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QUINO HABLA DEL HOMENAJE DE HBO A SU OBRA Y DE LOS CAMBIOS EN EL HUMOR
“Tengo miedo de ir perdiendo la gracia”

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Quino dice que se queda perplejo ante los estudios académicos sobre Mafalda o su aporte al humor.
“Me desconciertan: yo para la vida soy un desprovisto, y para el trabajo muy intuitivo”, argumenta


Por Mariano Blejman

t.gif (67 bytes) Quino sabe captar la grandeza de las pequeñas sutilezas. Su obra sigue siendo relevante y no ha perdido su mirada distinta y su visión tragicómica de los acontecimientos. El mendocino de padres andaluces, nacido en 1932 y con asiento en Buenos Aires y Milán, se hizo universal a fuerza de dibujar con maestría la relación entre los débiles y los poderosos. Sin embargo, esa lucha se hace cada vez más difusa y los estereotipos van cambiando. Autor de innumerables páginas de humor durante más de 40 años, traducido a decenas de idiomas, Joaquín Lavado es objeto de reconocimientos interminables. Umberto Eco, quien dijo en los 30 años de Mafalda que “en sus dibujos ha dado una visión lunática de los aspectos cotidianos de la vida ínfima de nuestro tiempo”, sigue hablando de su obra cada vez que puede. Un especial de la cadena televisiva HBO, que a lo largo de siete capítulos trata de definir al humor latinoamericano, lo define como el más grande de la historia regional. Eso es demasiado, sugiere Quino en la entrevista con Página/12
–¿Qué sensación le produce ese tipo de definiciones?
–Me parece raro. Yo sé que no es cierto, no creo que mi influencia sea tan fuerte en los otros dibujantes. No soy Menchi Sábat, a quien todo el mundo copió sus caricaturas. Para mí Oski fue un grandísimo dibujante y nunca lo copié. El me enseñó otras cosas, que si te encargan una página para la peor revistucha hay que calentarse como si fuera para el Louvre. Yo continúo con lo que hicieron Lino Palacios y Copi. Acá antes de Copi no había quien hiciera ese tipo de cosas. Eso es lo que tiene Rep: uno no puede orientarse de dónde viene.
–¿Se anima a plantear su obra como filosófica?
–Me parece un poco grande el rótulo, yo de filosofía no entiendo un pito. Tengo miedo de ir perdiendo gracia y de terminar haciendo cosas que a la gente no le interesen. Como pasa con El sabor de la cereza de Kiarostami: uno se alegra del éxito, pero no sé realmente a qué porcentaje de público le interesa ese tipo de cine. Uno se pregunta para qué sirve lo que uno hace.
–En sus dibujos nuevos usted transmite a veces un estado de perplejidad
–Es que estoy un poco desorientado. Los problemas se repiten siempre. El otro día leía sobre la posibilidad de misiles sobre Saddam Hussein y que Saddam prepara máscaras antigases y decía ¡Una vez más! Leés la Biblia y decís ¡Otra vez! Material para hacer humor hay siempre. Se toma a Cervantes, Shakespeare, y es siempre lo mismo. Me sorprende la desfachatez con que se maneja todo. Hay miles de libros sobre corrupción y negociados y los acusados andan tranquilos por la calle. Nadie desmiente nada, ni nadie se suicida. Y los que sí, no se sabe si se suicidan o los suicidan.
–Transmite una sensación de impotencia.
–Antes el poder económico estaba ligado a la cultura de los pueblos. Ahora la economía no está ligada a la cultura de los pueblos, sino a la de las empresas. Es un desorden total. Siguen habiendo buenos y malos, pero no hay países imperialistas. El imperialismo se ejerce por una banca internacional que ni siquiera sabe a quién responde. Está todo muy cambiado, pero está interesante. Muy interesante.
–¿Qué cambió?
–Lo que cambió es la tecnología. De eso no hay duda, eso hace que uno se pregunte: ¿esta facilidad de comunicarse va a servir como intercambio intercultural positivo, o los que se comunican son los nuevos ricos?
–Sin embargo no ha tocado a fondo el tema tecnológico en su humor.
–Me he metido con los telefonitos, los celulares, que es una cosa que me enferma bastante. Pero no hice mucho porque me considero un poco recortado de este mundo. No tengo facilidad con las nuevas tecnologías. Sihay algo que no me gusta es cuando uno llama a un banco y atiende una máquina y dice “Gracias por comunicarse, si necesita información aprete el 1 o el 2 o el 3” y uno espera hasta que atienda una persona y la persona que atiende está con la mente tan cuadriculada como el aparatito. La comunicación entre seres humanos se ha tornado bastante difícil.
–¿Cómo hace su documentación visual?
–Mirando muchas revistas. No me gusta la computadora. Tengo la Enciclopedia Británica en castellano y guardo revistas con fotos que me pueden servir. Como tengo que entregar cada semana no tengo tiempo de pensar en algunos detalles. En la última página que entregué me olvidé de investigar si la luna del Islam es para la derecha o para la izquierda. Entregué la página y recién después me di cuenta del posible error. Bueno, tengo miedo a equivocarme en los detalles. Pero una vez que les encuentro la vuelta no se cambia nada más. Lo peor es ponerse a dibujar una página sin tener resuelto todo, eso no funciona.
–¿Vive la angustia de la entrega?
