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UNA CARTA LOGRO QUE EL GOBIERNO AYUDE A UN NENE CON SIDA
Batalla para no perder a Lucas

Verónica López corría el riesgo de que le quitaran la tenencia de su nieto de seis años, enfermo de sida, por falta de recursos. Escribió una carta de lectores. Prometieron ayuda Menem, Ruckauf y el médico presidencial.

Lucas y su abuela Verónica, en el Hospital Gutiérrez, donde el chico lleva dos meses internado.
“Me lo darán a Lucas, ¿no? Si no, podré llamar de vuelta a los medios”, anticipa.

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Por Alejandra Dandan

t.gif (67 bytes) –“Ma, ni bolilla te dieron”. Lucas tiene razón. Señala a dos médicas ingresando en el Pabellón V del Hospital de Niños. Las mujeres están enojadas. Menos con él que con su abuela Verónica López. Esa mujer de 47 años a la que él llama ma. Hace poco menos de un mes, una asistente social dijo a su abuela: “Mami, es mejor que una familia sustituta se haga cargo de Lucas”. Verónica enloqueció, como enloquece cada vez que la zanja abierta por el vih en Lucas se hace presente. Como infectó también a su hija Analía –la mamá de Lucas– ahora muerta. Peleó dinero para seguir el tratamiento de su nieto. Dos meses atrás Lucas entró en el hospital con un cuadro de desnutrición avanzado. Presionada por el fantasma de perder su nieto, ella escribió una carta de lectores a un diario. Por esa carta, la Legislatura hizo un proyecto de pedido de informes sobre el hospital. Verónica fue recibida por la secretaria de Carlos Menem y Carlos Ruckauf gestionó y pagó los primeros 400 pesos de un subsidio mensual por diez años. Pero por esa carta se irritaron las mujeres de asépticos guardapolvos blancos. Por eso Lucas repite antes de dormirse “ma, ni bolilla..”. Y se queda mirándolas pasar.
Lucas juega. Los ojos negro brillantes le ganan a la sombra oscura que se obstina en opacar la cara. “Quiero frutilla, ma... dalee”. Verónica escucha. El pabellón está lleno. Detrás de los delantales pasan changos cargados por alguna empresa dadivosa: “Desea una ensalada”, preguntan obsequiando eso, potes con frutas. Verónica tiene miedo de seguir hablando de su historia. “Desde que apareció la carta, no me dan bolilla. No todos, claro.” La mujer prefiere ser justa con algunos médicos. “No me quieren hablar –sigue–, lo mismo voy a traer a Lucas para que lo atiendan.” Todavía no sabe siquiera si tendrá por fin a su nieto de vuelta en casa. Mareada de promesas y confundida por la situación judicial de Lucas, la abuela se pierde: “Porque, ¿me lo darán?”.
La batalla por la tenencia de Lucas se inició hace un año. En los tribunales de San Martín, Verónica empezó la causa de su nieto de seis años todavía sin documentos. A los 20 Analía daba a luz a Lucas. Su padre, “dicen que es un militar y que estaba casado”. Verónica habla de esos dichos, lo único tangible en la historia del padre de Lucas. “Porque tengo una hermana en Salta –sigue la abuela– que fue a la casona de los padres del tipo y ni siquiera la atendieron. No quieren escuchar nada. Nada.” Seis meses después del parto, Verónica quedaba turbada por las recaídas del chiquilín. “Tenía fiebre, no quería comer, andaba desganado.” Los síntomas del nieto la condujeron al Hospital Ricardo Gutiérrez, el mismo lugar al que volvería una y otra vez en los siguientes seis años. Los médicos hicieron estudios de rutina y dieron la conclusión. Lucas tenía esa maldita enfermedad de la que Verónica apenas había oído hablar. Ni siquiera sabía que su hija Analía también tenía el virus. “No me lo había dicho”. Le dijo a su hija que no trabajara más. Que el trabajo de albañil de su esposo y los 600 pesos mensuales suyos alcanzaban para todos. También para Maila, la hermana mayor de Lucas. Es que a los 14 Analía tuvo a su primogénita.
Es la cuarta vez que su nieto queda internado en el Hospital. La extensión fue siempre similar. “Dos meses, ayer se cumplieron dos meses”, sitúa Verónica y cuenta que la última vez fue en el verano. Para cada internación ella se prepara un catre. Lo acomoda al lado de su nieto y queda ahí. Cada noche de cada día. Desde la muerte de su hija, la abuela dejó el trabajo para dedicarse a Lucas. Cada 15 días o una vez por mes cargaba al nieto en el 228 desde Tortuguitas hasta Saavedra y después al 68. En total dos horas y entre 8 y 10 pesos de viaje para llegar al Hospital. Los médicos que atendieron a Lucas decidieron asentar una denuncia por su estado y se abrió una causa en el juzgado atendido por Liliana Filgueiras. Exigían una familia sustituta para reemplazar los cuidados que –según entendieron– Verónica no daba a su nieto. Al mismo tiempo en San Martín continúa la causa iniciada hace un año por Verónica en el juzgado 10. Después de unos diez días de la denuncia, Verónica resolvió enviar la carta a Clarín. Cuatro días después Filgueiras se declaró incompetente para continuar con la causa. El jueves pasado las legisladoras María Elena Naddeo y Gabriela González Gass impulsaron un proyecto requiriendo al Ejecutivo porteño un informe sobre el caso y el Hospital.
Verónica conoció, en tanto, la efectividad de la artillería menemista. Después de su aparición por tevé, una de sus hijas recibió llamados de Lorena Canepa, asesora de Carlos Ruckauf, de la secretaria de Alejandro Tfeli, el médico de Carlos Menem, y –sin perder el tren– una de las secretarias de Carlos Menem. “Me dijo que eran cuatro, no sé si Alicia o Rita”, titubea Liliana. Después de los llamados, Verónica recibió un subsidio de 400 pesos tramitado vía Ruckauf. Será por diez años, al menos así le explicaron. La mujer estuvo ayer en Casa de Gobierno. “Todavía no me atendió Menem. Me dijeron ahora que le escriba una carta para contarle lo de Lucas.”
El pabellón sigue lleno. Ahora dos jovencitos regalan muñecos de peluche. No son lindos pero los internos los esperan como golosinas. Lucas sigue dormido y su tío Pelusa va a buscarle uno. Vuelve con un conejo vestido de mujer. Parece blanco. Y la abuela repite la mecánica la misma pregunta como una canción de cuna: “Me lo darán a Lucas, ¿no? Si no, podré llamar de vuelta a los medios”.

