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Vale decir


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Ursli Pfister, el rey del cabaret berlinés y conductor de la entrega de premios.
Richard O´Brien, creador de The Rocky Horror Picutre Show, recibe un Teddy por su trayectoria
Wieland Speck, el organizador de los Teddy.
Entrega de condones antes de la ceremonia.

En la mejor escena de Es o no es, el protagonista a punto de casarse (Kevin Kline) intenta afirmar su pretendida hombría siguiendo las instrucciones de un manual en casete que enseña cómo ser... hombre. “Nunca haga nada que pueda divertirlo. Sobre todo, no baile: bailar es cosa de maricas”, ladra la severa voz. Para poner a prueba al alumno, se oyen los primeros compa-ses de la irresistible “I will survive”, de Gloria Gaynor... y el protagonista no puede evitar unos movimientos pélvicos muy poco masculinos. La consigna que lanzara el compositor y músico inglés Richard O’Brien veinticinco años atrás (“Don’t dream it, be it!”) parece haberse hecho realidad, en la duodécima entrega de los premios Teddy de Berlín a la mejor película de contenido homosexual. A la entrada del inmenso salón de la Casa de las Culturas del Mundo, dos condones humanos reparten los productos de una conocida marca a los numerosos visitantes. Todos lucen sus mejores galas: vestidos de diva, monja u osito de peluche, de cuero y cadenas, de látex o simplemente de traje. Muchísimos hombres, menos mujeres, bailan al ritmo del tecno, un grupo concentra su atención en la inmensa pantalla de video. Impacientes, otros esperan frente a la sala donde ya tendría que haber comenzado la gran gala de los Teddy Awards.

HISTORIA DE TEDDYy Pedro Almodóvar fue el primero en recibir un Teddy allá por 1987. Fue una ceremonia modesta y espontánea: un grupo de cineastas y periodistas homosexuales que se reunían en ocasión del festival de cine decidió premiar con el animalito de peluche la película La ley del deseo, que se presentaba en el festival. Durante años, el Teddy siguió siendo un osito de peluche. Actualmente, los ganadores reciben un reluciente oso de bronce, cómodamente instalado sobre un adoquín como los de las calles de Berlín. El responsable de la sonriente impasibilidad del panzón Teddy es el dibujante estrella homosexual Ralf König, que lo ha diseñado.

Hoy, la entrega de los Teddy Awards se ha convertido en un evento masivo. Desde 1991, el Teddy es un premio oficial del Festival de Berlín. Tomás Gutiérrez Alea ya era famoso cuando ganó en 1994 un Teddy por su Fresa y chocolate. Pero Gus van Sant, Derek Jarman, Antonia Bird y Tilda Swinton y el mismo Almodóvar alcanzaron su fama en gran parte gracias a los Teddys. La ceremonia es hoy conducida por Rhona Cameron (moderadora de Gaytime TV de Londres) y Ursli Pfister (una de las estrellas del cabaret berlinés), que comienza en traje oscuro y al poco rato queda en estrecho pantalón corto fluorescente y capa rosa para presentar a “su alteza” Shequida, la cantante de ópera transexual neo-yorquina que deslumbra con su apariencia y su voz capaz de interpretar cinco octavas. A Shequida sigue Richard O’Brien, el legendario creador de The Rocky Horror Picture Show, que recibe el Teddy especial por su obra. En la primera fila del auditorio está Moritz de Hadeln, el septuagenario director del Festival de Berlín.

