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PANORAMA ECONÓMICO

EL AVIÓN ARGENTINO INICIA SU DESCENSO

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El ministrable de Economía José Luis Machinea y el ex ministro Domingo Felipe Cavallo.
Nostalgia por las reformas estructurales de éste y ansia por las políticas activas de aquél.


Por Julio Nudler

t.gif (67 bytes)  En abril no hubo creación neta de puestos de trabajo. En mayo, al parecer, tampoco. Después de dos años de fuerte rebote tras la depresión del tequila, la economía argentina inicia su descenso con la esperanza de un aterrizaje suave y el peligro --nunca descartable-- de un golpe brusco contra la pista. Según las proyecciones que entregó ayer la consultora Alpha en su seminario semestral, el Producto Bruto Interno, que en 1997 creció 8,4 por ciento, este año se expandirá 5,5 por ciento, y en 1999 ya sólo 4,1 por ciento. El marco de la guerra política dentro del justicialismo y dentro de la Alianza, y entre aquél y ésta, tenderá a ser un poco más gris. Empeorará el humor de consumidores y empresarios, y esto acentuará la desaceleración deseada por el Fondo Monetario. Según la economista Débora Giorgi, la gente se volverá más cautelosa, menos propensa a gastar y a endeudarse. "La panzada de crédito que se dieron los consumidores en el '97 ya se acabó", dijo.

El presente y el futuro, puestos en números, dicen --siempre según Alpha-- que el consumo irá frenándose, hasta crecer sólo 3,7 por ciento en 1999, después del 5,8 por ciento de este año y del 7,7 por ciento del año pasado. Pero el declive más pronunciado, con aspecto de derrumbe, afectará a la inversión: si en 1997 creció un fantástico 27,1 por ciento, este año sólo aumenta 11,3 por ciento y para el '99 proyecta 7,4 por ciento. Al país le sigue faltando competitividad, y esta carencia limita su crecimiento y se expresa en un fuerte déficit externo. Pese a la desaceleración, las importaciones siguen creciendo año a año: en éste llegarán a casi 33 mil millones de dólares, y el año que viene podrán rozar los 36 mil millones. Pero con las exportaciones no pasará lo mismo. Para 1998 se pronostican 25.300 millones, una cifra incluso levemente inferior a la alcanzada en el '97, aunque para el '99 se confía en que suban a algo más de 28 mil millones. El bache, por tanto, que llegará este año a los 7600 millones, se mantendrá en esos términos el año próximo. Agregándole los servicios, el rojo trepa a un equivalente de 4,5 por ciento del PBI este año, y se quedaría en un 4,3% el año que viene, siempre arriba del temido listón del 4 por ciento.

Según el análisis de Alpha, la clave del deterioro del sector externo --y de la vulnerabilidad que proyecta sobre toda la economía-- puede entenderse mirando los datos de productividad. En promedio, ésta creció anualmente un 7,7 por ciento entre 1991 y 1994, pero su avance se redujo a menos de una cuarta parte, 1,8 por ciento anual, entre el '94 y el '97. Esto ocurrió pese al fuerte flujo de inversiones. Además, el abaratamiento de los insumos también se frenó: de las caídas del 3,0 por ciento anual entre el '91 y el '94 se pasó a bajas de sólo 1,7 por ciento desde entonces. Pero estos dos períodos se diferencian, además, porque en el primero, '91/'94, el dólar se depreciaba --y con él el peso-- frente a las otras monedas duras, mientras que en el segundo pasó a revaluarse, remontando consigo al peso.

En síntesis, mientras en la etapa pre-tequila de la Convertibilidad el peso se devaluaba junto al dólar, los insumos se abarataban y aumentaba fuertemente la productividad, en la etapa pos-tequila el peso se revalúa, la productividad mejora mucho menos y los insumos apenas si se abaratan. La consecuencia concreta es que la competitividad argentina --que expresa la capacidad de penetrar con productos otros mercados-- no está hoy mejor que en 1985: ahora como entonces, las exportaciones argentinas no llegan a representar 0,5 por ciento de las exportaciones mundiales. Para Alpha, Economía no está haciendo nada por bajar los costos de la industria ni está induciendo más inversiones en sectores orientados a la exportación. Aunque no lo digan expresamente así, echan de menos las reformas estructurales de Domingo Cavallo, que Roque Fernández omite profundizar, mientras ansían las políticas activas que pregona José Luis Machinea. En todo caso, la conclusión es que, en este contexto internacional (devaluaciones competitivas, caída promedio del 25 por ciento en el precio de los doce productos que componen más de dos tercios de las exportaciones argentinas, etcétera), el país no puede darse el lujo de navegar con el piloto automático.

Para Hernán del Villar, el equipo económico se está planteando objetivos bastante más limitados, de estricto corto plazo. La prioridad es llegar a la renegociación con el FMI en julio sin desviarse de las metas fiscales, a pesar de que la recaudación impositiva camina por debajo de lo esperado, y esperar que entretanto la desaceleración de la economía reduzca el déficit externo. La obsesión por conformar al Fondo está directamente vinculada con las necesidades de financiación, que este año suman 18.714 millones de pesos y el año próximo rozarán una cifra similar.

En cuanto a las pesadillas, que nunca deben faltar, en este momento se llaman devaluación rusa (tan peligrosa como la ruleta), una brusca suba de la tasa de interés estadounidense, un fuerte deterioro de las expectativas de empresarios y consumidores, y, por último, una desordenada restructuración del sistema financiero. Del Villar advirtió: "Hay que evitar otros Patricios".

 



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