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Bandas, sellos y lugares no son suficiente para conformar eso que se puede admirar del otro lado en el rock del primer mundo. Esa es la conclusión de esta producción que arranca por una pregunta sobre el destino de los independientes de siempre y que termina mostrando un confuso panorama de búsqueda de identidad, recién en gestación y con mucho tiempo por conformarse definitivamente.

MAXIMO ESEVERRI

La realidad (y el arte menos aún) no se guía por títulos, motes ni palabras atractivas para el ideario rocker de los noventa: a la pregunta por la existencia de un circuito college, indie o como quiera llamárselo, los entrevistados (músicos, responsables de sellos independientes, organizadores de ciclos de rock, editores de fanzines y otros militantes de la autogestión) contestan un incómodo NI. Un poco de historia para entender un poco más de qué se habla cuando se habla de eso. En la segunda mitad de la década, tras una movida intensa que se reflejó en la aparición de espacios como la revista Ruido o el sello Plot! (Federico Zypce, El Pesanervios, Rayos Catriel y otros proyectos que hoy continúan bajo otros nombres) el mercado independiente conoció algo parecido a la saturación: hasta hace poco un compilado como Evolución de Mortal Records o el ciclo Molotov del Centro Cultural Rojas (que volvió a generar un público cautivo casi de la nada y hoy es uno de los ámbitos más convocantes) parecían expresiones aisladas. La aparición de eventos en locales como Sarajevo, El Observatorio, Oliverio Allways, el Centro Cultural Cátulo Castillo, los recitales de verano del cine Cosmos, La Aceituna Psicodélica, Ozono y lugares por el estilo desde fines del ‘97 son algo parecido a una movida más o menos seria.Está claro, sin embargo, que no puede hablarse de una escena subte con la organización, el público o los recursos de los países del primer mundo del rock, con el ejemplo universitario norteamericano como ideal ¿inalcanzable?, pero una notable efervescencia del incipiente ámbito indie local -sobre todo en el último año- obliga a analizar las cosas más allá de las nomenclaturas, más cerca de la gente. Todos tienen algo que decir al respecto.

Sebastián Carreras, ex integrante de Plot! y actual responsable del sello Indice Virgen se propuso retratar lo que estaban haciendo los músicos “más allá de la falta de espacios”, y el resultado fue un compilado y un ciclo de recitales en El Observatorio que colmó las expectativas de músicos y organizadores. A pesar de que cree que el circuito deseado no se logró, él rescata la “madurez” de los músicos, a años de la emergencia alternativa de principios de la década. Debido a la respuesta del público, ya está preparando la edición de material de Spleen y Tus Hermosos, y la reelaboración del homenaje a Pixies y Sonic Youth a cargo de bandas locales, que lanzó el zine Petronilo el año pasado (ver recuadro). Tanto la distribución del material como la publicidad parecieron ser siempre el mayor problema para las bandas y los sellos independientes. La aparición de grupos de trabajo como El Club -que se ocupa de la organización de las fechas, la prensa, la edición de discos y hasta la distribución de material autoproducido por bandas o sellos independientes- merecen el calificativo, pomposo si se quiere, de fenómeno nuevo. “Tenía la idea de impulsar un circuito college”, arranca con la mágica palabrita Gustavo, responsable de El Club, “pero las universidades, centros culturales y otras instituciones me cerraron las puertas, parece que estuvieran interesados sólo en quién se queda con la fotocopiadora y quién con el bar y el kiosco”, concluye resignado. Para él, “todo esto será más interesante cuando pasemos la barrera del rock y podamos incorporar el teatro y el cine, donde también se están haciendo cosas grossas”. El Club editó y distribuye el disco debut de Jaime sin Tierra y el segundo de Porco, y distribuye el primer disco de El Matadero. “Avisá que recibo demos”, agrega Gustavo.

Paralelamente, el ámbito local alberga desde sellos como el flamante Reina de Corazones, dirigido artísticamente por Gonzalo Gil (ex Radio Trípoli, ex Discos Milagrosos), hasta Sonoridades Amapola, iniciado por los integrantes de Estupendo y editora de discos de Trineo, La Nueva Flor, Carola Bony o Dj Trincado. A pesar de que Amapola puede llegar a fabricar sus discos de a uno (tiradas de 20 o 40 discos, cada uno con arte o contenido distinto) y Reina de Corazones cuenta con una estructura propia de una compañía, ambos mantienen una continuidad estética: mientras que Estupendo editó el primer disco de Carca, Gil se está ocupando del último. Reina de Corazonestambién lanzará la primeras producciones de Los Látigos y de Dj Diego Roca.

