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  AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR
AVISO: ENCUENTRO TEMATICO DE PSICOLOGOS DEL MERCOSUR

 



EL COMIENZO DE LA CARRERA DE PSICOLOGIA SE INSCRIBE EN UNA “HISTORIA ESCINDIDA”
En los orígenes hubo una “sensibilidad de cambio”

El martes pasado fue el Día del Psicólogo. Recordar cuándo,  cómo y por qué surgió la primera carrera de psicología de la  Argentina viene a reconstruir el clima cultural de los sesenta.

Hall central del venerable edificio de la Facu de Psico, en la avenida Independencia.
En los años 60, ese mismo recinto fue testigo de las asambleas más aguerridas.

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Por Hugo Vezzetti *

t.gif (862 bytes) La psicología en la Argentina se constituyó a través de una historia escindida en dos tiempos. El primero es el tiempo del nacimiento, desde fines del siglo pasado, en un marco globalmente “positivista”, de una psicología sin psicólogos, o sea, de una disciplina de conocimiento, incorporada a la enseñanza universitaria y tensionada entre la medicina, la pedagogía y las ciencias. En un segundo momento, desde finales de la década del cincuenta, hace apenas cuarenta años, se construye otra historia, a partir de la creación de las carreras universitarias de psicología y la consiguiente organización profesional: allí comienza la historia de los psicólogos. Estos dos momentos han permanecido separados e incomunicados, de modo tal que una historia que busque reconstruir, en una perspectiva de largo alcance, tanto la dimensión del saber y el pensamiento como de las prácticas y las instituciones, debe enfrentar las consecuencias de esa separación.
El I Congreso Nacional de Psicología, en 1954, puso en evidencia un interés bastante amplio por la disciplina y terminó recomendando la creación de carreras universitarias de psicología en las universidades argentinas. La nómina de los participantes locales alcanza para ver que en esa aspiración coincidían representantes de disciplinas ya constituidas (la filosofía, la pedagogía, la psiquiatría médica y algunos psicoanalistas) y que, en todo caso, no había un proyecto claro ni un grupo en condiciones de asumir el papel de fundadores o refundadores de una tradición disciplinar y profesional que pudiera compararse a lo que había sido aquella primera etapa, positivista, de la psicología.
En Buenos Aires, como es sabido, hay una implantación de psicoanálisis en la carrera de psicología, hacia los años sesenta, que no coincide con el comienzo de la carrera; esa implantación va a contribuir a proporcionar un perfil definido y orientado hacia la clínica. A partir de ese relieve del psicoanálisis y de su papel en la conformación del perfil profesional de los primeros graduados, la historia de la psicología –y de los psicólogos– se encuentra con la del psicoanálisis. En efecto, una condición de esa implantación en los estudios universitarios en psicología es la trayectoria particular de la disciplina psicoanalítica, iniciada unos años antes, en una vía de derivación que la orienta hacia fuera del campo psicoanalítico. Ese movimiento va a llegar a la carrera de psicología a través de algunas figuras, especialmente José Bleger (pero también David Liberman y Fernando Ulloa), aunque es claro que ese “encuentro” forma parte de una etapa de reordenamientos y mutaciones más extensos.
Lo primero es que ese movimiento de derivación del psicoanálisis a la carrera de psicología no nace en la universidad sino en una expansión pública que tiene diversos focos. El primero involucra el movimiento de renovación del campo psiquiátrico, que se expresa en el discurso y las prácticas de la “salud mental”. El segundo foco se corresponde con el surgimiento de una peculiar “psicología social” y un movimiento grupalista, sostenidos en la trayectoria y la enseñanza de Enrique Pichon Rivière. Y es claro que ese ciclo renovador, que va a involucrar, a la vez, a la psiquiatría, el psicoanálisis y la psicología académica, se produce en un contexto cultural dominado por una sensibilidad de cambio; algo que se pone en evidencia en el modo en que ciertos medios de comunicación (notoriamente, la revista Primera Plana) traducen y exaltan un cierto estado de las “demandas” de un público de capas medias que busca modernizarse.
En los comienzos de la carrera de psicología en la UBA, la figura de su primer director, Marcos Victoria, es la ilustración misma de la ausencia de un perfil disciplinar claro. Formado en la psiquiatría y la psicopatología tradicional, sus incursiones en temas de la psicología que le era contemporánea venían acopladas a una relación divulgadora que carecía de cualquier propósito de investigación y de consolidación conceptual o profesional de la psicología. Fueron los primeros alumnos de la carrera quienes cumplieron un papel decidido en el cambio de perfil y en la profundización de una orientación hacia el psicoanálisis.
Es claro, entonces, que faltaba en la carrera un grupo académico o profesional consecuentemente identificado con el interés de fundar una nueva disciplina, con un perfil formativo y profesional autónomos. Brevemente, puede decirse que se daba una coexistencia de patrones y orientaciones diversas, entre el perfil de una formación orientada a la enseñanza, una actividad técnica auxiliar de la medicina y la psiquiatría, el modelo de las ciencias sociales, cercano a la recién creada carrera de sociología, o el perfil de una disciplina básica orientada a la investigación. Es esta “vacancia” la que va ser cubierta, transitoriamente al menos, por el actor estudiantil, el cual contribuyó decididamente a la incorporación de José Bleger y al perfil de un “nuevo psicoanálisis”, que no se identificaba con el que se llamaba “ortodoxo”, es decir, el de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Esa extensión inicial del psicoanálisis (la creciente intersección con discursos de las ciencias sociales, la penetración en la carrera de psicología de la UBA y la inclusión “integradora” en zonas del dispositivo hospitalario) se caracterizaba por una notoria vocación pública en la definición de los problemas y las estrategias de intervención. Es claro que ese relieve de lo público era un rasgo que dominaba un campo cultural y político en transformación. En ese sentido, el lugar de la universidad de esos años era altamente simbólico en la promesa de proyectar sus saberes y prácticas en un espacio general de producción de conocimientos y de promoción de valores. Más allá de los resultados que la universidad produjo, anunciaba como posible un saber construido y socializado en un marco institucional democrático y una vía de aplicación de ese nuevo conocimiento en la reforma de la sociedad. Y aunque esas iniciativas circularan en un ámbito grupal reducido, virtualmente aspiraban a encontrar —y a construir— un público destinatario socialmente ampliado.
Bleger encarnaba bien esa tendencia ampliatoria en lo teórico, a través de la relación del psicoanálisis con el marxismo, pero también en lo social e institucional a través del rol proyectado del psicólogo como un profesional que debía actuar en el espacio público. Pero, además, Bleger se proponía un fundación propiamente teórica de la disciplina y su “psicología de la conducta” era la expresión ambiciosa de una psicología general sistemática que debía ser capaz de superar la fragmentación del campo de la psicología. Se enfrentaba, entonces, con el problema de fundar una tradición para la psicología argentina en un momento en el que no había quedado casi nada de las raíces de la disciplina nacida con los principios del siglo. Y en cierto sentido reiteraba, ampliado, el gesto fundador de José Ingenieros cuando escribió los Principios de psicología. En su afán sistematizador y en su voluntad “omnicomprensiva”, tiene algo de esa voluntad de sistema que dominaba la obra de Ingenieros. Ambas mantenían una relación directa con los proyectos –en tiempos distintos– de implantación académica de la disciplina, ambas pretendieron cumplir una función fundadora (algo que, en el caso de Ingenieros, se prolongaba en su lugar de primer historiador de la psicología) y, lo que es más, ambas encontraban en la extensión hacia la filosofía (en el positivismo evolucionista en un caso, en el materialismo dialéctico en el otro) el fundamento para una ubicación de la disciplina que permitiera dar cuenta de su integración en un orden de totalización que se prolongara doblemente: hacia lo biológico y hacia lo social.
* Historiador del psicoanálisis y profesor de la UBA. Miembro del consejo de dirección de la revista Punto de Vista.

