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"La doble vida es un conflicto que asumí"

En el disco instrumental "Los ojos de la noche", Gustavo Mozzi intenta una versión musical de las aguafuertes arltianas en "una Buenos Aires atemporal".

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Por Fernando D'Addario


t.gif (67 bytes)  La música ciudadana otorga, a quienes se animan a explorarla, el beneficio de poder diluir las fronteras entre lo "popular" y lo "culto". Gustavo Mozzi, porteño de Liniers, creció en el medio de ese tráfico de influencias artísticas, y el resultado de esa tensión creativa se acerca más a la síntesis que al híbrido. Su crianza tiene que ver con un padre encargado de un puesto de frutas y presentador de orquestas típicas y jazzeras, pero también guarda relación estrecha con el ingreso precoz a un conservatorio, que marcó su formación musical. No es extraño entonces que Mozzi se pasee por la milonga, la habanera y la murga con el desparpajo de quien sabe que lleva una doble vida. Armonías técnicamente irreprochables, contrapuntos instrumentales y arreglos delicados disputan su lugar con un aroma a esquina y empedrado, evocativo de una ciudad sin tiempo, melancólica y a la vez festiva. "La doble vida es un conflicto que asumí, ya estoy reconciliado con eso", admite en la entrevista con Página/12, consciente de los prejuicios propios y ajenos con los que ha debido convivir. Mientras iba al conservatorio, trabajaba en una zapatería que estaba al lado de una disquería, lo cual le hizo conocer e incorporar (por ejemplo) Vida, de Sui Generis, a su universo musical. "En la secundaria tenía grupos onda Pappo --confiesa--, una reacción ante la pulcritud del conservatorio, aunque después descubrí que esa pulcritud conceptual también me servía. Podía plantearme ser riguroso sin perder romanticismo."

Fue integrante del grupo M.I.A. (Músicos Independientes Argentinos), guitarrista y arreglador del Tata Cedrón, entre otros proyectos, y actualmente, además de trabajar como productor artístico, es coordinador del área de música del Centro Cultural Ricardo Rojas. En su último disco, el instrumental Los ojos de la noche, eligió la introspección y el intimismo de un Buenos Aires de madrugada para despegarse del anterior, Carnavales porteños, que, a través de la agrupación Mozzi y el Murgón, había tomado a la murga callejera como eje. "Mi intención --dice-- es recuperar lo cotidiano en una frecuencia distinta. Este disco está atravesado por la milonga. Pero la idea era buscar una atmósfera determinada, que se establecieran especie de diálogos entre distintos ritmos y géneros, con Buenos Aires como síntesis."

--¿El Buenos Aires que invoca tiene que ver con la actualidad o es un rescate de la ciudad de principios de siglo?

--El enfoque es actual, pero habla de un Buenos Aires atemporal, puede ser de antes o de ahora. La intención fue que el lenguaje musical tradujera una suerte de secuencias cinematográficas al estilo de unas aguafuertes arltianas. Creo que se vislumbra esa estética, aunque se trate de un disco instrumental.

--¿Es una visión realista o romántica?

--Hay un espíritu evocativo, que produce una visión romántica, porque veo, escucho o imagino cosas que no sé si existieron.

--El disco se llama Los ojos de la noche. ¿A la hora de la evocación la mirada ciudadana es esencialmente nocturna?

--En este caso sí, porque lo que quise plasmar era una música intimista. Y la hice de madrugada, cuando se produce una atmósfera muy especial para escribir y sentir las cosas. Es distinto componer cuando sabés que no va a sonar el teléfono.

--¿Existió confrontación entre la murga barrial, "de base", y la que representan músicos como usted, con un componente más "académico"?

--Sí, porque existe el prejuicio, pero también porque hay una tensión de lenguajes. Cada ámbito tiene su código. El código de la música de la calle es diferente al ámbito de los músicos que vienen de otro lugar. Pero el intercambio siempre enriquece, aunque hay que evitar esa cosa híbrida que sale de muchos proyectos de fusión. Yo trato de que en mi música convivan las dos vertientes.

--¿Cómo ve el hecho de que rockeros más jóvenes, como Los Piojos o la Bersuit, manifiesten una revalorización de lo ciudadano?

--Soy de la generación del rock, y me crié con músicos que tenían una mirada muy ciudadana en sus discos. Spinetta, con su estilo tan personal, es porteñísimo en su música, y lo mismo me pasaba cuando escuchaba a Gustavo Santaolalla en Arco Iris, aun con sus búsquedas. Por eso ahora me da optimismo ver que el rock se está identificando cada vez más con lo rioplatense.

 

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