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SEINFELD: EL HOMBRE QUE FUE JUEVES

Por JERRY SEINFELD

EL HOMBRE EN EL TAXI ¿Cuánto duran los turnos de un taxista? ¿Tienen un límite de horas o simplemente manejan hasta caer muertos? Es notable, además, la manera en que manejan: como para que a uno no le queden dudas de que están realmente enojados. No tengo la menor idea de cómo se maneja exactamente un taxi, pero debe ser muy difícil. En ocasiones pienso que habría que preguntarles qué les pasa en la vida para tener que manejar así. Pero, si me preguntan, lo bueno de los taxis de Nueva York es que uno nunca se asusta del todo. No sé por qué. Será que uno está en un lugar tan peligroso como Manhattan que las cosas se tornan entretenidas cuando son miradas desde el asiento de atrás. El tipo vuela a cien kilómetros por hora a contramano y uno piensa: “Qué raro, nunca se me ocurrió probar algo así con mi auto”. Para ellos, todo es una broma, incluso la vida de uno. Porque lo más estúpido que puede pensarse cuando uno va en un taxi es “Estoy seguro de que este tipo sabe lo que hace. Sí, de acuerdo, está manejando muy rápido en dos ruedas, pero es un profesional y hace este tipo de maniobras todo el tiempo. Debo tener en cuenta que tiene una licencia que lo habilita”. No tengo ni idea cuáles son los requerimientos para manejar un taxi, pero es posible que lo único que se necesite sea una cara. A lo mejor ayuda tener un apellido con ocho consonantes y ninguna vocal. ¿Alguien sabe qué es esa “o” con una línea atravesada? ¿Qué clase de letra es ésa? ¡Se necesita una tabla periódica de los elementos para denunciar a ese tipo! “Sí, oficial, su nombre era Amahl, y su apellido era el símbolo del boro, creo”.

HOMBRES Y MUJERES ¿Sabían que el vestuario de los hombres para los casamientos fue diseñado por mujeres? Como ellas piensan que todos los hombres son iguales, nos visten con uniforme. De paso, el smoking funciona como dispositivo de seguridad para la novia: en caso de que el novio no se presente, todos los hombres se corren un lugar en la fila y la ceremonia continúa como estaba previsto. Los hombres y las mujeres nunca van a entenderse, por lo que mi humilde consejo es: ¡desistan! ¡Olvídenlo! Sé que nunca voy a comprender a las mujeres: ¿cómo son capaces de aplicarse cera hirviendo en la cara interna del muslo, arrancarse los pelos desde la raíz y todavía tenerles miedo a las arañas? Por otro lado, me doy cuenta de que las mujeres siempre quieren saber qué están pensando los hombres. ¿Quieren saberlo? Se los voy a decir: nada. No estamos pensando en nada, sólo estamos caminando y mirando a la gente pasar. Esa es la única inclinación natural del hombre, además de ésta: nos gustan las mujeres y queremos a las mujeres, y hasta aquí llega nuestro razonamiento. Por eso les tocamos bocina y les gritamos desde las construcciones. Porque son las mejores ideas que se nos ocurrieron hasta el momento. Estamos trabajando en nuevos emprendimientos, pero no es fácil, dado que nuestra mente está completamente en blanco.

EL HOMBRE BOCINA Tocar bocina, para mí, es el punto más bajo de todos. Sólo a la última neurona masculina se le pueden ocurrir este tipo de cosas: ella camina por la vereda; él pasa en el auto, y, de pronto, se suceden el bocinazo y la inevitable aceleración. ¿Qué pretenden los hombres que hagan las mujeres? ¿Sacarse los zapatos y correr detrás del auto? ¿Agarrarse del paragolpes? ¿Que ella le diga en el semáforo siguiente “Qué bueno que me tocaste bocina, no tenía idea de que te sentías así”? Sé que hay señoras que deben estar pensando “Ah, mi marido no es así”. Mentira: es él quien las está engañando. Los hombres no maduran. Nunca mejoramos. Los hombres exploramos la tierra en busca de mujeres. ¡Viajamos a la luna sólo para saber si allí había mujeres! Por eso llevamos ese autito. ¿Para qué llevar un auto si no era por la posibilidad de que hubiese chicas? Si no es por eso, ¿alguien me puede explicar qué hacían con un auto en la luna? Nunca pude entenderlo:¡estaban en la luna! No hay idea más masculina en la historia del universo que ésa: ¿por qué no viajamos a la luna y, de paso, manejamos por ahí?

