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VOLARON LAS EMBAJADAS NORTEAMERICANAS EN NAIROBI Y DAR ES SALAAM
Terror en el lugar menos pensado

Dos cargas explosivas que estallaron con sólo 10 minutos de diferencia destruyeron ayer las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania. Por el momento hay 80 muertos y 1200 heridos. Y un profundo misterio sobre los atacantes.

Bomberos y gente común intentan remover los cuerpos de las víctimas en Nairobi.
Hubo seis norteamericanos muertos en la operación, y la embajadora fue levemente herida.

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na02fo02.jpg (14200 bytes)Marines norteamericanos en el lugar de la embajada destruida ayer en Dar es Salaam.
La policía tanzana sospecha que la explosión fue causada por un coche bomba.

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El espectáculo de los heridos en Nairobi.
La capacidad de los hospitales quedó desbordada.

t.gif (67 bytes)  El terror golpeó ayer en el lugar menos pensado. Las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania fueron literalmente voladas por dos bombas que estallaron con sólo diez minutos de diferencia. En el centro de Nairobi, la capital keniata, al menos 80 personas murieron y más de 1000 resultaron heridas --incluyendo la embajadora estadounidense Prudence Bushnell-- cuando a las 10.30 (hora local) un presunto coche bomba destruyó la sede diplomática estadounidense y dos edificios vecinos. La representación de Estados Unidos en Dar es Salaam, la capital tanzana, también sufrió graves destrozos por la explosión de otro coche bomba, con un saldo de seis personas muertas y casi 60 heridas. Muchas embajadas, incluida la argentina, fueron desalojadas en Nairobi. El diario árabe Al-Hayat informó que recibió en la noche de ayer un llamado de un grupo islámico que se atribuyó la responsabilidad de los atentados. Aunque oficialmente EE.UU. no se pronunció sobre este punto, las hipótesis apuntan hacia el terrorismo fundamentalista islámico.

Según lo informado por Al-Hayat, una persona llamó a la sede de la publicación en El Cairo para informar que "elementos de la organización realizaron dos operaciones simultáneamente". El grupo al que se refiere es el Ejército de Liberación de Santuarios Islámicos. El diario dijo que este vocero hablaba en un dialecto árabe que no era propio de Egipto. El ex jefe de Inteligencia israelí, Jacob Peri, lanzó otra hipótesis sobre una conexión islámica: el millonario saudita Osama Ben Laden, acusado internacionalmente de financiar a varios grupos terroristas islámicos. Junto con el máximo dirigente de la Jihad Islámica, Aiman Al Zawahri, Ban Laden fundó en febrero pasado el Frente Islámico Mundial para la Jihad contra los Judíos y los Cruzados.

Instantes después de la explosión en Nairobi, un hombre de rasgos y vestimenta árabes fue detenido cerca de la sede diplomática estadounidense. Los medios de comunicación se apuraron a relacionar los ataques con Irak y Libia, estados islámicos enfrentados con Estados Unidos. Al-Hayat había publicado esta misma semana que el grupo armado Jihad Islámica anunció represalias contra el gobierno norteamericano por no ayudar en la extradición de tres terroristas islámicos desde Albania a El Cairo. También se cita a la cantidad de población musulmana --45 por ciento en Tanzania, 20 por ciento en Kenia-- como un elemento que habría ayudado a concretar los atentados. Sin embargo, funcionarios del Departamento de Estado se resistieron a hacer cualquier vinculación de este tipo.

"Estos actos de violencia terrorista son aborrecibles e inhumanos", dijo ayer el presidente norteamericano Bill Clinton, que fue despertado con la noticia a las 5 y media de la mañana por su consejero de seguridad, Sandy Berger. Clinton habló por teléfono con sus colegas tanzano, Benjamin Mkapa, y keniata, Daniel Arap Moi, y luego advirtió que "utilizaremos todos los medios a nuestro alcance para poner a los responsables en manos de la Justicia, tardemos lo que tardemos". La Fuerza Aérea estadounidense anunció que enviará a ambos países dos aviones militares con equipos quirúrgicos y personal de evacuación médica a Kenia y Tanzania. El Pentágono ya mandó un equipo especial de agentes del FBI y expertos en comunicaciones y la Casa Blanca ordenó a todas sus embajadas en Africa que refuercen al máximo las medidas de seguridad.

Los ataques de ayer son los más graves que se registran contra cualquier representación occidental en la región subsahariana de Africa, donde --salvo Sudán-- no hay países enfrentados directamente con Estados Unidos. La mayoría de los gobiernos condenaron los atentados. El presidente cubano, Fidel Castro, también expresó ayer su "más sentido pesar por la pérdida de vidas humanas y los daños generales causados". El secretario general de la ONU, Kofi Annan, dijo estar impactado "porque es la clase de atentado terrorista que no se ve normalmente en esa parte del mundo".

