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UN ROBO TERMINO CON CUATRO ASALTANTES MUERTOS
En Mataderos llovieron balas

Entraron a robar una inmobiliaria. Al
salir, se toparon con la policía. En un
infernal tiroteo, cuatro cayeron muertos.

Uno de los ladrones muerto; dos integrantes de la banda se fugaron.
En el local había una pareja que no se enteró del asalto.

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Por Horacio Cecchi

t.gif (67 bytes) Mataderos se sumó ayer a la lista de los asaltos espectaculares. Tres hombres armados robaron una inmobiliaria de Lisandro de la Torre al 1500, a las 9.15, con el apoyo de al menos otros tres que aguardaban en la calle. Buscaban una suma considerable, pero el dato que manejaban era erróneo: sólo encontraron 2100 pesos. Encerraron a los dos empleados del local, mientras una pareja de clientes, de unos 60 años, llenaba unos formularios con sus datos sin sospechar nada. Al salir a la calle, los asaltantes se toparon con la Espiral Urbana. Inmediatamente se desató un tiroteo que terminó con dos prófugos y cuatro muertos por el lado de la banda. Trajeados como estaban, en Belgrano o Barrio Norte los delincuentes habrían sorteado el operativo de los 300 detenidos diarios. Pero, a esa hora, en Mataderos nadie usa corbata.
“Entraron a las 9.15. Yo estaba atendiendo a una pareja de unos 60 años que buscaba un departamento para alquilar, y les di para que llenaran un formulario –relató a Página/12, Rodrigo Rey (19), uno de los empleados de Mas Propiedades–. Uno de los tipos, muy bien vestido, se sentó en el escritorio de Eduardo (Dalbis, de 49 años, el otro empleado) y le empezó a preguntar datos sobre inversiones inmobiliarias en la zona. El otro vino a sentarse junto a mi escritorio, al lado de los clientes, como si estuviera esperando que yo lo atendiera.”
Mientras la pareja llenaba el formulario, el que simulaba esperar se levantó y se acercó a Rey. “Vení conmigo, y no te hagás el boludo porque te apago”, le dijo disimuladamente, mientras le mostraba un arma. Rey lo acompañó hacia una de las oficinas del interior del local. A los pocos segundos, apareció Dalbis, también en silencio y encañonado por el inversor trucho. “Dalbis me decía ‘tranquilizate que no va a pasar nada’, pero qué, yo estaba muerto de miedo”, aseguró después Rey, mesando su barbita candado, atareado con el ajetreo de las declaraciones policiales y con la conciencia todavía lejana a lo que había vivido.
Un tercer personaje, también trajeado, entró a los pocos minutos al local. Cruzó la recepción donde se encontraban los dos clientes de más de 60 llenando el formulario, y enfiló derecho hacia la oficina. “¿Dónde está la guita?”, preguntó uno. El tipo hablaba tranquilo, “pero igual tenía el dedo en el gatillo”, recordó Rey. “Le abrimos la caja fuerte. Había 2100 pesos que se los dimos enseguida.” El trío de inversores truchos guardó la plata, pero reclamó más. “‘No se hagan los boludos que acá hay más tela, ¿dónde la guardaron?’–dijo uno–, el único que estaba como loco.”
Al parecer, la banda había recibido el dato de una operación inmobiliaria por 50 mil pesos que se habría realizado el día anterior, pero el dato era erróneo o incompleto, porque la operación se habría realizado en un banco. El trío encerró a Rey y a Dalbis en el baño del local y se dedicó a registrar todos los escritorios, detrás de los cuadros, en cada rincón de la inmobiliaria, mientras la pareja intentaba completar el formulario.
Ninguno de los tres inversores truchos pudo hallar el dinero. En algún momento, decidieron retirarse. Tomaron una pistola 38 del local y salieron a la calle. Los esperaban otros tres cómplices en la puerta y un patrullero de la División Prevención del Delito en la esquina de Lisandro de la Torre y Zelada. La banda había estacionado un Peugeot 405 y un VW Gol contra la vereda, y un Fiat Siena dando la vuelta por Zelada. “Se les pidió identificarse. Resultaban demasiado sospechosos como se manejaban –dijo a Página/12 el comisario Carlos Sidrás, jefe de Prevención del Delito–. Estaban bien vestidos, tendrían entre 45 y 50 años. Salieron apurados de la inmobiliaria y cuando vieron el patrullero se dispersaron y empezaron a tirar.”
Tres escaparon hacia Zelada y el resto huyó por De la Torre. Uno de estos últimos intentó subir al Gol que, inexplicablemente, había cerrado con llave. Las balas policiales no le dieron tiempo. El segundo cayó en un pasillo a mitad de cuadra. El tercero logró huir. Del grupo que escapó hacia Zelada, dos murieron en el camino, mientras el último también desapareció entre los comerciantes que recién empezaban a levantar sus persianas, y algunas vecinas que terminaban de baldear la vereda. “El lunes uno de los delincuentes pasó por la inmobiliaria para analizar el lugar, con la excusa de buscar un departamento. Los tipos eran profesionales y estaban muy bien armados”, informó un subcomisario de Prevención de Delitos que verificaba medidas y tomaba datos. “Dos se nos escaparon, pero no sabemos si había otros que no vimos.”
Desde que entró el primer inversor trucho al local y se sentó frente a Dalbis, hasta que sonó el último disparo, habrán pasado unos 10 minutos, a lo sumo 15. Recién al promediar el tiroteo, la pareja de clientes comprendió la situación por la que había pasado. La mujer sufrió un shock nervioso y fue internada en el Hospital Santojanni.

 


 

PEDIDO DE LA APDH A LA JUSTICIA
Controlen a la Espiral

t.gif (862 bytes) Dirigentes de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) se entrevistaron ayer con el presidente de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, Carlos González, para pedirle que establezca el criterio para que la Policía Federal detenga a personas por averiguación de identidad, en relación con las detenciones masivas realizadas por la fuerza en el marco del operativo “Espiral Urbana”. El tema podría ser tratado en el acuerdo que celebrará hoy el tribunal, según revelaron fuentes judiciales.
Del encuentro participaron el vicepresidente de la APDH, Simón Lázara, el diputado nacional Alfredo Bravo, el ombudsman porteño, Antonio Cartañá, y el ex senador Adolfo Gass. Los dirigentes expresaron que la policía no puede esgrimir la aplicación de la denominada Ley Lázara para hacer detenciones “al voleo”, puesto que esa norma –la 23.052– dispone que solamente se puede demorar a una persona por un máximo de 10 horas sólo ante la presunción de que está por cometer un delito. La ley establece además que la policía debe comunicar cada detención al juez de turno.
“Queremos que se ejerza el control legal de estos procedimientos, y que la Justicia establezca el criterio de aplicabilidad de la ley a través de una acordada”, dijo Lázara a Página/12. “Estamos de acuerdo en que haya prevención, pero tiene que hacerse en el marco de la ley”, agregó.

 

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