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PICHON BALDINU Y DIQUI JAMES HABLAN DEL SUCESO DE DE LA GUARDA EN Nueva YORK
Como la fiesta de fin de año de los bomberos

El dúo que dirige a la compañía cuenta cómo resultó la experiencia de montar un segundo grupo, mientras llueven ofertas desde Europa.

El éxito de “Período Villa Villa” hizo que el grupo tuviera que montar una “segunda unidad” en Nueva York.“La entrada allá cuesta 37 dólares, y aun así conocemos a gente que fue doce veces”, cuenta el dúo.

Baldinu y James seleccionaron once actores entre 400.
“Para nosotros fue como formar una nueva familia”, relatan.

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Por Cecilia Hopkins

t.gif (67 bytes) Desde mayo de este año, el Grupo De La Guarda viene presentando su obra Período Villa Villa con un éxito sin fisuras en Nueva York, en un hecho a su modo histórico para el espectáculo argentino. La misma puesta que conoció Buenos Aires puede verse desde hace siete meses consecutivos en el East Village, en el antiguo espacio que dejó una institución bancaria, con los 12 metros de altura necesarios para permitir las evoluciones aéreas de los intérpretes que se descuelgan sobre el público usando técnicas de alpinismo, amén de otros recursos expresivos. El lugar tiene espacio para poco menos de 500 espectadores, una cifra que define la pertenencia del espectáculo al circuito del off Broadway neoyorquino, ya que las salas de mayor capacidad son las que corresponden al circuito Broadway, a secas. En una entrevista con Página/12, los directores de la agrupación, Pichón Baldinu y Diqui James, cuentan que en principio habían pactado con sus productores una serie de apenas tres meses. El resto vino por demanda del público. También están orgullosos de haber salido airosos de la experiencia posterior de “clonar” la compañía para que Villa... continuara en pie, ya sin su intervención como intérpretes. La sensación, según definen los directores, es bien diferente de estar de gira: “Instalar el espectáculo de esta manera es otra historia”, afirman sin ocultar el asombro que les produce haber creado “un espectáculo que le pega a la gente desde la emoción”.
Quienes conocen el negocio del espectáculo afirman que Nueva York es una plaza acostumbrada a todo tipo de shows. Pero al parecer, ningún productor se había animado hasta el momento a ingresar al mercado un evento de estas características. Lo cierto es que pasado el período de prueba, De La Guarda se dio el gusto de entrenar a un nuevo grupo en el complicado arte de dar vida a Villa... tal como fue concebida, para que pudiera seguir con el batallador ritmo de sus ocho funciones semanales. Esta modalidad les permitió a los integrantes históricos regresar al país para tomarse un descanso y estudiar las posibilidades de formar otros elencos, para satisfacer las demandas de otros productores que se disputan el espectáculo para colocarlo en distintas ciudades de Europa.
–¿Se pudo transmitir el espectáculo a la nueva compañía sin perder el espíritu que lo animó originalmente?
Baldinu: En principio nos parecía muy complicado. Tuvimos que elegir 11 actores de los 400 que audicionaron y lo más difícil fue pensar en pasar un espectáculo como éste, tan abstracto, sin un texto ni un tiempo fijo. Fue un proceso que duró unos tres meses, porque los actores fueron ingresando al espectáculo de a poco hasta reemplazar a todos los actores originarios. Esto nos obligó a depurar y definir conceptos para pasarles el espíritu del show, que es lo esencial. También hubo que cambiar el protagonismo de la música en vivo, que es la que hasta el momento llevaba la estructura del show: ahora hay partes grabadas, conservando, por supuesto, las secuencias de percusión y canto.
