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Romance Lunático
  Por Fabián Lebenglik

Durante su fructífera estadía en Nueva York, a Federico García Lorca le bastaron unos pocos días para escribir un guión cinematográfico que tituló Viaje a la Luna y que permaneció inédito hasta 1995. El cineasta Javier Martín Domínguez y el escenógrafo Frederic Amat se unieron para el rodaje. Después, se pelearon. Y cada uno de ellos filmó su propia luna.

Para Lorca, la luna es el espejo que todo lo refleja. El ojo omnipresente. El testigo mudo de la vida, el amor y la muerte. Una imagen tan constante y fundamental en su obra como la misma palabra: “Yo pronuncio tu nombre / en las noches oscuras, / cuando vienen los astros / a beber en la luna ...”, escribía ya en sus primeros poemas de 1919.
Y ahí estuvo ella, el eterno referente femenino, hasta la última de sus obras. Ni siquiera durante su estancia en Nueva York, la ciudad angosta y oprimida por los rascacielos, se zafó Lorca de su presencia. Dos películas, una del realizador segoviano Javier Martín Domínguez y otra del pintor y escenógrafo catalán Frederic Amat, han transformado en imagen un guión cinematográfico inédito -y que se sepa, el único- que el poeta escribió en dos de sus días neoyorquinos de 1929. Lo tituló Viaje a la Luna. Un estreno más para este año, en el que se conmemora con actividades mil un hecho trascendente y literario: hace 100 años nació Federico García Lorca.

ESTA LUNA ES MIA.
El manuscrito en castellano de Viaje a la Luna fue encontrado en 1989 en la universidad norteamericana de Oklahoma y luego fue adquirido por la Biblioteca Nacional. De la publicación última se encargó Pre-Textos en 1995. “Conocía el guión en lengua inglesa desde que colaboré con Lluís Pasqual en el montaje de El público, allá por 1986. Y empecé a dibujarlo, a abrirlo, a descubrir el sentido en cada imagen”, comenta Frederic Amat. Luego, tras la publicación en España, empezó a construir el storyboard, a dibujarlo fotograma a fotograma “respetando ese criterio plástico y visual que le había dado el escritor”. “A mí el Lorca que más me interesó siempre es el de Poeta en Nueva York, yo viví allí 11 años y de ahí surgió el interés por esta pieza”, afirma Martín Domínguez. Y ambos se embarcaron juntos en el viaje propuesto por el poeta granadino. El proyecto de rodaje se aceleró tras el apoyo de la Fundación Lorca. Pero la travesía no llegaría a buen puerto: antes de terminar la producción (según uno), antes de iniciarla (según el otro) se rompió la relación amistosa que mantenían desde hacía una docena de años. Y a partir de allí todo se llena de acusaciones mutuas y de lo que los dos consideran, a pesar de todo, “dolorosas circunstancias”. Ambos opinan que su obra es la única oficial y la que merecería el apoyo de la Fundación. De momento, se inclinan por la de Amat, pero no descartan que puedan convivir las dos en el futuro. Pero lo cierto es que Amat se niega a que imágenes de su versión del guión aparezcan en los medios junto a las de Martín Domínguez.

EL LADO OSCURO DE LA LUNA.
Desavenencias aparte, las 72 secuencias de Viaje a la Luna representan media hora de película impregnada de un mundo surrealista, tierno y despiadado, siempre mágico y ciertamente autorreferencial. Ahí están todos los símbolos e imágenes lorquianas abiertos a mil lecturas posibles. Todo a lo que agarrarse para entender la sensibilidad de un poeta universal: el ser desde el mismo ser de la madre, los llantos de niñez y las dudas de adolescencia, la sexualidad conflictiva, la mujer inalcanzable y amenazante, el macho entre interrogantes y náuseas, las calles de Brooklyn, el bigote de Dalí y el ojo ¿de Buñuel?, la fuerza de la sangre, la muerte y la luna. Siempre esa luna que Lorca vistiera con su polisón de nardos. Y nadie hasta ahora, salvo mentalmente el autor, las había convertido en imagen. Pero las cosas han cambiado, y por partida doble.
En el film participan la coreógrafa La Ribot, Antonio Valero, Marta Suárez, Enrique Alcides y Oscar Albadalejo. El director de la impecable fotografía es Javier Aguirresarobe; de la música se encarga Juan Bardem. La película de Martín Domínguez, ya terminada y con un costo de menos de quinientos mil dólares, se rodó en Madrid, en la antigua fábrica El Aguila: “Resultó estupenda, parece Brooklyn verdadero, con raíles, adoquines ... Incluso las escenas de vómito blanco de la luna son reales, fue aquel día de la gran nevada en diciembre ...”.

ALUNIZADOS.
Domínguez dividió las 72 escenas señaladas por Lorca en 23 secuencias, pero el título Viaje a la Luna aparece recién al iniciarse la secuencia número 12, escena 30. Hasta ese momento, mujeres, letras que gritan socorro sobre el sexo femenino, palizas infantiles, ojos, peces y muchachos introducen detalles autobiográficos. Escenas de trenes y hombres en las calles de noche y con luna se intercalan antes de que aparezcan los machos en el ritual, el de llamada de la hembra, en donde se roza inevitablemente la muerte. El hombre de las venas pintadas sobre la piel aparece muerto entre periódicos y arenques, unas manos cubren un cadáver sobre una cama. Imágenes decididamente subyugantes.
En el otro Viaje a la Luna, el de Amat, Cesc Gelabert se ocupa de la coreografía, Tomás Pladevall de la fotografía y Pascal Comelade de la banda sonora. Está lista para estrenarse por estos días en España, mientras en Granada se encuentran en exposición los estupendos dibujos que el pintor realizó para la película. Allí donde la versión de Domínguez tiene una aproximación decididamente cinematográfica al multifacético imaginario del poeta, la de Amat tiene gran influencia pictórica.
Más allá de rencillas personales y/o artísticas y de las inevitables pequeñas miserias cotidianas de la creación, es en los cruces entre ambas obras, con sus logros y sus desventajas particulares, donde probablemente resida el verdadero espíritu del original de García Lorca, ese sabio lunático que alguna vez escribió aquello de “el niño la mira mira, el niño la está mirando”.