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LOS TESTIMONIOS DIRECTOS DE OFICIALES ARGENTINOS QUE VIERON ARMAS DE FABRICACIONES MILITARES EN CROACIA
El general francés dijo: "Su país les vendió armas"

Una y otra vez, los cascos azules argentinos encontraron vainas y vieron armas argentinas y cañones Citer en los campos de combate y recibieron sonrisas amigas de los croatas por "ayudarlos". Nuestros veteranos hasta filmaron lo que encontraron, pero se les ordenó "olvidarse de lo que vieron".

Menem en Croacia, visitando uno de los primeros grupos argentinos.Todos eran voluntarios, pero costó reclutarlos para una guerra.

Erman González y el general Balza inspeccionando armas capturadas.Las que exhibieron eran rusas: no mostraron las argentinas.

Menem y Di Tella en la base argentina de los cascos azules.La presencia de armas nacionales era conocida por todos en la zona.

Bosnios musulmanes desplazados de la zona de combate en Trnovo.En el fuego cruzado, recibían impacto de artillería argentina.


Por Susana Viau y Eduardo Tagliaferro

t.gif (67 bytes) Los ocho oficiales del Ejército seleccionados por currículum tuvieron que salvar una última y esencial prueba de aptitud: el examen de inglés. Era la condición sine que non para disputar la jefatura del primer batallón argentino que debía salir para Croacia e integrarse a los contingentes de la UNPROFOR, las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. En 1992 el general Carlos Zabala fue designado comandante de uno de los cuatro sectores en que la ONU había dividido el territorio: Eslavonia Occidental. El coronel Luis Hilario Lagos fue puesto al mando del BEA I (Batallón del Ejército Argentino). En total siete misiones fueron enviadas a lo largo de tres años a una región que les era en absoluto desconocida y donde, primero sin darle importancia y luego como una contradicción irresoluble, iban a ver, reconocer e incautar los fusiles, las municiones y los cañones que en 1991 habían comenzado a fluir a la zona procedentes del puerto de Buenos Aires. La guerra étnica en los Balcanes provocó sólo en 1995 el desplazamiento de 2 millones y medio de bosnios, croatas y serbios; el producto bruto cayó en picada y la desocupación llegó a cotas intolerables. La ruptura del equilibrio que el mariscal Tito había logrado con la Federación de Repúblicas liberaba los conflictos interraciales con una violencia inédita y ponía al rojo las alianzas que el resto de las naciones europeas tenía con cada una de las fuerzas en conflicto: los alemanes con los croatas, los rusos con los serbios y, más lejano, el Islam apoyando a los bosnios. Lo cierto es que, con ese panorama, la apertura de la lista de voluntarios no produjo gran entusiasmo entre la oficialidad y los "ganchos" (los suboficiales, en la jerga del cuartel). Incluso se llega a sospechar que más de uno de los convocados fue "a menos" en el examen de idioma. El contingente no incluía soldados y el carácter voluntario del servicio era una cláusula de primer orden en el estatuto de las fuerzas de paz. Cada batallón estaba compuesto por 870 hombres que debían cubrir desde sus puestos una superficie boscosa de casi 2500 kilómetros cuadrados.

 

Un voluntario ahí

Los batallones se relevaban cada seis meses y, según cuentan los hombres que participaron de las misiones, no sentían una preferencia definida hacia ninguna de las fuerzas en conflicto: cada cual desarrollaba su simpatía de acuerdo a la situación que le tocaba vivir, a la etnia que le tocaba proteger. Del otro lado no iba a ser igual: los croatas confraternizaban con los argentinos, a los que creían --no sin razón-- artífices de su progreso armamentístico; los serbios protestaban con un fervor simétrico por lo mismo. De todos modos, en los primeros tiempos, los argentinos, los nepaleses, los jordanos y los canadienses que integraban las tropas bajo comandancia argentina en el sector, fueron bien recibidos. "Con alivio", precisan los oficiales de los BEA.

