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GRAN BRETAÑA DIO LUZ VERDE AL PROCESO DE EXTRADICION
Happy birthday, derechos humanos

Un día antes de cumplirse el 50 aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, Gran Bretaña autorizó la continuación del juicio de extradición contra Pinochet. Pero el proceso podría tomar meses, y el desenlace es incierto.

Pinochet en una ceremonia militar en Santiago de Chile.
Deberá comparecer mañana ante el tribunal de extradición.

Proceso: El proceso podría volver ahora al tribunal de instrucción, el Real Tribunal Superior y la Cámara de los Lores para regresar nuevamente a Straw.

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t.gif (67 bytes)  Lenta pero por el momento inexorable, la Justicia inglesa sigue su marcha. El ministro de Interior Jack Straw prefirió su pasado juvenil de militante antipinochetista a los consejos de la Realpolitik y autorizó ayer la iniciación del proceso de extradición a España del general y reciclado senador vitalicio Augusto César Pinochet Ugarte. La decisión puede ser apelada por la defensa del general, que es lo que se espera que haga. Los más de 300 pinochetistas que llegaron en el curso de la semana para prestar su apoyo al ex dictador prometieron no cejar en su lucha hasta conseguir que regrese a Chile. “Estamos muy decepcionados con esta decisión injustificada pero seguiremos luchando como contra toda injusticia”, indicó a Página/12 el diputado por la derechista Unión Democrática Independiente Darío Paya. Por ahora no cabe duda de que el primer destino del general Pinochet no es Santiago sino el magistrado de Bow Street que celebrará mañana su primera audiencia en un tribunal del sudeste de Londres, estratégicamente alejado del centro de la capital.
La declaración de Straw contiene dos párrafos clave. “El ministro del Interior considera que el senador Pinochet está acusado en España de delitos equivalentes a los penados por la ley británica como intento de asesinato, asociación ilícita para asesinato, tortura, asociación ilícita para torturar, secuestro y asociación ilícita para secuestrar”. El ministro del Interior añade que el senador Pinochet “no goza de inmunidad por su condición de ex jefe de Estado en relación con los delitos antes mencionados”, aunque excluye del proceso de extradición la acusación de genocidio. En la declaración Straw también desestima el pedido de impugnación presentada por la defensa de Pinochet que acusaba de “parcialidad” a lord Hoffman, uno de los lores que votó en contra de Pinochet, por pertenecer al directorio de Amnesty International Charity Ltd. “El ministro no aceptó el pedido de la defensa para que se anule el dictamen de los lores por la presunta parcialidad de uno de ellos.” Y más adelante, remata. “En nombre del senador se le solicitó al ministro que considerando su edad y salud no se diera autorización para proceder con el proceso de extradición. El ministro del Interior analizó cuidadosamente estos factores y decidió que para el senador no resultaría injusto u opresivo ser sometido a juicio por los delitos de los que se le acusa”.
Igualmente relevante es la decisión del ministro del Interior de no tomar en cuenta el impacto que su decisión tendría sobre la estabilidad de Chile y el futuro de su democracia, así como los intereses específicos de Gran Bretaña al respecto. “Tras el análisis del material y los documentos que se le presentaron al respecto, el ministro concluyó que no presentan razones suficientes como para no autorizar la iniciación del proceso de extradición”. La reacción inmediata del gobierno chileno fue convocar a Santiago para “inmediatas consultas” a su embajador en Gran Bretaña Mario Artaza. “El gobierno de Chile usará todos los medios a su alcance para revertir esta decisión”, dijo Artaza. En su declaración el ministro del Interior deja en claro que al final del proceso podría considerar nuevos hechos y pedidos de hábeas corpus. “Los mismos factores que tomó en cuenta ahora, la edad, la situación en Chile, el interés británico, serán otra vez analizados”, indicó a Página/12 Michael Zander, experto legal de la London School of Economics and Political Sciences (ver aparte).
La reacción se hizo sentir en las calles londinenses. Las decenas de manifestantes del exilio chileno, congregados como quien se aferra a una cábala enfrente del Parlamento inglés, estallaron en cánticos y abrazos, repitiendo los festejos del 25 de noviembre, cuando los lores dictaminaron que Pinochet no gozaba de inmunidad como ex jefe de Estado. “Esto demuestra que estamos cada vez más cerca de que se haga justicia”, señaló a Página/12 Vicente Alegría de Chile Democrático. Por su parte, los pinochetistas, que se congregaron afuera del ministerio de Interior británico, a espaldas del Saint James Park, dieron rienda suelta a su amargura. “No puede haber justicia para Pinochet acá en Europa. Porque él tiene muy mala imagen. Sólo en Chile puede tener justicia”, declaró uno de los manifestantes. Otros llamaban al general “héroe” y “salvador”.
Las divisiones en la calle tuvieron su reflejo en la clase política inglesa. A las 16.32 hora local, los “pagers” de los diputados recibieron el mensaje con la decisión de Straw y la respuesta fue de “júbilo”. El laborista Jeremy Corbyn, vicepresidente de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento, resumió el sentir de los laboristas. “Estamos obviamente eufóricos. Esta es la causa de los derechos humanos de todo el mundo”, indicó a Página/12. Como en el pasado, la Dama de Hierro, la ex primera ministra Margaret Thatcher, lideró a las huestes conservadoras calificando la decisión de Straw de “grave error”. El ministro del Interior en la sombra sir Norman Fowler indicó que esta decisión perjudicará seriamente a Gran Bretaña. “No cabe duda que será perjudicial para nuestros intereses. Y que además perjudicará la democracia en Chile”, dijo Fowler.
El proceso de extradición podría ahora seguir todos los pasos de la Justicia inglesa: el tribunal de instrucción, el Real Tribunal Superior de Londres y la Cámara de los Lores para regresar nuevamente al escritorio de Straw que una vez más podría decidir que el general regrese a Chile por “razones humanitarias”. La primera cita es este viernes a las 14 hora local (11 hora de Buenos Aires). En lo que sería su primera aparición pública desde su arresto el 16 de octubre, el general Pinochet debería comparecer ante el tribunal a menos que sus abogados consigan una revisión judicial o que consiga demostrar que no está en condiciones de salud para hacerlo. En una clara señal de la preocupación por la temperatura política del caso, se decidió que la audiencia sea el tribunal de Belmarsh, considerado de máxima seguridad, que se encuentra al lado de una prisión que suele alojar a miembros del Ejército Republicano Irlandés, IRA.

