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SEGUN TRANSPARENCIA INTERNACIONAL, ES UNO DE LOS PAISES MAS CORRUPTOS DEL PLANETA
La Argentina se fue directo a marzo

Una encuesta de percepción de la corrupción gubernamental la califica con 3 puntos en una escala de uno a diez. Eso la coloca en el puesto 61º sobre 85 países encuestados, detrás de Uruguay, Chile, México, Brasil y Perú.

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Por Enrique Boero Baby y Romina Calderaro

t.gif (67 bytes) Argentina se fue otra vez a marzo en la asignatura imagen internacional respecto a la corrupción gubernamental. Un índice que refleja la percepción sobre cómo se portan los políticos a la hora de cerrar negocios que involucran dineros públicos bochó con un tres (sobre una calificación máxima de diez) el grado de transparencia del país. Los supuestos principales responsables del aplazo (el gobierno nacional) fueron buscados por Página/12, pero aún los más locuaces, por caso el secretario general de la Presidencia Alberto Kohan, se negaron a hacer comentarios.

El relevamiento anual que realiza la organización no gubernamental Transparencia Internacional, con sede en Berlín, en base a distintas encuestas en todo el mundo, ubicó a la Argentina en el puesto 61º de una lista de 85 países. En el tope de la lista, como el de mayor transparencia, está Dinamarca (con un sobresaliente 10), y a la cola se destaca Camerún (1,4) como el país en que la sociedad civil, empresarios extranjeros que cierran negocios con el gobierno y analistas de riesgo perciben con mayor tendencia a la corrupción.

El país cuyo presidente, Carlos Menem, afirmó durante la apertura del período legislativo de 1995, en el recinto de la Cámara de Diputados, que iba a "pulverizar la corrupción" quedó más cerca de Camerún que de Dinamarca en la lista, pese a haber tenido una leve mejoría de 0,19 de punto porcentual respecto al relevamiento del año pasado (ver aparte).

"Una de las cosas que refleja el índice --denominado Indice de Percepción de la Corrupción (IPdC)-- es el riesgo país, el riesgo que van a correr los empresarios que no quieren pagar sobornos. El índice marca la inclinación de los funcionarios de un país a reclamar sobornos para cerrar un negocio", afirmó ayer Christian Gruenberg, de la Fundación Poder Ciudadano, representante en Argentina de Transparencia Internacional.

Entre los países latinoamericanos, nuevamente, como el año pasado, Chile se ubicó entre los países con mayor transparencia (con un puntaje de 6,8, en el puesto 20º). Le siguieron Costa Rica (5,6 puntos, 27º lugar), Perú (4,5 puntos, 41º) y Uruguay (4,3 puntos, 42º). Brasil integró el pelotón de los países que se llevaron corrupción a diciembre, con 4 puntos de calificación, en el puesto 46º, acompañado por la recientemente visitada por Menem, Jamaica (puesto 49º, con 3,8 puntos), México (3,3 puntos en el lugar 56º) y Guatemala, muy cerca de Argentina, en el puesto 59º con 3,1 puntos.

A la cola de la lista se ubicaron Bolivia, Ecuador, Venezuela y Colombia (puestos 69º, 77º, 78º y 79º). Los latinos abanderados de la percepción de corrupción gubernamental fueron Honduras, en el puesto 83º, con 1,7 punto, y el subcampeón mundial Paraguay, con 1,5 punto en el puesto 84º.

El relevamiento es una fuente de información por excelencia para los empresarios como prevención a las situaciones a que pueden llegar a encontrarse a la hora de sentarse a negociar con los funcionarios de los países que reciben asistencia financiera internacional. La encuesta tiene por fuentes estudios realizados por el Banco Mundial, el World Economic Forum, el Instituto para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard y Gallup Internacional, entre otras instituciones.

El índice sensibiliza a la opinión pública mundial sobre la cuestión de la corrupción, influenciando las políticas de las entidades de ayuda internacional. Además se convirtió en una señal de alerta para las multinacionales a la hora de desembarcar en un país, si bien no necesariamente constituye una barrera comercial (ver aparte).