La tregua entre serbios y croatas fue firmada en diciembre de 1992, tras seis meses de luchas sangrientas. Los ejércitos regulares de cada uno de los bandos se habían retirado y había que garantizar el retorno de los "desplazados", una palabra que tiene tradición en el vocabulario del Alto Comisionado de las Naciones Unidas. Es que la población no combatiente había huido de Pakrac y el regreso fue detonante de espectáculos absurdos, como aquel al que le tocó asistir al oficial de enlace Guillermo Machado, cuando vio a una mujer que limpiaba el vidrio de su casa en ruinas, el único vidrio que los tiroteos habían perdonado. No iba a ser la única experiencia absurda del capitán Machado.

Después de la batalla de Pívari, el oficial de enlace, capitán Machado, se presentó a su superior. Llevaba en la mano un puñado de vainas servidas que habían quedado en el terreno. Con extrañeza se las entregó al general Carlos Zabala, comandante de las tropas de paz de Eslavonia Occidental y actual jefe de Estado Mayor. "Mire, mi general --le dijo--, munición argentina". Aquel hallazgo lo comentaría hace poco al diario La Gaceta de Tucumán. El relato le valió la citación que el juez Jorge Urso le hizo llegar por pedido del fiscal Carlos Stornelli. "Mi jefe era Miguel Angel Moreno --explicó en su testimonial--; mi comandante era Carlos Zabala". El jefe del BEA I, Luis Lagos, también había informado a Zabala de la presencia de fusiles FAL. Lagos lo sabía por comentarios de sus subordinados y porque, además, él personalmente había visto en dos oportunidades, el fusil argentino fabricado bajo licencia belga. Lo ratificó el viernes 6 al declarar ante los tribunales federales.

 

Cámara sorpresa

La vuelta a casa de las tropas y las historias de aquella experiencia surtieron efecto. Fueron muchos más los que se alistaron como voluntarios para partir con el BEA II. Ya no estaban obligados, como le ocurrió a la avanzada, a alojarse en casas abandonadas y semidestruidas. Naciones Unidas había acondicionado a toda velocidad alojamientos para sus efectivos. La organización y el trato primermundista entusiasmó a los argentinos: un litro de leche por hombre y día, dos huevos por hombre y día, carnes a piacere, quesos, los mejores jamones. Tanto que, al final, cuando dejaron de ser una novedad comenzaron a acumularse en los depósitos. Los ratos libres se ocupaban viendo televisión satelital, sobre todo "Tutti Frutti", un programa de la TV alemana que los regocijaba con las prendas que debían pagar quienes no acertaban con la respuesta correcta y que consistían en despojarse, precisamente, de alguna ropa cada vez. El que perdía todo, ya se sabe, "como nuestros hermanos los indios", cuentan los suboficiales citando la famosa orden de San Martín. Menos éxito, por supuesto, tuvieron los videos enviados desde Buenos Aires por el general Martín Balza, con filmaciones de antiguos partidos de fútbol y viejas emisiones de "Polémica en el Bar". El fútbol, en todo caso, se jugaba y eran siempre los croatas los que se colocaban arriba en el marcador. No en vano una formación de 11 hombres, férreamente conducida por el ex coronel Miroslav Vlasevic, iba a consagrarse como la revelación del Mundial '98.

La jefatura del BEA II recayó en el coronel Miguel Angel Moreno, actual director del Colegio Militar. Por una ironía de la suerte su gente iba a ser felicitada por el mando de Naciones Unidas. La acción había consistido en la detención de una columna de batallones croatas que intentaba ingresar a la "zona protegida". En los camiones, camuflados como alimentos, se ocultaban cajas con munición para fusiles producidas por la Fábrica Militar Fray Luis Beltrán. El hecho fue filmado por un suboficial que había contravenido la sugerencia de no gastar muy rápido el dinero de los viáticos. En Canarias, como cualquier turista, el suboficial se tentó con una cámara y se dedicó a registrar todas las situaciones que consideraba pintorescas. La aparición de la munición argentina no podía dejar de figurar entre ellas. El embargo, la prohibición de vender armamento a la región, se encontraba vigente desde el 25 de setiembre de 1991, fecha de la firma de la resolución 713.

