con éste último al menos se admite que el sufrimiento es maldad, y que el humano que lo provoca es un criminal. Pero miles de animales son inútilmente sacrificados cada día sin una sombra de remordimiento. Si alguien plantea esta cuestión, es tratado como ridículo`, escribió Rolland. Y yo digo que hablar de justicia con un cadáver en el plato es completamente inútil. La liberación de los animales ya ha comenzado y quiero aprovechar los años que me quedan de vida para dedicarlos a esta causa. Estoy segura que si lo logramos estaremos al mismo tiempo eliminando la esclavitud humana y la fuente de la violencia contra las mujeres”, sostiene esta femme fatale de la ecología, cuyo talento orbitó cerca de gente como Madonna, Alfredo Zitarrosa, Eugenia León, Carlos Mejía Godoy y Regina Orozco, entre otros.  

“Anoche, viendo la gran jícara celeste donde resplandecen los astros, pensé qué pequeña e ignorante soy, pero un poco menos desde que dejé de ser cómplice de la violencia contra los animales. Saber cambia el sabor”, sostiene la música, que muta inmediatamente de humor cuando, en vez de hablar de sus canciones sobre animales, opina sobre el neoliberalismo. Y se le vuelve a subir la mostaza: “El continente está sufriendo una embestida más de los asesinos que fraguaron en la década del setenta la operación Cóndor. Conocemos muy bien sus consecuencias. Macri y sus secuaces, por hablar del caso argentino y decirlo elegantemente, no son más que saqueadores. Cuando un país es obligado a imponer como presidente a un inepto, sabemos que ha vuelto la mano peluda y entonces, otro de mis objetivos como artista es sensibilizar a los animales humanos para que abandonen la soberbia, y dejen de ser cómplices y esclavos de esta injusticia”, demanda. 

–¿Y por México cómo andamos?

–Tan cerca de Trump y tan lejos de sí mismo, gobernado por otra camarilla de sátrapas inútiles, entre los que le decimos canciller al más payaso. Hace unos días asumió Luis Videgaray, un hombre que ha paseado su ineptitud por varias dependencias y en su discurso de toma de posesión dijo que él no sabía nada de diplomacia, pero que aprendería.  Es de risa, sí, es de risa si no fuera porque produce tanta tristeza. Este mismo funcionario corrupto fue el artífice de la debacle económica que hoy vive México, y lo premian poniéndolo de secretario de relaciones exteriores, o más bien como tapete de Trump. 

–Pero hay otro México, ¿o no? 

–Claro. Si no fuera porque el cimiento espiritual de ese país está tallado en piedra, ya sería el agujero del hoyo negro de una galaxia perdida. Igual, es un país en que solo ha habido un gobierno electo legítimamente: el de Francisco Madero, en 1910. Y Estados Unidos lo mandó matar a los dos años a través de Victoriano Huerta, un militar de esos que en la Argentina conocemos perfectamente. De esos que hablan de la patria y la virgen y la familia, pero se dedican a robar, torturar, violar jóvenes y robar niños, y rara vez ganan una batalla entre iguales, y piden muchísimos créditos para su gobierno. Ah, y me quedé pensando en Bonadio y Ercolini. Tenemos por un lado los Panamá Pappers, que comprueban que Macri encabeza a los corruptos del momento, pero ellos le rascan a la familia Kirchner. O sea, como decía el jefe indígena, rasca donde no pica. No me parece justo lo que Argentina está volviendo a vivir. Pero no será tan fácil que la obliguen a retroceder.

–¿Cómo se siente el efecto Trump “tan de cerca”?

–Que haya ganado Trump es una comprobación de que el show de esta democracia ha llegando a su fin. Digo esta democracia televisada, supervisada, con personajes que cobran muchísimo, que nadie elige, ladrones que nadie juzga, asesinos que nunca pisarán la cárcel, perseguidores de luchadores sociales, etc, que siempre están ahí, y son juez y parte. Eso ya colapsó. En México borraron del mapa la Isla Bermeja para entregar el petróleo a los gringos; las Malvinas ya no son argentinas. Decretado, punto, se acabó. Además, creo que el analfabetismo es uno de los causantes de la mentira y la gente que miente se cree sus propias mentiras. Enrique Peña Nieto y Mauricio Macri son, en este sentido, un par de analfabetos políticos.

