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REPORTAJE A FRANÇOISE DAVOINE Y JEAN MAX GAUDILLIERE
"El loco busca, desesperado, a otro"

Dos psicoanalistas franceses que trabajan con adultos, en la línea de Françoise Dolto, hablan de su tarea con psicóticos: "La locura no es una enfermedad sino una búsqueda".

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El loco muestra lo que no puede decir. Lo muestra exagerándolo, y siempre busca a otro".

Por María Ester Gilio

t.gif (67 bytes)  --¿Qué es la locura para ustedes? ¿Es una enfermedad?

Françoise Davoine: La locura no es una enfermedad, es una búsqueda. Se busca saber lo que la historia oficial ha cortado de la verdadera historia. El loco va a enseñar, con medios extravagantes, que él o sus antepasados han sido testigos de esos hechos hoy ocultos. En la Edad Media se admitían dos aspectos de la locura. Uno, médico, trataba de resolver con drogas, operación a la cabeza, sueño, castigos y etcétera. Y otro, que atraía y apasionaba a los hombres, tiene que ver con lo que la locura enseña. En el siglo XVI la locura se representaba en los escenarios. De esa época es el Elogio de la locura, de Erasmo. Hoy la locura tiene todavía una dimensión teatral. El loco muestra lo que no puede decir. Lo muestra exagerándolo y busca desesperadamente a otro que reconozca la parte de verdad que hay en lo que muestra.

 

--¿Cómo hace el psicoanalista para contactarse con el paciente?

Jean Max Gaudilliere: Hay que plantear la pregunta al revés, preguntarse qué medios tiene el paciente de entrar en contacto con el psicoanalista. Porque el oficio de loco es el de entrar en contacto con alguien, no "los demás" en general, "con alguien", al menos uno, para comenzar el trabajo de poner la luz sobre la verdad, sobre la autenticidad. Esto es lo que busca el loco. Entrar en contacto. Sobre todo con el psicoanalista, para que éste sea alcanzado por la verdad que busca transmitir. Lo que él quiere es tocar al psicoanalista.

 

--Tocarlo ... ¿emocionarlo?

J.M.G.: Sí, emocionarlo, conmoverlo.

 

--¿Despertar su piedad?

J.M.G.: No, no, no, para nada. No quiere despertar su piedad, conmiseración, indignación o cualquier otro sentimiento en ese estilo. Lo que el paciente trata de hacer es tocar en el analista zonas sensibles, frágiles en la historia del analista. Porque solamente tocando esas zonas él podrá hacer trabajar sus propios traumatismos. Lo que él busca es comunicarse con alguien que haya tenido una historia similar.

F.D.: En Estados Unidos conocimos a una argentina, Beatriz Poster, directora de un hospital psiquiátrico en Austin, que hoy trabaja en Los Angeles. Ella es una de las mujeres más dotadas en el tratamiento de la esquizofrenia. La primera vez que nos vimos ella me dijo: "Françoise, ¿cómo trabajás con los pacientes psicóticos? Yo le dije: "Beatriz, yo hago esto desde que era chica".

 

--¿Cómo desde que era chica?

F.D.: Sí, desde que era una niña. "Yo también", me dijo ella. Así que ... los instrumentos están ya ahí, luego uno los mejora con el propio análisis y con los estudios de las teorías analíticas. Lacan, Bion, los anglosajones, etcétera.

 

--¿Es decir que usted siente que tenía, ya de niña, una especial competencia?

--Sí, una competencia que nació del contacto con traumas. En mi caso los traumas de mis padres. Yo nací durante la Segunda Guerra en una zona de fuerte resistencia. Se combatía en las montañas. Mi madre fue tomada prisionera por los alemanes cuando estaba embarazada de mí. Desde que nací oí hablar de la guerra. Cuando crecí y resolví ser psicoanalista no sabía que estaba activo algo que me empujaba a esa investigación. Lo curioso es que una de mis primeras preguntas frente a un paciente era: ¿Qué catástrofe ha atravesado su vida? Y fueron sus respuestas las que me obligaron a mirar en mi propia historia. La mayor parte de los psicoanalistas que se interesaron en la psicosis se formaron durante la guerra. Bion tenía 18 años en la guerra del '14 y fue psiquiatra militar durante la del '40. Winnicott era psicoanalista de niños en la Segunda Guerra.