"No logramos mejorar la imagen de país corrupto en el exterior", afirmó Gruenberg de Poder Ciudadano, agregando, en el plano interno, que según un informe que desarrolla Gallup a partir de 1985, desde que se alcanzó la estabilidad económica en 1991 la corrupción aparece entre los tres principales problemas para el ciudadano argentino. "El fenómeno de la corrupción está absolutamente instalado en la Argentina, por lo que creemos que ahora hay que entrar en una segunda etapa, que tiene que ver con empujar a los gobiernos nacional y locales a desarrollar proyectos de control", remató Gruenberg.

La información se conoció hoy en todo el mundo. En la Argentina la oposición se esmeró en señalar que la mayor carga de responsabilidad recae sobre el Gobierno y que, con cambios políticos, se puede levantar el aplazo. Los oficialistas prefirieron no hablar (ver nota aparte).


 

POLITICOS Y TECNICOS CREEN QUE SE PUEDE CAMBIAR
La famosa voluntad política

Por R. C.

t.gif (862 bytes) La corrupción en la Argentina no es un problema endémico: podría resolverse con un poco de voluntad política. En ese punto coincidieron Graciela Fernández Meijide, Carlos "Chacho" Alvarez, Jesús Rodríguez y Domingo Cavallo, consultados sobre el "Indice de Percepción de la Corrupción" (IPC) 1998, difundido ayer por Transparencia Internacional, que califica al país con tres puntos en una escala de diez. "No es que haya más corrupción que hace diez años, es que ahora se percibe en toda su dimensión", opinó Cavallo. Los aliancistas, en cambio, apuntaron sus críticas al gobierno de Carlos Saúl Menem. El titular del bloque de diputados del PJ, Humberto Roggero, manifestó sus "serias dudas" sobre los datos que presentó el organismo.

Argentina figura, para Transparencia Internacional, en el puesto 62 sobre un total de 85 países. En el primer lugar se encuentra Dinamarca (considerado el más transparente) y en el último Camerún (considerado el más corrupto). "No me sorprende en lo más mínimo. Día a día siguen apareciendo casos de corrupción y la que pierde es la gente", dijo la precandidata presidencial de la Alianza, Graciela Fernández Meijide. El líder del Frepaso, Chacho Alvarez, le habló directamente a Menem. "Esto demuestra que la Argentina está lejos de ser el país serio que el gobierno dice que es. Es una consecuencia del sendero en que nos ha metido el menemismo y confirma la legitimidad del planteo de transparencia que está realizando el Frepaso dentro de la Alianza", aseguró.

Jesús Rodríguez, ministro de Economía durante el gobierno de Raúl Alfonsín, afirmó que la corrupción no es un problema del "modelo". Consideró que "la subalternización del Congreso, la subordinación de la Justicia y la licuación de los mecanismos de control" son las causas del mal.

Domingo Cavallo, diputado de Acción por la República, coincidió con Rodríguez: "El modelo no tiene absolutamente nada que ver", afirmó. Y siguió: "En Argentina hay más transparencia de la que había antes. Lo que pasa es que ahora la gente percibe que hay corrupción. Hace diez años había tanta como ahora, pero el tema no se discutía".

Para el ex ministro de Economía, la difusión de este índice es "la mejor forma de que la gente comience a hablar del tema y en el futuro se ajuste el sistema de premios y castigos y se termine con la impunidad".

Humberto Roggero, jefe de la bancada de diputados justicialistas, opinó que "cuantificar la corrupción es cuestión harto difícil y deben tomarse en cuenta considerable cantidad de hechos". Entre ellos, hizo referencia a la necesidad de conocer "la impronta ideológica de la encuestadora, el universo de los encuestados, la forma parcial o imparcial de las preguntas contenidas en la encuesta, el conocimiento de la realidad argentina y su sistema político por parte de quienes la han respondido".

Roggero consideró que "estos factores, en cierta medida, pueden invalidar o poner bajo serias dudas este tipo de apreciaciones y evaluación ordenativa del grado de corrupción del país presentado por esta organización".

