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EL PROGRAMA DESDE EL ARCHIPIELAGO Y LA POLEMICA SOBRE LA GUERRA SEGUN MARIANO GRONDONA

"Malvinas y Falklands, las dos utopías"

"Yo les decía a los isleños: nosotros tenemos una utopía y ustedes tienen otra, que es que nosotros dejemos la utopía. Las dos son utopías y como tales, ninguna se va a cumplir." En esta entrevista con Página/12, el conductor de "Hora Clave" reflexiona sobre su visita a las Islas Malvinas y el programa que emitió desde el archipiélago. "El camino de la guerra terminó y ahora se abre otro transitable con enorme paciencia y enorme esfuerzo", señala.

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Por Luis Bruschtein


t.gif (67 bytes)  "Yo no estaba a favor de la guerra, me parecía una locura, pero una vez que empezaron las bajas ya era otra cosa", recuerda Mariano Grondona todavía conmovido por el programa que emitió en vivo desde las islas Malvinas con un panel de isleños y otro de argentinos en Buenos Aires. Fue la primera vez que los argentinos conocieron de manera directa el pensamiento de los isleños y su nueva realidad posterior a la guerra. Frente a la racionalidad de los isleños, la emotividad fue el rasgo de los argentinos con el peso de una historia sin saldar. "La derrota fue humillante por sus características" afirmó Grondona, para quien el camino de la guerra terminó y se han abierto otros sobre la base del diálogo.

--¿Hubo un cambio a partir de esa visita en su lectura sobre el conflicto de Malvinas?

--Yo diría que no, que hay algo permanente. Diría que los argentinos vivimos las Malvinas como un desafío permanente que hasta ahora no hemos podido resolver. Diría que cuando algún día y de alguna manera, se llegue a algún tipo de solución, los argentinos lo sentiremos como haber saldado una asignatura pendiente, eso era así antes de la guerra, después de la guerra, se dramatizó durante la guerra, pero siempre fue así. Lo que pasa es que quizás ahora, con motivo de esta visita, veo más claro cuál sería el camino para resolver esta asignatura pendiente. En ese sentido, este viaje ha sido una gran experiencia.

--Durante el programa se produjo como un diálogo de sordos, cuando el panel argentino hablaba de la guerra era evidente que no tenía o que se equivocaba de interlocutor.

--También las posturas mías con respecto a la guerra quizás están mal recordadas. Yo no estuve con la guerra. Me parecía una locura. Me enteré por los diarios ese mismo día. Cuando leí el diario el 2 de abril, pensé "se han vuelto locos". Pero una vez en guerra, ya era otra cosa. Aún así nunca creí que la guerra fuera un camino y, en todo caso, ese camino terminó. El que veo ahora es como un camino transitable con enorme paciencia y enorme esfuerzo, inclusive diría bajando las expectativas de lo que podemos alcanzar al final de ese camino, pero hay un camino. Lo veo como un sendero difícil, de montaña, por donde hay que caminar despacio y con paciencia para no perderse.

--Usted dice que no estuvo a favor de la guerra pero hubo un programa en aquella época en el que usted parecía más inclinado a la guerra que el propio Bernardo Neustadt...

--Bueno, eso tiene que ver con mi historia personal. Yo he tenido una formación muy británica y diría que también muy gorila. Por esa educación, por esa historia, yo idealizaba lo que fuera británico. Y cuando vi que esos "rubiecitos" a los que admiraba tanto, mataban a mis muchachos, a mis "cabecitas negras", diría desde ese lugar gorila, me invadió una especie de desilusión y de furia muy grande. Y recuerdo ese programa con Bernardo donde discutíamos y yo le decía que las cosas habían cambiado porque estaban matando a nuestra gente, que ya no se trataba de una discusión abstracta.

--Pasar de la guerra a esta visita en paz tiene que haber sido una experiencia muy fuerte.

--En cuanto a la experiencia personal debo confesar que cuando el avión perforó las nubes y vi las islas sentí una emoción muy fuerte. Nunca las había visto y como todo los argentinos tenía una enorme curiosidad. Lo que encontré no tenía nada que ver con lo poco que me había prefigurado. Yo diría que hoy tengo una impresión muy distinta a la que tenía cuando fui. Ellos están muy bien económicamente. Son 2200 habitantes y nada más que por las concesiones de pesca tienen una entrada de 30 mil dólares per cápita. Hay una gran base militar británica. Tienen dos vuelos directos a Inglaterra por mes, educación primaria y secundaria gratuita y becas para estudiar en Inglaterra, más de la mitad de los jóvenes que salen a estudiar afuera regresan a las islas.

--Antes de la guerra, la vida era muy difícil para los isleños...

--Totalmente, antes de la guerra ellos estaban muy aislados, se comunicaban con el territorio a través de los vuelos de LADE, había instalaciones de YPF, la vida era muy dura en las islas. Ahora la situación cambió de manera radical. Ellos resultaron muy favorecidos por la guerra. Son los fenómenos no deseados por quienes la iniciaron. En un sentido metafórico, si no estuviera el drama en el medio, ellos tendrían que hacerle una estatua a Galtieri. Y nosotros, de alguna manera, de esa derrota en Malvinas obtuvimos el retorno a la democracia, que era una consecuencia que Margaret Thatcher ni soñaba.

