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SERGIO RENAN EN UN DOBLE REGRESO AL TEATRO

VOLVIENDO A SU PRIMER AMOR

En la misma semana en que retornará al Teatro Colón, como responsable de la programación, el realizador cinematrográfico volvió a dirigir una obra de teatro, "Ha llegado un inspector", tras nueve años de receso. Las palabras sirven para dar belleza a la vida, no sólo para mentir", dice.

En tanto, retiene el cargo de director de Asuntos Culturales de la Cancillería.

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Sergio Renán está en una de las semanas más felices de su vida: ayer estrenó, maña asume.

POR HILDA CABRERA

t.gif (67 bytes)  "Yo no comparto el temor al naturalismo. Amo las palabras. Creo que sirven para darle belleza a la vida, y no solamente para enjuiciar y mentir." El actor y cineasta Sergio Renán explica su relación con el tono naturalista con el que arranca Ha llegado un inspector, la pieza del inglés John Boynton Priestley (1894-1984) con la que vuelve a la dirección teatral después de un intervalo de nueve años. Designado esta misma semana director de programación artística del Teatro Colón, Renán retoma un espacio que conoce, por lo cual está claro que se trata de un doble regreso. Sabe, en todo caso, cuáles son las herramientas que debe manejar en el Colón y cuáles las estrategias que debería llevar adelante. La necesidad de cuidar que la cultura que llegue al público sea "respetable en lo ético", y atender al derecho "de las mayorías y de las minorías a tener hechos artísticos que los representen".

En cuanto a la obra, estrenada anoche en el Teatro Ateneo, Priestley la sitúa ex profeso en 1912. Esto le permite referirse irónicamente a la imposibilidad de un conflicto bélico a nivel mundial, sobre el que por otra parte reflexionó críticamente a través de escritos y programas emitidos por la BBC en 1939. El autor abre así algunas "puertas secretas" de la conciencia, destacando --como lo hace en otras piezas de comienzos de los años cuarenta-- los efectos que produce el paso del tiempo en las conductas individuales y colectivas, y la falta de responsabilidad social respecto de esos comportamientos.

Expuesta por momentos a la manera de un thriller, An Inspector Calls (escrita en 1945 y estrenada al año siguiente en el New Theatre de Londres) revela progresivamente el carácter real de cada uno de los componentes de una familia adinerada, y los de su entorno, luego de la irrupción del misterioso inspector Goole, personaje que en la versión de Renán protagoniza Lito Cruz. Completan el elenco Graciela Dufau, Inés Estévez, Fabián Vena, Héctor Bidonde y Federico D'Elía, "todos con posibilidad de lucirse alternadamente en los tutti y en los solos", según el director.

En la adaptación, la anécdota abandona el comedor, puesto que se desarrolla casi totalmente en la calle: "Creo que la particularidad de este trabajo consiste en la confluencia de ese exterior con una interpretación naturalista", sostiene Renán en la entrevista con Página/12. Los actores se desenvuelven como si estuvieran en un espacio interior, pero la escenografía los muestra en la calle. Lo que se modifica es la relación del espectador-testigo con los secretos de la trama. Esta concepción no es patrimonio único de Renán. Fascinado por la puesta que el inglés Stephen Daldry viene ofreciendo con éxito en el Royal National Theatre, el director obtuvo los derechos sobre la escenografía, que, al igual que el vestuario, responde a los diseños de Ian MacNeill. El afiche también está tomado de la versión inglesa.

--¿Cuál es el resultado de esos cambios, y cuál su aporte?

--El resultado es un producto de códigos ambiguos, acentuado por la visión que tengo sobre la identidad del inspector (el extraño personaje que interrumpe la cena de la familia Birling, llevando la noticia del suicidio de una empleada). La figura de Goole debe condicionar el comportamiento de los otros, debe estar cargada de magia, ser inaprehensible y capaz de inquietar y perturbar a sus interlocutores sin necesidad de decir nada fuera de lo normal. En esta obra, Priestley apela en forma muy astuta a la responsabilidad social, que es algo infrecuente en esta época. Su simple enunciado causa hoy gracia a alguna gente, habida cuenta de la progresiva incivilización y crueldad de la sociedad.

--Probablemente Priestley conocía a su auditorio. En 1946 el público londinense era consciente de las crueldades de la guerra. Esa apelación a la responsabilidad social tenía otras connotaciones...

--La obra tiene matices particulares, es cierto, pero el núcleo de lo que propone puede insertarse en los más diversos marcos históricos. La injusticia, la irresponsabilidad, la falta de sensibilidad y la crueldad son propias de muy diversas circunstancias históricas. Priestley particulariza, pero no por eso la obra pierde vigencia. En algunos momentos parece estar escrita para hoy.

--De todos modos, usted la ha adaptado...

--Suelo adaptar los textos de lengua inglesa. Creo que esto se debe a mi carácter de actor, a esa particular relación que tiene el intérprete con el texto, y que a mí me permite tener claro cuál es el idioma que, conservando el estilo necesario en cada caso, es el más comunicativo y el más fácil de ser dicho por un actor argentino. Ahora dirijo, pero conservo esa sensibilidad.

 


"A VECES FUI AUTORITARIO"

--¿Cómo fue su paso de la actuación a la dirección?

--Para mí fue la puesta en marcha de todos mis proyectos. Dirigí cine, teatro y ópera presionado por mí mismo. A veces fui autoritario. En una época me era casi imposible atender a otra mirada que no fuera la mía. Hoy recibo con mucha mayor disposición el aporte de los otros. Soy menos autoritario, pero me protejo más. Hago lo posible para que la aprobación o la desaprobación de los otros no se me impongan de manera devastadora. Debe haber en mí un oscuro instinto de supervivencia que me permite controlar situaciones de desborde y de stress, como ésas que culminaron con mi enfermedad.



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