 


 

UN EXPERTO ANALIZA EL PROCEDIMIENTO A SEGUIR
“Podría tomar semanas o meses”

Por M.J. desde Londres

t.gif (862 bytes) En diálogo con Página/12 Michael Zander, especialista en temas legales de la London School of Economics and Political Sciences, analizó la decisión del ministro del Interior británico, Jack Straw, y los pasos que seguirá la Justicia a partir de ahora.
–¿Cómo interpreta la decisión de Straw?
–El comunicado que dio a conocer usa un lenguaje ultralegalista para explicar muy detalladamente por qué optó por autorizar la iniciación del proceso judicial. El comunicado está indudablemente redactado por abogados. En esta fase no era necesario que diera razones y sin embargo optó inteligentemente por fundamentar cuidadosamente su decisión. Es claro que la justificó respondiendo a todas las objeciones que se le pudieran hacer.
—¿Qué pasa a partir de ahora?
–El proceso de extradición se inicia este viernes en el tribunal de primera instancia de Bow Street. En esta instancia hay un derecho automático de apelación por lo cual el caso pasará a la Alta Corte de Justicia. En esta instancia hay derecho de apelación pero no es automático, es decir que depende de los jueces que se lo conceda o no, y que el proceso llegue a la última instancia judicial, la Cámara de los Lores. Finalmente Jack Straw tendrá que decidir nuevamente si en uso de sus facultades cuasijudiciales otorga la libertad a Pinochet por razones humanitarias o procede con su extradición a España. Por supuesto todo este proceso, de por sí largo y complicado, podría resultar demorado si la defensa de Pinochet solicita una revisión judicial de la decisión de Straw. Esta revisión no pasaría por un tribunal de primera instancia sino que iría directo a la Alta Corte de Justicia y de ahí a los lores.
–¿Qué hay que probar en un caso de extradición?
–Primero tiene que quedar bien en claro que todo el proceso documental está en regla. Acá difícilmente haya sorpresas porque esto ya ha sido analizado por el Ministerio de Interior, que no hubiera autorizado la iniciación del proceso judicial si hubiera encontrado alguna irregularidad procesal. La Justicia tiene que determinar también si los delitos son extraditables y demostrar que hay suficiente evidencia de los crímenes de los que se le acusa.
–¿Cómo se prueba esto último?
–Mediante declaraciones juradas. Según la ley, “la evidencia tiene que ser suficiente para garantizar el juicio si el crimen extraditable ha ocurrido dentro de la jurisdicción de la corte”. Esta evidencia la suministra el gobierno español, a través de la Fiscalía, es decir del Servicio Fiscal de la Corona, por medio de testimonios de la gente que dicen que el general hizo lo que hizo.
–En la Cámara de los Lores se decidió un punto abstracto, si un ex jefe de Estado tiene inmunidad o no. Durante el proceso judicial de extradición en cierto sentido se empezaría a juzgarlo.
–Exactamente. No es un juicio pero es lo que en la justicia británica se llama “committal proceedings”, es decir que la Fiscalía tiene que convencer a la Corte de que hay suficiente evidencia como para iniciar un juicio. Es lo que se solía denominar un caso de “prima facie” (prueba semiplena). Es completamente distinto a lo que pasó en los Lores.
–¿Cuánto tiempo puede tomar el proceso?
–Semanas, incluso meses. Aun teniendo en cuenta de que éste es un caso muy delicado y que por lo tanto se le dará prioridad, puede tomar mucho tiempo. Dependerá de la cantidad de apelaciones que haya.

 


 

Garzón procesará hoy y pide un documento clave

El juez Garzón pidió a EE.UU. que desclasifique un documento que implica a Pinochet, Kissinger y la dictadura argentina.

Cientos de manifestantes se reunieron en la Puerta del Sol madrileña tras el anuncio británico.
