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PARTIO EL DISCOVERY CON EL ANCIANO JOHN GLENN
De nuevo entre las estrellas

El mítico astronauta volvió al espacio en medio de una euforia que acercó a casi un  millón de personas al lugar del despegue.

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El trasbordador fue lanzado luego de dos pequeñas demoras.
Bill Clinton se emocionó hasta las lágrimas en el despegue.

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John Glenn cumplió su sueño.
Vuelve al espacio a los 77.

Por Mónica Flores Correa desde Nueva York

t.gif (862 bytes) Enfundado en un traje espacial naranja y con los ojos celestes achicados por una multitud de arrugas, John Glenn probó ayer que un hombre viejo no tiene necesariamente que morirse para entrar en la gloria. Pero sí tiene que dejar este mundo, este polvoriento y acuoso planeta Tierra. Así lo hizo el astronauta de 77 años, acompañado por otros seis tripulantes, cuando el trasbordador Discovery despegó de Cabo Cañaveral a las 16.15 de la tarde, hora argentina, mientras todo Estados Unidos contenía la respiración y ponía los ojos en el cielo de verdad o en el virtual de los televisores.
Hasta Bill Clinton, que presenció el despegue, confesó estar nervioso antes del lanzamiento, aunque dijo que era por “el entusiasmo”. Las emociones y la euforia de los que siguieron el inicio del viaje estuvieron teñidas por el temor, siempre presente en este tipo de misiones, hasta el momento en que se concretó exitosamente la partida y el cohete se convirtió en un punto apenas, cada vez más remoto, en el cielo azul de Florida. La misión del Discovery durará nueve días y su principal objetivo científico es estudiar las reacciones del cuerpo humano en el espacio.
En el caso de Glenn, quien hace 36 años fue el primer norteamericano que circunvoló la órbita terrestre, la investigación se centrará en el proceso de envejecimiento en un ambiente ingrávido. El trasbordador, además, carga entre otros experimentos, una serie de semillas que forman parte de una investigación de un grupo de alumnos de cuatro colegios argentinos.
“Dejen que las alas del Discovery nos lleven al futuro”, fueron las palabras finales de aliento a la tripulación que se pronunciaron en la sala de control antes del despegue, el que previamente había sido demorado dos veces. Primero se dilató por unas alarmas que sonaron dentro del cohete que obligaron a una última inspección de los técnicos de la NASA y luego, por un avión que se introdujo en el área espacial restringida para el lanzamiento. Diecinueve minutos después del horario previsto, se oyó la voz de Lisa Malone, comentarista oficial de la agencia, anunciando: “Despegue del Discovery con una tripulación de seis astronautas héroes y una leyenda estadounidense”.
Como signo de buen augurio, a Glenn, que estrenó ayer su rótulo de “leyenda”, le fue mucho mejor en este comienzo de viaje que en el de 1962, cuando el lanzamiento de la misión Mercury se pospuso diez veces en dos meses.
Considerada más una misión de relaciones públicas que un viaje estrictamente científico, este programa “Discovery” ha servido para revitalizar en la opinión publica el interés por la tarea de la NASA y los viajes espaciales. Algunos observadores veteranos señalaron que el clima de excitación y optimismo de ayer, era sólo comparable al que se experimentó cuando la agencia envió un cohete tripulado a la luna. Gracias a Glenn, una verdadera multitud, que llegó a estimarse en un millón de personas, se instaló con autos y carpas en las carreteras y playas cercanas a la pista de lanzamiento. Hubo también una amplísima cobertura periodística del acontecimiento, nacional e internacional, con las principales cadenas televisivas compitiendo en la información del momento “histórico”. CNN, por ejemplo, contrató para la ocasión, a otra “leyenda”: el periodista Walter Cronkite, quien en 1962 cubrió en forma exclusiva para CBS el viaje de Glenn en la cápsula del Mercury.
Glenn, que hizo también una carrera política y es senador demócrata por Ohio, nunca abandonó su sueño de volver a la profesión que más le gusta, la de astronauta. Al descubrir en un informe, de manera casual, que las alteraciones del cuerpo en el espacio se asemejan a las que ocurren en la vejez, tales como cambios en la presión sanguínea y en el ciclo del sueño, Glenn realizó un intenso lobby con la NASA para convencer a los científicos de que lo dejasen participar en una misión. Se ofreció así como conejito de indias para examinar el proceso de envejecimiento en un ámbito extraterrestre. Después de muchas vacilaciones, por el riesgo indiscutido que siempre entrañan estas misiones y por el peligro potenciado de enviar una persona de la edad de Glenn al espacio, la NASA encendió la luz verde y el astronauta-senador comenzó su entrenamiento en enero. En estos nueve días de la misión, Glenn se someterá a diez estudios en los que se evaluarán los efectos de la ingravidez en su físico.
Los médicos que trabajaron con Glenn en el entrenamiento han dicho que este anciano calvo con la sonrisa siempre pronta, goza del físico, la fuerza y la energía de una persona mucho más joven que los años indicados en su calendario. Ayer, en una de las últimas comunicaciones de rutina con la tripulación antes del despegue, la voz de Glenn resonó vigorosa cuando le llegó el turno de contestar al control en Houston. “PS2, alto y claro”, dijo.
Algunos críticos han visto en este viaje de Glenn una expresión más de la obsesión norteamericana con el heroísmo y las epopeyas. Ni que hablar de lo que las epopeyas cuestan en términos de miles de millones de dólares. Pero otros opinan que la fascinación que despierta el viejito astronauta pasa por otro lado. Pasa por el hecho de que Glenn con sus setenta y siete a cuestas, empuja las fronteras del espacio y del tiempo y se convierte en un verdadero símbolo, arrugado y encarnado, de la aventura humana.

 

Buen negocio para la NASA
Por M.F.C.

Unos minutos antes del lanzamiento, la NASA le pasó a la tripulación la grabación de un saludo de Scott Carpenter, otro astronauta del programa Mercurio en la década del sesenta. “Buena suerte, tengan un buen viaje y ... nuevamente, con la aceleración de Dios, John Glenn”, dijo Carpenter, la voz ligeramente temblorosa al repetir las mismas palabras que había pronunciado en el primer viaje de Glenn en 1962.
Además de Glenn, quedan otros tres sobrevivientes –uno de ellos es Carpenter– de la primera camada de siete astronautas norteamericanos. Los tres que se quedaron esta vez en Tierra han admitido estar un poco celosos de la suerte del compañero de hazañas.
Leroy Cooper y Malcom (Scott) Carpenter aceptaron el argumento de Glenn de que los experimentos que se llevarán a cabo en su cuerpo de setenta y siete años justificaban un asiento en el Discovery. Pero Walter Schirra no se tragó esta explicación. “Digamos las cosas como son; John no se ganó esto con la argumentación científica. Debemos admitir que cuenta con las credenciales para que esto sea un buen negocio para la NASA. Esto le dará una enorme publicidad al programa, algo que necesita desesperadamente”, comentó Schirra.
Celos aparte, los tres coincidieron, sin embargo, en que el regreso de Glenn al espacio dará un nuevo envión a la posibilidad de mandar una misión tripulada a Marte.

 

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