 

La paga del soldado

Las ventajas económicas que la ONU ofrecía a los voluntarios no eran desdeñables para sueldos que la hiperinflación, el ajuste y el escaso poder de negociación salarial de un ejército cuestionado por la represión ilegal y los levantamientos carapintada habían llevado a mínimos históricos. La cifra estipulada para todos los hombres alistados era un sueldo y cuarto de viáticos, más mil dólares que la ONU entregaba al Estado argentino por cada soldado y cada mes. Las familias, entre tanto, vivían con el sueldo que el comando les seguía pagando en el país. Al fin de los seis meses, la mayoría había ahorrado lo suficiente para comprar un terreno, o un auto o realizar pequeñas inversiones.

Un plus importante era Europa. La mayor parte de los 6000 efectivos que participaron de los BEA jamás hubiera conocido Austria, Francia, Italia, los lugares más buscados en los tours que hacían gracias a la ecuación de cinco días de franco por cada mes en operaciones. Es más, muchos de los suboficiales ni siquiera conocían el mar hicieron su debut en las playas del Adriático, famosas en el continente por sus permisividades nudistas. "¿Sabe cómo nos reconocían a los militares argentinos? --preguntó a este diario un miembro de la misión-- Por los culos blancos". Pero en la misma medida en que crecía el interés por el destino Croacia decrecía la alegría inicial de la población por la presencia de las tropas extranjeras. "A medida que pasaba el tiempo y se recuperaba una cierta tranquilidad --relató un oficial del BEA III--, la gente empezó a cansarse del control de los extraños, comenzó el rechazo". Esos sentimientos no tenían manifestaciones frontales pero se expresaban, por ejemplo, en el periódico corte de las gomas de los transportes.

En 1994 llegó a Croacia como segundo comandante de las tropas de ONU en Eslavonia Occidental el entonces coronel Evergisto de Vergara, hoy general y comandante de las fuerzas de paz en Chipre. De Vergara, hijo de un general y uno de los promedios más brillantes de su promoción, recibió dos veces la visita del general Martín Balza. Tal como informó Página/12, en el primer encuentro, celebrado en el puesto de comando del Batallón "Charlie" del BEA IV, De Vergara puso en conocimiento de Balza la existencia de rumores que hablaban del hallazgo de cañones argentinos. Balza --según relató De Vergara-- se limitó a responder: "No puede ser, De Vergara". El Ejército negó la veracidad de lo dicho, pero De Vergara, ajeno al vendaval que el tema levantaba en Buenos Aires, lo reafirmó telefónicamente a este diario. Al final, De Vergara acabó firmando un comunicado de desmentida, insostenible a la luz de la grabación de la conversación telefónica que, en apoyo de su información, debió difundir Página/12. De acuerdo a lo que aseguraron fuentes militares consultadas, una escena parecida se habría producido durante la segunda visita de Balza, en 1994. Según las fuentes, De Vergara habría replanteado su preocupación, ahora agravada por haber visto él mismo, fuera de las zonas de protección, los Citer 155 milímetros fabricados en Río Tercero en poder de los croatas. Balza, sostienen los testigos, habría cortado de cuajo el informe con un seco: "Usted no vio nada y no me dijo nada". Esa segunda reunión tuvo lugar en el puesto de comando del BEA V, en Camp Polom, y en ella habrían estado presentes los coroneles Federico Toranzo (jefe del contingente argentino, destinado en el Comando de la ONU); el coronel Enrique Cicciari (agregado militar argentino en Italia, con jurisdicción en Croacia); el teniente coronel Mario Chretien (secretario ayudante del jefe de Estado mayor del Ejército, actualmente destinado en Italia); el entonces coronel Domingo Machado (jefe del BEA V) y el ayudante de campo del general Balza.