--El cementerio argentino de Darwin apareció como un punto subrayado en el recorrido que hizo por las islas.

--Ese cementerio es realmente impresionante. Ver las hileras de cruces blancas de los soldados argentinos en ese paisaje frío y agreste, tan alejado y solitario, es verdaderamente conmovedor. Lo viví como una experiencia religiosa. Ellos también tuvieron muertos. Pero solamente cinco o seis quedaron enterrados en las islas. A los demás se los llevaron a Inglaterra, a sus lugares de origen. En cambio, los argentinos están todos allí, nadie se los llevó, es muy impresionante. Y los isleños lo sienten así. Ellos son muy respetuosos y lo tienen muy cuidado. Pero creo que en el fondo es como una espina que no pueden digerir del todo. La otra señal de la guerra con la que tienen que convivir son los campos minados. Ese es un problema grave porque es la guerra viva, no solamente el recuerdo.

--Uno de los veteranos que estuvo en su programa, Edgardo Esteban, dijo que la Guerra de Malvinas se produjo por intereses políticos de la dictadura militar y que ahora la negociación era por temas económicos, que el interés por Malvinas era proporcional al beneficio económico que se podía obtener...

--Había dos veteranos, uno más moderado, que era Esteban y otro más militante, digamos, pero curiosamente Esteban se emocionó mucho más que el otro muchacho. Yo creo que el valor económico que podemos tener en Malvinas es mucho menor que la gratificación que podemos tener en el plano histórico o espiritual. Y para ellos, si fueran gente totalmente abstracta, les convendría tener una relación buena con Argentina. De hecho, la única cercanía que tienen en el continente es Argentina y ahora ellos viven de espaldas a nosotros con lo cual se les complican las cosas. Esa situación geográfica en algún momento será determinante para producir cambios en las relaciones. Yo creo que Argentina ha flexibilizado de hecho su posición. Hay muchas alternativas de acercamiento o de integración, imaginemos por ejemplo a las Malvinas en el Mercosur; si ellos llegan a descubrir hidrocarburos y gas, por ejemplo, lo más racional sería sacarlo por una tubería hacia Argentina, o la posibilidad del turismo. Las posibilidades que se abrirían a los isleños en el contexto de una buena relación con Argentina son muchas. Creo que, económicamente hablando, para ellos Argentina es más importante de lo que ellos son para Argentina.

--Los isleños mostraron que tienen una idea común de lo que pasó, cosa que no era igual en el panel argentino...

--Por los conscriptos, los chicos de la guerra, me animaría a decir que los isleños sienten simpatía. Los chicos se portaron muy bien, no hay una historia de violación, o de vandalismo, no hubo nada de eso. Ellos sienten piedad por los chicos. No así por los oficiales y las autoridades. Los isleños son una comunidad cohesionada, serán unos 2200 habitantes, algunos de los cuales son contratados para permanecer por dos años, pero en esa comunidad hay un núcleo, que a lo mejor serán algunos cientos de personas, que son como una gran familia. Yo sentí que la presión del grupo sobre el individuo es muy grande. Visité Israel dos veces y en algún sentido tuve impresiones parecidas. En el '76 era un país parecido a los otros, pero en el '73, cuando todavía estaba bajo sitio, me dio la sensación de una comunidad militante que luchaba por su supervivencia y que no se podía dar ciertos lujos de actitudes diría yo anárquicas, o disconformistas. Esa sensación tuve en Malvinas. Hay un dogma allí, se lo digo en inglés: "Drop the claim" (dejen el reclamo): Si ustedes dejan el reclamo, todo es posible; si no lo dejan, nada es posible. Fíjese que esta decisión del Consejo de invitarme a mí, un argentino nada más, provocó muchísima tensión, como si hubieran roto el pacto social. Una consejera, Norma Edwards, se negó a verme, estaba allí pero nunca se acercó a conversar ni a saludarme. Otros consejeros no estaban en la isla. Así que yo anduve por todos lados sólo con tres de ellos. Y les hicieron una especie de pequeña manifestación en la puerta del edificio de gobierno, con un cartel que decía: "Nos han traicionado".

--Esa dureza a veces no se entiende si es un mensaje para el gobierno argentino o para el británico.

--Por supuesto para ellos Argentina no es un país previsible. Tienen estabilidad política desde hace muchos años, saben perfectamente lo que sucede aquí y siguen con interés el desarrollo de la democracia en Argentina, pero no nos tienen demasiada confianza y temen cualquier deborde militar. Sin embargo, yo pienso que el temor más grande es con respecto a la actitud que pueda tomar ahora el gobierno británico y la posibilidad de que en algún momento decida abrir las negociaciones sin tenerlos en cuenta. Yo creo que eso es políticamente imposible porque ningún gobierno inglés podría asumir ante su gente una decisión que deje de lado o abandone a los isleños.

