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panorama politico
Una mano lava la otra

Por J. M. Pasquini Durán

t.gif (862 bytes) “Hay dos escuelas entre los profetas de la modernidad”, escribió hace poco el prestigioso Jean Daniel, director de Le Nouvel Observateur, para comentar el “informe Starr” sobre las relaciones Clinton-Lewinsky. Se refería a los imaginarios implícitos en Un mundo feliz de Aldous Huxley y en 1984 de Georges Orwell. Huxley describió una humanidad subordinada, “deshumanizada” por la ciencia y la tecnología. Orwell supuso un control policial absoluto que programaba tareas para cada persona y castigaba el incumplimiento. Para Daniel, los dos augurios “no son en absoluto contradictorios con la transparencia. Ya que los efectos multiplicadores de las innovaciones introducidas por la tecnología en la comunicación y en los medios ha desembocado en este Gran Jurado concebido en los tenebrosos despachos del fiscal Kenneth Starr”.
Refiriéndose a lo mismo, el mexicano Carlos Fuentes puntualizó: “En los Estados Unidos, la extrema derecha republicana se manifiesta de manera bobalicona a veces (el ex vicepresidente Dan Quayle), demagógica otras (el coronel retirado Oliver North), pero muy peligrosa cuando reúne fuerza financiera, política y legal. Es lo que ha sucedido en la inquisición contra Clinton, confirmando las palabras de Hillary Clinton al comenzar el acoso. No se trata de un caso judicial. Se trata de un proceso político manejado por la extrema derecha norteamericana”.
De las opiniones de Daniel y Fuentes, sumadas a más de un centenar de pronunciamientos, desde Nelson Mandela hasta Gabriel García Márquez, surge una clara advertencia: la obsesión de los honestos por la transparencia institucional, lo mismo que tantas otras buenas intenciones, puede ser retorcida hasta lo inconfesable. Algo de esta confusión comienza a formar nube en Argentina.
Un caso: el senador menemista Augusto Alasino, imputado por enriquecimiento ilícito, promueve la supresión del uso de cámaras ocultas, que han servido para descubrir fraudes y coimas de todo tipo, en nombre del derecho a la privacidad. En tan poco feliz iniciativa, fue acompañado por el radical Genoud, que por su afiliación es miembro de la Alianza, la misma que acusa al menemismo, en el que Alasino tiene vara alta, por la corrupción estructural.
Otro caso: el ministro Carlos Corach, de quien depende la Policía Federal, acusó a los que dudan del suicidio de Marcelo Cattáneo de pensar como la mafia y exhortó a confiar en la Justicia, lo mismo que el presidente Carlos Menem y su otro operador de confianza, Alberto Kohan, ex superior de Juan Carlos Cattáneo, hermano del muerto y procesado por el soborno en el contrato IBM-Banco Nación. Corach está acusado por su ex colega Domingo Cavallo, con quien compartió gabinete durante siete años, de subordinar los tribunales federales a las conveniencias del Poder Ejecutivo.
Hay más, no sólo de la Casa Rosada: el lunes en Córdoba un tribunal absolvió a Eduardo Angeloz de los cargos por enriquecimiento ilícito y el miércoles el Senado por unanimidad (con los votos de la Alianza, que ese mismo día denunció los nexos entre poder y corrupción) lo reincorporó al cuerpo, aunque nadie sabe aún, porque los fundamentos del tribunal se desconocen, si esa absolución se debe a inocencia comprobada o insuficiente evidencia del delito imputado.
En esa provincia, el menemista José Manuel de la Sota, que se pronunció a favor de otro mandato para Menem, criticó el fallo y en la Capital sus conmilitones lo convalidaron. Los miembros de la UCR, como la mayoría de la población, dicen que desconfían de la Justicia en general, pero saludan con alborozo al tribunal que favoreció a sus correligionarios. En Tucumán, el radicalismo, con la excepción de uno que votó con los bussistas, hizo posible la designación de Ramón Ortega como senador nacional.
En la Ciudad de Buenos Aires las dos fuerzas que la gobiernan, una en el Ejecutivo y la otra con mayoría en la Legislatura, firmaron como Alianza una severa crítica a los nexos entre poder y corrupción. Al mismo tiempo, siguen sin aclararse las denuncias de legisladores porteños por presuntos casos de corrupción en el Ejecutivo. Fernando de la Rúa, al igual que Menem, Korach y Kohan, confía en el veredicto de la Justicia y espera que sus colaboradores imputados tengan la misma fortuna que Angeloz.
El manifiesto de la Alianza por la transparencia expone, sin duda, preocupaciones que comparten anchas porciones de la población. Con sentido común, depositan la responsabilidad político-institucional en el Presidente. A la vez, piden la renuncia de los ministros implicados en el tráfico de armas a Ecuador y Croacia, sobre todo del multifuncional Erman González. Sin embargo, no hacen ninguna referencia a las responsabilidades del Ejército en ese mismo trasiego ilegal, a pesar de las evidencias que implican a personal de esa Fuerza y las sospechas que cunden sobre la voladura de Fabricaciones Militares en Río III. Hasta debieron postergarse los peritajes por adulteración del material enviado para reproducir la explosión.
Omiten, además, toda posible conexión entre ese comercio y la diplomacia de las “relaciones carnales” con Estados Unidos, como si fuera posible descargar aviones con armamento en Croacia o en Bosnia sin que Washington lo sepa. De las veintinueve muertes sin explicación que menciona Chacho Alvarez, más de veinte (contando las diez de Río III y las nueve del helicóptero que cayó en el campo de polo de Palermo) están vinculadas al comercio ilegal de armas. La mayoría de las restantes guardan relación con el caso IBM-Banco Nación.
