Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira
Volver 




Vale decir


Volver


MUSICA 5 El disco solista del cantante de El Ultimo de la Fila

García, el de la guía

Como parte de El Ultimo de la Fila, Manolo García escribió un capítulo decisivo del pop español: sus canciones que no sonaban en las radios pero eran cantadas por la gente tomaron por asalto la escena musical española sin la menor promoción multinacional. A más de una década de aquellos comienzos y con su nuevo disco solista recién editado (Arena en los bolsillos), Manolo hoy es García a secas, sigue convocando multitudes y dice que le gustaría ser ubicado entre Joaquín Sabina y Pedro Guerra, en el índice de cantautores españoles.

Por Martín Pérez, desde Madrid

En la Argentina es sinónimo de Charly. En Estados Unidos convoca inmediatamente la figura del mítico Jerry, líder de Grateful Dead. Pero en España, al parecer, García es un apellido que musicalmente carece de gracia. Eso es lo que destacan, al menos, todas las notas -muchas- que se refieren al debut solista del que fuera la voz de El Ultimo de la Fila, uno de los grupos mayores del pop español de la década del ochenta. A Manolo García le divierten las frases que se refieren con ironía a su apellido. Quizá por eso decidió resaltarlo nítidamente en el arte de tapa de su flamante disco solista, Arena en los bolsillos. “Sucede que el showbiz en España tiene sus manías. Y, a estas alturas, yo ya no estoy para cambiarme el nombre”, dice Manolo, en su habitación de un lujoso hotel de Madrid, al día siguiente de reunir veinte mil personas en la arena de Las Ventas. “Así como hubo Smiths, yo soy García. O el colmo: García García-Pérez, que es como firmo mis canciones desde que tuve aquel problema con mis derechos de autor”. La historia no es muy conocida, ni siquiera en España: cuando comenzó su carrera como compositor, García pasó casi un año sin recibir ni una peseta del dinero generado por sus canciones. Cuando preguntaba, le decían que se lo habían girado, pero en el banco no acusaban recibo. Hasta que finalmente Manolo descubrió que su dinero iba a los bolsillos de otro Manuel García. “Y, aunque suene kafkiano, ¡era un argentino!”, exclama divertido García, contando su historia. “Cuando lo ubiqué y le pregunté por mi dinero, dijo no saber nada. Era lo normal, después de todo. Nadie nunca sabe nada del dinero, sólo lo gasta. Así que, para terminar con el equívoco, debí agregarle algo a mi nombre. Y, para agradar al showbiz español, me puse García GarcíaPérez”. A pesar de su apellido, no le ha ido muy mal a Manolo siendo “el de la guía”. Su disco solista es uno de los fenómenos de venta del año en España: lleva más de medio millón de copias vendidas y es, según el diario El País, el triunfador de la temporada junto al de Alejandro Sanz. Y los derechos de autor ahora llegan sanos y salvos al bolsillo de Manolo.

“Cuando comencé mi carrera, pasé casi un año sin recibir ni una peseta de derechos de autor. Cuando preguntaba, me decían que ya lo habían girado, pero en el banco no acusaban recibo. Hasta que finalmente descubrí que mi dinero iba a los bolsillos de otro Manuel García. Y, aunque suene kafkiano,
¡era un argentino!”

LA GRAN BESTIA POP HISPANA Cuando se menciona a El Ultimo de la Fila en Buenos Aires, se suele obtener muy poca respuesta. Algunos, los más atentos -o los más colonizados por la radio o MTV-, alcanzan a recordar un tema de hace casi un lustro, reconocible por su título extraño o su llamativo clip: “Como un burro amarrado en la puerta de un baile”. Pero, por lo general, de la contundente historia ibérica del grupo -liderado por el dúo creativo formado por Portet y García- apenas si se tiene noticia. Y menos aún de su leyenda under, o del predicamento dentro del universo pop de los ochenta, que los ubica en el panteón junto a grupos como Gabinete Caligari o Radio Futura. “Se puede decir que El Ultimo de la Fila es algo así como Los Redonditos de Ricota del pop español”, comenta Andrés Calamaro cuando se le pregunta por los antecedentes del grupo. “Aunque supongo que es demasiado como presentación”, apunta inmediatamente, consciente de que el espíritu pop del Ultimo ni se acerca al universo rocker redondito. Los paralelos se encuentran por el lado del crecimiento boca a boca de la fama del grupo y del tránsito del under hacia la hegemonía musical sin pasar por un método de promoción tradicional. “Una de las cosas más llamativas de El Ultimo de la Fila es que nunca tuvimos hits comerciales”, recuerda Manolo. “El primero fue, precisamente, Como un burro amarrado..., pero llegó recién cuando ya casi llevábamos una década como grupo. Como nunca fuimos de comulgar con la rueda del molino del pop, ni tampoco hemos estado lamiéndole nada a nadie, nuestros hits los hizo nuestro público y no las estaciones de radio. En nuestros shows la gente cantaba nuestros temas, y los responsables de las radios se preguntaban cómo era que la gente se los sabía, ya que ellos no los pasaban.” Lo dicho: el método redondito en acción.

