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PRIMAL SCREAM ARRASO EN SU DEBUT PORTEÑO

UN GRUPO EN ESTADO DE GRACIA

El sexteto escocés liderado por el futbolero y combativo Bobby Gillespie mostró en dos shows por qué está en la vanguardia otra vez.

Una postal del poderoso y la vez distante planteo escénico de P.S.

Medirá alto en los balances de la temporada rockera 1998, seguro.

Letra. "No es verdad que todos tienen un precio/ canto esta canción para todos los que se levantan por su derechos", dice el tema que dedicaron a Maradona.

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 Por Esteban Pintos

t.gif (67 bytes) Para acercarse al verdadero significado de los shows que el grupo escocés Primal Scream brindó en Buenos Aires el fin de semana, habría que remontarse a mediados de 1990. En junio de ese año, en la noche previa a la final del Mundial Italia '90, Jesus & Mary Chain sacudió el estadio de Obras con una infecciosa receta de pop ingenuo atiborrado de distorsión eléctrica. El viernes y el sábado, a 45 días del comienzo del Mundial Francia 1998, Primal Scream sacudió otro escenario con una contundente demostración de rock británico de última generación: un poco de punk, otro de rock and roll a la stone, algo de impronta jazz-soul años setenta, y bastante de hipnosis electrónica.

La comparación no apunta a las características de uno y otro show, sino a la certeza de que el público argentino de rock --muchas veces en la historia condenado a ver todo tarde-- pudo apreciar en el momento indicado a dos grupos que están a la vanguardia artística de la actividad en el Reino Unido, la gran usina creativa. Aquel show de Jesus & Mary Chain fue uno de los mejores de 1990. Estos dos de Primal Scream en San Telmo brillarán en lo alto, con seguridad, a la hora del balance 1998. Una coincidencia fuerte: Bobby Gillespie, el líder de Primal Scream, formó parte de la primera e influyente formación de Jesus & Mary Chain que editó Psychocandy en 1984.

Frente a un público que hace de la distancia y el leve meneo un signo de identificación y/o erudición --salvo un pequeño grupo fervoroso, que nunca falta--, Primal Scream dio cátedra sobre cómo hacer de la aparente frialdad un manifiesto estético. En su contexto de música atiborrada de drogas, Gillespie --escocés, de izquierda, fan obsesivo del fútbol mundial-- se permitió, incluso, un par de momentos para la emotividad. En sendas oportunidades, y sin que pueda acusárselo de demagogo (lo ha hecho en muchos shows por todo el mundo), dedicó dos de sus canciones más emblemáticas a Diego Maradona, su ídolo (si hasta recordó con sorna hacia los ingleses aquel partido de la mano de Dios).

Primero fue la combativa "Star", una canción fácilmente atribuible a un cantante mucho más políticamente correcto que él ("No es verdad que todos tienen un precio/ canto esta canción para todos los que se levantan por su derechos/ cada hermano es una estrella//La hermana Rosa, Malcolm X, el Dr. King nos demostraron que tenemos el poder/ los cambios que podemos iniciar/ para cambiar la sociedad/ Sus cuerpos se han ido/ pero su espíritu sigue vivo//Almas rebeldes"). Después, hizo lo propio con "Higher than the sun", una oda al estado mental disparado a alguna galaxia interior ("Voy a la deriva por el espacio interior/ libre de tiempo/ Encontré el más alto estado de gracia/ en mi mente//Mi alma está en un oasis/ más alto/ más alto que el sol"). No hacía falta agregar por qué. En un escenario atípico para el rock pero de inmejorables posibilidades futuras, Museum, en Perú al 500, el grupo dejó evidencias del momento de gracia creativa que atraviesa desde la aparición de Vanishing point (1997), después de algunos tropezones artísticos. Ese estado de confusión, en donde la banda intentó parecerse a los mejores Rolling Stones --el álbum Give out but don't give up (1994) es la prueba--, parece haber quedado definitivamente atrás. Hoy, Primal Scream es una poderosa máquina de ensoñación eléctrico-electrónica que conduce con habilidad el distante Gillespie, en donde brillan por igual el guitarrista Andres Innes y el bajista ex Stone Roses Gary Mounfield, acompañados por una sólida ornamentación sonora que proveen Robert Young (el otro guitarrista), Martin Duffy en los teclados y programaciones y el baterista Paul Mulreany. El toque de distinción lo pone una sólida formación de vientos. Con todo eso y picoteando un poco de cada uno de sus discos, la banda escocesa entregó, en poco más de una hora de show, una variada recorrida por cada una de sus influencias. Algo de aquel fervor stone en las energéticas "Rocks" y "Medication", mucho de la cultura tecno en boga en los largos períodos instrumentales de "Burning wheel" y "If they move kill'em" --de su último disco-- y hasta homenaje en una relectura discoteca de los pesados Motörhead y del combativo "Kick out the jams", de MC5. El público porteño pudo acceder, además, a un estreno: la canción "Insect royalty", que continúa por esa misma línea sonora. El domingo, obviamente, y después de un fin de semana salvaje en excesos, los escoceses fueron a la cancha. Les tocó el empate de River y Vélez, pero en el estadio en que se jugó la final del Mundial '78.

 


 

Rod Stewart  Mod, otra vez

El veterano rocker escocés sorprenderá a más de uno con algunas de las canciones incluidas en su próximo álbum, titulado When we were the new boys (Cuando éramos los chicos nuevos), con fecha de edición prevista para el 2 de junio. Stewart versiona en este álbum una canción de Oasis ("Alcohol y cigarettes"), una de Primal Scream ("Rocks") y otra de Skunk Anansie ("Weak as I am"), además de incluir nuevas de Graham Parker y Nick Lowe. Coherente con este rejuvenecimiento compulsivo --o presentación de cartas credenciales para las nuevas generaciones--, el primer single es una versión de una vieja canción de The Faces, el grupo que lideró junto al stone Ron Wood a fines de los 60 y comienzos de los 70, titulada "Ooh la la".

China protesta y prohíbe

El gobierno chino salió al cruce de las actividades organizadas en Estados Unidos contra la ocupación del Tibet, promovidas en gran parte por la fundación Milarepa, una organización liderada por Adam Yauch, integrante de la banda de rap Beastie Boys. En una carta oficial dirigida al músico y activista --que organizó ya dos ediciones de un festival solidario bautizado Tibetan Freedom Concert en San Francisco y Nueva York--, expresan que "los artistas occidentales no tienen derecho a intervenir en los asuntos internos de nuestro país", y más contundente agrega "a ninguno de ellos les será permitida la entrada a China, incluido el Tibet, y sus trabajos nunca será bienvenidos". La tercera edición de estos conciertos, con la presencia confirmada de los Beastie Boys, Pearl Jam, Radiohead, The Verve y Sonic Youth entre otros, se realizará en Washington DC el 13 y 14 de junio.


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