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El cantante y guitarrista de Divididos es el productor del nuevo disco de Almafuerte sólo porque Ricardo Iorio se lo pidió por teléfono. Mientras terminaban de mezclar las potentes canciones del trío heavy metal, ambos hablaron de orígenes trabajadores, rock nacional y popular y de las casualidades inducidas.

VIDAS PARALELAS

En noviembre de 1983, y después de haber tocado un par de veces en el grupo, Ricardo Mollo se incorporó oficialmente a Sumo. Venía de tocar en MAM y Demo, entre otras agrupaciones “serias”, aunque su primera banda de barrio se llamó Cinto Ancho.


Ese mismo año salió a la calle el primer disco de V8, Luchando por el metal, que luego sería emblemático para la historia del heavy metal. La banda metálica (en rigor era sólo rock and roll) más popular era Riff. V8 era demasiado para la época.

1987 fue clave tanto para Mollo como para Iorio, porque sus respectivas bandas se separaron, por diversas razones. La muerte de Luca terminó con el sueño de Sumo. Los problemas internos marcaron el final de V8. Iorio no soportó que sus compañeros Zamarbide, Roldán y Cenci abrazaran la fe evangelista.

En mayo de 1988 debutó Hermética, en el pub Halloween, de San Martín. Con esta banda, el thrash metal adquirió certificado de masividad en la Argentina.

Tan sólo un mes después, en el boliche Rouge de Flores, se produjo el debut de Divididos, que tardó pocos años en convertirse en la banda de rock más convocante del país.

1994 no fue un buen año ni para Hermética ni para Divididos. Hermética se separó. Divididos estuvo a punto de hacerlo, después de una hiperexitosa temporada ‘93, gracias a La era de la boludez y el chacareggae “Qué ves”. El baterista Federico Gil Solá se alejó de la banda luego de varios encontronazos con sus compañeros.


En 1995, Divididos editó Otroletravaladna, quizás su disco más hermético. Iorio no perdió el tiempo: armó Almafuerte, que llevó más lejos que Hermética sus inclinaciones hacia determinados creadores del folklore y del tango. Para el primer álbum, Mundo Guanaco, grabó versiones metálicas de “Desencuentro” (tango de Aníbal Troilo y Cátulo Castillo) y “De los pagos del tiempo”
(José Larralde).


El mes que viene, producido por Mollo, saldrá a la calle Almafuerte, cuarto disco del grupo, que será presentado el 18 en Cemento. No hay folklore allí: “No se dio, y preferimos no forzar algo si no surgía naturalmente” dice Iorio.

Como si se tratara de una síntesis equidistante entre los sueños de adolescencia y los vaivenes de la industria, Ricardo Mollo y Ricardo Iorio volvieron a encontrarse en una infinita red de casualidades inducidas. La vida ya los había tanteado, cuando (sin dejar que se conocieran) los llevó desde chiquitos hacia la dureza del oeste bonaerense, despojándolos de la comodidad que suele condicionar la historia de otros artistas. Los dejó libres después, para que cada uno buscara su destino a ritmo de funk, reggae o heavy metal. Aunque desde una mirada ligera Sumo y V8 representaban búsquedas estéticas contrapuestas en el under de los ‘80, la evolución del rock en la Argentina fue derivando hacia un entramado de códigos y afinidades que hoy colocan a Divididos y Almafuerte (aún con estilos diversos) en la generosa (y en algún caso excluyente) vereda del rock nacional y popular. Los gestos, los cruces tácitos, se fueron sucediendo: la convocatoria de León Gieco para que ambos grabaran -cada uno por su lado- una parte de “El embudo” en su disco Orozco, la amistad en común con la gente de La Renga, los guiños hacia un folklore comprometido y no comercial ... hasta que el encuentro real prescindió de tanteos y especulaciones: “Lo llamé a Ricardo y le dije, `Loco, ¿no querés ser el productor del disco? Y me dijo que sí’”. Así de simple para Iorio. Entonces el cuarto disco de Almafuerte -que en un lapsus de originalidad se llamará Almafuerte- cuenta con la producción del cantante y guitarrista de Divididos. “Y yo estaba haciendo el disco de Erica, pero era muy complicado para mí. Cuando Ricardo me ofreció producir este disco de Almafuerte, me entusiasmé enseguida: era un trío, era para mí. Y me gusta mucho como canta él, así que no hubo mucho que pensar”, agrega Mollo, como para quitarle solemnidad al asunto.

