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SALVAJES

a Roberto Bolaño

Por Pablo Robledo

Profesor Kien, en el bar del National Film Theatre,

bajo el puente de Waterloo, Londres, enero de 1999

Claro que recuerdo cuando los conocí, fue la noche de Reyes del ï99.

Yo acababa de llegar de París, en ausencia uno de mis mejores amigos me

había robado mil dólares cash y hacía un frío del demonio, como no voy a

recordar esa noche cuando soñó el teléfono, era María Font que esta

haciendo un doctorado en la London School of Economics sobre el tema "La

distribución de Golden Acapulco en los restaurants mexicanos de Camden Town y su incidencia sobre los indicadores económicos en los últimos meses del gobierno de John Major" y que me invitaba a encontrarme con ella y unos amigos suyos en el bar del ICA. Para alivianar la pena que me provocaba la muerte de mi confianza ciega en la amistad y de paso para emborracharme sin la fineza con que uno se debe emborrachar en París, le dije que sí, que ahí nos veíamos.

María estaba guapa como siempre, ella también había sido poeta y robada

(robaba), acompañada de dos hombres. No eran altos, más bien medianos, uno

con pelo largo y negro el otro con un reloj de oro y más flacos que gordos

parecían un dúo de malabaristas venidos a un festival de circo más que

amigos de María. Arturo Belano y Ulises Lima, poetas visceral realistas en

retiro efectivo me los presentó y enseguida los asocie con mi amigo que

también me había retirado el efectivo pero que no era poeta, aunque

reconozco haber estado un poco obsesionado. De Belano me di cuenta enseguida que era chileno porque entre sus primeras frases intercalo dos o tres cachais y Lima me pareció mexicano porque llevaba en un bolsillo un

frasco lleno de gusanos de botellas de mezcal y nos convido uno a cada uno, una actitud típicamente mexicana, no? Pero podrían haber sido mozambiqueños o islandeses o bosnios y hasta argentinos podrían haber sido, porque aquí en Londres cualquiera puede ser cualquier cosa, María por ejemplo era de Afganistán o eso decía y nadie se lo cuestionaba aunque más bien parecía madrileña y en verdad creo que era mexicana.

Cuando pregunté que significaba ser poeta en retiro efectivo Belano

se rascó la nariz y pidió otra cerveza y Lima comenzó a sacar los gusanos

del frasco y alinearlos sobre la mesa. Quedaba María para contestar y no lo hizo, así que deduje que el grupo poético de vanguardia al que pertenecieron tenía jerarquías similares a las militares y ellos eran napoleones transitorios o bolívares a la deriva. En cuanto a los visceral realistas ya había escuchado hablar de ellos en un congreso del Situacionismo Internacional, en el ICA allá por el 89. Según creí entender entonces ni ellos mismos sabían quienes o que eran, lo que me encanto porque me hizo recordar a un grupo literario de mis veinte años, "los poetas mancos" que no eramos ni mancos ni poetas pero que intentábamos canonizar a Patricia Bussa por su labor con las palomas y en defensa de los mosquitos sin malaria.

Pero si hay algo que recuerdo de aquella noche fue la larga

conversación que mantuvimos sobre la famosa poetisa mexicana Cesárea

Tinajero, única sobreviviente conocida del movimiento estridentista de los

años ï20. Yo había tenido la suerte de conocer a Cesárea en el desierto de

Sonora, viajando con un yanqui en búsqueda del pueblecito en el cual los

Freak Brothers y su gato Freddy se habían encontrado con Long Juan en una

de sus aventuras abroad. Mientras buscábamos también tomábamos peyote y

fuimos a dar de narices a Narcolito, cerca de Tijuana y allí resultó estar

su inmensa humanidad, la de Cesárea y sus acólitos, porque había formado

una sociedad de poetas desiertos y desertores, desiertos de poemas y

desertores de algo que no sabían bien que era pero desertores al fin.

Abdicaban de la escritura y miraban todas las noches, algunas hasta dos y tres veces, una copia pirata de Santa Sangre, el film de culto de

Jodorowzky. Decir que se sabían los diálogos de memoria es poco y creo que

se preparaban para el asalto final, aunque nunca supe asalto a que o de

quien, pero si estaba seguro que iba a ser final.

