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OLIVO EN MANO

Chacho Alvarez comparó a la Alianza con el Olivo de centro-izquierda. El premier italiano Prodi y el filósofo Bobbio describen aquí la manera en que creció esa coalición.


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R.Prodi


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N.Bobbio
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C.Álvarez

Por J. M. Pasquini Durán

t.gif (67 bytes)  Durante una hora y media, el diputado Carlos "Chacho" Alvarez, el sábado pasado, "bajó línea" a una audiencia heterogénea, donde se mezclaban militantes de base con legisladores del Frepaso. La mayoría de los cronistas focalizaron en ese mensaje las críticas, nunca frontales, que se referían a las relaciones con los radicales en la Alianza. Merecían esa atención, sin duda, porque no son un aspecto menor en ningún tiempo, mucho menos en la etapa actual, cuando la convergencia opositora se aproxima a la formulación de un programa de gobierno y tiene convocada una interna para definir la fórmula presidencial entre Graciela Fernández Meijide y Fernando de la Rúa, que disputará la sucesión de Carlos Menem. En estas condiciones, las tensiones entre los distintos miembros de la Alianza van a poner a prueba la paciencia y la flexibilidad de sus componentes, tironeados como están entre la naturaleza misma de sus fuerzas, las demandas de sus bases, las enormes tareas pendientes en el país y la necesidad de construir un horizonte común.

Si se trata de comparaciones, por cierto que la intensidad de la pugna interna intraperonista lleva la delantera, no sólo porque sucede en la intimidad de un mismo movimiento, con medio siglo de antigüedad, sino también porque demuestra una ferocidad caníbal, tanto es así que la opinión general concuerda en que hay muertes, como la de José Luis Cabezas y la de Alfredo Yabrán, que son percibidas como emergentes de esas batallas. Sucede, además --y ésta no es otra diferencia cualquiera-—, que el menemismo se niega a dejar el gobierno, aun en contra del mandato constitucional y a pesar del descontento popular con aspectos sustanciales de su gestión. Unos van de subida y otros de bajada.

La elección misma es excéntrica, porque los dos caudillos mayores de la Alianza, Raúl Alfonsín y Alvarez, no serán candidatos, y si Menem consigue la postulación será un acto contranatura, una burla de los pactos preexistentes y un agravio a la legitimidad institucional, sin contar que la máxima ley del país tendrá que ser escarnecida por interpretaciones jurídico-legales que no reconocen precedentes en la jurisprudencia de la civilidad democrática ni en el sentido común de la mayoría. Lo más probable, entonces, es que el futuro presidente, gane quien gane, coexista con jefaturas partidarias paralelas, lo cual hace más imprescindible que nunca, sobre todo para la Alianza opositora, la existencia previa de un fuerte consenso sobre los valores que deberán ser respetados y defendidos por unos y por otros.

En el discurso sabatino de Alvarez, una frase en particular llamó la atención de las crónicas periodísticas. Fue aquella donde comparó a la Alianza con otra coalición multipartidaria, el Olivo de centro-izquierda, que gobierna Italia, para acotar a continuación que no podía conciliarse esta condición y la simultánea convivencia con [el socialista] Bettino Craxi y [el democristiano] Giulio Andreotti, ambos acusados por los procesos de "mani pulite" bajo diversos cargos de corrupción y vinculaciones con las mafias de su país. Con esta alegoría Alvarez rescató, de ese modo, lo que fue el carácter fundador primero del Frente Grande y luego del Frepaso: su compromiso con la verdad y la justicia en contra de la mentira y la impunidad. Reafirmó, en consecuencia, un compromiso varias veces insinuado por él mismo y por Fernández Meijide: la corrupción de estos años será investigada por el nuevo gobierno. La tercera interpretación -–que ganó los titulares de la prensa debido a recientes circunstancias, como el descubrimiento de coimeros en la flamante Legislatura y el juicio contra Eduardo Angeloz, entre otros datos-— parecía referirse a una demanda a sus aliados radicales para que asuman posiciones más intransigentes y severas en el castigo de esos afiliados o a prevenir eventuales renuencias a castigar en el futuro a los corruptos del presente.

