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Una resolución de comedia, una historia neotrágica, psicótica

“Loco por Mary”, de Peter y Bobby Farrelly, pasea a Ben Stiller, Cameron Díaz y Matt Dillon por una trama de incorrección política infrecuente para los films del Hollywood actual.

Cameron Díaz y su ¿ex? novio Matt Dillon, mal trajeado, opuestos de un raro triángulo amoroso.
Atención: se trata de una comedia moderna cínica, llena de chistes gruesos, a veces demasiado explícitos.

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LOCO POR MARY

(There’s Something About Mary) Estados Unidos, 1998.
Dirección: Peter y Bobby Farrelly.
Guión: Ed Decter y John Strauss, Peter y Bobby Farrelly.
Fotografía: Mark Irwin.
Edición: Christopher Greenbury.
Música: Jonathan Richman.
Intérpretes: Ben Stiller, Cameron Díaz, Matt Dillon, Chris Elliot, Lin Shaye, Lee Evans, Jeffrey Tambor, W. Earl Brown, Markie Post, Keith David y Jonathan Richman.
Estreno de hoy en los cines Monumental, Grand Splendid, Belgrano Multiplex y Cinemark 8.


Por Dolores Graña

t.gif (67 bytes) Ted Strohemann vive una vida miserable: un chico poco agraciado y con constante mala suerte que discurre por el secundario tratando de evitar las burlas a las que invitan su peinado grotesco, sus mandíbulas de acero y ese vestuario ridículo. Pero, como suele ocurrir, Ted (Ben Stiller) ha desatendido todos los mandatos de su clase y se ha enamorado de Mary Jenson (la encantadora Cameron Díaz), una chica del estamento “popular” que reina en las alturas de esta pequeña secundaria de Rhode Island. El destino cambia el curso de su opaca vida cuando un inadaptado (de esos que pueden encontrarse en cualquier establecimiento educativo) se burla de Warren (W. Earl Brown), el hermano discapacitado de Mary, y Ted lo defiende en una pelea. A cambio, consigue invitarla a su baile de graduación y, para sorpresa de todos, ella acepta. Pero la felicidad de Ted tiene los minutos contados: un horroroso accidente con el cierre relámpago de su –igualmente ídem– smoking le arrebata toda esperanza y lo envía en ambulancia al hospital, no sin antes ser objeto de las burlas más terribles por parte de sus suegros, los vecinos y hasta los bomberos. Algún tiempo más tarde, Mary se muda a Miami, y nunca vuelven a verse.
Trece años después, Ted ha perdido los aparatos de ortodoncia y se ha convertido en un exitoso escritor, pero aún no ha podido olvidar a la chica de sus sueños. Aconsejado por su amigo Dom (el verdaderamente aterrador Chris Elliot) y su analista –ambos francamente hartos de su obsesión– decide contratar al investigador de seguros Pat Healy para que encuentre a Mary. Healy (Matt Dillon, a medio camino entre turista norteamericano en el Caribe y saqueo de tienda de segunda selección) cae cautivo de ese algo que tiene Mary al que hace referencia el título original, que parece ser una necesidad incontenible de espiar hasta sus más mínimos movimientos. Mary es ahora cirujana ortopédica, simpática, nada vanidosa, amante de los animales y con debilidad por los discapacitados, fanática de los deportes (en otras palabras, la visión masculina de lo que sería una mujer perfecta).
El detective vuelve a Rhode Island para reportar las tristes nuevas: Mary pesa 180 kilos, tiene cuatro hijos, nunca se ha casado y se desplaza en una silla de ruedas. Healy decide retornar a Miami para intentar robársela a su empleador. Mientras tanto, Ted decide hacer otro tanto para hallar que le han mentido arteramente. Desde aquí en adelante, la lucha encarnizada entre ambos pretendientes (y otros que se descubren por el camino) se vuelve cada vez más rastrera, mientras que Mary y sus buenos sentimientos se convierten en víctima de todas sus artimañas.
Por supuesto que, al final, el verdadero amor triunfa sobre la psicosis generalizada y todos felices. Pero mientras tanto, el tercer film de los hermanos Farrelly –que han recorrido un largo trecho desde Tonto y retonto, ese divertimiento peso mosquito– se eleva sobre la comedia romántica hollywoodense estándar a través de su cinismo feroz: orquestadacomo una particular tragedia griega, con el eterno outsider rockero Jonathan Richman como narrador musical y el destino (o, directamente, la pésima suerte de Ted) como cuarto protagonista, Loco por Mary hace gala de un humor desopilante, pero ciertamente no apto para estómagos delicados (animales prendidos fuego y enyesados de cuerpo entero; chistes sobre masturbación, gags sobre discapacitados y un placer contagioso por lo explícito). El elenco logra verdaderas maravillas con sus papeles, confiado en un guión impecable, desentendiéndose totalmente del temor al ridículo. O quizás es que saben que al fin les ha tocado un papel jugoso, en medio de una industria cada vez más asfixiada por lo políticamente correcto.

 

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