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REPORTAJE EXCLUSIVO A FRANCIS FUKUYAMA

"Al FMI no le importa la corrupción oficial"

Hace nueve años vaticinó "una inquebrantable victora del liberalismo económico y político". Mañana Francis Fukuyama llega a la Argentina. Antes discutió el mundo con Página/12.

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Por Martín Granovsky

t.gif (67 bytes)  Ocho años atrás desató un revuelo. Dijo que el único paradigma en pie era el liberalismo, en política y en economía. Muchos creyeron que pronosticaba el fin de la historia, cuando en realidad daba por segura la victoria de un sistema. Pese a todo, Francis Fukuyama, 45, profesor en la George Mason University, ex funcionario del Departamento de Estado, actualmente escribiendo un libro sobre los valores morales, sigue en sus trece. Antes de partir a Buenos Aires, donde llegará para disertar en la convención de la Cámara Argentina de la Construcción sobre "Las condiciones institucionales del crecimiento económico", mantuvo una entrevista telefónica en la que nada quedó sin comentar. Ni siquiera Mónica.

--¿Lo desconcierta este mundo?

--Naturalmente me preocupa la economía mundial.

 

--Está claro que afecta a los mercados emergentes y a Japón. ¿La crisis afectará también a los Estados Unidos?

--No sé cómo los afectará, pero no es realista pensar que los Estados Unidos quedarán aislados si la situación económica empeora.

 

--Los economistas discuten si no habría que controlar más el flujo de capitales. ¿Qué opina?

--Soy cientista político, no economista. Pero le digo que si se vuelve a un mundo de restricciones habrá problemas para el desarrollo de los capitales, y por ende para el desarrollo económico.

 

--¿Una depresión transformará el modelo capitalista actual?

--Como es obvio, si eso ocurre se repensarán muchas cosas.

 

--¿Cuáles?

--Esperemos. Si hay depresión global le contesto esa pregunta.

 

--¿Qué tipo de crisis estamos viviendo?

--Bien, situémosla. Asia vivió una crisis de superproducción. Lo que funcionaba mal era su modelo de crecimiento con intervención estatal, subsidios e inversión en industrias estratégicas. Este esquema funcionó muy bien durante muchos años, pero colapsó. Los países asiáticos fabricaron demasiados autos, demasiados semiconductores, demasiados televisores.

 

--Está de moda criticar al FMI. Le derivo una de las críticas: ¿por qué el Fondo no observó ese proceso?

--Tiene que ver con su debilidad.

 

--¿Con su debilidad financiera o con su debilidad intelectual?

--Mire, el FMI tiene gran experiencia en tratar los problemas de países como México y la Argentina desde la crisis de la deuda de principios de los '80. Pero allí entre ustedes el problema fue la hiperinflación, o la inflación, y en Asia el problema era la responsabilidad fiscal e incluso la deflación. Por otra parte, el Fondo no tomó seriamente en cuenta los problemas institucionales que sufrían, por ejemplo, Corea e Indonesia. Y nunca considera verdaderamente el impacto de la corrupción oficial.

 

--¿También hubo un error de percepción política en Rusia?

--Bueno, está muy claro para mí que el problema ruso es de instituciones y de cultura, y que la influencia que puede ejercerse desde afuera es muy limitada. En Japón, o en Alemania después de 1945, teníamos países ocupados por los Estados Unidos. Y el general (Douglas) Mac Arthur jugó un papel clave en la reescritura de la Constitución. No es ése el caso de Rusia. No lo es ni de lejos. Tomemos el caso de las privatizaciones rusas. Funcionaron, pero de manera limitada.

 

--Su último libro, el de 1996, se llama Confianza. Ahora parece concentrado en las instituciones políticas. ¿Por qué esa inquietud?

--Es que si la gente no cree en sus instituciones nada funcionará bien. Si no están claras y no son estables las reglas en materia de derecho de propiedad y capitales, el crecimiento será imposible. Y, en general, creo que el gran obstáculo para el desarrollo en América latina, para hablar de su región, o en la Argentina y México, es justamente el problema de la credibilidad en las instituciones.

 

--¿Cuáles son los instrumentos de la credibilidad?

--Las elecciones libres, el funcionamiento de los partidos políticos, una policía sin corrupción, libertad de prensa, la independencia del Poder Judicial, la transparencia, un cuerpo de empleados públicos honestos y eficientes.

 

--Parece un programa político. Dígame cómo garantiza la honestidad de los funcionarios.

