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Un viaje de la tierra virgen a la explotación

El holandés Vincent Monnikendam llevó a cabo en “Madre Dao” una tarea monumental: el rescate de 300 mil metros de película que retratan los efectos del colonialismo. Esta semana en el Cosmos.

La multipremiada “Madre Dao” condensa miles de imágenes de las colonias holandesas en Indonesia.
“Cuando vi estas imágenes me di cuenta de que no había un monumento para toda esta gente”, dice el director.

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Por Luciano Monteagudo

t.gif (67 bytes) Pocas veces un documental alcanza la difusión mundial y el grado de atención por parte de la crítica que acompaña a Madre Dao, con forma de tortuga, que desde 1996 circula por salas especializadas y festivales internacionales, donde ya acumuló dieciocho premios, entre ellos el de la FIPRESCI, la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica. El film del antropólogo Vincent Monnikendam es un monumental trabajo de montaje a partir de más de 200 películas en original nitrato, rodadas por camarógrafos holandeses entre 1912 y 1933 en las colonias de los Países Bajos en Indonesia. Con estos miles de metros de películas de propaganda, destinadas a difundir la colonización industrial y religiosa del sudeste asiático, Monnikendam articuló un film .-sin comentarios de ningún tipo– que no solamente revela la concepción racista y expoliadora con que los europeos se adueñaron de la región, sino que también va más allá y descubre un mundo perdido en el tiempo, del que extrae su belleza oculta por el sufrimiento. En diálogo telefónico con Página/12, desde Holanda, Monnikendam se explayó sobre su insólita película, cuyo estreno este jueves en el Cosmos debe considerarse todo un acontecimiento.
–¿Cómo fue la selección de material? ¿Cómo encontró la forma del film?
–Fue lo más difícil de toda la película y allí reside quizás su secreto. El problema era decidir qué incluía de los más de 300.000 metros de imágenes que tenía. Había que encontrar un orden. Trabajé entonces a partir de tres categorías principales. Primero, agrupé todo aquello que tuviera que ver el medio natural, después con las instalaciones coloniales y finalmente con la población colonial propiamente dicha. Cada categoría fue a su vez subdividida, como la primera, en la que había que distinguir entre las distintas gentes y culturas que habitan en los cientos de islas de Indonesia. El material incluía ceremonias y rituales diversos. En la segunda categoría había que diferenciar entre las industrias del tabaco, del azúcar y del combustible y las zonas donde estaban instaladas. Y en la tercera había que clasificar las imágenes que correspondían a los misioneros, a los industriales... Una vez ordenado todo este material, volvía a verlo una vez más, para iniciar la selección y decidir qué tomas eran más representativas. El primer corte de montaje que hice incluía más de 2500 tomas, pero todavía tenía que sacar una película de todo eso. Empecé a usar tres programas informáticos para manejar más rápidamente el material, pero las computadoras tendían a imponer su propio criterio, por lo que tuve que volver a trabajar artesanalmente. La llave que abrió la organización final fue la leyenda cosmogónica de Madre Dao, con la que los nativos de las islas Nias explican el comienzo del universo. Allí se habla de un mundo fértil, virgen, que es el que se ve en el inicio del film, y al que llegan los europeos para implantar toda la maquinaria colonial.
–Su película se hizo a partir de ese material, pero usted le dio una visión interior que va más allá de la realidad de esas imágenes...
–Esa subjetividad de Madre Dao nació también del proceso de selección de material. La elección que hice fue concentrarme en los nativos, en los trabajadores, en los cientos de miles de indonesios que los holandeses explotaron durante siglos. Cuando vi estas imágenes me di cuenta de que no había un monumento para toda esta gente y que el colonialismo había existido a partir de la perpetuación del anonimato de estas personas.
–Hay, en cierto sentido, un mundo apocalíptico en esas imágenes, como si los camarógrafos no hubieran sido conscientes de qué estaban filmando.
–Es cierto. Uno de los problemas que me planteó la película fue saber quiénes fueron esos camarógrafos, cómo pensaban, qué reflejaban de la mentalidad de la época. La mayoría de ellos no tenían el más mínimo respeto por la población indígena y a su manera también le temían, por esola filmaban generalmente a una distancia prudencial. Las cámaras de entonces eran muy pesadas y tenían un solo lente y es por ello que esa distancia espiritual entre europeos e indígenas se traduce también en una distancia física. Son relativamente muy pocos los primeros planos que encontré. De los más de cuarenta camarógrafos que pude identificar, solamente uno se podría decir que tenía respeto por la gente que filmaba.
–El film expone una idea del trabajo como mecanismo de dominación, al margen de su utilidad. ¿Esto lo descubrió también en la selección?
–Durante el proceso de producción de Madre Dao tuve que interrumpir el trabajo durante un año, para poder financiar el proyecto. En ese lapso hice un documental sobre los llamados inmigrantes ilegales, turcos y árabes mayoritariamente, que trabajan en Holanda sin papeles. Son miles de personas en esta situación, empleados en los invernaderos y trabajando en condiciones infrahumanas, vergonzosas. Este documental provocó un shock en Holanda y me sirvió para poder retomar Madre Dao. Cuando volví a la selección de material, elegí concentrarme en las imágenes de los miles de trabajadores indonesios, porque era evidente que el sistema no ha cambiado nada en el último siglo. La explotación es la misma.
–La banda de sonido de Madre Dao es excepcional. ¿Cómo la concibió?
–Todos esos miles de metros de película sobre las colonias eran mudos. Por lo tanto, tuve que crear una banda de sonido a partir de la nada. Trabajé junto con el compositor Jan Drier-Groenendijk, utilizamos grabaciones de la región, procesadas electrónicamente, y también algunos poemas. Como Madre Dao no tiene ningún tipo de comentario, los poemas se convierten en una suerte de comentario implícito sobre las imágenes.
–Su película parte de documentación específica sobre una situación de explotación colonial y, sin embargo, hay algo profundamente universal...
–La película se exhibió en 52 festivales de todo el mundo y descubrí que en cada país los espectadores reconocen algo de su propia historia, de su relación con el pasado. Los franceses asocian las imágenes del film con sus colonias en Argelia, los belgas con el Congo, los estadounidenses con las culturas indígenas... No se trata sólo de la relación de Holanda con sus colonias. La película abarca un pasado que nos es común a todos.

