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Para el Vaticano, hay que odiar el genocidio pero amar al genocida

Un cardenal chileno, funcionario de la Santa Sede, admitió que el Papa mediaría en favor del ex dictador Augusto Pinochet.

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Por Pablo Rodríguez


t.gif (67 bytes)  A dos días de que el Papa dijera en su mensaje urbi et orbi que había que "frenar la mano ensangrentada de los responsables de genocidios y crímenes de guerra", el cardenal chileno Jorge Medina Estévez, prefecto de la Congregación para el Divino Culto, dio a entender que el Vaticano estaría dispuesto a interceder por la liberación del ex dictador chileno Augusto Pinochet. Medina Estévez se negó a dar más precisiones diciendo que "el Vaticano no publica lo que va a hacer" y aclaró que las gestiones serán discretas. Desde la detención de Pinochet, el gobierno chileno ha intentado la mediación del Papa, y el vocero del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, dijo en su oportunidad que "no negaba" la posibilidad de que la Santa Sede hubiera cumplido este papel. Pero tampoco dio más precisiones.

El cardenal Medina Estévez habló sobre el tema en la localidad de Andacollo, 450 kilómetros al norte de Santiago, en donde encabezó una fiesta religiosa que congregó a cien mil personas en el santuario de la ciudad. Sus palabras fueron transmitidas por Radio Chilena de Santiago, y aunque no fueron confirmadas por los medios chilenos, no resultan inverosímiles. Medina Estévez es considerado un fuerte partidario del régimen militar de los años 1973--1990. Como obispo de Valparaíso, cargo que ocupó hasta 1996, se hizo fama de conservador por su ferviente rechazo al aborto, al divorcio, a la entrega de preservativos y anticonceptivos a adolescentes en los hospitales públicos y a las campañas contra el sida. Tuvo más de un roce con el gobierno chileno por la iniciativa del Ministerio de Salud de incluir un programa de educación sexual en colegios públicos.

En el clímax de la discusión, Medina Estévez fue llamado a Roma por Juan Pablo II para ser nominado en uno de los cargos más altos de la Iglesia Católica, el de prefecto de la Congregación para el Divino Culto. Una lectura unilateral del asunto podría hablar de un respaldo dado por un Papa conservador a un apóstol de la moral. Pero en medios eclesiásticos se sabe que el cardenal chileno siempre ha tenido muy buenas relaciones con el actual secretario de Estado del Vaticano, Angelo Soldano, quien fue nuncio apostólico en Santiago de Chile durante los años de la dictadura de Pinochet.

El gobierno chileno que preside la Democracia Cristiana ha insistido en la participación de la Santa Sede para conseguir la liberación de quien ahora es senador vitalicio. El viceministro de Relaciones Exteriores, Mariano Fernández, viajó a Roma al comienzo de la crisis provocada por la detención de Pinochet en Londres el 16 de octubre, para procurar una intervención activa del Vaticano. Pero sólo obtuvo declaraciones tenuemente favorables a la defensa del principio de territorialidad, invocado insistentemente por el presidente Eduardo Frei y por el canciller José Miguel Insulza.

En este contexto, el mensaje papal que leyó el cardenal Virgilio Noé en ocasión de la misa de Gallo --ya que el Papa no está en condiciones de leer misa en público-- fue interpretado como un cambio de tono. "Que la Navidad refuerce en el mundo el consenso sobre medidas urgentes (...) para frenar la mano ensangrentada de los responsables de genocidios y crímenes de guerra", fue el deseo del Papa. El ataque contra los genocidas en ejercicio puede parecer no del todo congruente con la prudencia diplomática que caracterizó al Vaticano sobre el caso del ex dictador chileno Pinochet.

El actual senador vitalicio es un católico ferviente. Hizo viajar especialmente a un capellán militar chileno para que celebrara la misa de Gallo en su lujosa residencia de Wentworth Estate, donde se encuentra detenido; incluso, había pedido originalmente que se le diera permiso para asistir a la parroquia correspondiente a su domicilio. El tribunal londinense de Bow Street le negó la posibilidad y el cura párroco que habría oficiado la misa lamentó la noticia. Pero no todos en la jerarquía católica británica se conmueven por la religiosidad de Pinochet. "Algunos hechos como la tortura y el genocidio son tan abyectos que no se debe garantizar la inmunidad de nadie que los haya perpretado o autorizado", había dicho el viernes el cardenal primado Basil Hume.

 

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