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MURIO AYER EN FRANCIA EL POLEMICO PENSADOR JEAN FRANÇOIS LYOTARD

EL GURÚ DE LOS POSMODERNOS

Formado en la Academia, se fue de mambo y elaboró una obra antidogmática y discutida en que brilla "La condición posmoderna", por la que ganó fans y enemigos acérrimos.

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 Por Eduardo Febbro  Desde París

t.gif (67 bytes) Discreto, casi invisible, críptico para buena parte del público pero con fans como una estrella de rock, Jean François Lyotard fue el descendiente dilecto de una original cultura de pensadores franceses. Luego de haber dudado en convertirse en dominico --lo desesperó el tema del voto de castidad: "Amo demasiado a las mujeres", señaló una vez--, novelista o historiador, Lyotard se decidió de joven por estudios clásicos en la Sorbona. Una etapa-comienzo que marcaría toda su vida, pues allí conoció a quienes jugarían un papel fundamental en su desarrollo intelectual: Michel Butor, Gilles Deleuze y François Chatêlet. Ya profesor de Filosofía, y ejerciendo en el liceo Constantine en 1952, conoció a quien pondría a su alcance un "terreno de acción filosófica radical": el historiador Pierre Souyri, uno de los pilares del grupo Socialismo y Barbarie. En el seno del grupo y junto a pensadores revulsivos, como Cornelius Castoriadis y Claude Lefort, Lyotard descolló en la elaboración de una aguda crítica al totalitarismo y en un trabajo político de base. "Años y años militando 24 horas por día", dijo después. Si sólo se lo recordara por eso, su muerte ayer, en el desenlace de una larga enfermedad, no originaría discusiones ni polémicas. Le faltaba todavía ser el padre del posmodernismo, que para algunos parecería la esencia de todo mal. En ese papel fue que se atrevió --para tirria de muchos-- a ideas como ésta: "La revolución es una idea minúscula. Acabemos con ella".

Profesor en las universidades de la Sorbona, Nanterre y Vincennes, Lyotard participó en ese movimiento de libertad total del pensamiento liderado, metafóricamente, por Michel Foucault, Deleuze y Jacques Derrida, aunque partiendo siempre de SyB, núcleo efervescente que fustigó tanto al "capitalismo energúmeno como al socialismo burocrático". Esto le ganó, suele suceder, encendidos enemigos en la derecha y no menos encendidos en la izquierda. Su obra filosófica había comenzado mucho antes, en 1954, con la publicación del libro La Fenomenología. Le siguió, como elaboración de su tesis de Estado, recién hecha pública en 1971, Discurso, figura, donde marcó la presencia de un "vacío" entre "decir y saber", al que Lyotard evocaría con la denominación de "cesura". También escribió El diferendo, Peregrinaje, Morales posmodernos y Signé Malraux, por la cual en 1996 recibió el Gran Premio de la sociedad literaria de Francia.

Como muchos pensadores contemporáneos, Lyotard hizo una síntesis novedosa de las lecturas de Freud, Marx y Nietzsche, así como una interpretación activa de la obra de Lacan, quien jugó un papel preponderante en su carrera intelectual. El filósofo que había partido de la interrogación de la figura derivó en otra figura mucho más profunda y poética, la del deseo, que llamaba "el padre de la verdad". Empapado en el concepto de inconsciente y ligado a sus contemporáneos en un mismo deseo de deconstruir los discursos autoritarios, dominantes y dogmáticos, Lyotard se prendió en numerosas controversias. En algún momento, pasó a poner en tela de juicio la vigencia de las instituciones, al mismo tiempo que buscaba nuevas formas de "describir lo que inevitablemente --casi-- se escapa". Sus fans decían que era una poeta de la filosofía, sus detractores que era un chanta, que no entendía su lenguaje.

Pugnó tanto por la rebelión del hombre contra el orden establecido como a favor de una nueva carga del deseo, "capaz de subvertir el fenómeno de la conciencia". Este aspecto de su actitud se prolonga en toda su obra: oponía "al imperialismo de las significaciones un flujo constante de energías", que consideraba capaz de destruir al pensamiento único. El año 1975 marcó una línea divisoria en su obra. Sin abandonar las referencias a la metafísica energética, se orientó hacia la conceptualización de lo que, en un libro de 1979, llamaría "La condición posmoderna". Lyotard estudió la evolución de las sociedades industriales, las definió como abocadas a la destrucción de sus grandes sistemas discursivos, y a reemplazarlos por lo que llamó "una nube de pequeñas morales comunitarias cuya esencia no es sino el artificio y la futilidad". La discusión que generó en Europa su tesis popularizó el término posmoderno, y le dio lecturas y enemigos que Lyotard jamás imaginó.