Felipe vive en México desde que tuvo que exiliarse forzadamente en el segundo lustro de la década del setenta. Nacida en Las Varillas, Córdoba, hace sesenta y dos años; formada entre las teclas de Irene Timacheff y Antonio De Racco, y la voz de Norma Basso, reconoce sus primeras y soñadas intervenciones musicales como fundadora del movimiento independiente Canto Popular de su provincia natal. También como parte del grupo Nacimiento, con el que inició una gira por Perú, y recorrió casi toda Latinoamérica hasta que, hacia fines de 1977, recaló en el país del norte, donde formó parte del Centro Argentino de Solidaridad, y se quedó a vivir. “Hoy habría que hacer otros movimientos, otros Cantos Populares antineoliberales”, dice, pensando en iniciativas de aquellos tiempos. 

–¿Por qué lo dice? 

–Porque pienso en este momento de la Argentina, y mi mente viaja al cementerio de San Vicente en Córdoba, donde los cuerpos de los desaparecidos estaban mezclados con el desperdicio del hospital. Una civilización se mide por su respeto a la muerte, y no me parece justo lo que la Argentina está volviendo a vivir… pero no será tan fácil que la obliguen a retroceder. 

–Se intuye que está pensando en su hermana, su cuñado y muchos compañeros de generación. ¿Cómo los recuerda?

–Ellos vivieron lo mismo que estamos viviendo y dieron su vida para enfrentar esta locura que hoy enfrentamos. Cuanto más me doy cuenta de esto, mi amor y mi admiración hacia ellos crece.   

–Volviendo a lo musical, ¿piensa estrenar alguna canción en el Tasso?

–Sí, voy a estrenar una que se llama “No me daba cuenta”. Es un tango que compusimos con Jesusa Rodríguez para hablar del sentimiento que te da darte cuenta de lo estúpida que has sido por no darte cuenta. Se lo dedicamos a Erica Rivas, quien es bastante responsable de nuestro veganismo, afortunadamente. Nunca le acabaremos de agradecer a Erica el hecho de habernos ayudado a abrir los ojos… y la boca (ver letra del tema aparte). Por lo demás, habrá canciones viejas y nuevas; palabras nuevas, injusticias viejas; y cantante y pianista vieja, pero como nueva. Es más, hoy estoy trabajando sobre un poema que habla de la revolución de amor que implica el cambiar nuestros hábitos alimenticios. No sé qué saldrá, pero quiero que sea una canción que trasmita la felicidad que llega a tu vida cuando te reconoces igual a cualquier otro ser vivo, cuando dejas atrás el antropocentrismo y comienzas a ser parte de la sinfonía de la vida. Lo que estoy tratando de hacer hoy es una canción de amor, de amor animal… no sé cómo va a salir, pero en una de esas, repito, les arruino su próximo “asadito de carne” o les ayudo a volver gloriosos los próximos años de su vida.


“No me daba cuenta” *

No me daba cuenta

y como no me daba cuenta,

no me daba cuenta 

de que no me daba cuenta.

Y cuando no me daba cuenta

no era una imbécil,

solo era una idiota

que no me daba cuenta.

Y cuando me di cuenta

me dio tanta vergüenza!

Los años malgastados

que pasé sin darme cuenta!

Hay mucha gente que se muere

sin darse cuenta.

Y hay otras como yo,

que nos dimos cuenta un poco tarde,

pero nos dimos cuenta.

Están los que no quieren darse cuenta.

Y los peores: 

los que ya se dieron cuenta 

y siguen boludeando,

como quien no se da cuenta.

* Tango de Liliana Felipe y Jesusa Rodríguez, que será estrenado en el Tasso.