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EL REGRESO DE LOS QUE QUEDARON VARADOS EN CUBA
Náufragos de tierra firme

Con su barco embargado, sobrevivieron siete meses en Cuba gracias a la caridad, a alguna venta y al ingenio. Planean demandar a los diplomáticos argentinos por no ayudarlos.

Oscar López, Julián Trejo, Claudia Gillaume y Héctor Basso celebran el regreso.
"Las dos señoras que me salvaron dijeron 'no se preocupe, un plato de comida por día le vamos a dar'".

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Por Cristian Alarcón

t.gif (67 bytes) La Rioja llegó a ser popular en La Habana. Después de los últimos siete meses, a lo largo de todo el malecón sabían que en ese buque de bandera celeste y blanca, bautizado con el nombre de la provincia presidencial, vivía, en calidad de náufragos modernos, un grupo de argentinos. Sabían que estaban abandonados a su suerte por una empresa en quiebra, sin comida, sin agua, sin posibilidad de regreso. De a poco los tripulantes fueron afincándose en tierra. La necesidad, y la mano de los cubanos que fueron conociendo a la orilla del Caribe los llevó a las casas despintadas de La Habana Vieja, a las cocinas donde sobrevivieron a base de la comida nacional, que no se les negó nunca. "Esta noche volvería a comer arroz con chícharo", dice, desde ayer en Buenos Aires, Héctor Basso, uno de los últimos hombres que pudo salir de la isla, después de que la embajada argentina en Cuba aportó los fondos para los seis pasajes de regreso a casa. No obstante, los marinos anunciaron que demandarán a los funcionarios diplomáticos argentinos. "Nos hicieron esperar hasta que esto se hizo público habiendo un tratado internacional que los obliga a rescatar a quienes pasen un situación como la nuestra", aseguran.

Ninguno de los navegantes había imaginado en diciembre, cuando salieron de Buenos Aires, que terminarían en una especie de exilio habanero. Tampoco sospecharon la hambruna que se venía. Pero ya en el comienzo --partieron desde Recife, Brasil-- pasaron Navidad y Año Nuevo a bordo, a polenta y agua. Planeaban llegar con el buque cargado de viejos colectivos que serían usados por agencias de turismo, para trasladar fieles en la gira cubana del papa Juan Pablo II. En el medio nunca recibieron salarios. Y el barco se retrasó dos semanas por desperfectos y falta de combustible. Llegaron a Cuba cuando sólo quedaban en la isla los souvenirs de la gran visita. Hacia el final del derrotero cada uno había hecho conocidos y amigos en la isla. Hacían vida a la cubana. No quedaba otro remedio: los empresarios que los contrataron, Mario Secundino Pastrana y Laura Giselle Giumelli, primero les negaron la documentación para bajar a tierra por cinco días. Después desaparecieron. Dejaron deudas con el Puerto y las empresas turísticas, el Estado cubano confiscó el buque. Quedó varado en el muelle Sierra Maestra. A punto de ir a morir a Playa Honda, un cementerio de barcos.