 


 

UNA USINA OSCURANTISTA

Por Claudio Uriarte

t.gif (67 bytes) Por una elemental cuestión de decencia y humanidad no debe celebrarse la muerte de nadie, pero sí la salida de producción de una usina de seudopensamiento oscurantista y enemigo de la libertad. Que envenenó quizá irreparablemente el modo de ver las cosas de toda una camada de jóvenes que lo estudiaron creyendo que estudiaban Ciencias Sociales cuando en realidad naufragaban en las Ciencias Ocultas. Jean-François Lyotard fue parte de una generación de irresponsables y de filósofos a la violeta. En el principio de ellos estaba el marxismo, justo cuando el marxismo empezaba a colapsar. No es que tampoco fueran muy buenos marxistas: su referente al respecto era Sartre, que en estas y otras cuestiones era un improvisado y un charlatán. Entonces, cuando el marxismo se les vino abajo, no tuvieron mejor idea que reemplazarlo con una teoría absurda sobre lo que denominaron la condición posmoderna, una especie de paquete de anotaciones meramente autobiográficas sobre lo que les pasaba personalmente, y que intentaron extrapolar al mundo en general. En esa teoría entró una formidable colección de lugares comunes que ahora integran el repertorio básico de cualquiera: la sustitución de la realidad por su simulacro, la "huelga de los acontecimientos", la "blandura" de las creencias y otras francesadas cuya misma vaciedad las vuelve tan incomprobables como irrefutables.

Pero lo peor es el regusto de impotencia y de ilibertad que dejan esas especulaciones. Como Foucault, que imaginó tan cínica como paranoicamente una especie de poder ubicuo contra el que es imposible rebelarse, estos seudofilósofos y seudocientistas sociales --parafraseando a Chesterton--, celebran las derrotas del hombre, no sus victorias. Para un pensamiento verdaderamente científico y liberador hay que leer a Karl Popper y no a Lyotard, a Isaiah Berlin y no a Baudrillard, Foucault o Derrida, a Mario Bunge --entre nosotros-- y no a la colección de psicópatas intelectuales que por momentos parece haber tomado por asalto las carreras de Comunicaciones y Sociales y desde allí preforman (deforman) por anticipado una cantidad de mentes despiertas que, de otro modo, quizás hubieran servido para algo. Por suerte, hay algunos signos alentadores, como la formidable tomadura de pelo de Alan Sokal a la intelligentzia francesa, quizás un signo de que el edificio de tonterías altisonantes construido por los posmodernos se está derrumbando. En el fondo, todos ellos no son más que cansadas derivaciones de Niesztche, de quien puede decirse que murió loco, pero había empezado tonto.


ALGUNAS CLAVES DE SU PENSAMIENTO

 

A continuación algunas de las ideas sobre la posmodernidad de Jean-François Lyotard:

* "Post no debe entenderse en el sentido de período siguiente, sino en el de una dinámica: ir más lejos que la modernidad para poder regresar a ella, en un movimiento de rizo".

* "Una nueva función intelectual está naciendo: ya no nos preocupamos tanto por formular una crítica global, ante la falta de bases, sino que como hacen muchos artistas buscamos experimentar, inventar. Nuestra categoría social, finalmente, es la imaginación".

* "Hay que tomar distancias, comenzar todo de nuevo. Hay que hacer un enorme desvío, reencontrar lo que había sido reprimido: las artes plásticas, la estética, la música. Desembarazarse de la culpabilidad política".

* "Creo que la gente que no está perdida por completo es aquella que ha conservado su infancia muy cerca. Y esto es al mismo tiempo una cosa que obstaculiza la idea cartesiana de la modernidad: poner el contador en cero, decretar el Año Uno del nuevo pensamiento".

* "La crisis es permanente, es inherente a la modernidad".

* "Nuestro trabajo consiste en analizar la decadencia de los ideales modernos, para tratar de comprender lo que, en la modernidad, implicaba ya la desaparición de esa idealidad".

* "El verdadero sentido de la palabra 'posmoderno', en la crítica norteamericana y en la arquitectura italiana, se refería al final del movimiento modernista. Yo dije que no, que no se trataba del abandono puro y simple del proyecto de modernidad, sino de su reescritura".

* "Todo modernismo contiene la utopía de su fin. Si se quiere verdaderamente oponer lo moderno a lo posmoderno, se puede decir que éste insiste en la reescritura, mientras que lo moderno insiste en la revolución".

* "El sentimiento del desencanto es inherente a la modernidad (...); eso forma parte de la mitología de la realidad occidental y comienza con Platón: hemos perdido a Egipto, la madre de todas las civilizaciones. Occidente ha pasado su tiempo diciendo que el Paraíso se perdió".

* "Nuestros últimos grandes intelectuales, como Sartre y Foucault, se equivocaron cuando creyeron designar la causa justa. Vivimos en una sociedad demasiado compleja, demasiado cargada de crímenes para eso. Sólo podemos resistir en torno de puntos precisos, sin poder afirmar: he aquí el sentido general de la historia, he aquí su representante".


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