"Es cierto que dentro de los países más desarrollados la imagen de la Argentina en materia de corrupción no es buena", admitió el consultor Rosendo Fraga. "Pero la encuesta --siguió-- es una percepción de los hombres de negocio. No se estructura en base a datos objetivos, es una cuestión de imagen. Habría que ver en qué medida la opinión de los inversores extranjeros es producto de una experiencia, es decir, cuántos han invertido en el país y han percibido la corrupción".

Para el economista Marcelo Lascano, "el ranking es una mala nota". Lascano explicó que aunque no es definitivo para el desempeño económico de un país --"si hay negocio, los inversores van a ir igual, como pasa en Indonesia"--, no es bueno alejarse de los patrones morales mínimos.

"Un país que tiene una mala calificación moral está en desventaja", afirmó. Y dio un ejemplo: "Si un empresario decide invertir en la Argentina pese a la inseguridad que le genera el tema de la corrupción, va a buscar una prima de riesgo. Si la rentabilidad inicial era nueve, van a pedir diez u once. En ese sentido, un país donde las instituciones funcionan bien está mejor posicionado".

 


 

COMPARACION CON EL AÑO PASADO
Todo está casi igual

t.gif (862 bytes) Si el crecimiento del índice en 0,19 puntos percentuales se refiriera la inflación anual, como en realidad sucede, palmas para la Argentina. Pero el magro incremento sucedió en la mejora de la percepción de corrupción gubernamental del país del índice elaborado por Transparencia Internacional respecto de la misma evaluación realizada el año pasado.

Si bien el corruptómetro mundial (ver aparte) de 1998 tiene 32 países más que el de 1997, Argentina permanece al final de la lista como el año pasado, cuando se ubicaba en el puesto 42 de un total de 52 países.

"El índice no refleja el grado de corrupción de un país --aclara Christian Gruenberg, de la Fundación Poder Ciudadano, capítulo nacional de Transparencia Internacional--, sino que refleja la percepción que tienen los empresarios, la gente y los analistas de riesgo sobre el país. Como dije el año pasado sobre el enojo que puede tener el gobierno argentino, o el gobierno de cualquier otro país, con este índice, no es un problema del espejo sino de la cara. Nosotros reflejamos la percepción de estos distintos actores", completa Gruenberg.

Como el año pasado, el índice no está elaborado a partir de casos concretos de corrupción probados por la Justicia sino en la percepción de la realidad nacional expresada por distintos grupos, fundamentalmente los relacionados con el comercio internacional y las transnacionales.

En cuestiones de mejorar su calificación, incluso el país que encabeza la lista de los más prístinos en las relaciones comerciales de sus funcionarios cuando de dinerillos públicos se trata, Dinamarca superó el envidiable puntaje de 9,94, alcanzando un rotundo muy bien 10, felicitado. Entre los latinos que alzaron puestos de un año a otro, se destaca México, que pasó de tener un índice de 2,66 (en el lugar 47 en 1997), peor que Argentina, a tener este año una calificación de 3,3, logrando alcanzar la ubicación 56. "El índice representa un desafío para que las organizaciones internacionales de ayuda hagan de la lucha anticorrupción una cuestión de alta prioridad", afirmó Peter Eigen, presidente de Transparencia Internacional.

 

Siempre hacen falta dos
Por José M. Simonetti

En el lenguaje está el síntoma. La noticia no es alentadora, pero no sorpresiva; tal vez lo único importante sea definir cuál ha de ser la lectura útil. Pasolini decía que en el lenguaje está el síntoma. Invirtiendo el sentido de la idea, deberíamos proponernos un lenguaje que devele los síntomas existentes debajo de esta calificación preocupante. Es un índice de percepción de nuestra propia corrupción: la respuesta a la pregunta sobre cómo nos vemos, dada por empresarios, analistas de riesgo y público en general. No deberíamos desaprovechar la opinión de que Argentina se acerca bastante más a lo "altamente corrupto" que a lo "altamente limpio". La inquietud no es mala; el tema es orientarla.