 

“De visión imprescindible”

Cuando hace un par de años la Cinemateca de Ontario, en Canadá, le dio a la ensayista norteamericana Susan Sontag carta blanca para elaborar un ciclo con aquellas películas que, en su opinión, eran esenciales en el transcurso de la historia del cine, la autora de Contra la interpretación, además de seleccionar títulos de Jean-Luc Godard y Hans-Jürgen Syberberg, entre otros, puso en los primeros lugares de su lista a Madre Dao, con forma de tortuga. Para el catálogo, Sontag escribió: “En estos días, las obras maestras tienden a ser logros singulares, inesperados, incluso improbables. Quién hubiera pensado que, a partir de material documental anónimo rodado en Indonesia a principios de siglo por las autoridades coloniales, un director holandés contemporáneo podía hacer un film que es al mismo tiempo una encendida reflexión sobre los saqueos del colonialismo y una noble obra de arte. Madre Dao es la película más importante y poderosa que se haya realizado en un género fascinante, el del film realizado a partir de material preexistente. Como esa otra obra maestra que es El hombre con la cámara, de Dziga Vertov, Madre Dao es un viaje deslumbrante, una película de visión imprescindible”. Para la revista especializada Cahiers du Cinéma, el film de Vincent Monnikendam “obliga a desarrollar una verdadera moral de la mirada, que el espectador debe constantemente poner a prueba, porque la menor imagen se convierte en motivo de un tratamiento en profundidad, el lugar de un cuestionamiento íntimo sobre su naturaleza y utilidad”. Por su parte, el diario Le Monde consideró que en Madre Dao “la evaluación de los cuerpos, la inspección médica, el paso por las duchas de esos hombres y mujeres tratados como ganado anuncian las futuras víctimas de este siglo”.

 

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