El gobierno conservador de José María Aznar eligió mantener un perfil bajo ante la decisión.

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Por Norberto Bermúdez desde España

t.gif (862 bytes) La noticia del inicio del proceso de extradición de Augusto Pinochet a España encontró a Baltasar Garzón en su despacho de la Audiencia Nacional. El magistrado fue notificado de la decisión del ministro del Interior británico Jack Straw una hora antes de que se hiciera pública. Y sus próximos pasos están decididos: el procesamiento del ex dictador y el pedido a Estados Unidos de desclasificar un documento que involucra a una figura de la dictadura argentina.
Durante los últimos días, Garzón ha estado trabajando en el auto de procesamiento de Pinochet, que con toda probabilidad firmará hoy jueves. Asimismo, Página/12 ha tenido acceso a un exhorto internacional que el magistrado enviará a Estados Unidos, solicitando la desclasificación de un documento secreto relacionado con la represión en la Argentina.
El 10 de enero de 1997, Garzón recibió declaración a un testigo, cuya identidad se mantiene en reserva, que brindó detalles sobre una reunión celebrada el 10 de junio de 1976 en Santiago de Chile, entre el entonces secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, y el almirante César Augusto Guzzetti, ministro de Asuntos Exteriores de la dictadura argentina. Del encuentro habrían participado también el subsecretario de Asuntos Interamericanos, William D. Rogers, y otros cuatro asesores norteamericanos.
En el testimonio en poder de Garzón consta que el portavoz del Departamento de Estado, Christopher Vick, redactó un memorándum resumiendo las dos cuestiones abordadas: “a) la plena comprensión por parte de Kissinger de la situación política argentina; y b) su promesa de apoyar el plan económico argentino”.
En el sumario por los desaparecidos españoles en la Argentina consta que la reunión entre Kissinger y Guzzetti se celebró en el hotel Carreras de Santiago y tuvo una duración de 90 minutos. Según una copia del memorándum sobre la reunión en poder de Garzón, el canciller Guzzetti “solicitó al señor Kissinger su visto bueno para aniquilar de una vez por todas la subversión”. En el documento del Departamento de Estado se hace referencia a que Kissinger “preguntó a Guzzetti cuánto tiempo les llevaría a los militares acabar con ese problema y el ministro de Asuntos Exteriores argentino contestó que a finales de ese año estaría resuelto”. La frase siguiente es devastadora: “El señor secretario de Estado, a continuación dio su aprobación”.
A pesar de que Kissinger conocía de antemano la situación de los derechos humanos en la Argentina, no tendría reparos en aprobar la profundización de las matanzas que hasta el día de la reunión entre Kissinger y Guzzetti habían originado 1022 víctimas, según datos corroborados por el FBI.
El juez Garzón solicitará ahora a las autoridades de Washington que le entreguen una copia certificada del mismo documento que ya tiene en su poder, para incorporarla al expediente judicial. Si se accediera a esa solicitud, no sería descabellado que el magistrado español solicitara interrogar al ex secretario de Estado Henry Kissinger.
A todo esto, el gobierno conservador de José María Aznar mantuvo un cuidadoso perfil bajo ante el anuncio. La cadena Todo noticias, de Radio Nacional, daría la noticia casi media hora después que el resto de los medios de comunicación.
Pero, por otro lado, la alegría estalló en la céntrica Puerta del Sol en Madrid, donde los exiliados chilenos volvieron a concentrarse para festejar la decisión, como antes lo habían hecho con el fallo positivo de la Cámara de los Lores. Ahora vuelve a ser el turno de Garzón.