Aunque parezca mentira, Iorio está tranquilo. Y quien no lo conoce hasta puede pensar que se trata de un hombre reposado. Es la última semana de mezcla, y aunque el líder de Almafuerte compadece a Mollo (“pobre Ricardo, haber trabajado con nosotros deber haber sido para él un parto con cesárea...”), éste -seguramente ya curado de espanto, con las grabaciones que le tocó vivir- dice que “estuvo todo bárbaro”. Y quedan los detalles simpáticos, como la del tema “El niño jefe” (al estilo de “El pibe tigre”, pero narrando ahora la historia del loco de la ametralladora), que hasta el final de la grabación era una música con otra historia y otro nombre. “Hasta que vino éste -por Iorio-, entró al estudio y cantó otra cosa, para mi asombro, el del manager y el de todos...”

-Ricardo, antes no querías a nadie, pero después grabaste con Flavio, con Gieco, ahora con Mollo. ¿Cómo se dio ese cambio?
-Iorio: Sigo sin querer a nadie. Bah, quiero a los mismos de siempre. Lo de Ricardo es un ejemplo, como Flavio. Es gente con la que tengo cosas en común, sólo que antes no los conocía. El otro día me invitó Lito Vitale para ir a cantar a su programa y no acepté, no porque tenga un problema personal con él sino porque no quiero engancharme en ese rollo. No me invitan porque yo esté más abierto, sino porque soy más conocido.
Cuando Iorio dice que tiene cosas en común con Mollo, conviene indagar un poco más en sus historias de adolescentes. Y el trabajo surge como común denominador. Empieza Iorio: “Estuve siete años en el mercado de Abasto, con mi viejo, teníamos un puesto de papas, y cuando cerró fuimos al Central y después, de última, en los principios de Hermética, vendía ajo en la calle. Así me salieron temas, como por ejemplo `Gil Trabajador’. Veía chabones que estaban escuchando mis canciones, y me miraban como a un perejil, y no me daba para decirles, `che loco, ese tema lo hice yo...’ `Gil trabajador’ es el código de la nación: el que labura es un gil. Tenés que ser rocho o policía para vivir bien”. El itinerario de Mollo no fue tan distinto: “A los nueve años vendía helados en la calle, a los trece en un bar en Caseros (interrumpe entonces Iorio y dice: “Mirá si habrás vendido helados en ese bar...”) Sigue el guitarrista de Divididos: “A los 15 dejé el colegio, no soportaba más. Desde entonces hasta los 28 trabajéde zapatero, empezaba a las 6 de la mañana y me iba a las 6 de la tarde. Así que la guitarra me la gané ... no me la regaló nadie”.
Mollo jamás vio a V8 en vivo. En cambio Iorio sí pudo disfrutar de Sumo, aunque pertenecía a un palo diferente: “Los fui a ver varias veces a La Esquina del Sol, era un descontrol divino para ese momento. Luca era un buen ejemplo, aunque no nos dábamos cuenta. Nos demostraba que no hacía falta ser un pendejo para ser un re-loco, que no era un pasatiempo de la adolescencia ser músico”.
-Mollo: De algún modo nos hizo sacar de la cabeza eso de que a los 22 años tenés que retirarte ...
-Iorio: Yo me crié admirando a Ricardo porque en la escuela, en Caseros, me contaban historias de él y del hermano, que tocaban en MAM. Yo los vi por primera vez en “Feliz Domingo”, Ricardo tocaba la guitarra con los dientes. Para nosotros era una locura verlos ahí, eran los pibes del barrio. Pasábamos por la vereda para escuchar cómo ensayaban. Imaginate que no había aislamiento en las salas, y ensayaban con la ventana abierta. Se escuchaba a diez cuadras.
-Mollo: Es que nosotros no hacíamos folk rock. Nunca tuve una guitarra acústica hasta que me hice grande ...
-Iorio: Y por eso MAM no llegó nunca al disco. En esa misma época otras bandas blandengues llegaban y eran difundidas por los medios. A MAM no los ibas a ver nunca en el Acusticazo ...
-Mollo: Se hubiesen asustado de nosotros. Pero había una movida muy grossa en el oeste. Me acuerdo que Willy Gardi (El Reloj) ensayaba con un grupo que se llamaba Lágrimas, a siete cuadras de mi casa. Yo me asomaba a la ventana y los escuchaba. Tenía 12, 13 años, estaba todo ahí ...
-Iorio: Sí, estaba todo ahí, pero los que llegaban al disco eran nada más que los de Barrio Norte. Analizá la historia, salvo Vox Dei ...