James: Mientras estuvimos nosotros haciendo las funciones seguimos con nuestra costumbre de experimentar cosas nuevas cada vez, pero cuando tuvimos que traspasar el espectáculo a la nueva compañía dimos por terminado ese período de cambios. Al principio pensamos que corríamos el riesgo de enfriar el show, que no íbamos a poder mantener el nivel artístico. Porque Villa... no es un conjunto de números o destrezas como podría ser un circo, sino que es un espectáculo con un espíritu y una energía determinada. Pasó todo lo contrario: esta experiencia fue para nosotros como formar una nueva familia. El proceso fue más allá de lo estrictamente técnico o mecánico, por todo el afecto que se puso en juego. Tuvimos la suerte de encontrar gente muy capacitada, muy entrenada para entender lo que queríamos: son chicos que vienen de la danza y la gimnasia, de diferentes nacionalidades. Hay gente de Francia, Estados Unidos, Perú, Chile, Filipinas, incluso hay una argentina. Así que estamos tranquilos porque sabemos que están en condiciones de cuidar el espectáculo. Aunque quedó con ellos uno de los nuestros como director artístico.
–¿Cómo fue la respuesta de la prensa?
Baldinu: En general tuvimos muy buenas críticas. Claro que, especialmente la prensa conservadora rechazó el hecho de que Villa... no muestra una historia o un texto, ni alguien que canta sobre el escenario. Para ellos somos un grupo de un país latinoamericano que no respeta ninguna de las convenciones del teatro. Uno dijo, por ejemplo, que Villa... se parece mucho a la fiesta de fin de año de los bomberos... y para nosotros eso, más que una crítica negativa, fue un halago.
Más que con los espectadores provenientes del circuito turístico –que por lo general suelen preferir los grandes musicales a la hora de ir al teatro–, Villa... convoca a los residentes neoyorquinos, es decir, a gente de las más variadas procedencias. La entrada cuesta 37 dólares y así y todo son muchos los que ven el show más de una vez. “Conocimos uno que vino doce veces”, cuentan James y Baldinu. Los dos coinciden en que este público tan heterogéneo tiene, sin embargo, una característica en común: “Son muy poco contemplativos, cualquier estímulo los pone muy ansiosos, los hace explotar y accionar. Y eso le da mucho peso al show”.
Este fervor cargado de adrenalina no tiene nada que ver, según dicen, con el aplomado comportamiento del público que los vio en sus giras por Suiza o Alemania: “Allí son mucho más respetuosos, esperan que una escena termine para aplaudir y exteriorizar sus sensaciones”. Y para terminar de marcar las diferencias entre uno y otro público cuentan una anécdota. Hace poco, uno de los actores que se mantiene sostenido por arneses levantó a una espectadora por sobre la concurrencia, como hace en cada función. Sólo que esa vez supo, en pleno vuelo, que la muchacha venía preparada para la ocasión: ese día se había puesto la pollera sin ropa interior debajo, decidida a realizar su propio aporte al espectáculo. Entre risas, los directores comentan que los productores no dejan de considerar con ciertas reservas estos y otros posibles descontroles por parte del público, aunque saben bien que “estos riesgos son uno de los ganchos más evidentes que tiene el show”, según sus propias palabras.
De La Guarda ya sabe que, si un espectáculo funciona en Nueva York, funciona en cualquier plaza teatral. “En Estados Unidos se creen el centro del mundo”, considera James y agrega: “Yo no creo que sea cierto, pero así se maneja el negocio...”. El suceso también llamó la atención de gente proveniente de otras áreas: hubo músicos que propusieron al grupo intervenir en la filmación de videos, o diseñadores que quisieron presentar sus colecciones en el marco del espectáculo. Lo que sí se concretó fue una sesión con el prestigioso fotógrafo francés David La Chapelle para promocionar ropa de diseño exclusivo nada menos que sobre el cuerpo de los intérpretes del grupo. Decididos a instalar Villa... en la mayor cantidad de lugares posibles durante el año que viene, James y Baldinu ya evalúan las posibilidades de colocar internacionalmente la última de sus creaciones. Doma, el gigantesco espectáculo que fue montado en abril en el velódromo de Buenos Aires tiene en Inglaterra, Bélgica y Noruega una muy probable ubicación, siempre pensando en los festejos que ya han comenzado a organizarse para recibir el año 2000.

 

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