LOS ULTIMOS SON LOS PRIMEROS Hacia mediados de los ochenta, cuando hizo su aparición el grupo de García y Portet, el pop español estaba alcanzando su mayoría de edad. La movida madrileña se apagaba, y sus sobrevivientes comenzaban a dar los pasos que conducen del fanatismo al profesionalismo. “Nosotros siempre fuimos como francotiradores por necesidades del guión: porque a comienzos de los ochenta, cuando ocurrió esa explosión brutal llamada movida madrileña, nosotros estábamos en Cataluña”, explica García, natural de Poble Nou, un barrio de Barcelona. “Allá la cosa es más tranquila, lo que ha permitido estar viendo los toros desde la barrera. Así que fuimos paso a paso, disco a disco, ganando adeptos con vehemencia, pero siempre cuidando nuestra condición contractual dentro de este negocio. Nunca nos hemos comprometido a hacer discos por contrato, ni hemos permitido ningún grandes éxitos ni un directo. Nada de eso. Cada disco nuestro siempre ha respetado, mal o bien, un concepto”. Un concepto que se repitió durante toda la carrera del grupo han sido los títulos extensos y enigmáticos. La mejor prueba es el álbum debut, editado en 1985: Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. Desde entonces, y hasta su separación anunciada oficialmente recién a comienzos del corriente año, El Ultimo de la Fila completó una carrera de una docena de años que incluye seis álbumes, y un respeto que va más allá del éxito que los acompañó durante toda su carrera. “Cuando yo llegué a España, El Ultimo de la Fila fue el único grupo que me llamó la atención”, recuerda Tito Fargo, guitarrista de la primera época de Los Redonditos de Ricota, afincado en Madrid desde hace casi una década. “Porque habían conseguido un sonido propio, que mezclaba toda la herencia española con la influencia rocker anglosajona que es habitual encontrar por acá.” García, por su parte, dice: “Nosotros considerábamos como nuestros iguales en aquella época sólo a Radio Futura, un grupo con el que hemos tenido una serie de similitudes en nuestras intenciones, al tiempo que yo siempre he tenido admiración hacia ellos como compositores. El paralelismo, en cuanto a la búsqueda de ritmos y mestizaje, creo que continúa aún hoy, con la propuesta de Juan Perro en la que está lanzado Santiago Auserón, uno de sus antiguos integrantes”, arriesga Manolo, que en su carrera solista sigue dando rienda a ese particular canturreo moro que siempre fue la marca de fábrica de El Ultimo de la Fila.

SALIR AL RUEDO La plaza de toros de Las Ventas no es un escenario cualquiera. Más allá de las veinte mil entradas pagas que significa su lleno total, realizar allí un show exitoso significa mucho más. Hacer Las Ventas significa lo mismo que alguna vez significó en Buenos Aires hacer un Obras: sacar patente de éxito. Y eso es lo que hizo Manolo García en su show número 59 de la gira española de presentación de Arena en los bolsillos. Dicen que nunca llueve en Madrid, pero durante el show de García cayó un chaparrón preciso y contundente, que incluso hizo detener el espectáculo durante unos diez minutos. Sin embargo, nadie se movió de su lugar mientras el ex Ultimo recorría -antes y después del desperfecto- todos los temas de su disco y algunos éxitos de su ex grupo. Dicen, también, que la energía de Manolo es interminable. Y eso sí que lo demostró esa noche: ni por un momento dejó de corcovear sobre el escenario, sin hacerle asco a la lluvia ni nada. Showman hasta el fin, incluso al presentarse ante la prensa internacional, menos de veinticuatro horas después de semejante despliegue, declaró, a medias avergonzado y a medias orgulloso: “Ya quisiera yo dejar de corcovear alguna vez, pero nunca puedo evitar querer dejar a todo el mundo contento”.