-¿Por qué antes no podían surgir y ahora sí?
-Mollo: Porque ahora hay un negocio alrededor de la música.
-Un negocio alrededor de las bandas de barrio, entonces ...
-Mollo: Si hay bandas que pueden tener hoy un auspiciante es porque tienen un crédito grosso, que es la gente. Y antes la industria no veía eso, no se daba cuenta del negocio que representaba. Para nosotros siempre fue igual. Antes veías a un rockero por la calle y decías, éste es como yo. Y seguramente después te lo encontrabas en un recital.
-¿Entonces la presión fue de la gente o de la industria para que se revirtiera esa situación?
-Iorio: Fue nuestra ... Nos bancamos tocar en todos lados, para cinco, diez o cien personas. En una época era imposible tocar y sin embargo tocábamos. Era todo muy marginal, ser rockero era casi como ser un chorro.
-Mollo: Y en qué época. En el ‘73 tuve mi primera sala, en Palomar, enfrente de la Base Militar. Y de vez en cuando se ponía verde la sala porque bajaban los milicos con los FAL a ver qué pasaba. Una vez estábamos en la puerta y nos preguntaron `¿qué hacen ustedes acá?’ Tenemos una banda de rock, les contestamos. `Bueno, queremos ver un poquito cómo tocan ...’ Y terminamos tocando para los cabos ...
-Iorio: Con V8 también, venían los milicos, con los camiones daban vuelta alrededor de donde tocábamos. Una vez en Morón, en un festival con unos grupos punks, los milicos vieron tal despelote que se fueron. Deben haber pensado “éstos son hijos de militares”, sino no se concebía que se hiciera tanto quilombo. El hijo del verdulero no podía hacer tanto bardo ...
-En los discos de Hermética y de Almafuerte hay connotaciones nacionalistas. Pero también hay quienes te critican vinculando esas ideas tuyas con el fascismo.
-Iorio: Yo agarro un instrumento, no un arma. No me paga el Estado, así que por suerte no tengo que bancarme la cara de una tipa que no me cabe por un sueldo. Y con respecto a eso del nacionalismo, nací acá y canto de las cosas de acá. En el Mundial todas las camisetas no tienen el mismocolor, ¿no? Lo que pasa es que en este país la educación tradicional nos enseñó que el nacionalismo son los milicos ...
-Mollo: Y la bandera en la escuela ... Yo la veía y me dolía la panza. Todavía hoy me acuerdo de la escuela y me viene ese horrible olor a lápiz.
-Iorio: Y a mí me viene a la memoria la Iglesia. Una vez me llevaron a una. Tenía cinco años. Apenas me hicieron entrar me escapé, corrí 15 cuadras y me metí en mi casa abajo de la cama. Parece que desde mi otra encarnación ya traía repelentes a todas esas cosas.
-Con respecto a sus aproximaciones al folklore argentino, es probable que el folklore más auténtico lo hayan mamado vía Birmingham (para Iorio, por Black Sabbath) y Seattle (para Mollo, por Jimi Hendrix) ...
-Mollo: Yo me crié con música criolla porque nací en Pergamino, pero de grande elegí mi propio folklore. Hoy, lo que soy como músico es la mixtura de todo lo que viví, y ahi están los Doors, pero también Yupanqui.
-Iorio: Si lo tomamos por ese lado sí, pero hay otra cosa. Cuando iba a laburar, tenía un tano que ponía 9 horas Rapidísimo, La vida y el canto, y te comías esa información aunque no quisieras. Esas nueve horas del tano, también se ven en nuestra música ahora, y eso es folklore.
-Pero antes la música nacional estaba más compartimentada: el rock por acá, el folklore por allá, el tango más lejos ...
-Mollo: La música no es de nadie, lo que es de cada lugar es la poesía. Si te quedó algo de Black Sabbath no fue la poesía, sino la música, después le ponés lo tuyo. Yo ni siquiera sé inglés.
-Iorio: Yo tampoco, de chico sólo escuchaba la música y movía la cabeza. Igual, aunque no entendía un carajo lo que cantaba Ozzy Osbourne, me daba cuenta de que una banda que tenía esa música no podía cantar boludeces como las que escuchaba acá de Los Pasteles Verdes.
-Ahora que son tipos grandes y conocidos ¿sus familias se acostumbraron a la vida que ustedes eligieron?
-Mollo: Yo cargaba con el ejemplo de mi hermano, que era y es pesado en serio. Mis viejos me decían vos no vas a salir como él. Y mirame: salí peor. Un día mi viejo abrió el diario y me vio, y no había tenido que matar a nadie para estar ahí. Yo tenía una consigna: tengo que aparecer en el diario que compra mi viejo para que se deje de hinchar las pelotas.
-Iorio: A mí me pasó lo mismo. Mi familia es de ese tipo de gente ignorante que quiere trabajo, trabajo, y más trabajo. Para ellos, un rockero está condenado a ser un drogado hijo de puta toda la vida. Pero con el tiempo también vieron los diarios, las revistas y muchas veces reconocieron que se equivocaron, que me tendrían que haber mandado a estudiar, que me debían haber apoyado más ... y yo les respondí: ¡Gracias por no apoyarme! Si me hubiesen apoyado hoy no estaría acá haciendo esta música.

TEXTOS FERNANDO D'DDARIO
FOTOS NORA LEZANO