Más allá de las interpretaciones locales, la referencia de Alvarez al Olivo italiano podría ampliarse a un mejor conocimiento de los pasos y los acuerdos que llevaron a esa coalición al gobierno, para reemplazar al centro-derecha que incluye a núcleos que reivindican el fascismo mussoliniano, liderado por el empresario multimediático Silvio Berlusconi. Una revista político-cultural italiana convocó a dialogar al filósofo Norberto Bobbio, socialista democrático sin partido y senador vitalicio, con Romano Prodi, social cristiano, profesor de economía y actual presidente del Consejo de Ministros de Italia. Durante la charla, trataron temas diversos, la marcha de la coalición, la relación con la prensa, la inmigración y las fuentes de trabajo, la fragmentación de partidos, el valor de los mismos para la estabilidad democrática y la situación de la Justicia como instrumento contra la corrupción impune. El filósofo sostuvo que el proceso penal golpea al individuo, a lo máximo la asociación ilícita, pero "no extirpa la mala planta de la corrupción sistémica", a lo que Prodi respondió: "La solución a la corrupción del sistema es la alternancia en el gobierno. No basta, claro está, la punición penal, que llega siempre después del delito. Es precisa la prevención política y ésta es el bipolarismo de la alternancia".

Para el casi nonagenario senador, ni siquiera está claro que Olivo sea de centro-izquierda, porque en estos tiempos "hasta parece sinónimo de conservación". El primer ministro italiano afirmó, en cambio, otra versión, con bastante de retórica pero también con su miga: "Yo prefiero el término 'coalición democrática'. En sustancia, el Olivo es el símbolo del centro que eligió la izquierda y la izquierda que eligió el centro". Urgido por Bobbio -–"Espero de usted palabras de fe y de esperanza, porque yo, tal vez por la vejez, tengo una amarga visión del mundo y de la historia", advirtió el filósofo-—, Prodi enumera las tres fases que debieron cumplir los miembros de la coalición para alcanzar los acuerdos necesarios, antes de los comicios. A continuación, algunos tramos de esa descripción:

--"La primera fase fue de gran esperanza y produjo un éxito muy fuerte que pareció congelarse en la segunda fase, porque nos dedicamos a la construcción de la parte central de la coalición. En esta fase posterior al júbilo de la victoria dimos precedencia a la relación entre partidos antes que a las relaciones con la gente. Esta relación [interpartidaria] no puede ser estructurada sino en los términos de la metodología tradicional. Tantas veces me he preguntado si este pasaje podía ser evitado. Es evidente que no. Antes o después, es necesario llegar a la consideración de los roles de los partidos. Yo no quise formar un partido propio, porque al fin y al cabo sería un partido más, entre tantos. Preferí que las bases de nuestro movimiento ['Comitati per l'Italia'], estuvieran al servicio de la coalición. Esta ha sido la parte más fatigosa. En cada reunión del Olivo me decía, en broma, que cada vez que entraban las cámaras de televisión y nos veían a los dirigentes del Olivo sentados alrededor de una mesa, en conciliábulo, perdíamos por lo menos doscientos mil votos. Los ciudadanos podían sentir que esa imagen era igual a lo que ya habían visto tantas veces en la vieja política. Pero la democracia está hecha incluso de estas situaciones.

"En esta segunda fase, a un cierto punto el centro-izquierda tuvo miedo de perder. Allí suspendimos el diálogo con el país y reabrimos el 'teatrino' de la política. En estos meses por un lado quedó demostrada la imposibilidad de recrear un Gran Centro y, del otro lado, la imposibilidad de reformar las fuerzas políticas en el actual contexto. Repito, era una fase de todos modos inevitable. Pero en la tercera fase, al centro del debate retornaron los programas, que fueron construidos en un diálogo que respetó la diversidad interna de la coalición. Nuestro país debe afrontar problemas enormes y puede afrontarlos sólo con un gobierno plenamente legitimado, no sólo con un gobierno de técnicos. Devolverle a la gente, después de escuchar sus ideas, propuestas y exigencias, unas propuestas de gobierno, nos puso en un momento de gran dificultad. La coalición de centro-izquierda tiene raíces diversas, laicas y católicas, liberales, socialistas y ambientalistas, y sobre muchos temas no existe un acuerdo tácito desde el arranque. Fue necesario evaluar con mucho cuidado aquellos que son los puntos fundamentales del programa de gobierno, sobre los que toda la coalición debió encontrar un entendimiento, después de una consulta amplia y profunda. En la fase decisiva [para llegar al gobierno] termina la tarea de los técnicos, y llega la hora de depositar la borra de ese trabajo, de terminar con las alquimias sobre los equilibrios internos. Debíamos salir al descubierto y afrontar el juicio de la gente con un perfil y una propuesta precisa. Era el tiempo de la campaña electoral. Reanudar el diálogo con la gente, pero con una propuesta que sea común a todos los partidos de la coalición. No nos ilusionamos en construir la nueva Italia sólo sobre este movimiento. Debíamos lograr la renovación de los partidos a través de una coalición que estuviera por encima de los partidos que la integran."