Hay un modo funcional a este estado de cosas, a partir de la emisión frívola desde el escándalo y las propuestas anticorrupción formuladas desde una concepción de literatura de autoayuda. Es funcional porque no detecta el anclaje social de la corrupción, poniendo el acento sobre uno de sus términos, que es el funcionario corrupto.

Un alto índice de corrupción quiere decir que se han implantado formas de vida sólo posibles por ese medio, que esta cultura criminal se ha trasladado a los términos generales de convivencia de la sociedad. La corrupción es una relación social que ata dos actores. El ejemplo de la ruta es claro: no hay camineras coimeras sin automovilistas infractores. No parece justo entonces que sólo el sargento deba rendir cuentas.

La corrupción siempre merodea la relación entre un modo de hacer economía que requiere un modo recíproco de hacer política; determinados usos del poder. Los articula a través de la generación de cuasi rentas de privilegio --el enriquecimiento al abrigo del poder--, previo pago del servicio. Ello excluye la competencia, acaba con la innovación y la inversión de riesgo, premisas del desarrollo económico.

Sería, por ejemplo, el hipotético caso de directivos de una empresa destinada a la venta de servicios informáticos, que se conectan con funcionarios públicos y entre todos diseñan licitaciones cuyos requisitos sólo puede cumplir esa empresa. Un importante banco del Estado, la oficina recaudadora de impuestos y algún gobierno de provincia contratan un equipamiento caro y obsoleto. Los contribuyentes terminan pagando mucho más de lo necesario. Pero el daño recién comienza, porque la empresa ha arrasado con la competencia y la gente se queda sin trabajo. Así resulta esclarecedor el listado de Transparency, cuando es leído vinculando la corrupción con el desarrollo económico y las economías competitivas.

* Sociólogo


LA ENCUESTA MIRADA POR DOS ESPECIALISTAS
Más allá del gobierno

Por Enrique Zuleta Puceiro *

El leve repunte de Argentina en el discutido y discutible Indice de Percepciones acerca de la Corrupción (CPI) publicado por la ONG Transparency International desatará una segura tormenta internacional. Desde sus comienzos en 1995, el índice ha multiplicado el número de países bajo escrutinio, logrando incluso una participación activa en varios de los programas internacionales de lucha contra la corrupción liderados por organizaciones como Naciones Unidas, OEA, OECD, el FMI, la Unión Europea o el Banco Mundial.

Sin embargo, su metodología sigue siendo un misterio aún para los iniciados. En el caso argentino, el índice correspondiente a 1998 es de 3.0 --frente a 2.81 del año anterior-- y como fuente de esta "encuesta sobre encuestas" --al decir de su director Peter Eigen--, la información periodística remite a los supuestos resultados de nueve investigaciones acerca del estado de la ética pública en el país. Ello parece haber sido suficiente para situar al país en el puesto 61, dentro del total de 85 naciones bajo estudio, en la dudosa compañía de Nicaragua, Rumania, Yugoslavia y Tailandia.

Es posible, sin embargo, que el esfuerzo de Transparency por difundir las referencias de base a través de Internet baste para amortiguar el primer embate de la crítica. Después de todo, poner en tela de juicio un índice de este tipo puede llegar a ser algo tan políticamente incorrecto como cuestionar el denodado aunque inútil y hasta contraproducente esfuerzo de Carlos Silvani por poner freno al escándalo de la evasión institucionalizada en el país. Más allá de ello, sobran encuestas acerca del estado de la corrupción en la Argentina. Muchas tienen el nivel de rigor, transparencia y credibilidad pública que por ahora falta al índice de Transparency y todas ellas coinciden en señalar resultados aún peores que las mencionadas en su informe de 1998.

Lo verdaderamente importante es que el país vuelve a situarse en el centro del escándalo internacional sin que el gobierno, la oposición o la comunidad de negocios hayan avanzado mayormente en el control de una situación que a todos afecta. La corrupción es un problema de Estado. Y quienes crean que la calificación afecta únicamente al Gobierno se equivocan. La erosión de los niveles de credibilidad internacional es un componente esencial del riesgo-país y la responsabilidad y los costos son inevitablemente solidarios.

* Sociólogo.

 

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