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opinion
Liberen al dictador
Por Martín Granovsky

Como un gobierno no es un grupo de estudiosos del Derecho sino precisamente eso –un gobierno–, cualquier postura jurídica expresa una acción política. Al apoyar la posición chilena sobre el caso Pinochet, la acción que el gobierno argentino emprendió ayer fue el reclamo de la libertad del dictador. El cese de la detención en Londres y la vuelta de Pinochet a Chile es lo que pide la administración de Eduardo Frei al Reino Unido. La vuelta a Chile, donde el general es senador vitalicio, significaría su libertad.
El Presidente podría argumentar que se solidarizó con su colega chileno para cuidar la buena vecindad con un país amigo y socio comercial. O que le preocupa el riesgo de que Chile se inestabilice políticamente y termine haciendo cimbrar a la Argentina, y entonces quiso apuntalar la casa del vecino después del terremoto. Es un argumento a tener en cuenta, porque en política la cordillera puede ser tan endeble como una pared de durlock, pero en este caso la posición de Menem tiene el sabor de una sobreactuación al estilo de las relaciones carnales:
u La detención de Pinochet actuó como un acelerador de la transición y le imprimió un ritmo que el gobierno de la Concertación no estaba dispuesto a soportar. Pero hasta el momento ningún dato de la realidad chilena permite pensar que la democracia esté en peligro. El propio comandante del Ejército chileno dijo que el país vivía una “situación difícil”, aunque no dramatizó los hechos. En Chile, la única que se histeriza es una derecha anacrónica que sigue hablando por tevé del “comunismo internacional”. Y la gente común siente más temor por la crisis asiática que el que experimenta hoy ante el caso Pinochet.
u Por amistad con Frei, Menem no tenía por qué declarar su alborozo ante el arresto del dictador, pero tampoco estaba obligado a pedir el cese de su detención. En situaciones como ésta, alcanza con un silencio piadoso.
Además de una sobreactuación, el Presidente quedó desfasado del clima social en la Argentina, un país donde Videla está preso, varios jueces investigan el robo de chicos y la Cámara de La Plata reconstruye la verdad sobre el destino de los desaparecidos.
La pregunta es si la falta de sintonía con los argentinos es un error de percepción o un objetivo que, para el Gobierno, resulta superior. Un objetivo, por ejemplo, como éste: defenderse por anticipado de los procesos de Garzón, que justamente investiga la coordinación represiva en Sudamérica y no sólo la represión en Chile. En cualquier caso los argentinos no merecían que su Presidente, un ex perseguido político, pidiera la libertad de un dictador.

 

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