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UNA VUELTA DE HOJA DE LOS AÑOS NEOLIBERALES
Europa, ni yanqui ni marxista

El premier británico, Tony Blair, es el factótum (arr.).


Por Marcelo Justo desde Londres

t.gif (67 bytes) No es capitalismo ni mucho menos comunismo. No es thatcherismo neoliberal pero tampoco encubierto dirigismo estatista. Se define mucho más por lo que no es que por lo que es. El “Third Way”, la tercera vía del primer ministro británico Tony Blair, se ha convertido hoy, gracias a su elusividad, en uno de los conceptos más debatidos y escurridizos de Gran Bretaña. Y como las crisis financieras, contagia: del “Third Way” habla Bill Clinton, el primer ministro francés Lionel Jospin, el italiano Romano Prodi, y seguramente, muy pronto, el nuevo canciller alemán, Gerhard Shroeder. Son como los caballeros de la mesa redonda arturiana, todos en busca de un nuevo decálogo ideológico que defina una alternativa de centro izquierda en este fin de milenio poscomunista y globalizado.
La Biblia de la tercera vía son dos pequeños textos publicados el mes pasado: The Third Way: new politics for the new century y The Third Way: the renewal of social democracy. El primero es un panfleto escrito por Blair, el protagonista de la película. El segundo tiene las dimensiones de un libro y está a cargo de su mentor teórico, el director de la London School of Economics, Anthony Giddens. El texto de Blair se inicia con una frase sintomática: “Siempre he sostenido que la política se trata antes que nada de ideas. Sin un fuerte compromiso con ciertos valores y metas un gobierno es ineficaz”. Imposible estar demasiado a favor o en contra. Son palabras agradables, resbaladizas: suenan bien, pero no dicen demasiado.
Los valores que componen la tercera vía son cuatro: comunidad, oportunidad, responsabilidad e igualdad. Los enemigos de estos valores son también cuatro: el cinismo, el fatalismo, el prejuicio y la exclusión social. “Somos una democracia social moderna en su objetivo de justicia social pero flexibles e innovativos en los medios para alcanzarla”, dice Blair. La tercera vía no es ni el desenfrenado neoliberalismo (primera vía), ni el estatismo socialdemócrata (segunda). Es una síntesis que rescata los mecanismos de mercado que pone en juego la primera y los objetivos de fondo de la segunda. “Siguiendo una política adecuada, los mecanismos de mercado son la clave para alcanzar los objetivos sociales, el espíritu empresario sirve para llegar a la justicia social y la tecnología es un instrumento, no una amenaza.”
A medida que el panfleto avanza, la tercera vía se asemeja cada vez más a los mundos felices de los slogans publicitarios: unas sonrisas anchas donde hasta el más sangriento de los conflictos de intereses desemboca en un final feliz. No sorprende entonces que superar las contradicciones entre el neoliberalismo y la socialdemocracia no sea más que un paso en el camino del blairismo. “Mi proyecto para el siglo XXI es crear una visión política que supere conceptos erróneamente considerados antagónicos: derechos y responsabilidades, patriotismo e internacionalismo, espíritu de empresa y ataque a la pobreza y discriminación.”
Las 164 páginas del libro de An-thony Giddens no aportan muchas más precisiones a esta mezcla de efusividad retórica y piadoso sermón dominical. Giddens comienza por trazar un panorama del mundo tras el colapso de la Unión Soviética y plantea los cinco dilemas que a su juicio enfrenta una alternativa socialdemócrata: la globalización, el nuevo individualismo, los problemas que escapan a la división izquierda-derecha (como la contaminación o los bloques económicos), la naturaleza cambiante del estado y el medio ambiente. El proteccionismo es indeseable, dice el sociólogo británico, pero tampoco se puede dar un cheque en blanco al librecomercio. Hay que controlar los excesos de las finanzasinternacionales pero esos controles son problemáticos. Esta vaguedad llevó a algunos como el primer ministro francés Lionel Jospin a preguntar de qué se trataba la Tercera Vía exactamente. “Si se sitúa entre el comunismo y el ultraliberalismo, estoy a favor. Si en cambio se encuentra entre el liberalismo y la social democracia, estoy en contra”, dijo Jospin.
Muchos sin embargo piensan que en los hechos el gobierno laborista es mucho más claro que en las 20 páginas del panfleto del primer ministro o en las 164 del libro de su gurú teórico Anthony Giddens. Dentro del mismo laborismo, el diputado Alan Simpson fue categórico: “La tercera vía es una ilusión que se usa cuando los gobiernos no tienen ideas propias sobre cómo manejar la economía y, por lo tanto, se dedican a manejar a la gente”. Esta semana un analista político del conservador matutino The Times lo resumió desde otra óptica. “La Tercera Vía de Blair no existe. Su política económica es básicamente thatcherista. Cuando tiene que resolver disputas internas lo hace en favor de los poderosos. Le horroriza la idea de aumentar el gasto público o los impuestos, rechaza un incremento de los beneficios sociales, no tiene problemas con nuevas privatizaciones. ¿Es eso la Tercera Vía?”, señaló Simon Jenkins.