¿Y dónde pasa algo más? La Plata parece estar más cerca del deseado universo college. La patria de los Redondos (o de Virus, elegí la opción más tentadora) siempre se caracterizó por una lisérgica escena musical que no siempre salió del laberinto de las diagonales. Hoy conviven manifestaciones como Chonga Records (una comunidad de bandas y hacedores de fanzines que distribuyen su material en casete) con sellos más grandes pero igual de independientes como 1.2 Records, regenteado por la Polaca. 1.2 es responsable de la edición de material de Las Canoplas, Mister América, Elefante Violeta, Audioperú y el Compilado La Plata 99 (“lo editamos en el ‘97, pero pensamos que recién van a ser conocidos para esa época”, explica ella) con temas de éstas y otras bandas. Para la Polaca “que vengan chicos de toda la provincia a estudiar hace que se genere una energía y una creatividad muy especiales. Los integrantes de Las Canoplas, por ejemplo, son todos estudiantes del interior que se conocieron acá”. Chonga Records es un emprendimiento del grupo Ned Flander. “Nuestros Beatles son los Nirvana”, define Diego, de esa banda, y no se pone colorado.

Como signo de la apertura del público está hoy la posibilidad de montar con éxito desde un ciclo de cantautores en Sarajevo o la inminente aparición del sello El quinto elemento, que editará bandas de rap (en ascenso cada vez más desde el interior) como Super A o Natural. El responsable de este emprendimiento, Alejandro Almada (manager de Peligrosos Gorriones), juega con la idea de editar otras bandas como Fondo Sandy o el material solista (presentado por primera vez en el ciclo de Sarajevo) del líder de Los Gorriones Francisco Bochatón. Pero aún no hay certezas. Hay más, mucho más. Pero ni siquiera los que engrosan estas filas se conocen entre sí. Por ahora, o existe una conexión concreta bandas-sellos-lugares-radio, un cuadrado base para iniciar la construcción de algo que se parezca al college y desde el que pueda surgir algo nuevo, o por lo menos original. Tampoco será el voluntarismo sino el mismo peso de la creatividad el que haga que esta escena siga sobreviviendo o deforme hacia otra cosa.

Ricky Sáenz Paz, multiproductor

Quita-soda

Su primera y lejana experiencia como “productor artístico” fue con “una banda de ska” contactada por terceros y que grabó con él su primer demo, que incluía temas como “Silencio hospital”. Aparte de bajista y uno de los pocos stickistas del país, Ricky Sáenz Paz es, desde que grabó a los Fabulosos Cadillacs, colaborador en estudio de las bandas que se le acercan o que simplemente le gustan y aceptan el desafío de grabar por primera vez. Luego de la aventura de los Cadillacs hubo silencio. Hasta que, para bosquejar los temas que luego serían el disco Nada memorable de Los Siete Delfines, se compró una portaestudio. Con ella produjo las primeras grabaciones de 12 sombreros y desde entonces (unos cuatro años a esta parte) ya ha trabajado con más de cuarenta bandas. En su haber está Tarde, el primer trabajo de Reincidentes y primeras armas de bandas como Auge, Zeros y unos, Bébete el mar, Axolotl, XxX, Insania Rata, El arreglo del amo, Moloko Plus, Lugar Planeta (de Mar del Plata), Cremor y hasta material de bandas reggae (Verde Acecha, Negro y Triste) o hardcore como El 18, de Pinamar. Hoy trabaja con Culebra, ex integrante de Los Marrones, cuya única posible filiación estílistica habría que buscarla en el ¿estilo? Carca. Para Ricky Sáenz Paz la producción artística es, siguiendo las palabras de Brian Eno, “realizar un momento cuyo out put es la grabación”. “Mi lugar dentro del circuito independiente está dentro del estudio”, define. Cuando se le pregunta por el auge de ese ámbito responde: “El circuito independiente no pasa por unos lugares ni unos estilos, sino por la cabeza de los pibes. Ellos vienen con mucho sodaesterismo, pero yo trato de quitárselos”. A pesar de que se considera músico-compositor antes que productor, le apasiona el proceso de grabación: “La energía liberada es fuertísima, y yo trato de captarla”. Desde sesiones con las bandas que consisten sólo en reunirse a hablar hasta repetidas mezclas que demandan varios meses, para el actual integrante de Bel Mondo ,”el objetivo es generar productos artísticos más que comerciales, que las bandas y yo maduremos artísticamente. Sospecho que si no estuviéramos en Argentina, muchas de estas bandas habrían triunfado, sino en lo económico, al menos en lo artístico”. Es el caso dual, el capítulo interminable de grupos con enorme potencial creativo como Reincidentes o Porco, al que parece referirse.