--¿Ellos entienden lo que representa culturalmente para la mayoría de la gente en Argentina el reclamo de Malvinas?

--No lo entienden y me lo preguntaban por todos lados. Ven nuestro reclamo como una especie de empecinamiento, no lo pueden entender. Yo les decía: nosotros tenemos una utopía y ustedes tienen otra utopía, que es que nosotros dejemos la utopía. Las dos son utopías, así que, como tales, ninguna de las dos se va a cumplir.

--Cuando se hablaba de la guerra quedó claro en el programa que es un tema que debe ser resuelto y saldado entre los argentinos...

--Nosotros no hemos hecho la catarsis de la guerra. Me pareció claro el caso de Esteban. También es un choque de culturas, nosotros somos más emocionales y ellos son como son: más anglosajones, más fríos y, quizás, menos demostrativos.

--Además de la diferencia de culturas, también es como que el tema aquí no está saldado, resulta muy difícil criticar a la guerra y reivindicar la actitud de los soldados. La gente tiende a olvidarse de la cuestión o a reivindicarla en bloque.

--La situación de los soldados a mí me parece equivalente a lo que sucedió con los soldados alemanes, ellos respondieron con lealtad a lo que creían que era su deber. Pero es cierto que este es un tema que moviliza a la gente, no solamente se dio con Esteban en el programa, a mí me pareció aleccionador ver a una figura como Roberto Alemann, que acá tiene una imagen de liberal, un hombre occidental, casi como un anglosajón, y se lo vio con una dureza llamativa. Quizás el programa sirvió para que afloraran cosas no resueltas. En el panel argentino tampoco querían discutir mucho entre ellos porque les daba cierto pudor el hecho de mostrarse divididos frente al otro panel.

--Alemann era funcionario durante la guerra, por eso se negó expresamente a hablar del origen del conflicto ni de su conducción...

--Yo creo que además a muchos les cuesta hablar de la guerra por lo humillante que fue la derrota. Había un ejército profesional conducido por un civil, que derrotó a un ejército de chicos mal armados y mal equipados, conducidos por militares profesionales que además estaban divididos entre ellos por intereses políticos mezquinos y rencillas internas. Creo que eso es lo que siente la mayoría de la gente, sobre todo a nivel popular. Fue una derrota, pero además fue una derrota humillante.

 

POR QUÉ MARIANO GRONDONA

El primer contacto

Por Luis Bruschtein

T.gif (862 bytes) Cuando las hinchadas cantan que Boca u otro equipo es un sentimiento, lo que quieren expresar se puede aplicar perfectamente en este país a lo que sucede con las islas Malvinas. Y mientras sigan siendo eso, más fácil será que las vuelva a usar algún general cantinflesco en su beneficio, a costa de atraso, sufrimiento y muertes. Más que un sentimiento, las islas Malvinas tienen que ser algo real para los argentinos.

No sé si Mariano Grondona piensa eso, ni si el programa que emitió desde las islas tenía ese objetivo. Pero lo cierto es que el programa puso en contacto por primera vez en la historia a los habitantes de las islas con el argentino común a través de la televisión.

Hasta ahora los únicos que conocían la derrota, porque la habían vivido en carne propia, eran los veteranos. Nunca está demás que la gente común se entere también lo que significa, no en términos heroicos, sino en cómo habrá que negociar a partir de ella, dónde se paran los vencedores y dónde están obligados a pararse los vencidos, quién pone las condiciones y quién está obligado a aceptarlas. Todo esto significó la derrota de los generales de la dictadura en las Islas Malvinas. Es más que un sentimiento, es peor que un sentimiento.

Pero una cuota de realidad abre siempre la posibilidad de introducir una cuota de racionalidad. Por eso, más allá de su estructura o de los lógicos problemas técnicos, el programa emitido desde las islas resultó importante, porque presentó el pensamiento de los isleños y los problemas que tenemos los argentinos cuando queremos hablar del tema.

Fue evidente en el programa que el interlocutor no es Gran Bretaña ni los isleños cuando se habla de los muertos o la derrota y que ese es un tema de discusión interna. La desaprensión con que los militares de la dictadura mandaron a morir a los chicos tenía como antecedente la masacre de jóvenes argentinos que habían realizado previamente. Todo fue parte del mismo acto. Eso también forma parte de esa realidad que necesita incorporar la discusión del tema Malvinas.

Hablar de la realidad que dejó la dictadura militar deja siempre un sabor amargo. Ver a las islas en la televisión produjo ese efecto en mucha gente e inclusive hubo críticas al programa. Pero nadie podrá negar que este fue el primer contacto de la gente común con esa realidad. En la entrevista, Grondona dijo que esta visita no hizo cambiar lo que él sintió siempre con relación a las Malvinas --una "asignatura pendiente"--, pero que a partir de ella ve más claro el camino para resolverla. Nadie tiene por qué estar de acuerdo, pero lo que sí es claro es que ahora hay elementos más concretos para esa discusión. Los guerreristas de la dictadura hubieran preferido que los argentinos no conocieran a los isleños.

 

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