Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Mucho más que una terapia de grupo

"Segundas partes sí son buenas", basada en "Fragmentos" de Edward Albee está pensada para el lucimiento de un quinteto de actores.

Los diálogos van del simple refrán a la interpretación psicológica.
La puesta de Carlos Ianni genera un clima de auténtica emotividad.

na28fo01.jpg (9148 bytes)


SEGUNDAS PARTES SI SON BUENAS 8 puntos

Creación grupal inspirada en Fragmentos, de Edward Albee
Elenco: Silvia Baylé, Marta Betoldi, Eduardo Blanco, Ernesto Claudio y Patricia Kraly.
Espacio escénico, dramaturgia y dirección: Carlos Ianni.
Lugar: Teatro CELCIT (Bolívar 825) viernes y sábados a las 21.30.

Por Cecilia Hopkins

t.gif (862 bytes) Tres mujeres y dos hombres, sentados en ronda, comienzan a hablar después de compartir un largo y embarazoso silencio. Y si en un principio todo hace pensar en un grupo de terapia, una vez roto el hielo se nota que ninguno asume la coordinación. Sin orden establecido, el quinteto empieza recordando refranes, máximas y pensamientos de distinto tenor para luego dispararse hacia temas diversos y anclar la conversación en recuerdos personales, a veces peligrosamente íntimos. Una de las pocas cosas que los cinco personajes tienen en común es la edad, que por turno los fuerza a sucumbir en la típica melancolía de los que acaban de pasar los cuarenta. Y aunque no hacen otra cosa que hablar desde sus sillas, unos frente a los otros, sus gestos, miradas y actitudes los van revelando de cuerpo entero.

Jugados por cinco notables actores, los personajes traen a colación citas y demás comentarios dando lugar a un discurso colectivo hecho de lucubraciones intelectuales, visiones poéticas o simples frases hechas que delatan un limitado vuelo imaginativo, favorecido por cierto apego a la cultura mediática. Pero hay también otros territorios visitados: el sarcasmo que saca a relucir uno de los personajes no logra desmoronar el clima de genuina emotividad que se impone como factor dominante en algunos tramos de la conversación. A veces, los papeles se trastocan de modo que el que parece oficiar de portavoz del pensamiento más estandarizado es quien logra expresar con mayor sensibilidad la forma en que las relaciones humanas han cambiado, de un tiempo a esta parte.

Aparte de algún roce o conato de intolerancia, ninguno entabla una discusión frontal con alguno de sus compañeros. Y allí estriba uno de los atractivos de la propuesta de esta creación grupal basada en los Fragmentos de Edward Albee, que hubiese encontrado una salida fácil en la batalla verbal encarnizada o en otro tipo de desborde. El director Carlos Ianni ha ordenado el material --tanto el material dramatúrgico como el que aportan los actores en su interpretación-- de manera que el intercambio de experiencias --sueños nocturnos o situaciones perversas, absurdas o ridículas, y casi siempre desconcertantes-- transcurre en un inesperado clima de armonía, matizado por alguno que otro dardo pérfido que lanza el que está más allá de todo, o por la hiperinterpretación que ensayan los psicoanalizados de siempre. Si bien el nivel de interés que despiertan las historias no es enteramente parejo, entre el público (ubicado en gradas alrededor del grupo de actores) se va creando una relación de complicidad con los personajes que provoca las risas compartidas y las miradas que se cruzan de un lado al otro, favorecidas por una luz que nunca deja a los espectadores en la oscuridad absoluta.

 

PRINCIPAL