A dos semanas de su desaparición, y en medio de los escabrosos detalles que circulan acerca de su muerte, el Washhington Post publicó esta mañana la columna del periodista saudita Jamal Khashoggi, quien se cree fue torturado y decapitado en el consulado del Reino Arabia Saudita en Estambul. El texto, titulado “lo que el mundo árabe más necesita es libertad de expresión”, había sido enviado al diario el 2 de octubre, poco antes de entrar al consulado. Allí, advertía que el mundo árabe se enfrentaba a “su propia versión de una Cortina de Hierro”, al resaltar la importancia de la libertad de prensa en el mundo árabe. 

"El mundo árabe necesita una versión moderna de los viejos medios transnacionales para que los ciudadanos puedan estar informados sobre los eventos mundiales. Más importante aún, debemos proporcionar una plataforma para las voces árabes", escribió Khashoggi. Ayer la prensa oficialista turca aseguró que cuenta con una grabación que comprueba que el periodista fue interrogado, torturado y finalmente degollado en el consulado. 

Ante la difusión de la información sobre su muerte, el Post publicó la última columna enviada por su corresponsal, acompañada por una nota de la editora Karen Attiah, quien explicó que el diario se había abstenido de publicarla con la esperanza de que regresara. "Ahora tengo que aceptarlo: no va a suceder. Esta es la última pieza de él que editaré para el Post”, agregó. 

La columna resalta la importancia de la creación de un foro de libertad de prensa en el mundo árabe, porque este “se enfrenta a su propia versión de una Cortina de Hierro, impuesta no por actores externos sino a través de fuerzas domésticas que compiten por el poder". El periodista, crítico del poderoso príncipe heredero, agregó que "el mundo árabe necesita una versión moderna de los viejos medios transnacionales para que los ciudadanos puedan estar informados sobre los eventos mundiales. Más importante aún, debemos proporcionar una plataforma para las voces árabes", proponía Khashoggi. 

En el texto señalaba también las diferencias que había percibido en la región respecto al sentimiento de “esperanza” que se vivió durante la primavera árabe de 2011. “Periodistas, académicos y la población en general rebosaban las expectativas de una sociedad árabe brillante y libre dentro de sus respectivos países. Esperaban ser emancipados de la hegemonía de sus gobiernos y de las constantes intervenciones y censura de la información”, recordaba el periodista en contraste con la situación actual: “Esas expectativas se rompieron rápidamente; estas sociedades o retrocedieron al antiguo status quo o enfrentaron condiciones aún más duras que antes”.