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POLEMICA POR LOS CUADROS DE MOLINA CAMPOS

"Nueve de cada diez, falsos"

Su única hija se hace cargo del legado, luego de que la semana pasada murió la segunda esposa del pintor. "Mi padre pintó mil cuadros, pero hay diez mil en circulación."

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Por Marcarmen Almada

t.gif (67 bytes)  Conocida como Pelusa, Hortensia Molina es la única hija de Florencio Molina Campos. Tiene 77 años y, a pesar de sus penurias económicas, no puede acceder a la fortuna que dejó su padre. Según sus declaraciones a Página/12, al dejar la administración en manos de Elvira Ponce, la segunda esposa del pintor (que falleció la semana pasada), ésta se apropió de su herencia y de la de su madre para luego donarla a la Fundación. "Nos llevábamos muy bien hasta que murió papá. Entonces cambió, ella se adueñó del museo y puso todos los bienes a su nombre." Pelusa es hoy la presidenta de la Fundación Molina Campos, pero no puede disponer de los bienes. Cada cuadro de su padre se cotiza en cuarenta mil dólares, en tanto ella sobrevive con una pensión de 145 pesos. En tal sentido, la hija del pintor no descartó novedades en la charla que mantuvo en Moreno, con este diario, a metros del velatorio de Doña Elvirita.

--¿Cómo fue la relación con su padre?

--Mis padres se separaron cuando yo era chica. Con él tuvimos siempre una buena relación. Papá tenía un carácter muy alegre. Recuerdo que iba los sábados, por disposición del juez, a verme a lo de la abuela. Ya más grande salíamos juntos a almorzar y yo me sentía importante cuando él me acompañaba. La relación entre nosotros era de igual a igual; conversábamos muchísimo. Después de casada, iba a visitarlo al rancho de Cascallares (en Merlo) y hacíamos vida de familia.

 

--¿Lo vio mientras trabajaba?

--Sí, recuerdo que comenzaba varios cuadros a la vez. Me asombraba verlo tan observador de los detalles de cada uno. Pintaba por la noche y de memoria, algo notable. Pensar que el valor que le dieron a su obra fue, primero como caricaturista, y ahora sus obras son verdaderos documentos.

--¿Cómo fue su relación con Elvira Ponce?

--La conocí a los 10 años y nos llevamos muy bien hasta que murió mi papá; ahí la cosa cambió. Ella se apoderó del museo, se hizo propietaria de todo y no me consultó más para nada. Tiempo atrás, yo, con toda confianza, le había dado un poder como administradora, jamás pensé encontrarme con semejante sorpresa.

 

--¿Qué tipo de acciones inició usted?

--Ninguna y de eso hoy me arrepiento. Fíjese que vivo de una pensión de 145 pesos. En ese momento, por respeto a mis tías y a la memoria de papá, dejé todo como estaba. A Elvirita no le hice pleitos pero sí preguntas, entonces la situación se volvió más tirante. Me dijo que no había herencia alguna para mí, absolutamente nada. Luego ella puso todo a nombre de la Fundación Molina Campos y la legislación me impide disponer de los bienes, aunque ahora sea la presidenta y pise más fuerte. La verdad, creo que todos ganan con las cosas de papá, menos yo. Sólo tengo cuatro cuadros que él me regaló en vida. Pero creo que ahora algunas cosas pueden cambiar; me estoy asesorando... Pero por otra parte Elvirita toleró a papá, que no era fácil en su vida de pareja, sobrellevó su carácter egocéntrico, sus horarios. Tampoco puedo dejar de valorar que puso todo de sí para que el museo floreciera: rescató cuadros, construyó... A su segundo marido, Víctor Guiñazú, un admirador de mi padre, también el museo le debe mucho porque era un hombre de fortuna.

--¿Qué va a pasar con el museo?

--Seguirá en Avenida Güemes y Victorica, en Moreno, el lugar que él eligió y tanto quiso. Es la obra de mi padre y la voy a defender. Ya no se puede permitir que se empiecen a regalar ni a prestar obras que después desaparecen. Elvirita descolgaba un cuadro para pagar gastos, o los regalaba a políticos y amigos.

--¿Cuántas obras de su padre conserva el museo?

--Habría que tener en mano un inventario correcto. Debería haber unos 142 cuadros -–aunque tengo mis dudas sobre la autenticidad de algunas obras--, más todo su trabajo de Alpargatas, los famosos almanaques que hizo durante veinte años, afiches y reproducciones.

--¿Qué pudo averiguar de las falsificaciones?

--Lamentablemente no mucho, pero estamos trabajando seriamente en el tema. Hay un señor en Córdoba, por ejemplo, que hace muy buenas falsificaciones. Por eso yo certifico los cuadros de mi padre. Y también falsifican mis certificaciones. Ya descubrimos catorce..., se ocupan de ambas cosas: obra y certificación..., todo un tema que tengo en manos de abogados. La obra de papá es de algo más de 1000 cuadros, que se encuentran distribuidos entre el museo, particulares y galerías. Pero, con todas las falsificaciones que hay, son unos 10.000 los que andan dando vueltas. Este es un gran negocio: hay una publicitada galería de Capital Federal que ofrece obras falsas de mi padre.

 

--¿Van a vender la obra que queda en el Museo Molina Campos?

--El Museo Nacional de Bellas Artes quería comprar seis obras pero yo no estoy de acuerdo en vender. En la Fundación el voto estuvo muy dividido. También tenemos pedidos de Luján y La Plata, pero si vendemos las obras que nos piden, ¿qué queda para el museo? No debemos desvalijar el que muchos señalan como el mejor museo privado de la provincia. Yo estaría de acuerdo en donar dos cuadros a Bellas Artes y sé de coleccionistas particulares que también están dispuestos.

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