–Eso lo vivo desde hace cuarenta y pico de años. Y no se va. Ahora estoy más tranquilo porque trabajo para un solo medio. Pero cuando trabajaba para seis medios vivía con una gimnasia interesante. Hacía un servicio hospitalario, ahora soy especialista en una sola enfermedad. Cuando uno tiene 40 años cree que tiene cincuenta temas, pero cuando tiene 60 se da cuenta de que tiene cinco temas y los demás son variantes.
–¿Sigue dibujando a los ricos como gordos?
–No. Nos han cambiado los estereotipos de las cosas. No sólo de los ricos y los pobres, también de los aparatos. A veces estoy comiendo y me llaman por teléfono y agarro el control remoto, porque son iguales. Hoy entre una máquina de fotos, el grabador y el celular no hay prácticamente ninguna diferencia a la hora de dibujarlos. Es curioso: los aviones me encantan, tal vez porque vi la evolución. En cambio lo otro no. A mí me gusta tocar el papel, sentir la tinta y ensuciarme los dedos.
–Antes se preguntaba cómo dibujar una cortadora de fiambre.
–Ahora ya no hay. Te venden el fiambre cortado. Cuando era chico creía que dentro de la radio había gente. Me pregunto cómo funcionará ahora con los nuevos aparatos.
–Ultimamente desarrolla temas muy ácidos. ¿Se siente “dark”, pesimista?
–Sí, para decirlo en las palabras de Rep, me siento dark, aunque no tanto como su Lukas. Ha costado mucha sangre para que esto progrese y uno espera que no sea en vano. Cuando uno piensa lo que fue el sindicalismo antes y lo que es hoy, se preocupa.
–¿Cómo se ve en unos años?
–No me quedan tantos años. Dentro de mi vida útil espero poder simplificar mi trabajo en vez de caer en tantos recovecos y rayitas. Era simple y con el tiempo me fui complicando. Un poco por imposición de Rico Tipo, en donde me decían: “Mirá que la gente quiere una página trabajada”, pero yo antes dibujaba simple, sin palabras, con una sola línea. En esa revista empezó esto, pero es como cuando uno dice “no sabés los padres que tuve”. Ya no puedo echarle la culpa a los “viejos”, ahora es responsabilidad mía.
–¿Qué caricaturistas le gustan?
–Yo nunca hice sátira política con nombre y apellido, porque no me gusta el humor que pierde valor con el tiempo. Me gusta hacer política con temas inherentes a la vida humana. El que más me gusta es Rep. Sobre todo ahora que dejó de hacer personajes y está haciendo cada día una cosa distinta. Me parece maravillosa la cantidad de ideas que tiene. Los que hacen sátira política hacen una copia de lo que pasa en la realidad. No la superan ni la mejoran, Menem dice algo y ellos hacen un comentario pero no agregan nada. Y es tremendamente difícil superarlo...
–¿Cuáles son los temas que nunca tocó?
–Hay temas que me cuestan. El deporte no es mi fuerte, porque me falta información. Me interesa el fútbol como fenómeno social, porque es el más frustrante de los deportes. En los otros deportes cada cinco o diez minutos hay un gol. En el fútbol se puede pasar todo el partido sin gol. Y queda un odio contenido tremendo. Fontanarrosa hace esos personajes de licenciados o agentes de los servicios. Yo hago poco con esa gente. De circo también hice muy poco. Del sida tengo dos o tres páginas que me propuse hacer.
–¿Algún tabú en particular?
–Siempre tengo malos entendidos con la gente de Amnesty porque nunca quise colaborar con ellos. Si uno pone un tema como la tortura o los desaparecidos en dibujos humorísticos, se puede pensar que la cosa no es tan grave. Y no se puede agarrar un tema tan jodido así nomás. Un chiste sobre los desaparecidos es muy complicado.
–¿Se ríe de sus chistes?
–Por lo general no. Con el tiempo por ahí alguno me resulta gracioso. Me llama la atención cómo se me ocurrieron algunas cosas. Realmente nunca sé cómo se me ocurren las ideas, eso me da bronca. No lo podría enseñar.
–¿Cómo ve el futuro próximo?
–Está difícil, porque no hay un candidato diferente. No hay opciones pero a la gente no le importa. Hay una resignación muy grande. En Alemania los verdes han logrado ser parte del gobierno, pero aquí, los países están verdes. Hace falta un partido político que piense en el planeta. Salir de la crisis para la gente es que las bancas salgan de la crisis, pero a la gente no le pasa por la cabeza salir de la crisis. Yo hice una página de una misma foto con varios epígrafes, un soldado y una mujer con una nena en brazos. Surgió a raíz de una foto que vi en La Nación con una familia y un nene chiquitito y una cara de terror y el epígrafe decía: “Esta familia oriental está orando para que no se caiga la bolsa de Hong Kong”. No tienen nada que ver con la realidad.
–La globalización no es chiste...
–El hecho de no saber para quién se trabaja me preocupa mucho. La Editorial Lumen de Barcelona, que edita mis libros, fue comprada por una editorial alemana. Además de Mafalda editaban cuentos catalanes: los alemanes sacaron todo eso y no se edita más. Pero en oposición hay un reagrupamiento de sectas religiosas y gente que necesita tatuarse para diferenciarse. Están todos juntos comiendo en McDonald’s, y no tienen nada que ver entre ellos.
–¿Ha leído análisis académicos sobre sus trabajos?
–Me desconcierta que lo que hago sea materia de estudio. Yo para la vida soy un desprovisto, y para el trabajo soy muy intuitivo. Así que esos trabajos me desorientan.