Bastante más pequeño frente a un grabador de lo que aparenta sobre el escenario, García es buen anfitrión. Sabe escuchar y se extiende en sus respuestas. Y sabe, también, decir siempre lo que ha decidido decir. Hace más de una década que es una estrella en España, con todo lo que eso significa. Lo que no impide que, ante el breve archivo de notas desplegado ante su vista, se entusiasme observando la foto que ilustra una nota de Página/12 del año ‘89, cuando tuvo lugar el primer viaje promocional del grupo a Buenos Aires. “No la había visto antes”, dice, sorprendido por el retrato porteño de su juventud de una década atrás. “Todos nuestros viajes a la Argentina fueron muy cortos, y apenas de promoción. Tengo ganas de volver”, afirma Manolo, que tiende a considerar lógico el abismo que siempre ha separado el pop y el rock de ambos lados del Atlántico. “Hay una distancia física que marca. Por razones lógicas, ustedes siempre han estado más en conexión con toda la América rockera, y nosotros hemos estado más sintonizados con la parte inglesa.”

Pero Norteamérica e Inglaterra siempre han tenido un diálogo musical intenso. Algo que nunca sucedió entre España y Argentina...

-Yo tengo una pequeña explicación para ese asunto, y es que los dos mercados anglosajones han movido tanto negocio que se pueden permitir el lujo de repartirse pasteles de una mesa repleta de manjares. El mercado argentino y el español, mientras tanto, son más pequeños. Con lo cual bastante hemos hecho cada uno con comernos nuestro pollo y no han quedado ni los huesos.

Eso no explica la indiferencia de los músicos ante los intentos de sus pares...

-Esa es la parte más penosa, porque nunca ha existido la curiosidad por escuchar lo que se hace del otro lado del Atlántico. Ni aquí, doy fe, y creo que tampoco allá. Es una lástima, porque a mí me hubiera encantado haber conocido antes a Charly García, o saber más de lo que sé de Spinetta, que es muy poco. De lo único que estoy al día en materia de música argentina es la que hacen los argentinos que están en España. En algún momento supe tocar la batería con Sergio Makaroff y lo admiro como letrista. Andrés Calamaro logra una impronta atemporal en sus conciertos que me encanta. Pero de los que siempre me he considerado fan es de Los Rodríguez. En su momento me encantó Tequila, claro, y Los Rodríguez me impresionaron con su desparpajo chulo y el complemento ideal que lograron entre música y texto.

HISTORIA EN LOS BOLSILLOS España tiene un amplio y prestigioso linaje de cantautores, pero Manolo García se ubica en un lugar paradójico, a pesar de su carrera (y su éxito) como solista, porque su aparición es posterior al último auge de cantautores dentro de la música española: el que llevó al centro de la escena a figuras como Javier Alvarez, Pedro Guerra o el uruguayo Jorge Drexler. Sin embargo, por la madurez de su obra, García debería ser ubicado en la bisagra generacional entre éstos y los históricos como Aute, Tena y Sabina. “A mí me gusta ubicar mi obra a medio cambio entre el rock y los cantautores históricos españoles. Me gusta el ritmo del rock, pero no desprecio las letras de Juan Luis Guerra, o la ironía de Kiko Veneno o Rubén Blades. Y admiro la buena época de Serrat, así como la obra del catalán Lluís Llach o de María del Mar Bonet. Siempre he considerado que esos textos, unidos al ritmo del mejor rock, son una bomba. No se trata, sin embargo, de que haya que abrumar de poesía y música, porque ya suficiente grandilocuencia. Con un poquito de cada cosa está bien, y eso es lo que humildemente yo intento hacer.”

La humildad de García no está, ciertamente, desplegada en su disco debut. Arena en los bolsillos rebalsa de texto e ilustraciones (cuando no compone, Manolo pinta, y esas pinturas terminan en la cubierta de sus discos) y sus canciones están preñadas de historia y fertilidad compositiva. “A mí me gusta eludir las obviedades, los estribillos, los tiempos previsibles”, aclara, como si hiciera falta, su autor. Se recomienda, para el que quiera saber de qué va la cosa, recorrer apenas los dos primeros temas del álbum, en donde los estribillos brillan por su ausencia y las citas abundan. El arte de tapa tiene citas de Kazantzakis, pero en un tema como “Prefiero el trapecio”, las citas viran al comic y a la canción popular de un maldito como Jaume Sisa. “Me gusta homenajear mi lado under. Yo comencé en la contracultura, cuando empecé a rockear estábamos todos contra Franco, y aunque hoy tenga éxito y pueda entretener a veinte mil personas en un solo show, eso no significa que me guste el estado actual de las cosas. La vida cotidiana en las ciudades es como aquel cuadro del bar de Hopper, tan solitaria como eso. Avanzamos hacia la nada, y por eso a mí me gusta considerarme anacrónico. El siglo XXI está a la vuelta de la esquina, pero nadie se atreve a predecir nada. Ante todo eso, yo trato de no perder el ritmo natural de las cosas”, dice García, que parece querer -eso sí- ser el último en cambiar de año. De década, de siglo. El último de esa larguísima fila.