LOS SUPERHOMBRES Otra revelación más acerca de los hombres, una que no debería contarles: todos los hombres piensan en sí mismos como una especie de superhéroe venido a menos. Cuando somos chicos, leer Batman o Superman no son fantasías, sino opciones. Les voy a dar un ejemplo perfecto: ¿nunca vieron a un tipo llevando un colchón en el techo del auto? Va por la autopista con esa cosa monstruosa y tiene la mano fuera de la ventanilla, sosteniendo el colchón. No importa lo que lleve ahí arriba, siempre “está ayudando” con el brazo. Esa es una muestra clara del pensamiento “superhéroe masculino”: el infradotado está convencido de que, si el viento intenta llevarse ese inmenso objeto rectangular a 140 kilómetros por hora, él puede estar tranquilo porque “lo tiene controlado”.

EL HOMBRE VESTIDO Si se piensa en la cantidad de tiempo que lleva elegir ropa, no cuesta mucho concluir que todos deberíamos vestirnos igual. Eso, en definitiva, es lo que va a suceder a la larga: fíjense que en todas las películas y programas de televisión que transcurren en el futuro, o en otro planeta, todos están vestidos igual. Calculo que en algún momento alguien deberá tomar la decisión: “Bien, todos ustedes, de aquí en adelante, pantalones plateados y remera escote en V gris, porque vamos a visitar otros planetas y queremos parecer un equipo”.

EL HOMBRE DESNUDO El otro día estaba con un amigo que tenía puesta una campera de cuero, y empezó a llover. Me dijo que ya no había nada que hacer, que el agua le había arruinado el cuero. ¿Cómo puede ser? ¿Acaso las vacas no pasan buena parte de su vida a la intemperie? Uno podría imaginar a las vacas trotando de vuelta a la granja, bajo la lluvia e increpando a su dueño: “¡Apurémonos, que somos de cuero!”. Pero lo que definitivamente no puedo entender es el lavado a seco. Las palabras “seco” y “lavado” son incompatibles. ¿Qué hacen? ¿Cachetean la ropa? Tiene que haber algún tipo de líquido en el proceso. ¿Alguna vez se les cayó algo en la ropa y esperaron que se secara para poder sacarlo con el dedo? Eso es el lavado a seco.

EL HOMBRE IDIOTA Dicen que hablar en público es el miedo número uno de toda la humanidad. ¡Es increíble que la muerte ocupe el segundo lugar! Eso quiere decir que el hombre promedio, en un funeral, preferiría estar en el cajón antes que diciendo unas palabras a los deudos. Para mí, lo más aterrador que hice en mi vida fue tirarme en paracaídas desde un avión. Pero déjenme hacerles una pregunta: ¿cuál es la función del casco? Cuando uno salta, es el casco el que lo está usando a uno como protección. Hay muchas maneras de demostrar que el ser humano es estúpido, pero mi preferida es el casco. Que hayamos tenido que inventar el casco quiere decir que nos veíamos involucrados en actividades que resultaban en fracturas de cráneo. En lugar de evitar esas situaciones, preferimos desarrollar unos sombreritos de plástico y seguir rompiéndonos la cabeza. Lo único más estúpido que el casco es la ley que obliga a usar casco. O sea: ¡es obligatorio proteger un cerebro que funciona tan mal que ni siquiera intenta evitar que el cráneo en el que reside se rompa!