 

Claves

u A los 6 meses se le detectó a Lucas vih. Su madre Analía murió tres años después por el virus. La abuela Verónica López empezó el trámite de la tenencia en San Martín.
u El 8 de julio, Lucas ingresó en el Hospital Ricardo Gutiérrez con un cuadro de desnutrición avanzado.
u La comisión de maltrato del hospital denunció su caso y pidió una familia sustituta para Lucas. Por esta vía se inicio una causa en el juzgado 10 de la Capital. La jueza a cargo, Liliana Filgueiras, se declaró incompetente.
u La Legislatura prepara un pedido de informe sobre el caso y el hospital.
u A través de sus secretarias, Carlos Menem y su médico Alejandro Tfeli prometieron ayuda económica a Verónica. Carlos Ruckauf entregó un subsidio de 400 que la abuela recibirá por diez años.

 


 

El día en que abuelas y nietos hablaron de sida

Un taller realizado en una escuela de la Boca reunió a dos generaciones: adolescentes que nacieron en tiempos del sida y abuelas que sólo
se cuidaban para no tener más hijos. Hablaron de prevención.

Por Mariana Carbajal

t.gif (862 bytes) La señora de pelo encanecido y cara arrugada sorprendió al auditorio joven: “¿Saben que sina18fo02.jpg (7212 bytes) tienen relaciones (sexuales) deben usar preservativo? Ahora no es como en mi época. Con el sida hay que cuidarse siempre”. La frase salió de la boca de Dominga “Ñata” de Barbieri, de 76 años, una de las mujeres “mayores” que aceptaron el desafío de participar del taller para abuelos y nietos sobre sexualidad y prevención del VIHsida, organizado en un colegio de la Boca, uno de los barrios de la ciudad de Buenos Aires más afectados por la epidemia del sida. “La idea es integrar a abuelas y abuelos con nietos: porque a los adolescentes les es más fácil hablar de sexualidad y contar sus problemas a las abuelas que a las madres y esto a las abuelas les interesa mucho, porque es una forma de reivindicar su propio derecho a la sexualidad”, explicó a Página/12 Mabel Bianco, directora de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM), que organizó el taller. La propuesta, que se repetirá en otras escuelas, es uno de los 35 proyectos aprobados y financiados por el programa Lusida, del Ministerio de Salud, para prevenir el HIV-sida.
La particular experiencia se realizó en el Colegio Evangélico William Morris, dependiente de la Iglesia Metodista de la Boca. “Nos pareció muy interesante. A los chicos les permite valorar cómo varían las miradas sobre una enfermedad, como el sida, según la edad de las personas. Además los enriquece la posibilidad de compartir con gente mayor, que no son sus padres”, señaló la rectora del colegio secundario, Claudia Lombardo. La convocatoria al taller fue lanzada en la iglesia y en un centro de jubilados del barrio, y también se extendió a los abuelos y abuelas de los alumnos. Pero sólo dos señoras se sumaron al proyecto: Ñata, de 76, y Clara de País, de 68. Ninguna de las dos tenía algún parentesco con la docena de alumnos de 1º a 3º año del colegio –en su mayoría mujeres– que completó el grupo de trabajo.
“He aprendido mucho y además me divertí. Tenía la idea de que el sida afecta a la gente promiscua nada más. Ahora sé que no. Además, los chicos me dieron la pauta de que podemos hablar con ellos, que nos escuchan. Pero me voy tranquila porque me di cuenta de que están muy informados sobre el sida”, comentó Ñata a Página/12. Por su simpatía y espontaneidad, Ñata fue la estrella del taller. Más callada, Clara también siguió con atención las propuestas de los coordinadores: la médica ginecóloga Laura Pagani y el psicólogo Roberto Granulles.
Las abuelas no se sonrojaron cuando llegó a sus manos el preservativo femenino para que lo observaran en detalle. Ni tuvieron reparos en contarles a los chicos qué sabían ellas sobre las enfermedades de transmisión sexual (ETS) cuando eran jóvenes. “La sífilis era un tabú. Se creía que sólo afectaba a las mujeres que se dedicaban a la prostitución”, describió Clara. “Nosotras no sabíamos nada”, acotó Ñata. “La gente no se moría, se curaba con un tratamiento. Pero quedaba (socialmente) marcada”, agregó Clara.
Los síntomas de cada una de las ETS (sífilis, gonorrea, HPV, hepatitis B, HIV-sida), sus consecuencias en la salud y cómo prevenir su contagio fueron los ejes del taller, que se extendió durante más de tres horas, por la tarde, los dos últimos jueves. “Tienen que usar siempre forro”, les dijo Granulles. Chicos y grandes aprendieron en el aula las diferencias entre un portador del HIV asintomático y sintomático y a colocar el preservativo, masculino y femenino. También que las mujeres tienen más posibilidades que los varones de contraer el virus del sida en una relación sin protección.
Una de la últimas actividades del taller fue una dramatización, en la que Ñata sorprendió al auditorio. Interpretó a una abuela que recibía la visita de su nieta y su flamante novio, encarnados en dos alumnos del taller. Tras dudar de la “seriedad” de la relación amorosa de los dos adolescentes, la abuela fue al grano: “¿Saben cuidarse? ¿En el colegio les enseñan educación sexual? ¿Saben que hay que usar preservativo siempre?”,les disparó casi sin respiro a los dos chicos, mientras la platea se divertía con la revelación actoral. Al escuchar las respuestas afirmativas de los enamorados, la abuela se tranquilizó: “A pesar de ser vieja estoy muy actualizada –les aclaró–. Por eso, lo único que les pido es que cuando tengan relaciones (sexuales), se cuiden”, cerró Ñata. Y se ganó un estruendoso aplauso.

