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Kofi Annan, otra vez el bueno de la película

Como ya ocurriera en febrero, los contactos del secretariogeneral de la ONU con Saddam Hussein fueron decisivos para que el líder iraquí cediera a las exigencias norteamericanas.

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Por Ian Black
Desde Londres

The Guardian

en Gran Bretaña

t.gif (67 bytes)  Si hubo algún momento en el cual la crisis de Irak comenzó a dirigirse hacia una solución pacífica fue en el atardecer del sábado, cuando el secretario general de la ONU, Kofi Annan, anunció en la CNN que, hasta donde él sabía, Saddam Hussein había cedido. De esta manera, el diplomático más importante del mundo le decía a Washington y a Londres, todavía escépticos sobre las intenciones del líder iraquí, que las nubes de guerra se estaban disipando. A esa altura, debió haber sido muy difícil enviar esta noticia a los bombarderos que ya volaban hacia Irak.

Annan estaba en Marruecos cuando el miércoles pasado la crisis entró en su etapa más peligrosa con la decisión de Irak de expulsar a todos los inspectores de armas de la ONU, lo que fue visto como el preludio de ataques aéreos liderados por Estados Unidos. En ese momento, Annan declaró que había cursado un "llamado personal" a Saddam para que volviera a comprometerse sin restricciones con las demandas internacionales o, de lo contrario, aceptara la inevitabilidad de un ataque militar. "Ese fue el último cartucho que quedaba", dijo en ese momento uno de los diplomáticos clave en la negociación. "Ahora no queda mucho más por hacer".

El diplomático ghanés de hablar pausado había sido relegado a un costado cuando volvió el jueves a Nueva York. Estados Unidos y Gran Bretaña ya le habían dejado en claro que no querían que volviera a Bagdad, como en febrero, cuando logró abortar la operación militar con un acuerdo de 11 horas. Pero en las dramáticas 24 horas entre el viernes y el sábado, Annan retornó al centro de la escena.

Cuando salió a elogiar el retroceso iraquí, Annan reafirmó el rol de la ONU en esta crisis y señaló al mismo tiempo la permanente tensión que existe entre su papel de una suerte de Papa secular y el de esclavo del Consejo de Seguridad. Sus declaraciones tuvieron un rápido eco en Francia, Rusia, China y los estados árabes, que habían visto con miedo la posibilidad de que un ataque occidental contra Irak desestabilizara no sólo a ese país sino a la región entera.

Estados Unidos y Gran Bretaña se pusieron furiosos. En Londres, muchos funcionarios sugirieron que Annan podría haber hecho una especie de lapsus bajo presión. Más tarde, Annan permaneció en silencio mientras el Consejo de Seguridad discutía la respuesta iraquí y las dos aclaraciones subsiguientes que agregaron a la primera carta. Pero lo que no mantuvo en secreto fue su esperanza personal sobre una solución diplomática. Los funcionarios de la ONU habían expresado una abierta consternación sobre el hecho de que la acción militar parecía inminente.

Irónicamente, Annan es el secretario general de la ONU más pronorteamericano del organismo y el claro favorito de Washington cuando reemplazó al arrogante Butros Ghali el año pasado. Annan lleva 30 años siendo funcionario de la ONU, y parecía un burócrata, un administrador y hasta un diplomático, pero no un líder. Sus reformas internas se dirigieron fundamentalmente a apaciguar a la administración norteamericana, presionada por un Congreso hostil, y ha progresado en la devolución de los mil millones de dólares que le debe la organización a Estados Unidos.

El acuerdo al que llegó en febrero pasado fastidió a los halcones norteamericanos, ansiosos por sacudir el martillazo final al ciclo de la crisis, mientras el Congreso veía como evidente que la ONU y no Washington estaba conduciendo la política exterior norteamericana. Desde entonces, Washington exhortó a Annan a asumir el liderazgo en la búsqueda de soluciones. Y ahora el secretario general puede dirigir sus propias baterías antiaéreas contra la Casa Blanca. "Annan quizás haya sido quien finalmente imposibilitó la acción de Estados Unidos", dijo una fuente confiable ayer por la noche. "Pero los norteamericanos están realmente preocupados por el desarme iraquí".
(Traducción: Pablo Rodríguez.)

 

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