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EL MINISTRO DE HACIENDA DE BRASIL ADMITE QUE SEGUIRAN LOS TEMBLORES
Venden reservas para frenar al dólar


Brasil logró contener el precio del dólar en 1,73 reales al costo de perder 500 millones de sus reservas. El Banco Central volvió a operar en el mercado cuando la devaluación se disparaba.

Francisco Chico Lopes, presidente del Banco Central de Brasil.
Un cambio de estrategia cuando el dólar superó la barrera de 1,80.

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t.gif (67 bytes)  El gobierno brasileño se quiso evitar un “viernes negro” y lo consiguió. Pero el logro tuvo su precio. El Banco Central de Brasil debió vender en el mercado 500 millones de dólares para satisfacer la fuerte demanda de billetes estadounidenses e impedir un nuevo derrumbe de la cotización del real. La moneda brasileña cerró ayer a 1,73 unidades por dólar, un nivel similar al cierre del día anterior. A sabiendas de la estabilidad ficticia que ayer vivió el real –y de la escasa chance de continuar con estas intervenciones por mucho tiempo–, el ministro de Hacienda, Pedro Malan, advirtió que las turbulencias en la economía brasileña continuarán en el corto plazo.
“Es un proceso que estará con nosotros por algún tiempo”, admitió el ministro en referencia a los bruscos movimientos de los mercados. Al mismo tiempo, descartó que el gobierno de su país vaya a implementar un nuevo plan económico. A su vez, Fernando Henrique Cardoso excluyó la posibilidad que se aplique un control al flujo de capitales.
La falta de reacción gubernamental no implica que la situación haya mejorado. Por el contrario, las perspectivas de Brasil no son las mejores. Entre los analistas existe consenso con respecto a que la libre flotación del real no constituye la solución a la crisis. Por el contrario, desde que el Banco Central de Brasil liberó el tipo de cambio no hubo signos de que la confianza de los inversores hubiera retornado. Un buen ejemplo de la incertidumbre que pesa sobre la economía del país vecino se vivió durante el día de ayer: no bien abrieron los mercados, el real volvía a devaluarse frente al dólar. En las primeras operaciones mayoristas, la moneda brasileña caía a 1,81 unidades por dólar desde 1,75 del cierre del jueves. Fue entonces que el BC brasileño apareció en escena vendiendo –a través del Banco do Brasil– dólares a quien se los pidiese.
Según operadores brasileños, la entidad oficial debió intervenir ocho veces durante la jornada para atender la demanda de billetes estadounidenses. En total se deshizo de 500 millones. Además, ayer volvieron a fugarse desde Brasil otros 400 millones de dólares, el mismo monto que dejó el país diariamente durante toda la semana. La estabilidad del real se reflejó en los mercados. El índice de acciones líderes MerVal subió 0,5 por ciento y en San Pablo hubo una baja del 1,8 por ciento.
Advertidos de que la intervención del BC brasileño estaba achatando artificialmente la cotización del real, un número apreciable de agencias de cambio de San Pablo y Río de Janeiro dejaron ayer de vender dólares al público. Y sólo atendieron las necesidades de los turistas por hacerse de reales. Desde el miércoles 13, la moneda brasileña se devaluó el 30 por ciento.
La pérdida de valor del real empezó a evidenciarse en los comercios de las principales ciudades brasileñas. Muchos negocios –comenzando por las agencias de viajes y las concesionarias de autos– dejaron de promocionar productos, alteraron las condiciones del crédito y están fijando el precio de la mercadería en dólares. Otros, como las disquerías, ponen los precios en reales pero los van aumentando al ritmo que impone el valor del dólar. La remarcación de precios ya está alejando del consumo a los brasileños. El director de la Ford Brasil calculó que la producción de automóviles caerá este año más de un 30 por ciento en relación a 1998. La contrapartida de la devaluación se puede apreciar en los rostros de los brasileños cuyos ingresos dependen del turismo. Embratur, la oficina oficial del sector, calcula que en el ‘99 la cantidad de turistas que visitarán Brasil llegará a 6,2 millones de personas, un 12 por ciento más que el año pasado.

 

DIAGNOSTICO DE LA FUNDACION MEDITERRANEA PARA EL PAIS VECINO
“Hay que prepararse para lo peor”

t.gif (862 bytes) La receta de la Fundación Mediterránea para escapar a la acuciante amenaza brasileña es un mix de jarabes amargos. “El éxito del actual esquema de flotación sucia dispuesto por Brasil es poco probable y, por ello, es fundamental que la Argentina esté preparada para el peor escenario”, advierte de entrada el equipo de economistas encabezado por Juan José Llach. Los males que deben esperarse son varios y dolorosos: caída de exportaciones, aumento de importaciones, suba de las tasas de interés y suspensión de inversiones, con sus consecuentes impactos sobre el empleo y el consumo. Sobre Brasil, en tanto, la Mediterránea señala que transita “al filo de la navaja entre dos precipicios: de un lado, la hiperinflación y, del otro, altísimas tasas de interés, recesión y aumento del déficit fiscal”.
“La respuesta adecuada es disminuir el gasto público”, recomienda el ex lugarteniente de Domingo Cavallo, en el último informe del Instituto de Estudios de la Fundación. Otra medida que considera indispensable es hacer recaer el costo del ajuste sobre los trabajadores, pues reclama mayor flexibilización laboral. “Esto puede ayudar a resolver la situación del empleo en sectores críticos, como el automotriz”, asegura. Sin necesidad de modificar las leyes vigentes, Ford logró un acuerdo con el sindicato de los mecánicos –Smata– que lo habilita a suspender durante 15 meses a 1400 trabajadores. En la misma línea, Llach sugiere adelantar la reducción de 10 puntos de los impuestos al trabajo –el gobierno anunció el miércoles una merma de 5 puntos– para los sectores que compiten con el exterior.
Para restablecer la confianza de los inversores extranjeros en el Mercosur, el documento plantea que los países del bloque regional deben manifestar “de inmediato” el compromiso a someterse a un severo ajuste de sus cuentas macroeconómicas. “Hay que firmar un acuerdo tipo Maastricht (suscripto por la Unión Europea), con un cronograma para el cumplimiento de metas de déficit fiscal, deuda pública, tasas de interés y tasas de inflación”, recomienda. Todo ello, “con vistas a la creación de una moneda común”.
Menos ortodoxas resultan las ideas de consensuar con Brasil medidas compensatorias (impuesto a las importaciones de ese país, por ejemplo), eximir a la industria y al agro de los impuestos a los intereses y a los activos, postergar “transitoriamente” todos los aumentos no contractuales previstos en los servicios públicos, y reducir los requisitos de liquidez a los bancos, a fin de acrecentar sus posibilidades de otorgar créditos. Finalmente, la Mediterránea propugna la sanción de una ley de convertibilidad fiscal, para encorsetar el gasto público, y crear un fondo anticrisis con la recaudación de la venta de acciones de YPF y el Banco Hipotecario.
En cuanto a Brasil, el análisis deja un estrecho margen al optimismo. “No puede descartarse para el país vecino un escenario de explosión inflacionaria y descontrol de las principales variables” económicas, puntualiza. La apuesta del gobierno brasileño –indica– es a que la devaluación del real permita una mejora de la competitividad de la economía, “sin mayores costos sobre el nivel de actividad, la inflación ni el mercado financiero”. Sin embargo, advierte que las altas tasas de interés, la abultada deuda pública y la incertidumbre cambiaria atentan contra el cumplimiento de aquellos objetivos.

 

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