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Un ágape para el imputado por la sustracción de bebés

Un partido político inexistente convocó a un homenaje a Massera.
Fue un almuerzo en plena city. Aunque el cubierto era casi gratis, hubo muchas sillas vacías. Predominaron los retirados y las mujeres.

Emilio Massera, que bien pasada la setentena no luce casi canas, acudió un agasajo de ex compañeros de armas.

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Por Fernando Almirón

t.gif (67 bytes) Emilio Eduardo Massera ingresó puntualmente --a las 13-- al patio interior del centro San Ramón Nonato, en Reconquista 26, pleno centro de la city porteña. Bajo una de las galerías cuyas arcadas dan a un bucólico jardín plagado de árboles y arbustos en flor, se dispuso una larga mesa a la que se sentaron un centenar de personas convocadas por el ignoto Partido Acción Popular con el objeto de homenajear al ex almirante, "en reconocimiento a su trayectoria a lo largo de toda una vida puesta al servicio de nuestra Patria y su Pueblo". El agasajo a uno de los conductores de la dictadura militar llega justo cuando Massera puede ir preso por su responsabilidad en la sustracción de menores hijos de personas desaparecidas en la ESMA.

"Sólo se trata de un festejo de cumpleaños tardío", le dijo el marino a este cronista mientras se sentaba a la cabecera de la larga mesa. Su cumpleaños fue el 19 de octubre. El homenaje "no tiene nada que ver con la cuestión judicial", aclaró después de una pregunta en este sentido, ya que Massera podría quedar detenido el próximo 3 de diciembre, cuando declare en la causa por sustracción de menores que lleva adelante el juez Adolfo Bagnasco; tal como sucedió con Jorge Rafael Videla en una causa similar a cargo del juez Roberto Marquevich.

Las mesas del restaurante que funciona en el interior del viejo edificio religioso ofrecieron un menú único para todos los comensales, que consistió en entrada de fiambres con ensalada rusa, pollo con papas al horno, helado y una copa de sidra para el brindis final. Menú razonable considerando que el precio del cubierto sólo trepó a diez pesos.

Frente a Massera se sentaron una centenar de personas. La mayoría compañeros de promoción y ex camaradas del ex militar, quienes fueron llegando en pequeños grupos vistiendo, la mayoría de ellos, trajes lustrosos comprados hace años, para cuando no haya que vestir el uniforme del arma. No se vieron caras conocidas de la dictadura militar, aunque sí muchas sillas vacías.

El homenaje fue organizado por un marino retirado, Jorge Elizalde, y la invitación corrió por cuenta del Partido Acción Popular. Su texto decía textualmente: "Invitamos a Ud. al almuerzo a realizarse el día 14/11/98 a las 13 hs., en homenaje al Sr. Alte. Emilio Eduardo Massera (...) La misma es organizada por sus camaradas, amigos y simpatizantes Nacionales, en reconocimiento de su trayectoria a lo largo de toda una vida puesta al servicio de nuestra Patria y su Pueblo" (sic, incluidas mayúsculas y abreviaturas). Luego agregaba, "Por comisión de Homenaje", y una firma junto a la dirección: Catamarca 581.

"Se trata de una reunión de gente mayor, sin trascendencia política", aclaró Massera, prolijamente peinado, sospechosamente sin muchas canas a la vista, vestido de traje azul marino --como corresponde-- y camisa al tono y sin corbata. El militar, que fue encontrado culpable por la Cámara Federal de haber cometido una serie de homicidios, tormentos y privaciones legítimas de la libertad, goza por ahora de libertad gracias al indulto otorgado por el presidente Carlos Menem, con el que también se benefició Videla. Sin embargo esta condición podría cambiar si el juez Bagnasco decide que el delito de sustracción de menores, expresamente excluido de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, no es cosa juzgada. En ese caso podría ser procesado y detenido. Lo que nos se sabe es cuál de los delitos cometidos por el ex almirante originaron el homenaje de ayer.

 

OPINION
Muchas Difuntas Correas
POR LAURA BONAPARTE (*)

Muchas personas me preguntaron si estaba feliz frente al juzgamiento y posible condena del asesino Massera. Feliz o contenta no lo estoy, claro que no lo estoy. El crimen que ha cometido es tan inmenso que su solo recuerdo entristece. El enjuiciamiento me da cierta sensación de futuro posible. Y eso me trae algo de paz.

Juzgar y condenar es deber de la Justicia, referente privilegiado que hace posible diferenciar lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo. La Justicia sabe y lo sabemos todos que los crímenes Contra la Humanidad no prescriben, no son amnistiables y tienen jurisdicción internacional. No, no estoy feliz. Simplemente pensaba que ahora, tal vez podrían, las generaciones siguientes, comenzar a tener esperanza.

La incorporación de leyes internacionales a la jurisprudencia nacional tranquiliza. Condenan la dictadura, defienden la vida y vienen del Primer Mundo. Y el señor presidente, comandante en jefe de la milicia que permanece en el país, adorador apasionado de ese credo, el Primer Mundo, ha firmado como corresponde todos los tratados internacionales. Y no debe caber la sospecha de alguna puñalada trapera a personas que ha erigido en modelo. Las relaciones carnales no incluyen llevar el puñal a la cama. Esos eran aburrimientos del marqués de Sade, no de nuestro señor Presidente.

Pero el terrorismo de Estado, o más bien el Estado criminal, ha superado lo incalificable. Es de un mundo donde el poder no divisa a las personas y adhiere a una fe religiosa que se asienta sobre el vientre de una mujer y que no vacila en sacrificarle el producto de su vientre en bien de la humanidad, según su propia interpretación del asesinato del hijo.

"Si te hacés religioso vas a terminar clavado en la cruz", le decía un niño de cinco años a otro de cuatro que quería ser sacerdote cuando fuese grande. Aquí en la Argentina los mitos se recrean. Hay religiosas y religiosos entre los treinta mil. También hay hombres y mujeres de todas las edades y condición social. Pero además existen muchas Difuntas Correa.

La Difunta Correa era mujer de peón a quien seguía en esas guerras inútiles por peleas de tierras y de poder político. El peón Correa murió en combate. Ella, mujer embarazada a término, no logra cruzar el desierto y da a luz a su bebé en pleno desierto. Está sola. Ella muere de sed, pero sigue lactando hasta un mes después y logra salvarle la vida a su hijito. Un hecho real, la parturienta sigue lactando hasta poco después de muerta se transforma en este país carenciado de heroicidades militares en una leyenda que borra el crimen del abandono de la señora Correa y su hijo, en pleno desierto. Y para esto es necesario llevarla de mujer común a mujer milagrosa. El asesinato de la parturienta, que sigue lactando después de haber sido asesinada, es un crimen imposible de ser pensado. Hubo niños que se salvaron. Unos fueron robados por los asesinos de su madre. Otros se salvaron por casualidad. Pero en todos los casos las madres lactaban. De sus pechos fluía leche, la leche de la difunta Correa. Y no solamente el jefe que daba las órdenes, no sólo el médico que la atendió en el parto, sino también el que terminó la cadena matándolas sabía que esa mujer había sido madre reciente.

No hubo piedad para ellas. Su cuerpo gritaba, ponía en evidencia aquello que ni los asesinos podían negar. Sin embargo estos asesinos de treinta mil entre los que se encontraban las Difuntas Correas siguen sin juzgamiento y sin condena.

Es el deseo de la mayoría de la población que estos criminales sean juzgados y condenados.

(*) Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora.

 

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