--Persiguiendo penalmente a quienes no cumplan con la ley. Los funcionarios no pueden sentirse tentados a recibir coimas de las empresas o de los ciudadanos.

 

--¿Cómo se llega a ese punto? O si usted prefiere, ¿desde dónde se parte para llegar a ese punto de honestidad pública?

--Se requiere un sistema moral.

 

--¿América latina no lo tiene?

--No podría decirlo de ese modo. Pero sí identifico una característica. Como naciones católicas, las naciones de América latina tienen una cultura que subraya lo que yo llamo low radio of trust, un pequeño espacio de confianza.

 

--¿Significa que la confianza de la gente es limitada?

--Sí. Por ejemplo la gente cree en su familia pero no en los extraños. O sea: no cree en alguien con quien no tenga una conexión personal.

 

--¿Tampoco en el Estado?

--Si el Estado aparece como algo distante, tampoco. Y por eso desconfía de los funcionarios públicos. Históricamente este proceso fue el resultado de gobiernos supercentralizados y Estados arbitrarios, cosas que hicieron que la gente enfatizara esa actitud de recluirse en la familia. Tome, si quiere, para salir por un momento de América latina, el ejemplo italiano. Allí rige el mismo espacio de confianza reducido como fruto, entre otros motivos, de que el Estado no funcionó en el combate contra la mafia.

 

--Cuando llegue a la Argentina podrá darse cuenta de una percepción, originada en el contrato entre IBM y el Banco de la Nación Argentina. Muchos aquí sienten que los Estados Unidos tienen un doble patrón de conducta. Que piden transparencia y no combaten la corrupción desde casa.

--No conozco el caso en detalle, pero me parece que en los Estados Unidos el doble patrón de conducta tiende a desaparecer. Y ni le cuento si tomamos en consideración el siglo pasado, cuando realmente el criterio doble estaba generalizado, y lo comparamos con la actualidad, cuando ese doble criterio puede ser una excepción. He escuchado, eso sí, que las empresas norteamericanas se sienten en inferioridad de condiciones frente a las alemanas, para poner el caso de un continente donde las empresas hasta pueden utilizar las coimas para deducir impuestos. No estoy justificando la posible corrupción de ninguna empresa norteamericana. Simplemente lo digo para sacar una conclusión evidente: estamos frente a uno de esos típicos problemas que sólo pueden resolverse por la acción colectiva. Eso irá ocurriendo a medida que esa acción de todos convenga.

 

--¿Por qué debiera convenir?

--Porque podría suceder que el nivel de distorsión de costos hiciera mejor un sistema de mutuo acuerdo de honestidad que el pago de grandes coimas.

 

--Pero las empresas grandes no sufren distorsión de costos: inflan los contratos y el sobrecosto lo paga el Estado.

--Por eso es un típico problema global: deben discutirlo todos.

 

--¿Tiene solución?

--En los Estados Unidos se pagaban coimas. Hoy se pagan muchas menos. En cambio, en otros países cuando alguien de la familia se hace político sabe, y los demás lo admiten, que es para enriquecerse.

 

--...

--Hablo de Tailandia.

 

--Usted nombró antes, entre otros factores, la libertad de prensa como base de la credibilidad en las instituciones. ¿Por qué?

--Es una de las formas de protección de los ciudadanos. Y si, además, un sistema de partidos fuerte hace que la oposición esté en condiciones de alcanzar el poder, la propia competencia política dejará a la luz los casos de corrupción.

 

--El caso Clinton-Lewinsky, ¿es público o privado?

--No es privado. Clinton usó el poder de la presidencia.

 

--Esa presidencia, ¿termina?

--No sé. Estamos 50 y 50 en probabilidades. Lo que tengo claro es que, con cualquier solución, todo debe terminar en el corto plazo.

 

--¿El alto nivel de empleo no puede salvar a Clinton?

--No sé. Es cierto que es alto y que no hay inflación, pero no estoy seguro de que sea suficiente.

 

--¿Cómo puede resultar una presidencia de Al Gore?

--A esta altura, más firme que la de Clinton.

 

--¿Está conforme con el fiscal especial Kenneth Starr?

--En los Estados Unidos hay una tradición de darles discrecionalidad a los investigadores. Igualmente me parece que hay que ponerles límites. Y apostaría a que cuando venza el mandato de Starr, en noviembre, se terminarán sus poderes especiales.

 

--En su tesis preguntándose sobre el fin de la historia usted decía que sólo había un paradigma: la democracia capitalista. ¿Piensa lo mismo ocho años después?

--Francamente, no veo alternativas.

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