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La historia de una familia que
fue destruida por la dictadura

Ante los tribunales de La Plata, se reanudaron ayer las  audiencias por el estremecedor caso de la familia Bettini, en  el que aparecen todos los delitos imputables al terrorismo de Estado.

Relato de los sobrevivientes de la familia Bettini ante el Tribunal platense.
Uno de los secuestrados era oficial de la Armada y fue tirado en los vuelos de la muerte.

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Por Victoria Ginzberg

t.gif (862 bytes) “Primero fue mi hijo, después mi marido y mi yerno. Luego mi madre.” Marta del Carmen Francese de Bettini relató ayer en la primera audiencia del año del juicio “para conocer la verdad” ( es decir sin consecuencias penales) que sigue la Cámara federal de La Plata la historia de su familia, destruida por la última dictadura militar. Su hija Marta Mercedes y el abogado Angel Miretta Mendizábal completaron el relato, que aportó datos sobre varios aspectos del terrorismo de Estado: los entierros clandestinos, la complicidad de la jerarquía eclesiástica, los saqueos y los secuestros extorsivos.
La tragedia de la familia Bettini comenzó el 8 de noviembre de 1976, cuando fue secuestrado Marcelo, de 21 años. Su padre, Antonio, un reconocido abogado de La Plata que en esa época se desempeñaba como fiscal federal, consiguió entrar a la morgue policial. Allí no encontró a su hijo, pero vio varios cadáveres, cada uno tenía un cartel colgando del dedo gordo del pie con la fecha en que el cuerpo debía “aparecer” en algún lugar como “muerto en enfrentamiento”. Marta Mercedes, hermana de Marcelo, estaba casada con el teniente de fragata Jorge Devoto, quien preguntó a sus compañeros sobre el destino de su cuñado. Marta del Carmen, la madre del joven desaparecido, probó suerte con los miembros de la Iglesia, confiándose en la militancia católica de su familia.
A través de las gestiones de Devoto, los Bettini se enteraron de que Marcelo figuraba en un radiograma interno como muerto en un enfrentamiento. Antonio Bettini se entrevistó con el comisario Juan Pachelú, quien les informó que el cuerpo del joven figuraba como NN en una fosa del cementerio de La Plata. “Estaba enterrado con otros cadáveres, Jorge fue a reconocer el cuerpo y encontró también los restos de un amigo de mi hijo”, dijo Marta del Carmen frente al tribunal. El cuerpo de Marcelo fue enterrado en el panteón familiar. Alfredo Temperoni, chofer de los Bettini, fue secuestrado y estuvo detenido diez días en La Cacha. El 18 de marzo de 1977, en La Plata, mientras Bettini y Devoto trataban de averiguar qué había pasado con él, su auto fue interceptado por otro coche. A los gritos, varias personas se subieron al auto y los llevaron al Bosque de La Plata. Allí Bettini fue encapuchado y subido a otro coche. A Devoto lo dejaron en el lugar. Esa misma noche los militares allanaron y saquearon la casa de los Devoto, buscando al teniente de fragata, aunque unas horas antes lo habían tenido en su poder. Devoto todavía confiaba en su arma y estaba convencido de que el secuestro de su suegro había sido “un error”. Tres días después de la desaparición de Bettini fue al Edificio Libertad para hablar con sus superiores. “Llorando le pedí que no fuera, pero no hizo caso. Esa fue la última vez que lo vi”, relató su suegra. Devoto fue secuestrado durante su visita a la sede de la Armada.
Por testimonios de sobrevivientes –entre ellos el de Nelva Falcone, que ya declaró en este juicio, y el del chofer Temperoni, que fue detenido por segunda vez– los Bettini pudieron saber que Antonio estuvo secuestrado en La Cacha y que luego fue trasladado a la Escuela de Mecánica por pedido de la Marina. De Devoto no supieron nada aunque la Armada reconoció que lo tenía secuestrado, pues avisaron que iban a pedir un rescate. Pero no hubo novedades hasta 1997, cuando el ex marino Adolfo Scilingo habló de “los vuelos de la muerte”. Ante el juez español Baltasar Garzón, Scilingo declaró que los detenidos eran sedados antes de ser arrojados al mar pero que en el caso de Devoto lo tiraron consciente porque era considerado un traidor. La declaración del ex marino fue aportada por Marta Mercedes, quien además citó el testimonio del “arrepentido” Orestes Vaello ante la Conadep, en donde se detalla el accionar y la composición del grupo de tareas 3.2 que funcionaba en La Plata.
Marta del Carmen y sus dos hijos vivos (Marta Mercedes y Claudio) se fueron a Uruguay, pero temiendo por el accionar conjunto de las Fuerzas Armadas del Cono Sur viajaron a Brasil y finalmente se instalaron en Europa. La pesadilla no había terminado. El 3 de noviembre de 1977 secuestraron a María Mercedes Hourquebie de Francese, de 77 años, madre de Marta del Carmen. El general Ramón Camps justificó esta detención con el argumento de que esa señora “aportaba plata para la campaña de los montoneros en el exterior”. Algunos miembros de la misma familia habían hecho esta denuncia a los militares para, presumiblemente, quedarse con los bienes de los Bettini Francese. “El mundo se movió por nosotros”, declaró Marta del Carmen, quien viajó desde España junto con su hija para declarar en esta audiencia. Los reclamos por los Bettini llegaron hasta el nuncio Pio Laghi, a monseñor Antonio Plaza y a los papas Pablo VI y Juan Pablo II pero nadie dio respuestas. Claudio Bettini, hijo del fiscal y el otro sobreviviente de la familia, aseguró que “donde haya un juicio, en cualquier país, vamos a estar presentes”.

