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La salud de Buenos Aires es asunto de estudiantes

Un programa convoca voluntarios entre alumnos universitarios para realizar tareas de prevención sanitaria. Las actividades vinculan a los jóvenes con lo que pasa afuera de las aulas.

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t.gif (67 bytes)  "¿Ustedes saben cómo ponerse un preservativo para cuidarse del sida?", pregunta una joven a un grupo de escolares. Algunos esbozan una sonrisa, mientras otros escuchan interesados. La disertante no es médica ni experta en el tema: es uno de los 220 estudiantes universitarios que asisten al curso de voluntariado "Buenos Aires con vida", organizado por la Secretaría de Salud porteña. El programa capacita a alumnos universitarios para que actúen como agentes preventores de enfermedades y, a la vez, les abre una puerta a la realidad que encontrarán cuando terminen sus carreras. "El curso me conecta con el presente del país, porque cuando uno se encierra mucho en la facultad pierde noción de lo que le pasa todos los días a la gente", reflexiona Gabriela Besocke, estudiante de Medicina. Y un compañero suyo, Germán Lara, agrega: "En los primeros años de la carrera no tenemos una práctica donde aplicar los conceptos teóricos aprendidos. Acá podemos empezar a hacerlo".

La carencia de recursos es una de las causas de la existencia del programa. Como es muy caro contratar médicos para cumplir tareas de promoción y prevención, las autoridades recurren a los estudiantes. "Lo que se necesita para este tipo de campañas son técnicos, no médicos. Pero eso no existe en la Argentina. Por eso, trabajamos con estudiantes. Ya tienen conocimientos que, sumados a un curso de capacitación, les permiten actuar como agentes preventores", reconoce André Blake, colaborador del proyecto.

"En realidad, estamos cubriendo una faceta inexistente en muchas carreras del área de la salud. En los últimos años, en Medicina desapareció una materia donde se enseñaba Atención Primaria de la Salud. Los alumnos perdieron el contacto con la gente", explica Héctor Trimarchi, coordinador del programa. "No menospreciamos la formación académica, pero el trabajo dentro de la comunidad es fundamental. El sistema de formación profesional está totalmente desarticulado del terreno donde se va insertar el graduado", opina Blake.

Aunque el 60 por ciento de los inscriptos suelen ser estudiantes de Medicina, no faltan los alumnos de Psicología, Farmacia, Bioquímica, Sociología, Ciencias de la Comunicación y Trabajo Social. "Estoy cursando la orientación de Salud Mental del programa porque me interesa aprender a prevenir el Mal de Alzheimer", cuenta Claudia Karabais, estudiante de Psicología. A diferencia del año pasado, cuando participaron alumnos de todas las carreras, esta vez la convocatoria se limitó al área de la Salud y de las Ciencias Sociales. "El estudiante de Sociales puede ser un agente más para trabajar en la salud. Con los debates y discusiones que propone, enriquece mucho la actividad de los talleres grupales", opina Trimarchi.

El programa consta de dos etapas: la primera es la "fase teórica", que dura un mes. Los sábados se dicta el módulo de Atención Primaria al que concurren todos los alumnos y durante la semana, las distintas orientaciones entre las que pueden optar los voluntarios: Hipertensión y Colesterol, Accidentología, Sida o Salud Mental. En la segunda etapa, la "fase de terreno", los estudiantes van a centros de salud, escuelas y organizaciones barriales. Allí, se contactan con la gente y enseñan cómo prevenir, por ejemplo, el sida, el aumento del colesterol o cómo actuar ante un accidente. Además, participan en campañas de vacunación. La idea es que sean agentes multiplicadores: que la información que ellos brindan se propague por los hogares, para que cada vez más personas tengan herramientas para cuidar su salud.

Este año, la "fase de terreno" --que comienza esta semana-- va a cubrir los barrios de Barracas, la Boca, Mataderos, Pompeya, Parque Patricios, Bajo Flores, Villa Soldati y Lugano. A lo largo de 1997, el programa capacitó a 537 estudiantes y realizó campañas de prevención en 23 escuelas porteñas y 17 organizaciones barriales. El interés de los voluntarios sobrevivió al programa y hoy muchos estudiantes siguen colaborando en centros y colegios por su propia cuenta.

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