El jurado anuncia los ganadores de 1998: Hold me tight, de Stanley Kwan, recibe el Teddy a la mejor película. La elección sorprende: esta producción de Hong Kong no es, al menos a primera vista, un film de temática homosexual (trata un triángulo amoroso donde el tercero en cuestión, si bien se siente atraído por el marido, termina seduciendo a la mujer). Según el jurado, Hold me tight recibe el Teddy por “la audacia y liberalidad con la que maneja el tema de la sexualidad; por su provocador estilo y porque enriquece sensiblemente la temática del nuevo cine de Hong Kong”. The Brandon Teena Story, de Susan Muska y Greta Olafsdóttir, gana en la categoría documental. La historia del film es absolutamente real e impactante: en 1993, un joven llamado Brandon Teena es brutalmente violado y asesinado por dos amigos, en un pueblo de Nebraska. La furia de los jóvenes había sido desencadenada por el descubrimiento de que Brandon Teena era en realidad Teena Brandon, una mujer. El documental exhibe a la gente del pueblo buscando una explicación para los terribles hechos que vivieron y para la afrenta que sigue significando la ambigüedad sexual de Tina/Brandon en un pueblo chico norteamericano. La elección de Peppermills de Isabel Hegner como mejor cortometraje resulta la más inesperada: cuenta la historia de una mujer obsesionada por los molinos de pimienta, que roba en los restaurantes más caros de Nueva York, usando como pantalla la compañía de otras mujeres que se comportan “equívocamente” con ella, para distraer la atención de los presentes (el corto es premiado “por el erotismo creado entre la protagonista femenina y sus acompañantes”).

EL SIGNO DE LOS TIEMPOS El premio Teddy nació con el propósito de resaltar una película por su orientación sexual. Algo que sin duda tenía un sentido muy concreto en una época en la que el contenido homosexual representaba un problema para la realización o para la distribución de un film. Discriminación que sigue vigente aun hoy en algunos rincones del planeta: uno de los films que se presentó en la última muestra, la producción filipina The man in her life (de Carlos Siguión-Reyna), pudo ser estrenada en Manila después de un año entero que necesitó la censura del país para eliminar todas las escenas de contenido homosexual. El caso de las metrópolis occidentales es hoy bastante diferente: es moneda co-rriente aceptar una pluralidad de opciones en lo que respecta a la orientación sexual de una persona o de una película. Las películas premiadas en esta edición de los Teddy marcan una transición: ¿está preparada la sociedad para dar más importancia a la historia de un film que a la sexualidad de sus perso-najes? ¿Hasta qué punto es positivo definir una película como homosexual, y hasta qué punto termina siendo una forma más de discriminación? Las opiniones están y seguirán estando divididas.

Teddy’s Daddy Wieland Speck, el padre del osito, estudió cine en San Francisco y envió su primer cortometraje a la sección “Panorama” del Festival de Berlín. El corto fue inmediatamente incluido en el programa; Wieland conoció a Manfred Salzgeber, por entonces director de esa sección del Festival. Cuando Wieland volvió a Berlín para filmar Westler, su primer largometraje, el Muro dividía aún la ciudad. Corría el año 1985; Westler -la expresión con la que definían los habitantes de Berlín Oriental a quienes vivían del otro lado- contaba la historia de amor entre dos berlineses a ambos lados del muro, un amor homosexual que no llegaba a vivirse en pleno por la implacable y hasta simbólica presencia de la frontera de cemento. Wieland comenzó a trabajar como asistente de Manfred: juntos lograron incluir en el programa todas las películas que tuvieran una temática adecuada y la calidad suficiente. Así fue gestado el Teddy: poco tiempo después, en 1987, nacía el premio como tal. En 1992, Manfred Salzgeber enfermó de sida y dejó la sección “Panorama” del festival y el premio Teddy completamente en manos de Wieland Speck.

¿Hasta qué punto su historia y la del Teddy son la misma historia?
-Bueno, por empezar fui yo quien creó el premio. Pero ya desde antes Berlín se atrevió a exhibir más películas de temática homosexual, cuando no existían festivales de cine gay como hoy. Había que ser un director muy famoso para poder permitirse tratar un tema homosexual en una película y que ésta se exhibiera normalmente. De todos modos, en aquella época exhibíamos básicamente cortometrajes... Otra cosa no había.

¿Qué interés despertaban en el público del Festival esas producciones?
-Manfred, mi antecesor, que en los años setenta había llevado a cabo una verdadera obra de recuperación de los cines de barrio desde los años 70. El es el responsable de que muchos cines no hayan desaparecido para dar lugar a supermercados, como ocurre en tantas partes del mundo. Manfred logró atraer a un público que pasaba las noches en los bares de homosexuales: él los llevó al cine, ofreciendo funciones de trasnoche con desayuno, en las que se exhibían películas de Ken Russell, por ejemplo.