 

Dos mil desaparecidos
Por V.G

La audiencia de ayer fue la primera de este año en la causa en la que se investiga el destino de alrededor de dos mil desaparecidos de la jurisdicción de la Cámara Federal de La Plata. Este proceso, que en principio está limitado por las leyes de Obediencia Debida, Punto Final y de Indulto, se abrió en abril del año pasado, a pedido de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de La Plata. A fines de setiembre, tras cinco meses de investigación, comenzaron a presentarse los testigos en audiencias orales y públicas. En 1998 declararon cerca de 50 personas. Algunos de ellos nunca se habían presentado antes frente a un tribunal. La semana próxima deberán comparecer –que este año será presidido por el juez Alberto Durán– varios médicos que firmaron certificados de defunción de desaparecidos que fueron enterrados como NN en el cementerio de La Plata. A raíz del testimonio de la madre de Plaza de Mayo Adelina de Alaye, el tribunal realizó una inspección ocular en las tumbas NN de ese cementerio, donde se presume fueron enterrados cientos de desaparecidos. Aunque muchos de los cuerpos fueron removidos, la Cámara espera poder identificar alrededor de 60 cadáveres. En la audiencia de ayer, Marta del Carmen Bettini relató que su hijo fue enterrado en una fosa común en ese lugar. Los enterradores que declararon a fines del año pasado aseguraron que había tumbas de desaparecidos pero negaron la existencia de fosas comunes.

 


 

AMIA: 55 MESES DEL ATENTADO
Otro acto por las víctimas

t.gif (862 bytes) Al cumplirse 55 meses del atentado a la AMIA, familiares y amigos de las víctimas realizarán hoy a las 9.30 en Pasteur 633 un acto en recuerdo de las 86 personas asesinadas el 18 de julio de 1994. “Exigimos justicia, porque no podemos permitir que corruptos, encubridores y asesinos vivan en libertad.”
Con este y otros fuertes argumentos, los familiares le contestarán al defensor oficial Luis Cayuela –que asiste al ex comisario bonaerense Juan José Ribelli, unos de los detenidos por el atentado–, quien dijo, entre otras cosas, que el atentado a la AMIA impactó en determinados sectores de la sociedad y no en la sociedad argentina en su conjunto. “¿A qué `determinados sectores’ de la comunidad pertenecían entonces los muertos no judíos? ¿No tiene esto un fuerte olor a racismo?” se preguntan los familiares. Cayuela habría dicho también que el atentado a la AMIA es un hecho de gravedad mediática y no institucional. Este tipo de expresiones son, según los familiares, para tratar de minimizar los hechos ante la falta de argumentos para la defensa. Desde que se produjo el atentado, todos los 18 de cada mes este grupo de familiares y amigos se reúnen para depositar una flor y prender una vela en memoria de cada una de las víctimas.

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