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Limpieza étnica


Por Julio Nudler


t.gif (67 bytes)  La decisión sobre la suerte del Banco Mayo será tomada mañana en Nueva York. Eso ahora se llama globalización. Aunque el Citi está constituido como entidad en la Argentina, su máximo directivo, Carlos Fedrigotti, no puede resolver sobre una operación minúscula, infinitesimal, en términos del volumen de negocios del Citigroup a escala mundial. Es, al fin de cuentas, un empleado, por alto que parezca su rango.

Cuentan que Pedro Pou, presidente del Banco Central, sintió enorme fastidio cuando, hace diez días, Fedrigotti le avisó que no podría firmar ningún acuerdo para la absorción del Mayo sin esperar a que el martes 20 se reuniera en Estados Unidos el board del Citi, que obviamente no iba a alterar su calendario por un asunto insignificante, por más que Pou deseara lucirse con una veloz solución de fin de semana. ¿Who is Pou?

Pero la verdad es que el titular del BCRA no tenía ninguna razón para irritarse: si su política es robustecer el sistema financiero a través de la extranjerización de la banca, debe contar con que sus interlocutores ya no serán banqueros sino empleados. Puede consolarse pensando que al secretario de Industria le sucede algo parecido, para bien o para mal.

De todas formas, lo que ya está garantizado es que, como diría Slobodan Milosevic, o se le escapó al propio Pou, la limpieza étnica sigue en acción. Bancos como el Mayo son anomalías en un sistema financiero y real que se concentra velozmente. Sus carteras crediticias están cargadas de demasiado riesgo porque sus clientes naturales son empresas que nunca saben si van a sobrevivir a la próxima crisis o a la irrupción de un elefante de afuera en su mercado.

Hay un círculo vicioso que lleva de los préstamos caros a la mala calidad de los activos de esos bancos, y por ende a su permanente peligro de insolvencia. Cuando estalla una crisis, la solución prolija es la absorción del banco sucumbido por otro más potente y la asunción de las pérdidas por algunos ahorristas y por el Estado, que es en definitiva quien pone la plata contra vagas promesas de repago futuro.

Infortunadamente, ninguna cuestión es tan simple. No hay malos de un lado y buenos del otro. La economía nacional tiene una larga historia de depredación, tanto en los períodos liberales como en los de intervencionismo estatal, tanto por parte de las transnacionales como del empresariado local, los funcionarios, los sindicalistas. Por algo es que ninguno de los modelos que se turnaron logró el bienestar general. Y cada vez que se destapan los estofados de las víctimas se comprende que fueron los mejores socios de sus victimarios.

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