Los tres coincidimos en que Cesárea era una mujer inenarrable,

impredecible, apoética por no decir apocalíptica y misteriosa, sumamente

misteriosa, tanto que llegado un punto de la charla no sabíamos si

estábamos hablando de la misma mujer o todo había sido producto de nuestra

imaginación tóxica ya que ellos también la habían conocido en un viaje (que luego supe tuvo trágicas consecuencias) realizado con motivos delictivos a la frontera con los Estados Unidos. Lo que estuvo claro fue que Cesárea tuvo enorme influencia en la vida de estos dos cruzados latinoamericanos.

Belano me dijo que estaba en Londres invitado por una organización

de hackers dedicados a la poesía y que para promocionar el último poemario

de su líder, el rapero Kid Plasticola, habían atacado el web site del

partido laborista con resultados disparatados. Lima estaba coordinando la

Tercera Conferencia Europea de Poetas Gitanos en la Diáspora, aunque cuando le sugerí que los gitanos eran nómades por antonomasia y por lo tanto la palabra diáspora resultaba una contradicción comió dos gusanos y eructó, por lo que el tema quedó en potencial polémica.

Y eso si, como no podía ser de otra manera cuando tres escritores

se emborrachan y una mujer les mira comiendo gusano, la noche terminó

hablando de otros escritores. Ahí fue cuando la unanimidad, raro ejemplar

nocturno, nos lleva a hablar de Roberto Bolaño. Los tres coincidimos en que Los Detectives Salvajes, recientemente publicado por Anagrama, era la mejor novela que habíamos leído por largo, largo tiempo. Allí terminó la

unanimidad porque Belano dijo que no era una novela sino un diario íntimo de viaje con alto contenido poético, Lima dijo que era un refinado ejercicio de estilo pero novela al fin, Belano que estaban claras las influencias borgianas, arenianas, perecsianas pero todo con una voz muy propia, Lima que era un Rayuela de los ï90 pero sin un eje claro

París-Buenos Aires o viceversa sino un eje octahédrico Mexico DF, Barcelona, Tel-Aviv, Viena, Sonora, París, Los Angeles, Managua y un altereguismo unilateral, así discutían hasta que intervine yo y les dije que el mayor mérito era que es uno de esos libros que se empiezan y no se pueden dejar hasta terminarlos, cosa que literalmente me había sucedido ya que tarde exactamente 38 horas y 43 minutos para ir de la página 1 a la 609, con interrupciones solo para encender las velas (porque hay que leerlo a la luz de las velas) y evitar que las velas incendiasen mi cuarto y así los tres parecimos volver a coincidir, esta vez en que el bar cerraba y debíamos irnos.

Antes de despedirnos acordamos en que nos encontraríamos en el

verano en Barcelona para realizar una visita conjunta a Bolaño, que según

contaron esta internado en el manicomio de Hospitalet, junto a otros

escritores, editores y críticos que necesitan atención psiquiátrica,

llegados allí por motus propio o como en el caso de Bolaño, enviados por

orden de algún juez o de algún perito policial. Parece que el caso que le

llevó a ese lugar todavía esta siendo comentado en el mundillo literario

español ya que en el mismo día destrozó a mordiscones un Mariscal que

colgaba en el despacho de su editor y luego atacó con un hacha a la criada

del principal crítico literario de La Vanguardia. Eso fue lo último que

escuché o que vi de ellos ya que se marcharon y olvidaron pagar su parte de la adición.

Pero lo que realmente me importa ahora es conocer a Bolaño por la

frescura que le ha dado a las letras hispanoamericanas, un chorro algo

autobiográfico de agua helada sobre tanta metáfora y tanto hermeticismo

políticamente correcto. Quisiera conversar acerca del arquitecto y colega

(suyo) Quim Font, quien tanto aportase a la lucidez de una generación de

locos idealistas y corruptos, quisiera conversar acerca de la relación entre locura y escritura en general pero más que nada lo que quisiera

preguntarle es que quienes carajo son este Arturo Belano y este Ulises Lima, si es que los conoce claro, quienes son estos poetas cruzados en búsqueda del santo grial de la literatura, esa salvaje que tantos detectives ha inmolado en su fe (de ex ratas) y por quien todavía vivimos y escribimos, salve Belano Bolaño Lima.