En ese sentido, el embajador norteamericano ante la ONU, Bill Richardson, afirmó que "no hay razón para nadie en esos países como para tener a estadounidenses como objetivo". El único antecedente violento en esa región africana data de 1979, cuando el Hotel Norfolk de Nairobi sufrió una explosión, reivindicada por un grupo árabe en represalia por la decisión del gobierno keniata de permitir que aviones israelíes aterrizaran en esta ciudad, durante su acción en el aeropuerto Entebbe de Uganda para rescatar a los rehenes de un avión secuestrado.

De los 70 muertos que se calculan en Nairobi, 8 son estadounidenses. Seis de los funcionarios están desaparecidos, y se estima probable que estén sepultados bajo los escombros. La asistente de la secretaria de Estado para Africa, Susan Rice, precisó que la embajada de la capital keniata albergaba también al personal diplomático de Washington en Jartum, capital de Sudán, debido a un desacuerdo con las autoridades sudanesas sobre la seguridad de las instalaciones de la delegación estadounidense. EE.UU. considera al régimen islámico de Sudán como uno de los principales apoyos del terrorismo internacional y las relaciones entre ambos países son muy tensas desde hace años. Sin embargo, "por el momento, no hay razón para pensar que existe una relación", según EE.UU.

"Esto es muy trágico", reconoció Bill Richardson, "muestra cuán vulnerables somos al terrorismo". El subsecretario de Estado encargado de la seguridad diplomática, Patrick Kennedy, fue aún más concreto: admitió que los dos edificios, construidos hace más de veinte años, no cumplían las normas de seguridad empleadas hoy en la construcción de embajadas.

 

Menem dixit

"El pueblo argentino ha sufrido en carne propia el flagelo del terrorismo internacional, por lo que entendemos profundamente el sufrimiento que aflige en estos momentos al hermano pueblo estadounidense", dijo ayer el presidente Carlos Menem luego de enterarse de los atentados a las embajadas norteamericanas en Kenia y Tanzania. "El brazo del terrorismo es largo y actúa en cualquier lugar del mundo", afirmó el mandatario en una nota para su colega norteamericano, Bill Clinton; también envió mensajes de condolencia a los presidentes de Kenia, Daniel Toroitich Arap Moi, y de Tanzania, Benjamin Mkapa, y llamó a los "organismos internacionales como la ONU, la OEA, la Comunidad Europea" a "intervenir rápidamente para evitar que este tipo de hechos se sigan repitiendo". Menem se sorprendió de que puedan producirse este tipo de hechos en las sedes diplomáticas norteamericanas "que, como lo vemos aquí en Buenos Aires, tienen sistemas de seguridad impresionantes, y sin embargo se dan este tipo de situaciones". En ese sentido, un vocero de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires señaló que "no tomamos ninguna medida adicional y se mantiene el habitual diagrama de vigilancia".

Desde Nairobi, el embajador argentino José María Cantilo confirmó que "no hay argentinos afectados en la tragedia". Según Cantilo, la sede diplomática argentina, cercana a la estadounidense, debió ser evacuada por "tres o cuatro llamados anónimos que 20 minutos después de la explosión decían que se iba a producir otra" en una sucursal del Cooperative Bank próxima al lugar de la explosión. "Esto es muy caótico", señaló el funcionario, "no hay luz, los teléfonos funcionan mal, la tragedia ha superado todo lo que puede implicar ayuda de parte del gobierno de Kenia".

 


 

Desde Nairobi, escenas del infierno y el caos

The Guardian de Gran Bretaña
Por David Gough 
desde Nairobi

t.gif (862 bytes) En la vereda a la salida del hospital Masaba de Nairobi después del ataque de ayer yacía Nbuvi Obed, con su camisa blanca teñida del carmesí más oscuro colgándole de los hombros en jirones. "El hospital está lleno --decía, con la sangre goteándole de una herida en la cabeza--. Dicen que no me pueden dejar entrar." Era el tercero en el que había intentado hacerlo. Primero fue al Primer Hospital Nacional Keniata, luego al Nairobi, y en ambos le dijeron que no tenían lugar, que habían cientos de heridos que necesitaban atención. Finalmente, en Masaba, una enfermera salió y lo hizo entrar guiándolo entre la ansiosa multitud que esperaba afuera.