"Huala Bog"

El BEA VII fue el último de los batallones enviados a Croacia. Combatir no era una obligación de los Cascos Azules, responsables en cambio de garantizar los acuerdos, supervisar las retiradas, mantener desmilitarizada la "zona de protección", custodiar el éxodo y el regreso de los "desplazados". El patrullaje, de todas formas, no alcanzaba a neutralizar por completo la acción de los irregulares serbios y los croatas seguidores del fascista Ante Pavelic; "chetniks" y "ustashas" que en sus ataques a la población civil hacían gala de una inusitada crueldad. Sólo el personal de Naciones Unidas estaba autorizado a cruzar la "tierra de nadie" sembrada de minas, cazabobos y francotiradores. Pero hasta no hacía mucho allí se habían levantado caseríos, huertas, tiendas, escuelas. Una tarde, una anciana croata rogó a los argentinos que le permitieran llegar hasta el centro de ese espacio sin dueño porque ahí, donde sólo se veían ruinas, había estado su casa. "Tratamos de disuadirla --contó un militar--, le dijimos del riesgo que implicaba para ella y para nosotros, le advertimos que de su casa no quedaba nada. No hubo caso. Tanto suplicó que, al final, la llevamos. Ella caminaba con seguridad, como si supiera exactamente dónde estaba. De repente se puso de rodillas y con toda precisión empezó a hurgar entre los escombros hasta dejar al descubierto una rejilla. La abrió, metió las manos y sacó una caja de metal. Mientras me abrazaba emocionada, llorando, repetía "¡Huala Bog!". "¡Gracias a Dios!". Al huir había escondido en el cofre unos 50 mil marcos alemanes y un montón de alhajas. Ahí estaban."

Al coronel Héctor Pugliese le fue ofrecida la jefatura del BEA VII; el general Carlos Matalón comandaba las tropas de ONU en Eslavonia Occidental. Tal como reveló este diario, en junio de 1995, durante la visita realizada a la zona por el ministro de Defensa Oscar Camilión y el general Balza, Matalón les exhibió una pistola Browning 9 milímetros con la inscripción "República Argentina", requisada a un policía militar croata. En aquella oportunidad Matalón agregó que la aparición de armas argentinas le provocaba problemas con sus superiores de la ONU. Asistían a la reunión mantenida en Okuchan, en la región llamada la Krajina, además de Pugliese, los integrantes de la comitiva de Balza, tenientes coroneles Fonseca, Chretien y Pan, y el teniente Esteban Bosch, ayudante de campo de Balza. Pocas semanas antes, cuando Matalón y Pugliese acompañaban en una inspección al general francés Bernard Janvier, responsable de la totalidad de las tropas de ONU en Croacia, una patrulla croata los había detenido en las inmediaciones de Dragovich Road. Uno de los croatas se acercó y al reconocer las insignias celeste y blancas de Matalón levantó su FAL y con familiaridad le gritó: "¡Argentino!". Janvier le diría luego: "Su país está vendiendo armas". El general retirado Carlos Matalón ha sido llamado a los tribunales de Comodoro Py y debe prestar declaración el 18 de noviembre.

La causa 798 que allí se tramita y acumula tres años de instrucción, 49 cuerpos y 144 anexos, se inició en 1995, el año del regreso de la última misión. En el tiempo que duró la estadía de los siete batallones enrolados en las fuerzas de paz de la ONU, ingresaron a la zona en conflicto 6500 toneladas de armamento argentino. Eran fusiles FAL, munición, obuses Otto Melara y cañones Citer 155 milímetros que fueron transportados en las bodegas de los barcos de la marítima Croatia Lines y estibados en la fantasmagórica Terminal 6 del puerto de Buenos Aires.

 

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