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ENTREVISTA A GUSTAVO PATIÑO, UN TAPADO
Tilcara también existe

Criado en la quebrada de Humahuaca, propagador de la cultura andina y multiinstrumentista, analiza los pro y los contra de hacer música a contramano de lo que pasa en Buenos Aires.

Mirada: “Cuando vemos la televisión de Buenos Aires nos damos cuenta de todo lo que nos falta, pero también tomamos conciencia de todo lo que tenemos”.

Patiño acaba de volver de una gira por universidades de España.
“Nuestra música impacta más en Andalucía que en Buenos Aires”, dice.

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Por Fernando D’Addario

t.gif (67 bytes) Nació en Lima, provincia de Buenos Aires, apenas un accidente geográfico que se desdibuja en su imagen rockera y en su vida cotidiana, atravesada por la cultura andina. Vive desde chico en Tilcara, en plena quebrada de Humahuaca, que se proyecta en su música como un abanico de ritmos norteños. Gustavo Patiño (39 años, casado, tres hijos), uno de los compositores folklóricos más lúcidos y menos conocidos de los últimos años, vive en una casa con paredes de adobe, techo de tejido de caña, barro y paja, y sigue sintiendo cierta aprehensión cada vez que su condición de músico profesional lo obliga a bajar a la Capital Federal. Ahora, por ejemplo. Esta noche actuará en la peña La Flor y la semana que viene lo hará en distintas localidades bonaerenses. Llegó recientemente de España, donde permaneció durante más de tres meses tocando en diversas universidades y ayuntamientos. Confiesa, en entrevista con Página/12, que “en Andalucía se sienten más cerca de nuestra música que en Buenos Aires. Quizá porque los andaluces sienten tan a flor de piel su cultura que tienen la sensibilidad suficiente para abrirse a otras”.
Toca 20 instrumentos, entre aerófonos, de cuerdas y de percusión. Algunos de ellos, que se han perdido en el tiempo, son fabricados por él mismo. Se lo ve entonces con una quena de hueso de pata de llama o con un sikus hecho en cerámica. Y su bolso itinerante, que se pasea por todo el país desparramando la música andina, cobija pinkullos, quenachos, erkes y ocarinas, entre otros instrumentos desconocidos para la cultura pop de Buenos Aires. Y no desdeña la guitarra eléctrica, cuando es necesaria. Recientemente editó un disco, Kollasuyu (“región del sur”, en quechua), y está preparando otro que incluye distintos ritmos latinoamericanos, desde el joropo hasta la guajira, pasando por la cumbia colombiana, con una unidad temática: “La durísima realidad que siguen viviendo los pueblos americanos desde hace cientos de años”. Y protesta, entonces, contra músicos que en su momento se mostraban comprometidos con lo social y “ahora se callan la boca, seguramente porque tienen miedo de que se les corte algún acuerdo con cultura de la Nación”.
–¿Cómo se compatibiliza en el folklore andino el rescate riguroso de culturas centenarias con la utilización de instrumentos electrónicos?
–Los instrumentos no tienen la culpa del mal uso que hacen muchos instrumentistas. A mí me da pena que el hombre pierda valores y elementos desarrollados por culturas anteriores, pero el folklore se va construyendo día a día. En muchas zonas del norte argentino el mandolín y el violín han llegado a ser muy populares, y son instrumentos llevados por los españoles. Y está el caso del cajón peruano en la música andaluza. Un músico de la banda de Paco de Lucía fue a Perú y descubrió un día ese instrumento. Lo llevó a Andalucía, Paco lo incorporó a su grupo y hoy no se concibe allá a la música flamenca sin el cajón peruano. ¿Es folklore o no es folklore? Yo no soy un rockero que hago folklore. Utilizo los instrumentos que considero necesarios para expresar una idea. Pero a esta altura de los acontecimientos, sería ridículo decir que la guitarra eléctrica es patrimonio del rock.
–Da la sensación de que dentro del amplísimo folklore argentino la música andina es la que menos influencias tiene de la cultura europea. ¿Esto es así? Y en ese caso, ¿por qué?
–Es probable que los sonidos andinos se hayan conservado con mayor pureza, y tiene que ver con que las culturas precolombinas que habitaron Bolivia, el norte argentino y el norte de Chile, alcanzaron un grado de desarrollo que les permitió prevalecer, al menos en lo musical, frente a la influencia española. Ese bagaje cultural se mantuvo a través de los siglos, frente a los conquistadores, y se conserva hoy, frente a otros intentos de conquista.
–También la televisión puede ser un modo de conquista. A Tilcara seguramente llegan canales de aire y de cable. ¿Hasta dónde influye esa nueva información?
–Hasta 1985 no había televisión en Tilcara. Hoy recibimos 20 canales, entre ellos señales de Perú, Bolivia y España. Y hasta ahora los cambios producidos no fueron sustanciales, porque hay una raíz muy fuerte en las costumbres de la gente. Cuando vemos un canal de Buenos Aires nos damos cuenta de todo lo que nos falta, pero también tomamos conciencia de todo lo que tenemos. Y no hay propaganda convencional que pueda convencerlos de algo que vaya en contra de su naturaleza. Hace poco, por el tema del cólera, las autoridades jujeñas habían decretado que no se hiciera el carnaval, por “prevención”. “Bueno, bueno”, dijeron todos. Y el carnaval se hizo igual, por supuesto, porque no se puede con la cultura de un pueblo cuando está bien arraigada.

 

La alegría del anonimato

“No soy el mejor pescado para los pescadores de éxito”, dice, sabiendo que lo suyo no congenia con los cánones del folklore que buscan las discográficas. Y eso que hace un par de años ganó un premio ACE a la mejor canción de autor nacional, por el “Escondido en mi país” que grabó Mercedes Sosa. Nada cambió para él. “Al no vivir en Buenos Aires, para mí ganar un ACE fue sólo una anécdota.” No piensa cambiar, de todos modos: “Cuando veo que una banda de sikuris interpreta un tema mío siento tanta satisfacción como con el premio que me dieron por el tema que cantó la Negra. Soy un tipo que vive con alegría el anonimato. Hace mucho tiempo viví un año en Buenos Aires. Y recuerdo que me cambió totalmente la manera de escribir. Me parecía que estaba componiendo competitivamente, como si quisiera hacer las cosas mejor o más rápido que otro. No es para mí. Para transmitir lo que vivo cotidianamente en Tilcara necesito vivir allá, aunque me pierda todos los contactos con los medios o con la industria discográfica”.

 

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