El Gato lo intenta Des-ano-ni-mi-zar

Instalado en su oficina -dormitorio de la casa- de Terrada, el Gato de Quilmes se dedica sobre todo al diseño y “consejería editorial” de fanzines como Eh, mad!, la publicación de los estudiantes de la Escuela Municipal de Arte Dramático, o la revista barrial El Imperio Contraataca.

Pero el Gato es también el hacedor de ¡Petronilo!, el infame muñeco de papel, acaso la revista que ha seguido más de cerca el desarrollo del rock independiente local. Nacida en 1995 tras el “agotamiento creativo” que sufría como estudiante de Diseño de Imagen y Sonido en la UBA, Petronilo consistía en la fotoduplicación de varios pliegos confeccionados por las bandas convocadas para cada número. A eso se le sumaba Cosme, un casete que dedicaba tiempos iguales de entrevistas y demos de esos grupos.

“Un número por año... se fue sumando gente”, recuerda: el zine se diversificó hacia otras formas de expresión. “Se trata de respetar el valor de las manifestaciones a las que uno se acerca por primera vez, pasarlo a más gente y ver qué pasa”. Confiesa que también es una de las formas de ser parte de algo, “cuando ves algunas cosas, te deslumbran tanto que hacés todo por subirte y verlas desde ahí. La misma energía que otros ponen en perseguir bandas de afuera, yo la aplico a los artistas con los que puedo ponerme en contacto, y que están haciendo cosas maravillosas. Ese aspecto está mal cubierto, y necesita canales de difusión. Vivo como una injusticia que haya tantas cosas buenas pero anónimas”.

Por Petronilo ya pasaron Rayos Catriel, Astroboy nunca pierde, Indra, Reincidentes, Menos que cero, Los Banditos, El Matadero, Reverb, Stacy Malibú y muchas otras. Algunas ya han grabado discos y están a punto de dar el salto hacia las ligas mayores. Para el futuro queda la edición del número 4 de la revista, que incluirá material de 90 sapos o Perrocandil. Y también la reedición en dos CD del homenaje a Pixies y Sonic Youth (editado ya en triple casete) junto con la gente de Indice Virgen. “Lo más interesante sucede cuando la gente entra en contacto”, cierra el Gato con pocas ganas de hablar y muchas de seguir en acción. Por lo pronto, recomienda la lectura de otras publicaciones “petronílicas” del interior como El Fauno o Rompekabezas.

Suárez y su bebé FAN

Grabaciones espontáneas

Los organizadores de fechas y ciclos de bandas parecen coincidir en un punto: si se quiere lograr un éxito de público, es necesario recurrir a bandas como Massacre y, para mayor seguridad aún, debe estar Suárez. En un país cuyo ámbito musical está tajantemente dividido entre un circuito under y un puñado de conjuntos masivos, el grupo de Rosario Bléfari es uno de los pocos casos de bandas que han conocido el éxito sin la necesidad del “gran salto” hacia las multinacionales discográficas y distribuidoras. En septiembre de 1994, los Suárez fundaron el sello Feliz Año Nuevo Discos (F.A.N.), cuya primera edición fue, justamente, su debut Hora de no ver. Hoy FAN tiene, entre producciones y coproducciones, siete ediciones en la calle. Ya editaron los otros dos discos de Suárez Horrible y Galope, Paciencia y En la ruta del árbol en busca de la canción perfecta (primer y segundo disco de Adrián Cayetano Paoletti), Disco radiante (ópera prima de Fotofobia) y Todos los días hago eso (coproducción con Victoria Abril).

FAN fue el primer sello independiente local en trascender las fronteras, editando material en España o distribuyéndolo en Chile gracias a la relación con sellos amigos. Están en camino la edición simultánea en los tres países del cuarto disco de Suárez, el segundo de Fotofobia y una compilación-homenaje al poeta Rubén Darío. También existe la idea de organizar festivales y hacer una publicación de música. “Cuando comenzamos, era fuerte en el ambiente la idea de la autogestión. La prensa le puso low fi, nosotros le ponemos grabaciones espontáneas”, dice Fabio, integrante de Suárez y responsable de FAN. Hoy quiere que el sello sea algo “diferente de la banda”: haber visto de cerca cómo funcionan sellos independientes como el español Subterfuge o ver los resultados alcanzados por Grand Royal en Estados Unidos -salvando las distancias, claro- les sirvió para crecer. “Antes no sabíamos cómo hacer nada, hoy sabemos más cómo distribuirnos tareas, o la importancia de un ordenador o una dirección de correo electrónico ([email protected])”. Fabio recuerda como una época árida los tres últimos años y se alegra con la efervescencia del ‘98 y el mayor interés de los medios, que por fin parecen haber “entendido la línea”. A pesar de la ausencia de espacios de difusión, “parece haber algo parecido a una escena, en la que mejoran las condiciones, en la que la gente se ocupa de las cosas de otra manera”.