POSDATA

Mujer. “La mujer. Rol madre”, el 16 a las 19 en Escuela de Psicología de Ramos Mejía. 654-2225.
Identidad. “Identidad, ¿retorno de lo reprimido?”, con Alejandro Peruani, Luis Cortese y Peter Wright, el 20 a las 20 en el Cultural San Martín, Sarmiento 1551. Gratuito.
Política. “¿Qué es la política?”, con Raúl Yafar, Raúl Cerdeiras y Blas de Santos en Facu de Psico, Independencia 3065 aula 106, el 16 a las 21.40.
Pericia. “Valor de la pericia en la tramitación judicial”, en la Asociación de Psicólogos Forenses, el 21 de 18 a 20.30. 825-1301.
Internados. Está a punto de cerrar la inscripción para el Primer Encuentro de Artistas Internados en Hospitales Psiquiátricos de la Regional Centro y la Primera Muestra Nacional de Videos sobre Arte y Salud Mental, en Mar del Plata, del 11 al 16 de diciembre. 306-7704, (0323) 93018.
Revistas. Onda Cero sobre patologías de fin de siglo. Ensayos y Experiencias sobre los “atrasados escolares”.
Nietzsche. “Nietzsche: entrecruzamientos culturales”, en el Centro Cultural Ricardo Rojas, desde hoy hasta el sábado. Corrientes 2038.
Hispanoparlantes. Simposio Internacional de Trabajadores de la Salud Mental Hispanoparlantes: “Salud mental, emigración y cultura”. Del 23 al 27 de noviembre en Jerusalén. E-mail: ATSMHI @unitours.co.il.
Psicodiagnóstico. Congreso Nacional de Psicodiagnóstico: “Psicopatología. Actualizando psicodiagnósticos”. Del 22 al 24 de octubre en Santa Fe. (042) 531983.