El recuento se queda corto, en realidad, si se incluyen todas las muertes que siguen sin respuesta, de la AMIA, de José Luis Cabezas o de personas de menor notoriedad, y ni qué hablar de las que produjo el terrorismo de Estado. Estremece la trágica contabilidad del número de tumbas abiertas en el país y la impunidad de los victimarios. El menemismo decidió que hablar de estos temas es pornografía del oportunismo político, un término importado y fuera de contexto del debate norteamericano sobre el sexo en la Casa Blanca.
Así lo dejó escrito un documento difundido el jueves por legisladores de la cúpula menemista, en réplica a la Alianza, donde además acusaron a los opositores de propiciar un “golpe mediático” (acusación que hace un tiempo adjudicaron a la prensa con voz propia) y de avanzar hacia una conspiración “para el derrocamiento del presidente constitucional”. El presidente Menem ayer repitió el argumento, al tiempo que expresaba de nuevo su deseo de un tercer mandato.
Invirtiendo la dirección de la lógica conspirativa, ¿hasta dónde piensa llegar el gobierno para evitar lo que describe como un programa fatal de desestabilización? ¿Acaso hasta disolver el Congreso y los tribunales, como hizo Alberto Fujimori en Perú, aprovechando en beneficio propio el descrédito público de las instituciones? ¿A solicitar a la Corte Suprema una reforma constitucional invocando la defensa de la estabilidad?
Desde los criterios que identifican al Gobierno con el patrimonio privado de sus titulares y a la política como secta de elegidos o conjurados, cualquier especulación es posible. Raúl Alfonsín, que en privado se muestra tan preocupado como en los momentos previos al Pacto de Olivos, ayer se encargó de aclarar que no existe ninguna chance de otorgarle al presidente que se va el año que viene un salvoconducto de inmunidad para el futuro. Estará expuesto a ser convocado por causas propias o ajenas a deponer en los mismos tribunales que figuraban en la nómina de la servilleta que espió Cavallo. Ya se sabe: “No hay peor astilla que la del mismo palo”.
Mientras tanto, ¿en quién confiar? A la vista no hay un partido de los buenos y otro de los malos. La misma prensa honesta, que hizo en estos años tantas contribuciones a la transparencia institucional, está expuesta todo el tiempo a operaciones mediáticas de todo tipo destinadas a sacarla de los márgenes éticos que impone el derecho a la libertad de expresión. Hablando de la pornografía con intención política del “informe Starr”, Jean Daniel apuntó un ejemplo: “Tengo el deber de dar a mis lectores todos los elementos del informe para que se formen una opinión”, decía un director de periódico, cuando en su fuero interno sólo le preocupaba que la competencia publicara en su lugar una ignominia y el afán de vender al menos tanto como los demás”.
Lo peor es la sociedad resignada, escéptica o indiferente. No es la corrupción la única fuente que alimenta la desesperanza. La ausencia de horizontes económicos y la permanente inseguridad (a perder el empleo, a no conseguirlo, a la violencia resentida y a poderes supranacionales o en las sombras que parecen inalcanzables) contribuyen a desmovilizar a la población. Como dice Fuentes de Clinton: “La moral puritana lo condena, pero el éxito económico lo exonera”. En otros contextos, como los de América latina, la miseria generalizada, el temor a represalias económicas desconocidas, paraliza la voluntad de cambio.
Algunos hasta se alejan de las noticias, para no agregar pesares a los que ya los atormentan en la vida cotidiana. Otros pierden la capacidad de indignación, anestesiados por la abrumadora catarata cotidiana de desmanes y negociados sin castigo. En Brasil, Lula aseguró que en las elecciones que ganó Cardoso “las víctimas votaron a su verdugo”. Con la misma amargura, en 1995 aquí se hicieron análisis parecidos por la reelección de Menem. Sin embargo, al poco tiempo el Gobierno inició una declinación que no se detuvo desde entonces. El problema es que estas declinaciones pagan un costo social, en pobreza y desempleo, que castiga a millones de personas.
Este es uno de los momentos más difíciles de la democracia refundada hace quince años. Las soluciones no vendrán de los bancos o de los asesores del FMI; por el momento, de allí sólo llegarán más ajustes y más deuda externa. Las vías de salida se encontrarán sólo en las voluntades políticas, pero los encargados de diseñar las nuevas rutas están enredados en sus propias impotencias y debilidades. La situación es lo bastante inmoderada, como para andar con exageradas moderaciones. De tanto andar en puntas de pie, para no asustar a nadie, se corre el riesgo de una fractura por donde menos se piensa. Hay que mirar lo que está pasando en Italia, donde un puñado de trotzkistas, por sobre la voluntad de millones, están forzando la caída del gobierno de Romano Prodi.
¿Dónde está el equilibrio de la reforma libertaria? En la capacidad de impartir justicia contra los corruptos y a favor de las necesidades del pueblo. La insensibilidad del Congreso ante el ayuno docente es quizás el emblema de ese divorcio entre los tiempos de la política y los de la necesidad. ¿Qué esperan: otro muerto en la nómina macabra? Si lograran quebrar el orgullo y la dignidad de la demanda, ¿qué clase de maestros ofrecerán a las nuevas generaciones?
¿Qué será del futuro de este país si sus líderes son incapaces de encontrar respuestas honorables a los petitorios de los educadores? La permanencia de la Carpa Blanca, oscurecida por la indiferencia de los poderes republicanos, es un símbolo de la derrota, no de la CTERA, sino de las representaciones políticas. Cada día que pasa es otro agravio a las esperanzas en la democracia.

 

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