Obed iba camino a su trabajo en un ómnibus cuando ocurrió la explosión. "Fue como si el mundo entero se hubiera derrumbado --relató--. El ómnibus salió disparado a través de la carretera. Volaban vidrios por todos lados. La mujer al lado mío estaba muy quieta. Creo que estaba muerta."

En el escenario de los hechos, cientos de voluntarios se volcaban sobre los restos del edificio de cuatro pisos que soportó el impacto de la explosión principal, al lado de la embajada de EE.UU. Antes de las 10.35 de la mañana de ayer, el edificio albergaba un colegio de secretarias y pequeñas oficinas. Poco después, se había reducido a dos pisos de escombros. Los voluntarios buscaban sobrevivientes de modo desesperado, pero lo que más hacían era gritarse unos a otros. De pronto, un hombre que estaba cavando solo en un rincón del edificio Ufundi House empezó a gritar. "Está vivo, está vivo," repetía una y otra vez. La multitud que miraba quedó en silencio, reteniendo el aliento mientras otros voluntarios se acercaban para ayudarlo a cavar. Cuando lograron sacar al hombre de los escombros, la multitud gritó y comenzó a aplaudir.

En todos lados era el caos. Cientos de policías y soldados andaban buscando un líder, alguien que les dijera qué hacer. Paul Muite, un parlamentario opositor, rogaba a los trabajadores de rescate que trataran de organizar sus esfuerzos. "Esto es un desastre --afirmó-- empeorado por una total falta de coordinación. Mire quiénes están trabajando para salvar a las víctimas, están en manos de la gente común."

A medida que las víctimas eran sacadas de los escombros, los particulares paraban sus autos para llevar a los heridos a los hospitales. Las ambulancias, pocas y muy espaciadas, trataban desesperadamente de pasar a través de los cordones de espectadores reunidos en el lugar de los hechos. Un helicóptero voló demasiado cerca de un edificio dañado, provocando que una nueva lluvia de agujas de vidrio cayera sobre la calle. Un oficial norteamericano estaba sentado afuera del destrozado edificio de la embajada. Llevaba un chaleco antibalas y sostenía un rifle automático, mientras se pasaba los dedos repetidamente por el pelo, dándose vuelta cada tanto a mirar el edificio. Luego comenzó a llorar.

Se podían oír los gritos de la gente atrapada bajo los escombros, pero la ambulancia que finalmente llegó no podía pasar a través de las boyas de seguridad de cemento que bloqueaban la calle. "Creí que era un terremoto --dijo un funcionario de la embajada--. Estaba en una reunión en mi oficina y de repente se desata el infierno."

En el Hospital Nacional Keniata, el principal centro médico de la ciudad, las escenas eran tan caóticas como en el lugar de la explosión. Los pasillos estaban atascados de camillas y catres. Los médicos y las enfermeras corrían de una sala a la otra, y los pisos estaban rojos de sangre. Los familiares, desesperados por saber las novedades, clamaban para que se les permitiera entrar, pero los guardias de seguridad les cerraron las grandes puertas de metal en las narices. Una mujer gemía y luego comenzó a gritarle al guardia de seguridad: "Mi hijo está ahí adentro --gritaba--. Ni siquiera sé si está vivo o muerto".

 


 

Lo que puede pensarse
Por Claudio Uriarte

t.gif (862 bytes) Del profundo misterio en que están envueltos los ataques de ayer contra las embajadas norteamericanas en Nairobi y Dar es Salaam solamente pueden extraerse hasta el momento unas pocas certidumbres, algunas hipótesis y dos o tres posibles avenidas de desarrollo.

Las certidumbres son que: 1) los atentados no tuvieron origen en movimientos locales de Kenia ni Tanzania, países pacificados y relativamente prósperos; 2) por lo tanto --y por razones de seguridad elementales de los terroristas--, es altamente posible que se haya usado mano de obra extranjera, cuya entrada y salida de los dos países debe haber sido minuciosamente planificada, lo que lleva a que: 3) es difícil que --como ayer se especuló-- todo haya sido la respuesta de la Jihad a las extradiciones de esta semana de tres de sus miembros de Albania a Egipto, porque los preparativos de la doble operación, que además fue simultánea, deben haber tomado bastante más que unos días.

Las hipótesis se desprenden del contexto. Una --bastante probable a esta altura-- es que se trata de una operación oportunista, decidida puramente en virtud de la facilidad de ataque que presentaban los blancos. Otra --también verosímil-- es que constituya una operación del fundamentalismo islámico, ya que si se tratara de un nuevo grupo terrorista de la zona no habrían perdido tiempo en lanzar un comunicado que presentara su causa de modo tan espectacular ante el mundo. En lugar de eso, silencio. Una tercera hipótesis es que la doble acción tiene raíces en la reactivación del conflicto entre Etiopía --detrás de la cual está el mundo árabe, y que es fronteriza con Kenia-- y Eritrea --detrás de la cual está Israel--. Otra ramificación posible es Sudán, un país anárquico, de grandes planicies, también fronterizo con Kenia, que se ha convertido en un campo de entrenamiento terrorista universal.

