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EMPIEZA LA PACIFICACIÓN EN INDONESIA POS-SUHARTO

El desalojo relativamente pacífico de la Universidad y la destitución del yerno del dictador como jefe del ejército fueron dos buenas noticias ayer en Indonesia. El nuevo gabinete, no tanto.

Partidarios de Habibie frente al Parlamento.
El ejército desalojó a 2000 estudiantes y aún quedan 300.

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t.gif (67 bytes) La compleja operación para recomponer las estructuras de un país devastado por la dictadura nepotista de Suharto y la crisis social que generó ha comenzado con un éxito, aunque previamente el optimismo fuera aplacado por la designación de un Ejecutivo de muchas similitudes con el anterior. El ejército logró desalojar "sin gran violencia" --según dijo la agencia oficial Antara-- a unos 2000 estudiantes que ocupaban el Parlamento para exigir reformas drásticas, si bien otros 300 permanecían en el lugar. Esta es una primera buena noticia porque implica que el potencial de una bomba de tiempo social ha sido largamente desactivado. Segunda buena noticia: las autoridades militares destituyeron al ex yerno de Suharto, el brigadier general Prabowo Subianto, de su alto cargo en la comandancia estratégica del ejército, desde la que había amenazado con desatar un nuevo Tian An Men para defender al gobierno de su pariente. Y no hay dos sin tres: la secretaria de Estado norteamericana Madeleine Albright volvió a subrayar ayer que EE.UU. seguirá apoyando a los que trabajen "por la democracia, la tolerancia y la paz", en lo que indica que Washington seguirá vigilando de cerca un proceso que todavía puede descarrilarse.

Yusuf Habibie, el nuevo presidente de Indonesia, no consiguió ayer despejar la incertidumbre sobre el futuro el país al presentar lo que llamó el Gobierno de la Reforma, tras 32 años de dominio político de Suharto. Habibie ha encargado a su Ejecutivo profundas reformas en el régimen, para lo que cuenta con figuras respetadas del anterior Gabinete y con caras nuevas de reconocido mérito profesional, pero políticamente anónimas. Fueron relevados del gobierno Tutut, la hija de Suharto y Bob Hasan, viejo amigo y compañero de golf del ex presidente. Amien Rais, ascendiente líder musulmán y el más prominente crítico de Suharto, dijo ser neutral ante el nuevo equipo.

Antes de anunciar la lista de 36 ministros, Habibie manifestó que su gobierno pondrá en marcha cuanto antes la economía nacional y que habrá una "reforma total del sistema económico, político y legal". El presidente definió al Ejecutivo en los términos reclamados por la oposición estudiantil y política: "Un gobierno limpio, libre de ineficiencia, de nepotismo, de corrupción y de abuso de poder". Pero al leer la lista, 16 de los nombres eran muy familiares: pertenecían al gobierno de Suharto. Y ninguno de los 20 restantes eran personalidades conocidas o atractivas para los estudiantes por sus pronunciamientos contra el viejo general, aunque la mayoría pertenecía a fuerzas de la oposición al régimen, que nunca hasta ahora había entrado en el gobierno.

Entre los ministros que permanecen en el gobierno están el de Exteriores, el muy veterano y mundialmente reconocido Ali Alatas; el de Defensa, general Wiranto, que conserva la mucho más decisiva jefatura de las fuerzas armadas y a quien se reconoce un papel clave en el desarrollo no traumático de esta crisis, y el de Coordinación Económica, Ginanjar Kartasasmita. Este nacionalista de la vieja escuela era ya ministro de Planificación en marzo, cuando dijo que era mejor olvidarse del Fondo Monetario Internacional (FMI), que lo que quiere es imponer su voluntad sobre Indonesia. Como contrapartida a la presencia de estas figuras del gobierno de Suharto, Habibie se deshizo de Tutut, dos meses y medio ministra de Asuntos Sociales, y de Hasan, gran monopolista en el sector maderero, que se encargaba de Comercio.