 


 

HABLA JULIAN LE GRAND, UNO DE LOS TEORICOS DE LA “THIRD WAY”
“La esencia de esto es el pragmatismo”

Por M.J. desde Londres

t.gif (862 bytes) El profesor de Política Social de la London School of Economics Julian Le Grand es una de las voces más autorizadas en Gran Bretaña para explicar la Tercera Vía. Alma gemela de Anthony Giddens, será uno de los académicos que viajará a Brasil en noviembre a debatir la idea, acompañado entre otros por el jefe de la unidad política de Tony Blair, David Milliband. El año pasado estuvo en Argentina para explicar esa otra palanca del proyecto blairista, la reforma del Estado de Bienestar, reuniéndose con funcionarios y políticos, entre ellos Graciela Fernández Meijide. “La Tercera Vía es un intento de hallar un nuevo camino. Por el momento nada más que eso: un intento”, reconoció a Página/12. Pero inmediatamente advirtió. “El problema es que es la única alternativa al neoliberalismo. Es la Tercera Vía o el capitalismo liberal de Fukuyama”.
–La idea de una tercera vía no es nueva. Desde los socialdemócratas alemanes del siglo pasado y de éste, hasta Hitler y Franco, desde Perón en Argentina hasta Nasser en Egipto lo han planteado. ¿No se trata de una idea gastada?
–La idea tiene antecedentes, pero no creo que eso le quite validez. Mucha gente no coincide con la tesis de Fukuyama de que la finalidad de la historia, su objetivo último, sea la promoción de la democracia liberal y la economía de mercado. Mucha gente piensa que este modelo tiene muchos problemas sin desear por ello adoptar el camino del socialismo. La Tercera Vía es eso: una búsqueda. Puede que ésta sea una búsqueda vacua y que Fukuyama tenga razón: el capitalismo liberal es la única alternativa, el sistema menos malo. Creo sin embargo que el intento de buscar una tercera vía, que incorpore los mejores elementos del capitalismo liberal sin sufrir la fragmentación social que éste produce, es loable. Creo que deberíamos conceder como mínimo el beneficio de la duda a los políticos que están intentando formular esta tercera vía.
–¿Cuál es el punto de partida de esta búsqueda de una tercera vía?
–Es un conjunto de valores y de medios para alcanzarlos. Los valores se pueden resumir en cuatro principios: comunidad, oportunidad, igualdad y responsabilidad. El primer principio es una reacción al individualismo de la era Reagan-Thatcher que llevó a una fragmentación social. El énfasis está puesto ahora en la cooperación. El segundo principio lidia con el concepto de justicia social y es un intento de suministrar una igualdad de oportunidades a todos. La responsabilidad es que a nivel individual se aprovechen estas nuevas oportunidades que se están ofreciendo. Estos fines son diferentes de los principios neoliberales por el fuerte hincapié que hay en la comunidad. Y también se diferencian de la socialdemocracia porque son menos igualitarios. El tercer camino busca una igualdad de oportunidades más que una igualdad en los resultados.
—¿Cuáles son los medios?
–A diferencia de los neoliberales o los socialdemócratas, la Tercera Vía no se inclina a priori por el mercado o el dirigismo estatista. La esencia es el pragmatismo: lo que funciona es lo que vale. Pero al mismo tiempo hay una búsqueda de organizaciones que operen en un nivel diferente del privado o el público: cooperativas, mutuales, organizaciones sin beneficio de lucro. Desde ya no se rechaza al sector privado. La Tercer Vía piensa que tiene un rol muy importante, insustituible. Pero incluso en el sector privado se interesan por compañías que se plantean objetivos sociales y no tienen como objetivo prioritario la ganancia a corto plazo.
–¿Hay algún ejemplo concreto de este tipo de compañías?
–Un ejemplo sería Microsoft. La compañía fue creada y está dirigida por un especialista en computadoras, no por alguien que tenía como objetivo obtener rápidos dividendos, algo que sin embargo consiguió.
–Tal como usted lo explica, el tercer camino parece una combinación entre la homilía social de un sacerdote metodista y la prédica de Thatcher.
–Es que hay un elemento cristiano en la Tercera Vía. Muchos ven elementos del cristianismo social británico que existía antes de que el socialismo fuera identificado con el marxismo. En esa época había muchas organizaciones humanitarias que estaban horrorizadas por los efectos del laissez-faire pero que a su vez rechazaban la idea de un estado poderoso como remedio a esos males. Y Tony Blair es un cristiano practicante.
—¿Cuál es la posición de la Tercera Vía sobre la globalización?
–Tony Blair dice que estamos a merced de la economía mundial y que no hay mucho que podamos hacer. No creo que él proponga un regreso a los controles de capitales para reducir el impacto de la globalización. Pero por el momento no tiene una posición tomada.

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