En cuanto a los porvenires del doble acontecimiento, uno apuntaría a que Bill Clinton intente usarlo para enterrar definitivamente el Sexgate, quizá mediante la armazón de una coalición internacional para condenar y posiblemente penar a algún culpable elegido más o menos al azar --Irak, donde acaba de reanudarse la crisis de los inspectores, y Libia son candidatos que reúnen las condiciones--. Y otras posibilidades son el endurecimiento de todos los blancos terroristas posibles, o bien lo contrario: que se reduzcan los niveles de representación extranjera de EE.UU. en el exterior.

 


 

LA OPINION DE LOS ESPECIALISTAS EN FRANCIA
Nueva geopolítica del terror

PAGINA/12 EN FRANCIA
Por Eduardo Febbro  desde París

t.gif (862 bytes) Los dos atentados contra los intereses norteamericanos perpetrados ayer en Africa dejaron atónitos a los expertos en terrorismo y suscitaron la enérgica condena de la clase política francesa. El presidente Jacques Chirac y el primer ministro socialista Lionel Jospin condenaron un acto al que consideraron como "odioso y cobarde". Con todo, el misterio parece envolver las razones del lugar elegido. Africa --Tanzania y Kenia-- está lejos de ser una "zona sensible" como para explicar los dos actos terroristas. En París, los expertos señalan más bien que si había una probabilidad ésta "se hacía manifiesta en Medio Oriente, no en Africa". Por ahora, las hipótesis que se tejen son muchas pero las certidumbres son escasas. La única fuerza identificada hasta el momento por los especialistas franceses como responsable potencial de las explosiones es la Jihad Islámica de Egipto, una emanación del grupo extremista que asesinó al presidente egipcio Anuar-El-Sadat y que prometió hace algunos meses atacar los intereses norteamericanos en la región. Como se señala con acierto en los círculos del contraespionaje francés, el problema principal del fundamentalismo egipcio "radica en que, contrariamente a Irán, que es un Estado con el que se puede negociar, en Egipto se mueven fuerzas anárquicas que escapan a todo control y hasta a todo contacto".

Dos años después del atentado contra la base de Dahran, en Arabia Saudita, EE.UU. vuelve a resentir, pero esta vez en Africa, alguna de las ondas expansivas de los intereses contradictorios que defiende. Pierre Melandry, presidente de la Sociedad de Estudios Norteamericanos, adelanta dos hipótesis para explicar los atentados. Melandry reconoce "que es muy  difícil dar explicaciones precisas" pero, al mismo tiempo, afirma que "globalmente hay dos razones: la primera es cultural. Está claro que los EE.UU. dominan culturalmente el mundo y esto es considerado como una amenaza por ciertas culturas que ven su identidad en tela de juicio.
No aceptan la supremacía norteamericana. Pero, de una manera más concreta, está el problema de la política norteamericana en la región. Es una política cuestionada por los fundamentalistas islámicos, primero en lo que atañe al proceso de paz en Medio Oriente. Los fundamentalistas le reprochan a EE.UU. practicar una suerte de política o geometría variable a favor de Israel, una política en que EE.UU. autoriza a Israel a hacer cosas que no autoriza a los demás. Por otra parte, está también el problema de Saddam Hussein y el de la política general de sanciones norteamericanas contra el presidente iraquí. No hay que olvidar que la problemática de los atentados era ya una de los grandes obsesiones que EE.UU. enfrentó a mediados de los años '80. Sin embargo, en el caso particular de estos atentados de ahora, efectivamente cabe sorprenderse por la localización elegida".

Otras fuentes ligadas a la lucha antiterrorista que fueron consultadas por Página/12 evocaron el concepto de "descentralización terrorista" como hipótesis principal. Desde hace algunos años --más precisamente desde 1991--, se asiste a un cambio en la elección de los objetivos. Estos estaban antes concentrados en los lugares con más carga simbólica -- París, Berlín, Roma, Londres, etc--, mientras que desde hace algún tiempo "lo importante es el daño que se hace y el impacto del número de víctimas, no el lugar". Algunos expertos citan como ejemplo de esta nueva geopolítica del terror el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, en 1992: "Lejos de los centros de decisión tradicionales pero no por ello menos sangriento en sus consecuencias, ni menos decisivo en la manifestación de una fuerza".

 

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