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NO ES COMO SE PLANEA

Por Mario Wainfeld

 

t.gif (67 bytes)  Los argentinos intuyen conspiraciones en la génesis de todos y cada uno de los hechos relevantes. Esa inteligente prevención, hija de la experiencia, lleva a veces a una conclusión excesiva y paralizante: dar por ineludible el éxito de los promotores de lo que ocurre.

Es verosímil que la decisión de encarcelar al asesino Jorge Rafael Videla derive de pícaras operaciones del juez Marquevich o del gobierno nacional o de ambos para mejorar sus situaciones respectivas. Pero de ahí a deducir que sus planes se cumplirán infaliblemente media un abismo, que no debería puentearse.

Nadie puede saber en qué desembocará la cárcel de Videla pero sólo un iluso puede pensar que apenas producirá una condena para él, elogios en Francia para el Presidente y un blanqueo del juez. Es mucho más sensato predecir que se abre un abanico de oportunidades para múltiples actores: nuevas citaciones a militares, nuevos argumentos para repudiarlos, una reactivación de la legitimidad y la movilización de los organismos de derechos humanos, "malestar castrense", deterioro de la imagen del general Martín Balza, derivaciones que no parecen óptimas para Menem y Marquevich o que, en todo caso, no han de serlo inexorablemente.

Tal vez el Sargento Cabral era un ambicioso que deseaba hacerse ver por sus jefes. Tal vez Adolfo Hitler fue maltratado por una novia judía en su infancia. Esos interesantes antecedentes iluminarían muy parcialmente la realidad de sus conductas públicas más famosas. El filósofo Alejandro Dolina suele proponer una explicación --bastante convincente-- para explicar las acciones de los hombres, célebres o no: todo lo que hacen tiene como finalidad primera levantarse mujeres. Su sagacidad no debería oscurecer que la teoría de la relatividad o La Pietá de Miguel Angel producen efectos múltiples cuando el deseo que los generó está extinguido. Priorizar los móviles subjetivos de quien promueve un hecho histórico es una forma muy restringida, chiquita, de procesarlo.

Sólo un pensamiento negativo, fatalista o postmoderno puede atribuir a los poderosos el control de todos los acontecimientos. La realidad es multicausal y mudable. La voluntad de algunos es, como mucho, un factor limitado. "El resultado final de una acción política --escribía Max Weber- guarda una relación absolutamente inadecuada y frecuentemente paradójica con su sentido originario. Eso no permite, sin embargo prescindir de ese sentido". La síntesis del padre de la sociología moderna sigue siendo insuperable y merece ser tomada en cuenta aunque seguramente Weber escribió esas líneas pensando en conquistar alguna estudiante que había pispeado en los gélidos pasillos de la universidad de Heidelberg.

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