 

--Me resulta difícil imaginar el diálogo con un paciente loco.

J.M.G.: No es difícil, porque una vez que el loco encontró la zona sensible del analista, entre los dos inventan el análisis. Y tenemos que responder como analistas a las preguntas del paciente, preguntas muy rigurosas, muy precisas y lúcidas, ya sea sobre el momento de la transferencia en que estamos, sobre los medios que tenemos para continuar, sobre la manera en que vamos a poder recordar y comunicar a otros lo que pasa en esa sesión.

 

F.D.: Me ha ocurrido llegar al hospital y que un paciente me mire a la cara y me diga: "Hay algo que no marcha hoy".

 

--El supo que usted no estaba bien.

F.D.: Lo supo. Otra mañana en que también me sentía mal, torpe, en que se me caían las cosas de las manos, una paciente se me acercó y dijo: "No sé qué me pasa, el sol no me calienta".

 

--Se refería a usted.

F.D.: Sí, se refería a sí misma para expresar algo que me pasaba a mí. Muy a menudo ésa es una segunda forma que en general inventan movidos por el temor de que el otro diga: "Usted se equivoca".

 

--Tienen la experiencia de no ser creídos.

F.D.: Saben que el mundo niega sus intuiciones. Entonces toman sobre sí lo que ven que le está pasando al terapeuta. Un delirio es una construcción necesaria. No hay otro medio de decir algunas cosas. Porque uno está solo, y de tanto hablarse termina por hacer construcciones enormes. A veces poéticas, de arte. Entonces yo le dije: "Escuche, no puedo decirle que yo creo, pero sí puedo decirle que confío totalmente en lo que dice". Decir "yo creo" sería una mentira, "tengo confianza" es la verdad. El delirio es algo precioso, es la vida de alguien y no podemos destruirlo.

 

J.M.G.: Sobre todo destruirlo con medicamentos. Hay medicamentos que destruyen el delirio, que impiden pensar.


SOBRE LOS PSICOLOGOS CONCURRENTES

"No reconocidos"

Por Ariel Dyzenchauz *


t.gif (862 bytes) Entre un 30 y un 40 por ciento de las prestaciones de salud mental en hospitales municipales son realizadas por concurrentes. La labor central del concurrente, como la del residente, es la atención de pacientes, pero la concurrencia queda encuadrada como una formación de posgrado, mientras que la residencia es reconocida como trabajo remunerado.

En cambio, el concurrente, al no estar reconocido como un trabajador, no accede a derechos como la jubilación, obra social, vacaciones, seguro de vida, sueldo y cobertura por accidente de trabajo.

El examen para acceder a ambas posiciones es el mismo. Se realiza una vez al año y consiste en una prueba escrita cuyo resultado se suma al promedio de las notas de todas las materias de la carrera; el puntaje final ubica a cada postulante en un ranking. Por año se concursan unos 25 puestos de residentes y 300 de concurrentes. A los 25 postulantes que obtienen el mayor puntaje les corresponde una residencia, y de ahí hasta el número 325 una concurrencia. Queda un número importante de profesionales afuera, ya que el total de inscriptos ronda los 900.

El gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que debería aumentar el número de residencias para revertir esta situación, lo que viene haciendo es disminuirlas, aprovechando que encuentra postulantes para cubrir las vacantes de concurrentes, ahorrándose de esta manera una gran cantidad de sueldos. El único sentido que puede tener diferenciar a profesionales que desarrollan la misma labor es el de evitar pagar sus sueldos y su reconocimiento como trabajadores.
AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR
* Concurrente en consultorios externos del Hospital Borda.
 

AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR

 

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