En otra instancia de la conversación, Bobbio expuso sus prevenciones acerca de la influencia manipuladora de la gran prensa, sobre todo de la televisión que controla Berlusconi, a lo que Prodi respondió:

--"El tema de la libre concurrencia y de la lucha contra la concentración monopólica no se puede vender en fetas como el salame. Quiero decir, no podemos ocuparnos sólo de la Fininvest [la compañía de Berlusconi] y no tocar también a la gran prensa. Hay equilibrios en el establishment que vuelven este problema particularmente difícil. Si comenzamos a distinguir entre monopolistas buenos y monopolistas malos, elegiríamos un mal camino ('una gran brutta strada')."

--Bobbio: "Una cosa es producir automóviles, otra producir consenso".

 

--Prodi: "No hablo de automóviles, hablo de diarios".

 

--Bobbio: "Que son menos importantes que la TV".

 

--Prodi: "Sí, pero si no quiero un FIAT puedo comprar un Volkswagen. Si no quiero el Corriere della Sera, en cambio, no puedo comprar el Frankfurter Allgemeine Zeitung".

 

--Bobbio: "Hoy la videocracia ha impuesto el look como ingrediente esencial del éxito en política. Yo me pregunto: ¿qué importancia puede tener el look para definir una política?" Esta es una constatación muy amarga del estado en que se mueve nuestra democracia. Cierto, el consenso en democracia está siempre más o menos manipulado pero es, por fortuna, atemperado por el pluralismo. Pero en un contexto tan atento al aspecto exterior del líder carismático verdadero o presunto, el riesgo de que aumente la manipulación es evidente".

 

--Prodi: "De acuerdo, querido amigo. Pero verá, a diferencia de usted, yo no puedo limitarme al análisis de la situación. Debo actuar para modificarla. Debo traducir en iniciativa política los principios de la democracia. Y no pudiendo disponer de un amplio respaldo de los medios, no controlando la TV o los diarios, el único medio del cual puedo servirme es la amplia consulta del pueblo, para escucharlo, discutir y, al final, proponer un programa de gobierno. Es nuestro tam-tam del diálogo directo con la gente, la única arma para contrastar el sobrepoder de los medios masivos de difusión proberlusconianos".

 

La de Romano Prodi no es la única opinión en el Olivo. Su fuerza tampoco es la mayoritaria, ya que ese lugar lo ocupa la Democracia de Izquierda, compuesta en su mayoría por antiguos miembros del Partido Comunista italiano, que fue siempre el más grande de esa tendencia en Occidente. Prodi gobierna, además, en acuerdo y competencia, ambas cosas a la vez, con el liderazgo de Massimo D'Alema, jefe indiscutido del partido mayoritario. La prensa italiana ha dado cuenta, más de una vez, de fuertes encontronazos en la coalición, algunas verdaderas y otras aparentes, por su propia heterogeneidad y por esos liderazgos paralelos. Hasta el momento, el Olivo pudo superar esas contradicciones y cualquier que hoy visite Italia podrá constatar, si averigua, que hay una fuerte sentido de expectativa esperanzada en el futuro entre la mayoría de sus ciudadanos que, a principios del año próximo, compartirán la moneda única (el euro) con otros once naciones europeas. Más de una vez la coalición de gobierno ha tenido que negociar con Berlusconi, que sigue reteniendo una fuerte convocatoria electoral y la jefatura del centro-derecha.

Esto no impidió hasta el momento que el empresario fuera sometido a juicio por distintas infracciones al Código Penal de su país y que sus empresas sean investigadas tanto por los tribunales como por los recaudadores impositivos. La igualdad ante la ley, la verdad y la justicia no son perfectas, pero existe una clara voluntad en la ciudadanía y en sus representantes para alcanzar la máxima plenitud, como una condición indispensable de convivencia y hasta de progreso económico. En cuanto a la relación con la prensa, no se conocen denuncias de abusos de poder ni de persecución o acoso por el gobierno, aunque las relaciones de la "gran prensa" no son casi nunca cordiales con Prodi, con D'Alema y otros miembros del oficialismo. No son datos menores para tener en cuenta cuando se piensa aquí en términos de la futura evolución democrática.


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