SOBRE LA ETICA DE LA PROFESION DEL PSICOLOGO
Opinadores en la televisión

Por Perla Hardoy *

t.gif (862 bytes) En el Código de Etica correspondiente a la profesión de psicólogo encontramos artículos como el 4, 5 y 6 que resaltan su función social y su responsabilidad ineludible ante la sociedad que lo demanda: “El Psicólogo se guiará en su práctica profesional por los principios de responsabilidad, competencia y humanismo, prescindiendo de cualquier tipo de discriminaciones”, y “Frente a accidentes o situaciones de emergencia social, el psicólogo está obligado a prestar su asistencia y cooperar con los organismos sanitarios... colaborará con los poderes públicos en la prevención, protección y mejoramiento de la salud pública de la población con los medios teóricos-técnicos a su alcance...”.
No obstante, diariamente confrontamos situaciones donde lo que está escrito pareciera perimido en algunos sectores, tales como los medios masivos de comunicación donde también el psicólogo pareciera necesitar contar con una representación que se puede extender como necesaria por su misma participación en el contexto social, pero que muchas veces encontramos excedida.
Tal como se explicita en otros artículos del mencionado Código de Etica: “Las declaraciones u opiniones que el psicólogo debe formular en relación con su profesión con el fin de informar al público deberán plantearse siempre con rigor científico, sin perjuicio de adecuarse al nivel de comunicación que corresponda”, y “...utilizará los medios de comunicación masiva solamente con fines educativos, no podrá emplearlos para atender consultas que impliquen la formulación de diagnóstico o tratamientos”.
Sin embargo, en esta sociedad mediatizada, en un sistema que declara su perversidad de continuo, el psicólogo aparece muchas veces y en infinidad de medios de comunicación como portador de un saber que declara letra muerta aquella que aparece en el Código de Etica que marca su competencia. Así es como encontramos a diario la participación de profesionales opinando en dudosos programas de televisión, acerca de determinadas patologías o supuestas inconductas de no menos dudosos personajes, cuya función es la de exponer, sin ninguna consideración con el verdadero dolor del ser humano, conflictos suficientemente importantes como para ser capaces de subir algunos puntos de rating.
Observando estos hechos mediáticos, surge la pregunta obligada que compete directamente a nuestra profesión: ¿no será necesario incluir en la programática de formación del psicólogo una materia relacionada directamente con la Etica, si descubrimos en la realidad cotidiana que lo escrito con la mano en el Código se borra fácilmente con el codo?
* Estudiante en la carrera de psicología de la Universidad de La Plata.

 

POSDATA

Niños. “Intervenciones en el psicoanálisis con niños”, el 17 de 9.30 a 16.30 en Círculo Psicoanalítico Freudiano, con A. Lo Giudice, A. Fryd, A. Topelberg, F. Aberastury, M. Grizzuti, A. Flesler, M. Benítez. 773-2283. Gratuito.
Sida. Talleres de Formación de Voluntarios en Descida. 825-4263. Gratuito.
Articulaciones. Mesa: “Psicoanálisis, psiquiatría, psicofármacos: articulaciones”, el 21 a las 11 en Escuela de Psicoterapia para Graduados, Julián Alvarez 1933, 865-2050. Gratuito.
China. Seminario de psicología china, por Shao Lei, del Hospital Hua-Shan de Shanghai, en Escuela de Naturoterapias. 372-4785.
Adopción. “Lo psicológico, lo social, lo ético y lo moral en adopción”, en la Mutual de Psicólogos, el 19 a las 18.30. 862-7063. Gratuito.
Psicoinmuno. Jornada de psiconeuroinmunoendocrinología en Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de La Plata, el 17 de 9 a 14. 021-254390. Gratuito.

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