"Nunca me voy a olvidar cuando conocí en el puerto a las dos señoras que después me salvaron. Estaban con sus hijos. Ellas dijeron "no se preocupe, un plato de comida por día le vamos a dar". Al principio no íbamos mucho, nos daba vergüenza. O nos preguntaban si habíamos comido, y uno que no está acostumbrado a pedir, mentía. Pero después en realidad teníamos mucho hambre, y no volvimos a mentir. Además descubrís que ante ellos no tenés por qué hacerlo", cuenta Basso, mozo y marinero debutante. Es de Bariloche, trabajó siempre como gastronómico, hasta que se decidió a combatir el desempleo con la mar. Tiene 33 años y una hija a la que todavía no conoce. No supuso que el viaje sería de tal duración. A su lado, un hombre como encogido, de 49 años, con 17 de navegante, primer cabo de máquina, muestra el vacío en su muñeca. Aunque aguantó todo lo que pudo, Oscar Alfredo López al final vendió el reloj. Y ya en el extremo se deshizo de la alianza. Entre sus rebusques estaba arreglar aparatos eléctricos por unos pesos cubanos. La fama del "La Rioja" también aportaba a la divulgación de los oficios. Así fue que López llegó a la casa de sus protectores, a quienes con poxipol les arregló el ventilador. El milagro argentino se hizo alimento. Por el oro le dieron 25 dólares. Lo primero que compró fue medio litro de aceite. López adelgazó seis kilos. "Como tenía esta familia que me daba yo bajé apenas cinco", dice Baso. Héctor Pezzella, director del Sanatorio Dupuytren, informó ayer a este diario que allí permanece internado Oscar Leiva, un marinero del buque varado que perdió 20 kilos en ocho meses.

--¡Qué flacos están todos!

La que entra emocionada de verlos acá es la radiotelegrafista del "La Rioja", Claudia Guillaume. Rosarina, de 26, ella pudo volver el 19 de julio junto a la cocinera Elva Tevez. "Acá pude hacer conocer el caso --dice Guillaume--. Recién entonces el gobierno dio pasajes para mis compañeros". La denuncia del grupo varado en la isla apunta ahora a los funcionarios que en La Habana, según la versión en la que coinciden, se negaron sistemáticamente a otorgarles ayuda económica para el regreso. El embajador Jorge Telerman aseguró a Página/12 que hace meses se les ofreció el traslado, pero "ellos coincidieron conveniente quedarse para defender mejor sus derechos" (ver aparte).

Los seis en Argentina sufren el desconcierto del regreso. Ya son desocupados. En sus casas contesta la computadora de Telefónica anunciando línea inhabilitada. Pagaron cinco pesos el minuto del cobro revertido hasta que ya no hablaron. El marino Julián Trejo duda sobre su oficio. Antes de este viaje sufrió otro de pesadilla. Pasó seis meses de hambre varado en el buque "Santa Evita", en el puerto de Recife, anclado al lado del "La Rioja", entonces en refacción. El destino no lo ha favorecido. En el caso del cabo López, en el hogar que dejó no sólo se trata del tono telefónico. Tenía mujer y tres hijos, pero como los sindicatos del sector le dijeron a la familia que no regresaban por decisión propia, el argumento caló hondo. Al volver las puertas estuvieron cerradas. A esta altura también extraña los guisos de La Habana.

 

Contra los diplomáticos

Los seis tripulantes que permanecieron varados en La Habana durante ocho meses anunciaron que iniciarán acciones legales contra la empresa que los contrató y contra las autoridades diplomáticas argentinas. "Existe una norma internacional que los obliga a asegurar la repatriación de los tripulantes abandonados en un puerto extranjero", sostuvo el abogado que los representa, Arturo Ravina. Ravina también acusa al Estado por el final del buque "La Rioja". El barco, según el letrado, era propiedad de la Empresa Líneas Marítimas Argentinas (ELMA) que por una "venta irregular" pasó a una cooperativa insolvente, que lo entregó a Caomar SA y a su vez ésta a Zeus, que lo abandonó en Cuba.

Al mismo tiempo, el diputado socialista Luis Polino pidió ayer la renuncia del embajador argentino en Cuba, Jorge Telerman, a quien considera responsable de la situación que "provocó consecuencias económicas, físicas y emocionales severas" en los argentinos que ayer regresaron con los pasajes aportados por la embajada. La versión de los navegantes sobre la actitud tomada por la embajada difiere con la de Telerman. El diplomático sostiene que a los perjudicados "se les facilitó atención médica y la posibilidad de hablar por teléfono y recibir faxes". "Les aconsejamos hace meses regresar al país, pero consideraron conveniente quedarse porque pensaron que así defenderían mejor sus derechos", aseguró.

 

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