De las caras nuevas, la más llamativa es la de Bambang Subianto, en Hacienda, un tecnócrata sin asomo de corrupción que como director general fue despedido en abril cuando negociaba con el FMI la reforma del sector bancario indonesio, en el que amigos y familiares de Suharto tienen grandes intereses. Pero la entrada de Subianto y otros no fue suficiente para eliminar la sensación de que hay una notable continuidad en el Ejecutivo. "Esto no es un cambio de régimen, como exigimos, sino de administración", comentó un airado estudiante en el edificio del Parlamento, adonde empezaban a llegar otros jóvenes y no tan jóvenes con pancartas de apoyo a Habibie, para quien pedían un margen de confianza.

Amien Rais, que ha colocado gente de confianza en el Gabinete, se guardó la opinión y sólo dijo que ni apoyaba ni condenaba al nuevo gobierno, aunque estaba seguro de que no duraría hasta el 2003, su mandato natural.

Una fuente diplomática occidental etiquetó como un "desastre" político al nuevo gabinete, con independencia del valor técnico de sus componentes. "A ojos de los estudiantes no tiene caras nuevas y está presidido por el hombre de confianza de Suharto", describió. "Es un desastre."

Los mercados agradecieron la salida de Tutut y Hasan, pero no se dieron por satisfechos con el resto del equipo. La Bolsa subió ligeramente, lo mismo que la rupia, pero ayer en Yakarta, políticos, analistas y estudiantes vivían una especie de jornada en tierra de nadie, a la espera de que ocurra algo decisivo. No se sale tan fácil de tres décadas de corrupción institucionalizada.


 

SE AGRAVA UN CONFLICTO Y YELTSIN AMENAZA

MINEROS EN REVOLUCIÓN RUSA

t.gif (67 bytes) Lo último que esperaban los mineros en huelga que con su bloqueo de las líneas férreas han cortado Rusia en dos es que Boris Yeltsin se les fuera encima con bronca. Pero esa fue la sensación que sacaron del mensaje radiado ayer a toda la nación por el presidente ruso. Este les advirtió que habían ido demasiado lejos en su protesta, descartó la posibilidad de hacer funcionar la máquina de fabricar billetes para pagarles los atrasos y les dijo que tampoco estaba dispuesto a sustraer fondos de otros gremios en apuros, como los médicos y los maestros.

Yeltsin les aseguró que hace lo humanamente posible para superar la crisis, que ha enviado a dos vicejefes del gobierno a estudiar la situación y que se están girando fondos especiales para empezar a pagar. Pero a los mineros les parece poco y tras el mensaje del presidente, anunciaron una radicalización de sus acciones, que amenazan con estrangular a la ya de por sí angustiosa economía rusa. Es más, los mineros de la región de Moscú han advertido que cortarán las vías de acceso a la capital a partir del día 27. Algunos líderes de la protesta, que se extiende prácticamente a la totalidad de las cuencas carboníferas, recuerdan que, si contribuyeron en 1989 a llevar a Yeltsin al poder, ahora pueden hacerlo caer.

Las minas del norte de Rusia han sido un tradicional foco de agitación obrera desde los tiempos de Mijail Gorbachov y la última etapa de la URSS, donde la protesta combinaba reclamos salariales, sindicales y políticos. Se trata de un foco aguerrido y duro. Pero las amenazas de Yeltsin ayer implican un peligro: la última vez que Boris se enojó disolvió su gobierno y acentuó la inestabilidad en los mercados, y una de las penúltimas bombardeó el Parlamento de la época soviética, con un saldo de víctimas que quizás no se revele nunca. La guerra de Chechenia fue otro ejemplo de las violentas reacciones de Yeltsin que sólo consiguen empeorar la situación. Pero ahora el presidente ni siquiera cuenta ya con la seguridad de que las fuerzas represivas obedecerán sus órdenes. El motivo: ellos también tienen salarios atrasados por cobrar.


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