 

“Me siento trasplantado”

–No se lo escucha hablar mucho de Mendoza, su ciudad natal, ¿es por algo en particular?
–Rep siempre me reprocha, ¿por qué no hay una acequia o una cordillera en mis dibujos? Yo viví hasta los 21 años en Mendoza y luego me vine para acá. Es indudable que uno se queda pegado con el cielo mendocino, con la cordillera, las acequias, pero luego cuando uno le va a contar cosas a la gente que no entendería, lo piensa un poco. Tampoco dibujo Buenos Aires. Aunque en Mafalda dibujé San Telmo bastante bien, porque hubo gente que vino del exterior y me han dicho reconocer San Telmo en Mafalda. Pero no lo siento, sufrí ser hijo de inmigrantes. Siempre me sentí un tipo trasplantado.
–¿Se siente de ninguna parte?
–Sí. Mendoza y Buenos Aires no tienen nada que ver. Hasta con los chilenos tenemos más cosas en común. En Italia no tengo nada que ver, pero a través de la cultura pictórica veo en Milán otras cosas. Yo entendí el tango a través de la cabeza, no del corazón. Lo tuve que aprender. En Mendoza se escuchaba más el gato y la tonada. En cambio la música del Mediterráneo, de Andalucía, de Arabia y el norte de Africa, me corre por las venas.


“Me divierte ser politeísta”

–¿Cómo es su relación con la religión?
–Yo no creo en nada y me divierte ser politeísta. Siempre que hago algo con la religión tengo muchos problemas. Me mandan cartas muy enojados con cosas sorprendentes. Hice un chiste de dos tipos que los están crucificando a través de modernos sistemas. La empresa se llama Crucifix. Hay una grúa para subirlos, una señorita con minifalda les perfora con un taladro la mano y hay tipos con celular organizando todo. Uno de los crucificados le dice al otro: “El sistema sigue siendo anticuado, pero mejoró mucho todo con la privatización”. Me escribió una señora insultándome porque yo me metía con la religión. Pero esta señora no sabe que durante esa época a todo el mundo lo crucificaban y ella cree que el único era Jesucristo. Es como hacer un chiste con una flecha y que atente contra San Sebastián.

 

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