 

OPINION
El acusador
Por Susana Viau

Habría que comenzar de un modo trivial: cuando Carlos Alberto Slepoy llegó a Madrid, en 1978, no imaginaba nada de esto como posible. Ni que se afincaría casi para siempre en esa ciudad; que a sus dos hijas mujeres se les sumaría un varón; que nunca más volvería a jugar al fútbol; que el título de abogado que había obtenido pensando en los presos políticos –y la vida– le iba a dar una satisfacción mayor: poner a un reverendo, mayúsculo hijo de Satanás en el camino del “maco”, de la “trena”, del “trullo”, es decir, de cualquiera de las expresiones barriobajeras con las que Su Señoría, el juez Baltasar Garzón, se sirva designar a la cárcel. Como la historia de David y Goliath, como la de caperucita y el lobo.
“Carli” había estado dos años a disposición del Poder Ejecutivo; vendió “patucos” en el Metro; manejó un taxi, hasta que se durmió, conduciendo por la Gran Vía. En verdad, no tenía la menor aptitud para ninguna de las dos cosas. Al fin, la UGT, la central sindical de los “sociatas”, le hizo un hueco como abogado laboralista, pero en Zaragoza. Así se pasó unos años, yendo y viniendo de Madrid a Zaragoza y de Zaragoza a Madrid. Era un excelente nadador, le gustaba el fútbol y como no podía ver a Boca se hizo hincha del Real Madrid. Cierta tarde cruzó despacio la Plaza de Olavide, una plaza llena de viejas, críos y traficantes de droga en el muy madrileño barrio de Chamberí. Vio al policía borracho que amenazaba con la pistola a un grupo de adolescentes. No pudo con su genio. “Usted lleva el arma para protegerlos”, le dijo. “¿Y tú quién eres?”, le preguntó ofuscado el policía. “Soy abogado”, fue la respuesta de Slepoy, siempre legalista. El tipo sacó rápido una conclusión: “Además de abogado eres sudaca. Me acompañas la a comisaría”. Doblaron la esquina. La gente de la plaza escuchó el disparo. Corrieron y encontraron a Carli caído, con un agujero negro en la campera de jean. El balazo le había rozado la médula. Pasó mucho tiempo en rehabilitación; con dificultades volvió a caminar; del fútbol, ya ni hablar. No regresó en el ‘83. Se fue quedando. Fundó la Asociación Pro Derechos Humanos de Argentina. Una noche llamó a sus amigos de esta redacción para contar que se presentaba en el juicio por genocidio como querellante. Página/12 lo publicó. Pero nadie, salvo él con su entusiasmo, daba diez centavos por lo que pudiera pasar. Sin embargo está pasando. La vida da sorpresas. Y revanchas.

 

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