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"CUESTIONES CON ERNESTO CHE GUEVARA"

LA DISCUSIÓN PENDIENTE

La obra de José Pablo Feinmann ensaya un formidable contrapunto entre el Che y un interlocutor siempre descreído. Y los múltiples filos de ese diálogo contagian a la platea, que termina tomando partido.

Manuel Callau compone a un Che creíble, lejos del simple poster.
En sus diálogos con Arturo Bonín, la obra cobra un ritmo atrapante.

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CUESTIONES CON ERNESTO CHE GUEVARA

de José Pablo Feinmann puntos 8
Intérpretes: Manuel Callau, Arturo Bonín, Daniel Freire y Alicia Burdeos
Escenografía y vestuario: María Julia Bertotto
Música: Edgardo Rudnitzky
Producción: Ricardo Cohen y Mariano Pagani
Iluminación y dirección: Javier Margulis y Rubens Correa
Lugar: Complejo Teatral Margarita Xirgu, Chacabuco 875, de viernes a las 22, sábado a las 22.30 y domingo a las 20.30.

Por Hilda Cabrera

t.gif (67 bytes) Rescatado como un asunto de inacabada lectura, el tema de la violencia como instrumento de la acción política es el centro de esta primera obra teatral de Feinmann, que expone la multiplicidad de sentidos que el paso del tiempo y los nuevos códigos imprimen a esta cuestión, desmenuzada en el contexto de una circunstancia histórica precisa: las últimas horas del Che. El autor destaca la singularidad de esa circunstancia, imaginando un diálogo-debate entre un Guevara sarcástico, a punto de ser asesinado, y un personaje de ficción, Andrés Navarro, supuesto historiador becado por la Fundación Guggenheim para contar lo que nadie sabe: lo ocurrido durante las dieciocho horas que precedieron al crimen, y qué cosas, hasta ahora desconocidas, pudo haber dicho entonces Guevara. Este está "en medio de la nada", en una escuelita de La Higuera, en Bolivia, "un páramo de palabras donde sólo queda lugar para preguntas", como describe a manera de presentación el actor que interpreta a un periodista del New York Times, a un coronel genocida del régimen de Fulgencio Batista y a Fidel Castro.

La discusión parte de lo que no se sabe, desde lo imposible presionando lo real, en una disposición escenográfica semejante a una encrucijada. Camino, cruce o emboscada, el escenario muestra paneles oblicuos, y en el fondo una tapia encajonando al conjunto. En este punto, la decoración es pura sugerencia. Pero se vuelve explícita en cambio en las secuencias en que dos de los más divulgados retratos del Che se descuelgan desde lo alto como en un montaje a lo Brecht.

Esta irrupción de la imagen de Guevara --utilizada hasta el agotamiento por los rebeldes sesentistas de casi todo el mundo, incluidos los norteamericanos yippies del Youth International Party, que hicieron de su movimiento un happening en continuado-- atenúa el áspero discurso de los contendientes en escena, aportando un matiz emotivo a las réplicas, claras y directas en su intento por redefinir el pasado.

El Che --interpretado ajustadamente por Manuel Callau-- habla desde su época, y Navarro --el intelectual argentino que compone con riqueza de matices Arturo Bonín-- lo hace desde este fin de milenio. El guerrillero hace suya el ansia de liberación de un pueblo (que supuestamente ha agotado los medios pacíficos para lograrla) y se convierte en vanguardia armada con la intención de destruir un orden injusto. El historiador Navarro, que tiene la edad del Che cuando murió, cree que Guevara es el símbolo de la violencia utilizada como acción política. Los diálogos entre ellos no son condescendientes, pero tampoco brutales. Desnudan las contradicciones y redefinen las situaciones en función de una hipotética totalidad, siempre ideológicamente cuestionada. Esa dialéctica es la que sustenta la acción, y la que contribuye a imprimir a la obra un ritmo vivaz. En cuanto al material, todo sirve para la polémica, incluidas las palabras que el autor pone en boca de Castro para referirse al Che: "¿Qué hago con el loco? ¿Qué hago con el aventurero, con el insensato, con el enemigo de la política? ..."

Basándose en lo que es esencial a la teatralidad (silencios, gestos, acciones, palabras, sentimientos), los directores Rubens Correa y Javier Margulis realizaron una puesta sólida, consistente en lo actoral y libre de golpes bajos. No es ésta la escenificación de un panfleto, sino la de una discusión "pendiente" (como se subraya en el programa de mano) sobre un tema no resuelto. La exposición es por momentos pormenorizada, pero nunca fatigante. Las mismas conclusiones de los contendientes son inteligentemente utilizadas para generar secuencias de humor o de drástico enfrentamiento. Un recurso tan eficaz que en una de las funciones de preestreno dio lugar a que un sector del público tomara partido por el discurso de uno de los personajes (en ese caso el del historiador), festejándolo con aplausos. El Che, obviamente, no lo dejó sin respuesta.

 


 

LA GÉNESIS

"Tengo algo mucho mejor para ofrecerte: una obra de teatro", le había dicho hace más de un año José Pablo Feinmann a su amigo Ricardo Cohen cuando éste, que acababa de dejar su trabajo en el Complejo La Plaza para establecerse como productor independiente, le propuso dirigir un curso de filosofía. La obra que tenía in mente era Cuestiones ... Así fue como, junto a Mariano Pagani, también ex La Plaza, la pieza encontró productores que --según sus palabras-- dicen haber recurrido a la escritura de Feinmann para "pensar" la sociedad sin frases hechas ni edulcoradas.

 

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