 


 

PARA EL PNUD, ARGENTINA ESTA 36º EN CALIDAD DE VIDA
Estamos mal pero nos ven bien

t.gif (862 bytes) La Argentina ocupa el sexto puesto entre los países de América latina y el Caribe con mejor calidad de vida, y está en el puesto 36 –igual que hace un año– en el último ranking elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). El país se ubica entre los de “alto desarrollo humano”, por debajo de naciones de la región como Chile (que está en el 31º puesto) y Costa Rica (en el 34º). Según el informe, que se oficializará hoy, en los países de América latina se ha dado una paradoja: fueron los que más progresaron en desarrollo humano en las últimas tres décadas, en un proceso marcado por la explosión del consumo y, a la vez, por un incremento de las desigualdades.
De acuerdo con el informe, los argentinos tienen al nacer una esperanza de vida de 72,6 años, punto en el que aventajan a sus vecinos chilenos, que viven un promedio de 75,1 años. Las expectativas están apenas por debajo del promedio de los países con alto desarrollo humano (73,5 años). Las esperanzas de vida en la Argentina son mayores para las mujeres, con 76,2 por ciento, contra el 69,1 por ciento.
El informe del PNUD destaca virtudes y defectos de la situación argentina: mientras el 29 por ciento de la población no tiene acceso a agua potable, el 97 por ciento de los partos fue asistido por personal de salud capacitado; el nivel de alfabetización es de 96,2 por ciento del total de la población adulta (mayor que Chile, con un 95 por ciento pero inferior a Uruguay, con el 97,3 por ciento). Cada argentino recibe –en promedio– 3097 calorías en su alimentación diaria, cantidad superior a la media mundial de los países desarrollados, que es de 2858 calorías.
Pero también sobresalen los puntos débiles, como la tasa de mortalidad de lactantes, que es de 22 por cada mil nacidos vivos, o la de mortalidad en menores de cinco años, que es de 25 por mil. El 6 por ciento de los argentinos, sostiene el informe, no sobrevivirá a los 40 años.
En cuanto a la situación de América latina, el informe indica que la región registró un índice de desarrollo de 0,83, por encima de la media mundial (0,772). El subcontinente –sostiene– ha hecho considerables progresos en servicios sociales básicos: un 77 por ciento de la población tiene acceso a agua potable y casi el 79 por ciento a servicios de salud.
Las mejoras han sido notables en la enseñanza, con una alfabetización de adultos de casi el 90 por ciento. El progreso alcanzó a la igualdad de oportunidades de las mujeres: Cuba y Costa Rica están mejor conceptuadas que Francia. Pero en forma paralela, creció la desigualdad: la mortalidad infantil es del 35 por mil, frente al 15 por mil del este de Asia. Según el informe, la región es la “que más ha aumentado los niveles de consumo, pero donde más se registran las disparidades”, especialmente en el mundo rural, donde más se concentra la pobreza.

 

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