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"Las mujeres de mi generación vivimos muy mal el sexo"

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La actriz está convencida de que el sexo es un medio y no un fin.
"Después de obtener placer podemos ocuparnos de otras cosas."

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Lejos de su personaje de "femme fatal", Charo López ensaya una mirada desprejuiciada sobre el sexo.

Asegura que la obra trata el tema sexual de manera pedagógica y poética.


Por Verónica Abdala

t.gif (67 bytes) "Es casi imposible describir las cara de algunas personas cuando se pronuncia delante de ellas palabras como clítoris, pene, orgasmo, masturbación o escroto. O cuando se les pregunta si han encontrado el lugar exacto en el que se ubica el punto G. Imagínatelas, guapa: se ponen pálidas, se sienten invadidas, incómodas. Hay otras que se hacen las superexperimentadas y que, a la hora de la verdad, no lo quieren explicar. Todas ellas deben pensar "¿qué se le ha subido a la cabeza a esta mujer?" Eso me ha llevado a pensar que éste, definitivamente, es un show para gente progresista. Me parece que los demás no lo aguantan." Charo López volvió al país, tras diez años de ausencia, decidida a que los argentinos se animen a tratar con ella todo lo que querían saber de sexo, y no se atrevían a preguntar. La excusa con la que la cautivante actriz española se plantará esta vez frente a su público es la obra Tengamos el sexo en paz, un unipersonal escrito por Dario Fo y su esposa Franca Rame, en base a un manual de sexualidad escrito por su hijo, Jacobo Fo, que fue best seller en Italia. La actriz, que tras 30 años de trayectoria participó de un total de 36 películas, 8 obras de teatro y 11 programas de televisión, se presentará a partir de hoy, de martes a domingos, en el teatro Liceo (Rivadavia y Paraná), bajo la dirección de José Carlos Plaza.

Charo, que define su último trabajo como "un planteo irónico y poético sobre la sexualidad humana", estrenó la obra hace dos años en España. Anteriormente, la pieza, con la que la actriz logró conversar con sus espectadores sin ponerse colorada sobre sus primeras relaciones sexuales, los orgasmos, las zonas erógenas, las implicancias de la virginidad, el mito de la frigidez femenina y hasta de la tonicidad de la musculatura de los órganos sexuales masculinos y femeninos, había sido interpretada, en Italia y durante 1994, por Franca Rame. La actriz, que durante décadas cultivó su personaje de femme fatal, se decidió, a los 54 años, a deshacerse de las ataduras que implica alimentar esa imagen para mostrarse tal cual es. "Mi antigua imagen me ha servido para ciertos fines, pero ya no me interesa hacer de algo que en la intimidad no soy. En otras palabras, me he decidido a poner en práctica algo que aprendí con los años: un buen actor es aquel que puede jugar con sus zonas más oscuras, con sus más profundos miedos" explica a Página/12. "Ya no me interesa hacer de sueca del siglo diecinueve. Quiero hablar de mí y de lo que me rodea. Me entusiasmé con esta obra, compré los derechos y aquí estoy."

--¿Qué fue clave para que se diera cuenta de que ésta era la obra que buscaba?

--Supongo que la manera en que Fo aborda un tema tan complejo como el de la sexualidad. Se acerca a él desde la ideología, sin escandalizar, sin banalizarlo y con objetivos que son muy distintos a los de otros espectáculos, que abordan el tema del sexo con la intención de romper las taquillas haciendo morisquetas y payasadas. Esta obra, en cambio, trata el tema de manera pedagógica y fundamentalmente de un modo poético. Nunca me hubiera prestado a hacer una obra chabacana, y creo que este espectáculo es la prueba de que lo he logrado.

--Siendo el sexo un tema tan viejo como el mundo, ¿qué es lo novedoso en esta obra?

--El punto de vista que, aunque no lo parezca en primera instancia, yo creo que es bastante poco común: sólo podemos llegar a ser mejores personas y a mejorar nuestra relación con los demás si conseguimos hacer el amor con el fin de disfrutarlo. Ese hecho, que aparentemente es tan sencillo, es la columna vertebral de nuestras vidas, aunque muchas veces no lo percibamos. El sexo es un medio más que un fin, y nos permite relajarnos y obtener placer para que, recién entonces, podamos ocuparnos de otras cosas de nuestras vidas.

--¿Usted considera que, a un año y medio del siglo XXI, el sexo sigue siendo un tema tabú?

--Sí, absolutamente. Pero no sólo porque no nos atrevemos a hablar de sexo con naturalidad sino porque además, y fundamentalmente, lo vivimos mal. Casi nadie habla de sexo con la misma espontaneidad con que habla de comidas, de películas, de ropa o de arte. Y sería fantástico que pudiéramos hacerlo. Yo estoy convencida de que, a la hora de hablar de sexo, nadie dice la pura verdad. Y muy pocos son capaces de relajarse, escapándole tanto a la vergüenza como a la pedantería de decir "ja, dicen eso porque no me han escuchado a mí".

--En la obra, la que le da cuerpo a esa idea es una mujer madura, y no un hombre o un adolescente. ¿Por qué?

--Porque, como en muchos otros casos, Fo siempre elige darles voz a los que habitualmente no la tienen. Y en todo lo que tiene que ver con el sexo, las históricas silenciadas fueron las mujeres. Sobre todo, las de mi generación, que, en general, vivimos muy mal el sexo: tenemos muchos miedos, muchos pudores, y solemos sentir culpa. Todas sabemos que, en ocasiones, el no disfrutar del sexo nos ha llevado a mentir: gritamos y gemimos fingiendo, mientras nos vamos poniendo amargas y arrugadas, porque no somos capaces de pelear por nuestra satisfacción personal. La mujer ha sido educada para que no explique, no diga, no pida. Y los hombres tampoco están habituados a que una les diga: "oye, preferiría que me toques así o que presiones allí, y no que hagas lo que estás haciendo, porque así no siento nada".

--¿No cree que ese tipo de planteos verbales pueda quitarle encanto al acto sexual?

--Todo lo contrario. Creo que ese diálogo ayuda a la comprensión mutua. Y que empezar a decir todo esto sobre un escenario, como sabe decirlo Fo, es un inmenso avance. Por eso yo digo que su arte es subversivo.

 

Llevar los avances a la intimidad

--Las mujeres de su generación, como usted las llama, vivieron en carne propia la revolución sexual de los 60. ¿En qué aspectos la liberación de ciertos tabúes, durante esa época, benefició a la mujer?

--Eso nos ha permitido hablar de cosas que antes resultaban impensables: el sexo, el divorcio o el aborto. Pero del dicho al hecho hay mucho trecho, como suele decirse, ¿no? Y yo no creo que esos avances hayan llegado al plano de la práctica cotidiana. Es cierto que en aquella época nos lanzamos todas a ser coherentes con los adelantos que se planteaban los jóvenes del mundo, pero también estoy convencida de que esa coherencia era sólo una apariencia: no creo que muchas hayan podido llevar la revolución sexual hasta sus propias camas. Y ahí es donde está el punto más importante. Me parece que aún nos falta mucho para que logremos hacerlo con verdadera y total libertad. Las mujeres todavía tenemos una revolución pendiente: la que se da en la intimidad. Depende de cada una de nosotras.

 

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