¿Por qué se decidieron a crear un premio para películas gay?<BR> -Porque, si una película ha ganado un premio, tiene más prensa. Es así de simple. El Festival ha sido siempre un punto de referencia cultural importantísimo para Berlín. Pedro Almodóvar se hizo famoso gracias a nosotros: las películas que había realizado antes se exhibieron muchísimo más después que La ley del deseo ganara el primer Teddy. Para el décimo aniversario del premio, Pedro nos mandó una carta maravillosa.

Gus van Sant fue otro de los ganadores del Teddy. Pero tanto en su caso como en el de Almodóvar, sus películas ya no tratan temas homosexuales...
-En aquel entonces, no sabíamos que Pedro y Gus iban a hacerse tan famosos. La última película de Gus van Sant (Good Will Hunting) no podría haber ganado un Teddy, está claro. Pero Gus es un director que no se deja presionar, a pesar de trabajar para Hollywood. La idea no es crear un ghetto, sino dar una visión del mundo más compleja y completa.

El premio está destinado tanto a temas gays como de lesbianas. ¿Qué tienen ambos en común?
-En lo que a Alemania respecta, es difícil definirlo. El feminismo se desa-rrolló rechazando muy frontalmente a los hombres. Dentro del movimiento feminista, sin embargo, las lesbianas tenían muchos problemas con las mujeres heterosexuales, porque las metas eran diferentes. Así como, durante mucho tiempo, el mero hecho de ser homosexuales no ayudaba a gays y lesbianas en su lucha. Lo que es común a ambos es la experiencia de ser discriminados: el grupo se define de forma ne-gativa, no por tener metas en común.

El día que la sociedad no discri-mine a los homosexuales, ¿las lesbianas y los gays no tendrán nada que compartir?
-En los años cincuenta, en Berlín, los gays y las lesbianas iban a los mismos boliches: cuando entraba la policía, cada gay se ponía a bailar con una lesbiana y de este modo el bar parecía lleno de parejas heterosexuales. Era una estrategia de supervivencia en tiempos en que la política se oponía decididamente a la homosexualidad. Hoy en día los gays y lesbianas bailan con quien les da la gana. Las cosas están cambiando.

¿Hasta qué punto tendrían que cambiar?
-Mi meta lógica sería vivir en una sociedad totalmente emancipada.

En una sociedad así no sería necesario otorgar un premio a una película por reflejar lo homosexual.
-Es verdad. Pero no creo que yo llegue a vivir en esa sociedad...

¿Qué le pareció el premio a Hold me tight de Stanley Kwan?
-La bisexualidad, que es uno de los temas de esta película, es una orientación sexual a la que no se presta ninguna atención. O, en caso de hacerlo, es negativa: tanto los homosexuales como los heterosexuales desprecian a los bise-xuales. Unos y otros dicen que es una ma-nera hipócrita de hacerse la vida fácil. Fíjese que en la literatura y en el cine hay muchas menos figuras bisexuales que homo o heterosexuales. Me sorprendió la decisión del jurado; me pareció valiente. Aunque yo hubiera votado por otras películas, de contenido más decididamente homosexual.

¿Por qué?
-Porque para toda minoría es peligroso ser más liberados que la mayoría que la sociedad. Por un lado, una decisión así es admirable; por el otro, puede calificarse de poco inteligente. Las personas que integran una minoría se preocupan por su condición, mientras que las que forman parte de la mayoría pueden vivir de espaldas al asunto. Pero fíjese que el premio especial del jurado, que recibió la película filipina The man in her life, demuestra que el Teddy también puede ser un premio político, pues en ese caso no sólo se premió un film, sino también el efecto que algo así puede tener en la sociedad, en este caso la filipina. Puede que haya una cierta tolerancia en el mundo, pero tolerancia no es lo mismo que aceptación.