EL SEÑOR TELEVISOR Uno está mirando televisión medio dormido y piensa: “Me tendría que ir a la cama ahora mismo”. Sin embargo, no lo hace. En cambio, combate el sueño para poder seguir viendo televisión, buscando ese momento de entretenimiento que se nos escapa: un auto explotando, una mujer desnuda, lo que sea con tal de combatir el sueño. ¿Por qué? Porque el dedo que aprieta los botones del control remoto es la última parte del cuerpo en quedarse dormida. Otra cosa increíble es lo que la gente puede llegar a comprar por televisión. Tomen como ejemplo los comerciales del Llame ya: en algún momento uno comienza a pensar “no creo que pueda cortar un zapato en dos con alguno de mis cuchillos”. No hay nada de lo que me avergüence más en la vida que haber pronunciado esas malditas palabras: “Hola, quisiera encargar los cuchillos Ginzu”. Me encantaría estar inventando esto, pero soy propietario de un magnífico set de cuchillos Ginzu. Y son una estafa.

EL TIPO PIOLA Todos creemos que somos más inteligentes que los delincuentes. Ya saben, cada vez que pensamos: “Me voy a meter en el mar, entonces escondo la billetera en las zapatillas para que no me la roben”.

EL MEJOR AMIGO DEL HOMBRE He llegado a la conclusión de que existen ciertas personas con los que seremos amigos toda la vida, y lo mejor es aceptarlo. Uno se encuentra con ellos aunque no quiera. Uno no los llama, pero ellos sí llaman. Entonces uno no les devuelve el llamado, pero ellos llaman de nuevo. Si uno llega tarde a propósito, ellos están ahí esperando. Si uno no va, ellos no se enojan. Y cuando uno finalmente trata de apuñalarlos, ellos dicen que entienden.

REGALOS PARA EL HOMBRE Estoy cansado de aparentar que me gustan los cumpleaños. ¿Cuántas veces vamos a celebrar que una persona logró nacer? Todo lo que logró es no morir antes de los doce meses. Además, a nadie le gusta que le canten el “Feliz Cumpleaños”, ni fingir que le agradan los regalos que le hacen. ¿Se dieron cuenta de que hay una industria gigantesca detrás de los pésimos regalos? Los regalos “ejecutivos”, por ejemplo: a cualquier pedazo de madera o metal le ponen felpa verde abajo y dicen que es un “organizador de escritorio”. Pero nada se compara con el pisapapeles. Para mí, hay que regalar un pisapapeles cuando uno realmente quiere decir “Me rehúso a dedicar un segundo de mi vida a pensar en un regalo para vos”. Piénsenlo un poco: ¿dónde trabaja esa gente a la que los papeles se le vuelan espontáneamente de los escritorios? ¿De dónde viene todo ese viento? Un amigo me acaba de regalar una radio para la ducha. Muchas gracias. ¿Quién quiere música en la ducha? No debe haber mejor lugar para bailar que una superficie resbaladiza junto a una puerta de vidrio.

OTRO TIPO PIOLA ¿Alguna vez fueron al baño en una fiesta, tiraron la cadena y el agua del inodoro comenzó a subir? Es el momento más aterrador en la vida de cualquier ser humano.

EL FUTURO DEL HOMBRE Me gustaría incursionar en el surf. Es raro cómo la gente hace cualquier cosa para entrar en el océano, aunque resulte obvio que el océano no nos quiere allí. Eso es el surf: evitar que el mar nos arrastre a tierra firme. No haría películas, porque últimamente son bastante malas y demasiado complicadas para mí. Si ves una mala película, perdés dos horas de tu vida. Si actuás en una mala película, perdés dos años. Tengo miedo de estar en una película, porque probablemente miraría a cámara todo el tiempo gritando “¡Esto es pésimo, no puedo salir de acá, me tienen bajo contrato, sálvenme!”. ¿Hacer otra serie de televisión? La comedia es un asunto de supervivencia. Los cómicos pasan la mayor parte de su vida intentando sobrevivir. Es como si yo les preguntara cuál es su bocanada de aire preferida. Todos responderían: “Cualquiera que me sirva para llegar a la próxima bocanada”. Con la comedia pasa lo mismo. Aunque ya tengo suficiente aire por ahora.